martes, 3 de diciembre de 2019

EL ÚLTIMO LEVANTAMIENTO MILITAR



Los hechos y las reuniones secretas

Por Juan Bautista "Tata" Yofre
Infobae, 3 de diciembre de 2019


La crisis de 1990 comenzó mucho antes de ese trágico 3 de diciembre cuando se produjo el último alzamiento militar en la Argentina.
Podría decirse que la fecha figura en un parte informativo de 1988 recibido en el entorno del candidato presidencial Carlos Saúl Menem y que relata que Mohamed Alí Seineldín, ex agregado militar en Panamá, “partió desde allí al aeropuerto de Carrasco el día 29 de noviembre a las 19.45, utilizando para dicho viaje el avión que posee el general (Manuel) Noriega para su uso exclusivo. Dicha aeronave es un Lear Jet, biturbo, FCS-100.”

El texto dice además que el avión tuvo inconvenientes en el instrumental y se vio obligado a bajar en Asunción (Paraguay) “de donde partió el 30 de noviembre en una avioneta matrícula HP-1095IS” y arribó a Carrasco a las 22.45. Luego, en la madrugada del 01 diciembre (05.30 horas) abordó un aliscafo de la línea Belt, siendo acompañado en este último trayecto por el teniente coronel Gustavo Martínez Zubiria y el capitán de Infantería Brum, perteneciente a la Compañía de Comandos 601.”
El militar aterrizaba en el país para comandar el tercer alzamiento militar carapintada.

En esas horas el entonces presidente de la Nación, Raúl Alfonsín, se encontraba en el exterior. Había asistido a la asunción de Carlos Salinas de Gortari, en México, y luego viajo a los Estados Unidos para encontrarse con el presidente electo George Bush.
Tras un operativo de robo de armas en Zárate, realizado por el grupo de elite Albatros de la Prefectura Naval Argentina, sus integrantes se trasladaron a la Escuela de Infantería de Campo de Mayo y se unieron a los comandos liderados por Seineldín. Luego de un intercambio de disparos, Seineldín decide dirigir a los sublevados al Batallón de Logística en la localidad bonaerense de Villa Martelli. Era el 1 de diciembre de 1988 y se producía así el tercer levantamiento carapintada.

La crisis va a culminar unos días más tarde tras un largo encuentro entre el jefe del Estado Mayor, general José Caridi, el coronel Seineldín, el responsable de la represión, general Isidro Cáceres, y en algunos momentos con la intervención del coronel Jorge Toccalino, compañero de Promoción y hombre de extrema confianza del jefe sublevado.

Después de que Caridi exigiera la rendición y fuera rechazada, tras largas discusiones se conviene, a las 16 horas del 4 de diciembre de 1988, en el Acuerdo de Villa Martelli que va a tener una proyección en el tiempo.
Según los apuntes tomados por el propio Toccalino, el acuerdo tenía varios puntos.
En el 1º formalizan un comunicado en el que los dos bandos convinieron “objetivos comunes” para el Ejército. Estos son “la cohesión, el honor y la conciliación de la Fuerza” y Caridi se compromete a cesar las operaciones.

El 2º punto establece “la formalización de los objetivos”, a través de “acciones para restaurar el honor; acciones para reivindicar la lucha contra la subversión; acciones para recuperar la dignidad de los integrantes del Ejército Argentino (Presupuesto) y la revisión de Semana Santa y Monte Caseros.” Coadyuvan a estos objetivos el ejercicio de responsabilidades por la Operación Virgen del Valle (Villa Martelli) y consecuentemente "leves sanciones a los participantes”.

El 3º se planteó cuándo dejaría su puesto el jefe del Estado Mayor, general Caridi. El general Cáceres insinuó en Navidad y fue acordado.

En el 4º el coronel Seineldín “se comprometió a: 1) replegar sus elementos y 2) presentarse en un lugar militar como responsable único de la operación”.

Un dato a tener en cuenta: en los apuntes se dice que “nada se firmó” porque “todo fue de palabra”. Seguidamente se afirma que “el General Cáceres garantizó que iba a controlar el cumplimiento” de lo acordado.
En definitiva la Operación Virgen del Valle fue realizada por 1.000 efectivos sublevados, y el acontecimiento genero 3 muertos y 43 heridos. Antes de que cada uno de los presentes retornaran a sus destinos se realizó un insólito e inusual diálogo que Toccalino apuntó.

Toccalino: Bueno, acá se terminó todo. ¡Ahh, está bueno, se terminó todo!
Seineldín: “No, no, un momentito, pero usted mi General perdió el mando, usted mi General perdió el mando”.
Caridi: ¿Pero cómo perdí?
Seineldín: “Y sí, usted perdió el mando, por lo tanto usted tiene que dejar la Jefatura del Estado Mayor del Ejército”.
Cáceres: Mi General le dice a Caridi- mire yo creo que debería usted reflexionar al respecto.
Caridi se molestó pero finalmente aceptó: Bueno, yo voy a pedir el retiro, pero no me apuren por cuanto ustedes no me van a apurar...
Cáceres: Mi General para Navidad. (Antes de Navidad, el 21 de diciembre de 1988 Caridi renuncia y se hace cargo del Estado Mayor el general Francisco Gassino).
Cuando parecía que todo había terminado, Seineldín dijo: “Otra cosa mi General, yo sé que usted me va a mandar preso pero le pido por favor que no me mande preso al Estado Mayor, mándeme a una unidad del Ejército, no al Estado Mayor”. (Es otra punto que se cumplió, al mandarlo detenido al Regimiento Patricios).

Una vez instalado la Dirección de Apoyo dentro del Regimiento de Patricios, Toccalino se presentó a visitarlo. Observó su manera de trabajar, la gente que lo visitaba y, después de un tiempo prudencial, intentó convencerlo de que cambiara el “ordenamiento jerárquico” que tenía. “Seineldín decía: ‘la Virgen María, el Consejo de Ancianos y Seineldín’. Y yo decía la Virgen María y luego él. No dejaba al margen el Consejo de Ancianos, pero lo ponía en tercer lugar en una tarea de asesoramiento”. 

Ese grupo estaba integrado por gente sin mayor entidad política, de allí que Toccalino además de ese Consejo armó otro grupo de asesoramiento que él mismo iba a dirigir, en el que fundamentalmente se destacaban Rogelio Frigerio y Jorge Camus. También participaban Julio Alfonso Correa y el coronel Sarraga.
Con el paso de las semanas los contactos de Seineldín con el justicialismo se hicieron más frecuentes, en especial con gente allegada al candidato presidencial Carlos Menem. Entre otros César Arias, Gustavo Béliz, Humberto Romero. En estos encuentros se intentaba armonizar los términos del Acuerdo de Villa Martelli con el proyecto presidencial en materia de Defensa.

En una oportunidad, Toccalino se entrevisto con Menem para analizar una Ley de Amnistía que se le estaba meneando en aquella época. “Fuimos a verlo a Menem a la casa del señor Armando Gostanián, ahí en la Avenida Libertador, para tratar de arreglar toda la melange -por cuanto yo trataba de ser un componedor de la cosa- para que se respetaran las jerarquías, que se cumpliera lo pactado en el acuerdo de Villa Martelli, que era la salvaguarda del honor del Ejército. Se conversó de Alfonsín, los malvineros que estaban hechos pelota, la guerra contra la subversión que ya habían empezado a considerar y otros puntos. Hablando de todas esas cosas con Menem, lo que yo me acuerdo fue de la despedida. Me extendió la mano, yo se la tomé, él me la tomó también con la otra mano y me dijo: ‘Coronel todo se hará como ustedes dicen’".

También habría de realizarse un encuentro entre Menem y Seineldín en la casa del general retirado Enrique Guglialmelli en la que se habló del “criollo” general Cáceres como jefe del Estado mayor. (El 12 de julio de 1989, el recién asumido presidente designó a Isidro Bonifacio Cáceres como titular del Ejército Argentino).
Menem asumió y se hizo cargo de una situación deplorable en todos los sentidos. Desde ese momento Mohamed Alí Seineldín mantuvo una amplia gama de contactos oficiales, incluso entró en la Residencia presidencial de Olivos.

En un momento, cuando Menem ya era Presidente de la Nación, designó a uno de sus funcionarios más íntimos para que intente acercar posiciones en un proyecto común. Los encuentros privados se realizaron en unas oficinas de la calle Maipú y progresaron hasta el punto de un acuerdo. Hablaron de varios temas, entre otros la restitución de grados a los militares que habían intervenido en las asonadas, reivindicación de la gesta de Malvinas, reivindicaciones económicas, etc.

Tras uno de esos encuentros, Seineldín pidió un momento de análisis y consulta con su gente. Luego de un corto espacio de tiempo, en el siguiente encuentro, la respuesta fue: “No voy a poder seguir con el acuerdo, lamentablemente hablé con la Virgen y me dijo que no arregle.” Además de este canal de diálogo, también intervino Eduardo Bauza con un proyecto de arreglo, pero otro alto funcionario lo vetó.

Finalmente Seineldín y sus seguidores llegaron a la determinación de enfrentar al gobierno de Carlos Menem.
Reclamaban el no cumplimiento del acuerdo de Villa Martelli, terminar con la persecución interna dentro de la Fuerza hacia aquellos cuadros que habían intervenido en levantamientos anteriores y devolverle a las FF.AA. la capacidad operativa, desarrollo tecnológico e industrial… de un país cuyo Estado estaba exhausto y fundido. No estaban solos esos militares, porque a sotto voce recibieron consejos y solidaridades que luego de esfumaron de empresarios, algunos sindicalistas y dirigentes políticos heridos.

Antes de decidir encabezar el levantamiento del 3 de diciembre de 1990 Seineldin tuvo dos luces amarillas de prevención, comprobables. La primera partió del teniente coronel Hugo Schierano a quien “Milo” Seineldin citó a una reunión secreta en el domicilio del teniente coronel Tevere. Estaban también los tenientes coroneles Arturo González Naya y Faner y siete oficiales más.
Tras una exposición de Seineldín, éste lo llamo a Schierano para entregarle la Orden de Operaciones Nº 5 del Teatro de Operaciones Noreste…”cuando recibo la Orden de Operaciones le digo a mi coronel que no la aceptaba y me dice: ‘Pero Schierano, usted fue uno de los que me trajeron de Panamá, yo recibí su carta de parte del teniente coronel Gustavo Martínez Zuviría y fue uno de los oficiales más importantes del anterior alzamiento’. 

A lo que le contesté: ‘Mi Querido Coronel (me emociono al recordar esto) ya logramos nuestro objetivo que eran al indulto y la amnistía por parte de Menem, no tendremos el mismo apoyo y usted corre el gran riesgo de que lo fusilen’. Me miró y me dio un gran abrazo y nos despedimos. Arturo y Faner se fueron conmigo. Esta fue mi participación y hoy sigo luchando por los camaradas presos, el Honor y la Dignidad del Ejército Argentino.”

Apuntes del oficial Hugo Schierano. El militar recordó que le dijo a Seineldín: ‘Mi Querido Coronel ya logramos nuestro objetivo que eran al indulto y la amnistía por parte de Menem, no tendremos el mismo apoyo y usted corre el gran riesgo de que lo fusilen’. Me miró y me dio un gran abrazo y nos despedimos”

La otra señal de prevención la tuvo Seineldín de su amigo Jorge Toccalino. En esos días de finales de noviembre –mientras se ocupaba de la enfermedad terminal de su padre- recibió un llamado del mayor Ángel León, que deseaba hablar con él. Lo recibió en su casa de la calle Junín, acompañado por Rogelio Frigerio.
León venía a transmitir la inminencia del levantamiento y Seineldín deseaba conocer su parecer. Toccalino escuchó y luego habló. En presencia de este periodista repitió los apuntes que le había leído al enviado. Entre otros conceptos le dijo que no estaba de acuerdo con el hecho militar porque Seineldin estaba preso en San Martín de Los Andes.

“No hay una bandera. Semana Santa la tuvo, Villa Martelli también. ¿Cuál es la bandera?”, siguió el dueño de casa.
Luego pregunto: ¿Quién es el nuevo comandante?.
Y la respuesta fue: El coronel Luis Baraldini.
“Baraldini no tiene liderazgo… y la organización está desmembrada, ni consolidada, como inmediatamente después de Villa Martelli”. Agregó: “No hay acción psicológica, ni está el ambiente estratégico militar adecuado como para hacer otro pronunciamiento… van a arriesgar la libertad de mucha gente en una cuestión absolutamente inútil”, dijo Toccalino.

El dueño de casa y Frigerio preguntaron a León: "¿Cuál es la segunda fase? El alzamiento y después qué?”. No encontraron respuesta.

“Me pareció una locura, aconsejada no sé por quién dentro del Consejo de Ancianos que yo no manejaba”, confesó Toccalino. Él y yo sabemos quienes fueron... los que se fugaron cuando el fracaso era evidente.
Lo sorprendente -por lo menos para mí- no fueron las opiniones ni las respuestas sino la presencia de Rogelio Frigerio en la conspiración. Porque a mí me toco introducirlo, en enero de 1989, en la residencia riojana de Menem, cuando el líder del MID fue a cerrar la participación de su partido en el frente que impulsaba la formula Menem-Duhalde y dos de sus dirigentes de su extrema confianza trabajaron conmigo.

El 25 de noviembre de 1990 Seineldín ordenó poner en marcha el alzamiento, a través de una grabación que el capitán Gustavo Breide Obeid trajo desde el Sur. La decisión partió de un “Consejo Militar” (los Ancianos) integrado por oficiales retirados y civiles después de un “sesudo” análisis de un “Estado Mayor del Ejército Nacional” (NA)


Cuando Seineldín intentó salir de su prisión tomó conciencia de que había sido traicionado y la operación había abortado. Uno de los que lo traicionaron era un oficial que, desde un año antes, se paseaba en su nombre por las oficinas del gobierno de Menem atizando operaciones de extorsión al mismísimo Presidente de la Nación.
El 3 de diciembre de 1990 fue el más cruento de los alzamientos castrenses y en el que participó la mayor cantidad de suboficiales (95%) y 5% de oficiales. Fue la cuarta sublevación militar en cuatro años y era la primera en la que el gobierno obtenía una rápida y eficaz represión, sin negociaciones ni concesiones.

Todos los involucrados tuvieron el especial cuidado de afirmar que no había sido un Golpe de Estado y la Cámara Federal que juzgó a los militares intervinientes en su sentencia afirma que “no ha quedado acreditado así, que se pretendiese un golpe de estado, mediante el derrocamiento de alguno de los poderes públicos del gobierno nacional, ni mucho menos que se obrara con el fin de cambiar de modo permanente el sistema democrático de gobierno… debe tenerse en claro que las conductas juzgadas han respondido en la inmensa mayoría de los casos a motivaciones de carácter idealista” porque han “obrado por sentimientos de elevado valor moral y social.”

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