miércoles, 25 de septiembre de 2019

VICTORIA VILLARUEL



 “La tergiversación de la historia sigue presente y el gobierno lo sufrió en el caso Maldonado”


Por Alexis Montefiore
Tribuna de Periodistas-25/09/2019

Horacio González, fundador del movimiento Carta Abierta, expuso nuevamente una idea que sigue latente sobre el rol del terrorismo en la Argentina en un pedido de “reescritura de la historia Argentina con una visión positiva de las organizaciones armadas”.

La titular del CELTYVV, Victoria Villarruel, criticó severamente esas declaraciones y fue determinante con sus palabras a través de radio 99.9 de Mar del Plata: “Las declaraciones a mí me parecen gratuitas, no sólo por el contenido, sino porque ya reescribieron la historia. Los terroristas tienen una valoración positiva per sé, sino estarían presos. Si sos terrorista te reconocen derechos que no te corresponden, no reconocen las víctimas y eso garantiza impunidad; si morís en determinadas situaciones te hacen ser un muerto heróico y te recuerdan en el Parque de la Memoria. Hay una romantización del terrorismo que existe per sé” (escuchar al pie).

En ese sentido, destacó que mucho más no se puede profundizar en esos reconocimientos: “no sé qué más quieren si han cobrado indemnizaciones que no les corresponde dos o tres veces”, ironizó.
La historia siempre se termina repitiendo y Villarruel destacó que algo similar a lo que sucedía en aquellas épocas se pudo ver hace poco con el caso Maldonado: “La tergiversación de la historia sigue presente y este gobierno lo sufrió con el caso Santiago Maldonado que tuvo todos los componentes de la propaganda del terrorismo en la década del 70. El estado y el gobierno actual no aprendieron nada”, puntualizó.

Para quien encabeza la lucha de las víctimas del terrorismo en Argentina, haber participado de esos actos criminales en el país es considerado casi un privilegio: “En este país haber sido terrorista es positivo, es como un ascenso social. Llegás a cargos públicos, los jóvenes estudian en el colegio que fue una persona asesinada por el estado porque quería un mundo mejor, está todo tergiversado y los medios colaboran con ello”, finalizó.

lunes, 16 de septiembre de 2019

EL RELATIVISMO PRÁCTICO




Por Hernán Bernasconi
Infobae, 15 de septiembre de 2019


A propósito de la actual crisis argentina

Volvemos sobre la coyuntura que sufre la democracia en nuestra nación y la crisis de su clase dirigente. El grave estado en que nos encontramos hace que políticos, empresarios, trabajadores, organizaciones sociales, intelectuales y el pueblo en general coincidan hoy en dos objetivos: a) uno inmanente que consiste en eliminar el agua (deudas) que está inundando el barco y b) un objetivo trascendente que consiste en evitar el naufragio (default) para salvación de la nación y con ella, la vida de todos. Como se ve, el primero está en función del segundo y son compartidos -cosa inusual-por casi toda la población. Para remar hay que tener energías y de ahí que, además de las razones humanitarias, sea un complemento necesario la "emergencia alimentaria".

Ahora bien, todos deberían advertir que nuestra nación tiene un problema grave y vergonzoso más allá de la situación económica. Dejando fuera de discusión que las reglas económicas juegan un papel fundamental.

Este estado, reiterado, revela que los políticos y los dirigentes en general padecen de una enfermedad mucho peor que la anemia de los pobres. El relativismo práctico que rige en nuestra democracia.


El problema del relativismo lo advierte desde hace muchos años Benedicto XVI y lo reitera a menudo el Papa Francisco en sus homilías y en E.G. (Nro. 80).

Los intereses particulares y el bien común

El relativismo práctico es la "actitud" del que "negocia" los valores del bien común a cambio del bien propio. La del obispo que aprovecha su función para rodearse de lujos, la del capitán del Costa Concordia en el Mediterráneo que abandona el barco negándose a regresar cuando había pasajeros a bordo después de la avería. La del legislador o el juez que hacen su propio juego buscando su beneficio en exclusiva ¡O la de los altos funcionarios de un país que colocan sus depósitos en el extranjero cuando el propio, cuyas finanzas gobiernan o han gobernado, se debate en una extrema crisis financiera!

El cardenal Joseph Ratzinger analizó el tema del relativismo calificándolo como "el problema más grande de nuestra época"(en Revista de Cultura Económica, agosto 2011, documento presentado en Roma en 1985) que afecta a las democracias basadas en relaciones líquidas (Zygmunt Bauman).

Una democracia sin fundamento ético

Los políticos y políticas creyeron en una de las grandes promesas de la democracia, "que ella sola habría alimentado autónoma y espontáneamente el espíritu democrático" y "esta promesa no se ha mantenido: la democracia ha demostrado no ser capaz de saber alimentarse espontáneamente, de ser autosuficiente" (Norberto Bobbio, El Futuro de la Democracia, citado por Bartolomeo Sorge, Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia, Ed. Sal Terrae, pag. 229).

El proceso de secularización y el utilitarismo han calado profundamente entre nosotros privando a la democracia recuperada tras las dictaduras cívico-militares de sus recursos morales. Proceso de secularización que al mismo tiempo que separa al hombre y la mujer de la religión los separa de la moral.

Sólo la religión puede recivilizar a nuestros pueblos

Jürgen Habermas no duda en afirmar que solo la religión puede recivilizar a la modernidad: solo la religión, traducida políticamente a un lenguaje laico, puede ayudar a la sociedad a conservar sus recursos morales. "El problema más urgente para salir de la actual crisis es ayudar a la democracia a recobrar su fundamento ético" (Borge) y este se funda en la Religión.

"Porque con la Democracia sola no se come, no se educa, no se cura" si fue vaciada de su fundamento ético. Por eso Juan Perón hundió las raíces de su doctrina en la teología católica y en la doctrina social de la Iglesia (La Comunidad Organizada, Congreso de Filosofía Mendoza, abril 1949).

 Y por eso expresaba en un discurso que la "no prescindencia" de la Constitución Nacional en relación con el culto católico, a pesar del espíritu liberal de sus normas, refleja que quienes la sancionaron "no pudieron desconocer que la gobernación de los pueblos se ha de basar en normas de moral y que las normas de moral tienen su origen y fundamento en preceptos religiosos…" (10/4/48, Chaco, homenaje al obispo N. De Carlo).

En la actualidad, el peronismo y el radicalismo hicieron desaparecer sus raíces éticas y otros sectores nunca las tuvieron. Su propósito es conquistar el poder.

Sistema ético, convicciones religiosas y leyes económicas

Por su parte y en relación con la política económica, Joseph Ratzinger decía que "se está convirtiendo en un hecho cada vez más evidente de la historia, que el desarrollo de los sistemas económicos que se concentran en el bien común depende de un sistema ético determinado, el cual a su vez puede nacer y sostenerse sólo por fuertes convicciones religiosas".

Y con realismo agregaba que "la moral no puede prescindir del conocimiento técnico de las leyes económicas sin convertirse en un moralismo" que desvirtuaría los propósitos éticos que se propone recobrar.

NOVEDAD EDITORIAL



 "Perfiles identitarios", de Sergio Fernández Riquelme. Un libro sobre los líderes de las "nuevas derechas".

José Basaburua

La Tribuna del País Vasco acaba de publicar el libro Perfiles Identitarios, un revelador ensayo en el que el profesor Sergio Fernández Riquelme analiza en profundidad los orígenes, el presente y el futuro de los principales líderes del nuevo pensamiento conservador que se extiende por el mundo, de Brasil a Estados Unidos, pasando por países como Gran Bretaña, Hungría, Polonia, Francia o Rusia.

Perfiles Identitarios es un conjunto de magníficas y detalladas crónicas periodísticas, rebosantes de información, que revelan cómo se está labrando la gran respuesta global al consenso socialdemócrata, tanto de derechas como de izquierdas, representado por los viejos partidos políticos europeos.

Por las páginas de Perfiles Identitarios desfilan Donald Trump y los nuevos nacionalistas norteamericanos; Jaroslaw Kacynski y el renacer nacional-católico polaco; Viktor Orban y la Hungría cristiana, y, por supuesto, la dinastía Le Pen y el nacionalismo soberano francés.
Además, en los diferentes capítulos de este último trabajo de Sergio Fernández Riquelme se investiga en profundidad la modernización conservadora impulsada por Vladimir Putin en Rusia, el nuevo concepto de lo político promovido por Jair Bolsonaro en Brasil, la extraordinaria fuerza de “Il Capitano” Matteo Salvini en Italia y la dualidad sobre la que se asienta Vox, el gran partido español de la nueva derecha, a caballo entre la derecha liberal y el nacionalismo soberano.

 Sergio Fernádez Riquelme es profesor titular de la Universidad de Murcia y director de la revista La Razón Histórica. Historiador y doctor en Política Social, es autor de más de un centenar de artículos científicos, así como de varios libros como, entre otros, La ciencia histórica, El nuevo Imperio ruso, Hungría y la defensa de la civilización europea y La España soberana.


Chicos malos para tiempos oscuros


RAÚL GONZÁLEZ ZORRILLA. Director de La Tribuna del País Vasco
Domingo, 15 de Septiembre de 2019

Prólogo al libro "Perfiles Identitarios", de Sergio Fernández Riquelme, que acabamos de publicar en La Tribuna del País Vasco.


Las llamas que devoraron parte de la catedral de Notre-Dame eran el símbolo más dramático y evidente del fin de Occidente. Nuestras naciones se desmoronan desconectadas de su historia, apartadas de sus tradiciones, aisladas de su legado cultural y despojadas de sus grandes valores referenciales. Patrias milenarias se suicidan al mismo ritmo desolador que se aniquilan fetos o se inmolan sus ciudadanos, que han convertido el quitarse la vida, sus vidas, en una de las primeras causas de muerte no natural en Europa. 
Mientras las iglesias arden en Francia y miles de judíos vuelven a abandonar el viejo continente, ahora perseguidos por las hordas antisemitas alimentadas por la extrema-izquierda política, y cuando el islam generosamente financiado por los países del Golfo comienza a imponer la ley islámica en numerosas zonas de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica o Suecia, la noche cae sobre nuestras ciudades. Con una clase media reducida a su mínima expresión, expoliada por los impuestos abusivos que las élites exigen para subvencionar sus objetivos y sus caprichos multiculturales, feministas, empoderadores, igualitarios, regeneracionistas y comunitarios, nuestras calles y plazas, cada vez más inseguras, más decrépitas, más extrañamente ruidosas y más confusas para quienes siempre hemos vivido, amado y trabajado en ellas, se hunden en la desidia, el olvido y el abandono.

En la hora del crepúsculo civilizacional que nos ha tocado vivir, vuelven los fantasmas de siempre arrasando la libertad, censurando opiniones, prohibiendo creaciones, insultando a nuestro Dios, imponiéndonos nuevas leyes y nuevos silencios y exigiendo nuevos tributos espirituales y materiales. Llega un invierno crucial para Occidente y trae con él un ingente frío moral que cae sobre nosotros en forma de avalanchas de ruina demográfica, de descomposición territorial, de consumo masivo de opiáceos y drogas sintéticas, de inmigración masiva, de reemplazo poblacional, de populismo sexual, de olvido de nuestro pasado, de insultos a nuestros ancestros y, sobre todo, de destrucción, desprecio y olvido de todo lo excelso y bello que a lo largo de más de 2.000 años nos ha legado nuestro acervo judeocristiano y grecolatino.

 Pero, como muy bien explica Sergio Fernández Riquelme en algunos momentos de este magnético Perfiles Identitarios, los viejos europeos se resisten a morir y buscan su identidad, su esencia, sus valores, sus banderas morales, sus costumbres, su forma de ser y su memoria colectiva entre las nieblas purulentas de una geografía globalizada, neutra y deslavazada donde el rostro obligatoriamente cubierto de una mujer es ahora un ejemplo de libertad, donde se cierran iglesias mientras se abren decenas de mezquitas, donde no hay padres ni madres sino progenitores uno y dos, donde reinan jemeres verdes y oenegés oscuramente subvencionadas, donde hay niñas con pene y niños con vulva, donde se escupe al cristianismo que nos hizo como somos, se manipula nuestra historia, se prohíben clásicos literarios y se humilla al europeo tradicional: por ser europeo, por ser blanco y por ser hombre, si es el caso. Y por ser, junto a los estadounidenses, el epítome de lo occidental.

Ninguna civilización muere sin luchar, y menos aún cuando estamos haciendo referencia al conjunto de creencias, tradiciones, valores y construcciones sociales que a lo largo de la historia de la humanidad, han alumbrado lo mejor del mundo. Y, por ello, tras décadas agazapados, ocultos, silenciosos y silenciados, convertidos en carne de impuestos y en carne de cañón socialdemócrata, manteniendo a sus familias tradicionales sin apoyo de nadie y con la cabeza agachada, sintiéndose olvidados por las instituciones, sufriendo el incesante aumento de la inseguridad en las calles, padeciendo el terror islamista en mercadillos navideños, aeropuertos y discotecas, sintiéndose profundamente despreciados por los medios de comunicación del Sistema que les tratan como a escoria ignorante, ultraderechista, odiante y fanática, y siendo humillados como lo fueron los ‘rednecks’ norteamericanos que dieron la victoria a Donald Trump (por cierto, excelentemente retratado todo ello en el apartado de este libro dedicado al presidente norteamericano),  el hombre y la mujer europeos vuelven a salir a la luz pública espoleados por la indignación, azuzados por el hambre de racionalidad, guiados por el sentido común, apoyándose en las redes sociales más cercanas, y negándose a seguir siendo por más tiempo los conejillos de Indias del multiculturalismo más soez, del marxismo cultural más aniquilador, del nihilismo más cruel y de la globalización más grosera.

 El viejo ciudadano europeo sale nuevamente a la calle vestido con los andrajos que jamás se anuncian en la CNN, The Finantial Times, El País, Le Monde o The New York Times, y lo hace liderado en la mayor parte de las ocasiones por estos “chicos malos” para el consenso socialdemócrata, por estos hombres y mujeres que Sergio Fernández Riquelme retrata modélicamente en este libro, como solamente lo saben hacer los ensayistas más finos que tienen corazón de analistas sociales y alma de periodistas diestros: otorgando al lector la información justa y necesaria, proporcionando al estudioso un marco de comprensión historiográfico de lo que se está tratando y, finalmente, opinando con sutil elegancia sobre el tema expuesto.

Sergio Fernández Riquelme sabe que detrás de los protagonistas a los que acertadamente perfila en este volumen se aglutinan millones de hombres y de mujeres, millones de europeos con la garganta quebrada tras años de silencio forzado y con los andares agotados de quienes presienten que el final puede estar cerca, pero con la fuerza telúrica de quienes se saben poseedores de secretos añejos, de códigos inmemoriales, de la sabiduría y las destrezas que la mejor de las civilizaciones nos ha legado. Y, por ello, los espíritus patrióticos, las conciencias identitarias, los estandartes algo ajados que representan lo que fuimos y lo que orgullosamente deseamos seguir siendo inundan cada vez en mayor medida las calles, las plazas y las urnas para decir que sí, que seguimos estando aquí, que hemos abandonado los escondites donde un día nos guarecimos de la lluvia ácida y torrencial que cae en forma de ideología de género, de feminismo radical, de anticristianismo, de antijudaísmo, de imposición de las minorías y de promoción de la mediocridad, para votar, para gritar y para reivindicar en voz alta y allí donde sea posible, principios, valores, propuestas y reclamaciones básicas de puro sentido común pero que llevan años siendo abandonadas y despreciadas, arrinconadas por el totalitarismo socialdemócrata en el estercolero de la “ultraderecha”, de los “fachas”, de los “perpetuadores del odio”, de los “fanáticos” o, en el caso español, en el gran vertedero sin fondo del “franquismo”.

Para La Tribuna del País Vasco es un honor y un orgullo publicar este Perfiles identitarios que es, sobre todo, un trabajo ímprobo sobre cómo un puñado de hombres y mujeres, liderando determinados proyectos políticos, han logrado aglutinar a su alrededor a millones de ciudadanos, de naciones, orígenes, ideologías, convencimientos, preocupaciones y esperanzas muy diferentes, con posiciones políticas absolutamente transversales, pero que siempre se abrazan en un puñado de certezas inamovibles: 

la defensa a ultranza de los valores clásicos ligados a la gran civilización occidental que tantos y con tanto empeño quieren aniquilar; el convencimiento de que libertad y seguridad no son caras diferentes de una misma moneda sino condiciones previas sin las que todo lo demás no existe; la reivindicación de la grandeza y de la historia de nuestras patrias; la asunción de la familia natural como la base sobre la que se asientan nuestras sociedades; la oposición radical a que se utilice política y económicamente a la inmigración ilegal como caballo de Troya para alentar el reemplazo de la población original europea; el convencimiento de que el gran proyecto civilizatorio occidental no puede ser entendido sin dos milenios de tradición cristiana; la oposición radical al totalitarismo comunista y a su gran afín histórico, el totalitarismo nacional-socialista y, sobre todo, la creencia firme de que solo el esfuerzo, el trabajo y la lucha de los individuos, amparados en sus familias tradicionales, puede vencer a la era de la oscuridad en la que estamos sucumbiendo.

Y, tal y como recoge Sergio Fernádez Riquelme, estos y apenas algunos más son los eslabones con los que se está construyendo la gran cadena que une, en ocasiones torpe y débilmente, a individuos y organizaciones tan dispares como Viktor Orbán, Donald Trump, Santiago Abascal, Marine Le Pe, Jair Bolsonaro, Vladimir Putin, entre los citados en este volumen,
Los análisis de Sergio Fernández Riquelme son como una fascinante muñeca rusa. Pueden leerse por su título, por su contenido más inmediato, pero según comienzas a escarbar van surgiendo nuevos temas, referencias complementarias, reflexiones relacionadas, argumentos paralelos y explicaciones que a veces pueden venir desde muy lejos, tanto geográfica como temporalmente, pero que siempre llegan en el mundo más oportuno para aclarar un concepto, para explicar una idea, para asentar un principio. Así están construidos estos “Perfiles identitarios” que, en el fondo, son solamente el espejo de un mundo con más de 2.000 años de historia que ahora no pocos quieren dinamitar en apenas unas décadas, pero que hoy siguen presentes, quizás algo cansados y con cicatrices y arrugas bien marcadas, pero con más fuerza, con más razones, con más rabia, con más argumentos y con las mismas ganas de libertad que siempre.

Frente a los nuevos marxistas, frente al Islam político, frente a la extrema-izquierda camuflada de terciopelo, frente al nihilismo burdo de las élites empresariales y financieras o frente a quienes tratan de dividir las viejas naciones para repartirse más fácilmente sus despojos, frente a los nuevos puritanos y los nuevos integristas, los viejos europeos que un día alumbramos Occidente hemos recuperado la voz. Y algunos de los protagonistas de este libro bien podrían ser algunos de nuestros abanderados.


jueves, 5 de septiembre de 2019

QUE LA DEMOCRACIA



no se agote en el voto

Roberto Gargarella
Clarín, 05/09/2019


Las recientes elecciones primarias en el país volvieron a dejar en evidencia el carácter gravemente fallido de nuestro sistema democrático. Para quienes concebimos a la democracia como un ideal que exige la inclusión, participación y deliberación de “todos los afectados”, la práctica real de la democracia comienza a convertirse en su caricatura. Menciono a continuación sólo algunos de los muchos problemas que el sistema padece.

El primer problema al que voy a referirme tiene que ver con lo que en ocasiones se llama una “concepción minimalista” de la democracia. Se trata de la reducción de la idea de democracia a los procesos de elecciones periódicas. Esta visión tan estrecha de la democracia es asumida como natural, sin embargo, por buena parte de nuestra dirigencia: el matrimonio Kirchner siempre insistió con la idea de que “si no le gusta lo que hacemos, arme su propio partido político y gánenos en las próximas elecciones”; mientras que el actual Presidente nos mandó recientemente “a dormir”, porque ya habíamos cumplido con la única tarea que nos tocaba: ya habíamos votado.

Una concepción más robusta y decente de la democracia afirmaría exactamente lo contrario, esto es, que mucho de lo más importante de la democracia comienza justamente el día después de las elecciones.

Un segundo problema tiene que ver con el modo en que los sistemas de elección, que prometen ayudarnos a “revelar” nuestras preferencias, sirven, en verdad, a fines contrarios. Ilustro este problema (del tipo “caballo de Troya”) con un ejemplo tomado de la actual historia latinoamericana. Recientemente, en varios países de la región se sometió la aprobación de un nuevo texto constitucional a consulta popular.

Un primer gran problema planteado por tales comicios tuvo que ver con la cantidad de cuestiones que estaban en juego (pongamos, nuevos artículos sobre derechos económicos, sobre derechos de la naturaleza, etc.), frente a las cuales se le otorgaba a la ciudadanía un solo voto.

En una situación semejante, cualquier persona medianamente involucrada en la discusión puede pretender decir varias cosas, mucho más allá del “sí” o “no” al paquete completo y cerrado que se le presenta. Alguien podría decir, por ejemplo: “me parece excelente este artículo, pero no tanto este otro, y me hubiera gustado que incluyeran a este también”.

Sin embargo, la elección a la que se los enfrentaba servía para aplanar su voluntad, en lugar de expresarla o expandirla. Cuando un ciudadano, entonces, “aprobaba” la Constitución, automáticamente terminaba dando luz verde a una cantidad extraordinaria de cuestiones sobre las que no había opinado.

El tercer gran problema que quiero mencionar se encuentra íntimamente vinculado con el anterior. Me referiré a él hablando de la extorsión democrática. La dificultad en cuestión aparece cuando –en esa elección que en realidad es sobre muchas cosas diferentes, y frente a la cual cada persona cuenta con un solo voto- el votante tiene mucho interés en respaldar una de las cuestiones en juego, pero a la vez está muy interesado en rechazar alguna otra.

En el ejemplo anterior, muchos ciudadanos querían respaldar de modo entusiasta la Constitución reformada, porque ella incluía derechos que antes no eran reconocidos y que consideraba que debían aprobarse (derechos indígenas; nuevos derechos sociales).

Sin embargo, al mismo tiempo, muchos de esos ciudadanos aparecían interesados en votar en contra de la Constitución, porque ella incluía algún tipo de cláusulas que rechazaban fervorosamente (típicamente, la re-reelección presidencial). La elección los colocaba entonces frente a un dilema dramático.

En los hechos, millones de personas se vieron en la disyuntiva de votar a favor de la Constitución, teniendo que aceptar y votar también, para conseguirlo, cláusulas que rechazaban enfáticamente. Es decir, se nos fuerza a aceptar paquetes cerrados, a todo o nada, que nos ponen en el dilema de resignarnos a lo que repudiamos, para lograr lo que pretendemos (en el ejemplo: “más derechos, entonces re-reelección”; “no-re-reelección, entonces no hay derechos”).

Éste es el problema que denominé el de la “extorsión democrática” –un problema que, para el caso de las reformas constitucionales, la profesora australiana Rosalind Dixon resumió con la idea de los “derechos como sobornos” (Presidentes que ofrecían a sus votantes “nuevos derechos,” a cambio de su re-elección).

En definitiva, necesitamos que la democracia no se agote en elecciones. Necesitamos muchas más oportunidades de participación, decisión y control democráticos. Necesitamos de la posibilidad de conversar; de poner matices, de discernir entre lo que aprobamos y lo que rechazamos; de responsabilizar a todos los funcionarios públicos por cada una de sus acciones y omisiones.

Alguna vez, el cientista político Adam Przeworski sostuvo que los comicios democráticos permitían dejar atrás los tiempos en que los conflictos políticos se dirimían arrojando piedras desde atrás de las barricadas. Aludió entonces de las votos como piedras de papel. Es tiempo, según creo, de que la democracia recupere ahora el lenguaje: reemplazar las piedras de papel por palabras, que nos permitan –a nosotros, y no a quienes actúan en nuestro nombre- criticar, dialogar y tomar decisiones sobre nuestro destino común, cada día.

Roberto Gargarella es profesor de Derecho Constitucional (UBA-UTDT)

martes, 3 de septiembre de 2019

ARGENTINA NECESITA



una gran coalición de gobierno.


Por Eduardo Duhalde.
Clarín. 29 agosto, 2019

Partamos de una base: ya no se puede gobernar un país con los mismos sistemas de hace 50 años. Giovanni Sartori, el gran politólogo, fue quien advirtió este fenómeno a principios del siglo XXI y advirtió que, en esas condiciones, la política se transforma en un elefante con pies de barro.

Los sistemas democráticos de la actualidad exigen para funcionar que se llegue a acuerdos y se construyan consensos entre los diferentes actores. Un rápido repaso al panorama gubernamental mundial muestra que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países europeos han sido gobernados por coaliciones, y eso les ha permitido alcanzar altos estándares de calidad institucional y una notable mejora en la calidad de la convivencia de sus ciudadanos.

En 1991 construimos, con el doctor Raúl Alfonsín, por ese entonces líder indiscutido del radicalismo, la primera gran coalición de la Argentina moderna, para gobernar la provincia de Buenos Aires, convencidos ambos de que solamente un accionar de conjunto podía garantizar la gobernanza y permitiría sacar adelante los grandes temas del crecimiento y el desarrollo productivo del territorio más importante de la Argentina.

Así, acordamos que el Ejecutivo tomaba la responsabilidad de administrar los fondos provinciales y la oposición se hacía cargo de todos los organismos de control existentes y por crearse. Por supuesto, en la cotidianeidad política cada parte llevaba adelante libremente sus convicciones y propuestas.

La segunda gran coalición la construimos en 2001, esta vez a nivel nacional, y fue la que permitió sacar al país de la crisis más importante de su historia.

Acordamos consensuar los grandes temas que permitirían superar los tremendos momentos que vivía el país a partir del armado de un conjunto de legisladores justicialistas y radicales que proponían y votaban las leyes y también la integración de ministros radicales al gabinete y un importante número de funcionarios en los distintos organismos de la administración pública.

Creo que estas son experiencias que hoy deberían ser tomadas en cuenta.

Por distintas razones, este es un momento muy difícil para Argentina.

Nuevamente la crisis económica ha puesto a vastos sectores de la población en condiciones difíciles de soportar. Parece inevitable un cambio de la actual conducción y un viraje profundo de las políticas aplicadas en los últimos años.

Más allá de los resultados de las próximas elecciones, seguramente volver a poner a la Argentina en el rumbo del crecimiento y el desarrollo no será el trabajo de un partido, una corriente o una tendencia, sino el resultado de un acuerdo de voluntades alrededor de un programa de objetivos y acciones discutido, consensuado y evaluado a lo largo del tiempo por el conjunto más amplio de actores políticos que se pueda encolumnar detrás de un gobierno libremente elegido.

Eduardo Duhalde es ex presidente de la Nación.



UNA GESTA PRODUCTIVA



Por Carlos R. Brown.

MPA, 20 agosto, 2019

Los Argentinos, hemos pasado por innumerables problemas económicos.  Podríamos decir lo de siempre: territorio rico, extenso y con todos los climas; crisol de razas sin enfrentamientos étnicos ni religiosos; niveles educativos y culturales iguales o superiores a la región; y una democracia consolidada desde hace más de 30 años.

Pero también: pobreza y marginalidad creciente; destrucción continúa de la cultura del trabajo y del aparato productivo; una estructura Estatal ineficiente y brutalmente demandante, y consecuentemente una presión impositiva cada vez mayor; desaparición del acompañamiento financiero para el crecimiento económico, y aparición de la usura bancaria en su único beneficio.

¿No será hora de que la política de por terminada estas etapas negativas protagonizadas, salvo honrosas excepciones, por los gurúes de lo imposible y el fracaso, e intentemos realizar una verdadera gesta de la producción y el trabajo?

Una gesta por definición es una hazaña. Y eso es lo que  necesitamos, una hazaña que transforme políticas improductivas, financieristas y generadoras de dependencia social, en políticas productivas creadoras de actividad económica, dignidad laboral y humana.

Para poder realizarla, será necesario toda la estructura social y la política convencida, y todo el Estado en función de ello.

Primero deberá haber un gran acuerdo nacional entre todos los sectores políticos, empresarios, gremiales, religiosos, sociales y profesionales tendiente a instalar la gesta como prioridad a realizarse.

Los distintos niveles del Estado, deberán realizar un significativo acompañamiento impositivo de al menos 10 años para nuevos sectores productivos que se instalen o incrementen su actividad creando trabajo.

El BCRA deberá disponer que la banca pública y privada otorgue líneas crediticias de mediano y largo plazo para el sector productivo PYME, con tasas de interés por debajo de la inflación anual estimada en el presupuesto nacional.

Se deberá crear un Fondo de Desarrollo Productivo destinado al financiamiento de proyectos regionales fundados en la viabilidad del mismo y no en función del patrimonio de sus proponentes. Para ello, se destinarán fondos presupuestarios nacionales a través del Ministerio de la Producción Nacional. El Banco Nación será el depositario de los mismos y actuará como agente administrador. Montos, plazos de amortización e intereses estarán vinculados con la característica del proyecto aprobado, impacto regional y mano de obra a ocupar.

A nivel externo, el perfil exportador argentino estará vinculado con la cuestión alimentaria, principalmente en productos agroindustriales con fuerte valor agregado, para lo cual se deberá fomentar su producción, con acompañamientos impositivos y crediticios, eliminación de retenciones y otorgamientos de reintegros. Idéntica  situación se deberá propiciar para las nuevas producciones tecnológicas e industriales donde la Argentina es altamente competitiva.

La cuestión educativa deberá ocupar un lugar central. Sin capacitación y formación no se podrá responder a las exigencias de la producción y la caída de empleos tradicionales, el nacimiento y requerimiento de nuevos sistemas laborales.

Dentro del concepto del empleo moderno deberá resolverse, como uno de los capítulos centrales del acuerdo nacional mencionado, su adecuación jurídica a esta gesta que se plantea. Estado, dirigentes gremiales y empresarios deberán acordar y resolver este tema para beneficio del conjunto.

Hemos mencionado  solo algunos de los temas centrales, hay muchos más. Solo saldremos de esta situación con profundas y decididas acciones tomadas en conjunto, por eso debemos insistir en la necesidad de un acuerdo nacional entre todos los sectores., sin una clase dirigencial, política, gremial y empresaria suficientemente convencida de la realización de esta gesta, no se podrá concluir en la hazaña de transformar social y productiva a nuestro país.


*Carlos Brown, fue Ministro de Producción de la Provincia de Buenos Aires, Diputado Nacional y presidente del Movimiento Productivo Argentino.