el plan de
Argentina para destruir bombarderos ingleses si atacaban el continente
Mariano Sciaroni
Infobae, 26 de
Agosto de 2022
Existen documentos
desclasificados de la guerra de Malvinas que cuentan como la Royal Air Force
británica planeó bombardear con aviones Avro Vulcan bases aéreas argentinas.
Los blancos elegidos: Comodoro Rivadavia, San Julián, Río Gallegos y Río
Grande. Pero recién 40 años más tarde se reveló uno de los secretos mejor
guardados del conflicto armado: los planes que ideó la Fuerza Aérea Argentina
para contrarrestar esta temida amenaza.
Los británicos
habían considerado el escenario que llevaría la guerra al continente: el ataque
a bases argentinas (ver el excelente artículo de Alejandro Amendolara “Opción
13″: el plan secreto de los ingleses para bombardear Buenos Aires durante la
guerra de Malvinas en Infobae), pero la decisión política de no escalar el conflicto,
en base a la posición de Estados Unidos al respecto y el temor que se activara
el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) poniendo a toda
Latinoamérica contra Gran Bretaña, hizo que esos planes se dejaran de lado.
Sin embargo, para
mediados de mayo, con las grandes pérdidas de la Royal Navy y sin avances
significativos en tierra, la Fuerza Aérea Británica decidió reactivar el plan
de ataque. La aviación inglesa ya había ejecutado varias de las misiones de
bombardeo de largo alcance “Black Buck” (Ciervo Negro), por lo que las
preguntas iniciales acerca de “largas travesías aéreas sobre el mar con
múltiples reabastecimientos en vuelo” habían sido contestadas. Podía hacerse.
Hay aquí que
aclarar que el planeamiento no es siempre la antesala de la ejecución. Los
militares muchas veces planean operaciones o misiones para la eventualidad de
necesitarlo, lo que estará sujeto a la propia dinámica de la guerra y orientada
por los fines políticos que la desencadenaron.
En ese orden de
cosas, es más que interesante el memo preparado en el seno de la Royal Air
Force el 25 de mayo de 1982, que da cuenta que el ataque a los aeródromos del
sur continental era posible y que se justificaba porque “reduciría la
efectividad de las fuerzas aéreas argentinas en atacar nuestras unidades
marítimas y la efectividad del apoyo terrestre y logístico para las fuerzas
argentinas en las Malvinas. Asimismo, esos ataques en las bases continentales
tendrían impacto en la opinión pública y oficial argentina, así como serían un
visible indicador de la determinación permanente del gobierno de Su Majestad”.
El ataque sería
llevado a cabo con los cuatrimotores Avro Vulcan que despegarían desde la Isla
Ascensión, y requerirían el apoyo de hasta once aviones reabastecedores Handley
Page Victor. Lo cierto es que la carga de bombas a llevar (por la distancia)
debería ser reducida, no más de 7 bombas de 1.000 libras (el avión podía cargar
21) de caída libre o solamente 3 bombas guiadas por láser (máxima cantidad de
estas bombas que admitía este avión). Las bombas guiadas necesitarían, además,
un equipo en tierra que las apunte.
Se volaría a gran
altura (también, para ahorrar combustible) y solo en la etapa final del ataque
se reduciría la altitud, aún cuando a no menos de 8.000 pies (2.438 metros), ya
que las bases argentinas (se conocía) contaban con defensas de artillería
antiaérea.
Las misiones, se
consideraba, podrían destruir las pistas y las instalaciones militares
cercanas, por lo cual era un riesgo aceptable para correr: un único bombardeo
podría destruir varios aviones y equipos y, con ello, aligerar en mucho la
presión sobre la Marina Real. Esos ataques serían realmente al límite de las
capacidades británicas y, vale decir, requerirían de tripulaciones altamente
entrenadas y motivadas.
Si bien todo este
planeamiento era, obviamente, secreto, la Fuerza Aérea Argentina no desconocía
las capacidades británicas de atacar con bombarderos el continente. Conocían a
la perfección el avión Vulcan y su alcance (la Argentina había estado
interesada en adquirirlo antes de la guerra, algo que fue finalmente vetado por
Gran Bretaña), así como había experimentado sus bombas sobre la pista de Puerto
Argentino.
Con la amenaza del
continente bombardeado, nació la Operación Pampero el 20 de mayo de 1982 en
Merlo (Provincia de Buenos Aires), en el seno del Comando de Defensa Aérea. El
plan tenía como claro propósito “detectar, interceptar y destruir material
aéreo de bombardeo, reabastecimiento y/o reconocimiento británico en su ruta
hacia o desde territorio continental”. Recién en el año 2022 vio la luz,
permaneciendo secreta en los archivos hasta hoy.
La operación tenía
dos fases.
La primera de
ellas implicaba desplegar a la Base Aérea Militar (BAM) Mar del Plata dos
aviones Mirage III, armados con cañones y un misil Matra 530, dos aviones
Dagger armados con cañones y misiles Shafrir y un avión Learjet de apoyo (con
matrícula LV-OAS y de la firma Ledesma S.A.A.I.)
Los Mirage III, franceses
y los Dagger, una copia israelí del Mirage V, eran de las únicas aeronaves en
el inventario militar argentino con posibilidades ciertas de atacar a un
bombardero ágil y veloz como el Vulcan.
La segunda fase
era la de ejecución. Una vez detectado un despegue de la Isla Ascensión (desde
donde operaban los aviones de la Royal Air Force que podían llegar al
continente), los aviones argentinos saldrían y se dirigirían a un punto de
interceptación prefijado (Puntos A, B y C, según cual fuera el objetivo previsto),
para esperar a los enemigos y derribarlos.
La parte más
difícil era detectar un despegue de estos aviones y, los documentos de la
Operación Pampero solo mencionan que esa información sería dada por una “fuente
confidencial”. La Isla Ascensión está, realmente, en medio de la nada y no
había casi ojos curiosos que pudieran reportar esa información.
Los únicos ojos
que podrían reportarlo eran los de los marinos soviéticos del Zaporozhye, un
buque espía de 4.500 toneladas de desplazamiento, de la clase “Primorye”
(Proyecto 394B) que llevaba a 160 hombres a cargo del Capitán de Primera Clase
P. Zyryanov. Este buque se encontraba desde el 29 de abril frente al aeródromo
de la isla.
Sea o no fuera
esta la “fuente confidencial”, los documentos indican que la misma
proporcionaría específicamente la hora de despegue y el rumbo al cual se
dirigían los bombarderos británicos, con lo cual podría inferirse a que base se
atacaría.
La interceptación
y ataque se haría en medio del océano (entre 500 y 770 kilómetros mar adentro)
y, llegado el caso que no se pudiera interceptar a los bombarderos antes de
atacar las bases, se procuraría hacerlo en su viaje de regreso.
Hay que tener en
cuenta que iba a ser necesario por lo menos un mínimo de luz solar para poder
identificar a las CHINCHES (nombre clave que se deba a los aviones enemigos),
en tanto se requería identificación visual para poder disparar (solo los Mirage
III poseían radar, los demás aviones solo podían detectar otros aviones a
través de la visión de sus tripulantes).
Los indicativos y
claves asignados requieren un párrafo aparte. La escuadrilla de interceptación
serían los HALCON y el LearJet de apoyo sería LIBRA. Los aviones enemigos
serían, como se dijo, las CHINCHE, con diversos colores según el tipo de avión
(Vulcan: CHINCHE AZUL, Nimrod: CHINCHE ROJA, etc). Para el caso que se
destruyera alguna CHINCHE, se anunciaría que se fue AL BOMBO, si el combustible
estaba al mínimo se señalaría que estaba DESINFLADO, la meteorología podría
estar DULCE o ACIDA, según buena o mala, entre otros. Y si el enemigo lograba
escabullirse, pasando a los interceptores, solo se anunciaría PASARON.
Pero los
británicos, finalmente, nunca pusieron en marcha el plan de bombardear las
bases continentales, ni los argentinos desplegaron a los aviones interceptores
a la BAM Mar del Plata.
Sin embargo, el
día 29 de mayo a las 6:00 hs, se emitió una alerta amarilla por despegue de dos
aviones bombarderos Vulcan, con rumbo sur, lo que habría ocurrido a las 3:00 hs
desde la Isla Ascensión.
Esta información
pudo bien haber provenido del buque de inteligencia Zaporozhye, que seguía en
las cercanías de dicha isla en ese momento. Lo cierto es que los datos llegaron
al CAE (Comando Aéreo Estratégico) desde Estados Unidos vía el brigadier Peña,
quien alertó específicamente que los enemigos llevaban misiles antiradar. En
este caso, la inteligencia militar parece haber alertado de la misión “Black
Buck 4″, que consistía en un ataque contra radares emplazados en Malvinas, por
parte de un Avro Vulcan, ataque que fue abortado por no poder el avión
reabastecer en vuelo.
No había, en ese
momento, aviones desplegados en Mar del Plata, pero se pusieron en alerta a los
interceptores Mirage argentinos en las bases del sur, por si se acercaban al
continente.
En la
planificación también se consideró defender Buenos Aires y sus alrededores de
ataques aéreos británicos, por lo que había en alerta (desde el 19 de abril)
dos Mirage III en la Base Mariano Moreno y dos Dagger en Tandil, complementados
con aviones IA-58 Pucará en La Plata y aviones MS-760 Paris en Mar del Plata.
¿Qué podría haber
sucedido si los británicos intentaban bombardear las bases continentales? Nunca
lo sabremos, pero es interesante conocer que la Fuerza Aérea Argentina había
previsto ese escenario y planeado como contrarrestarlo.
Quizá hubiera todo
terminado con el mensaje de un piloto de Mirage de CHINCHE AZUL AL BOMBO. O un
grito de guerra de los aviadores en los combates aéreos de la guerra de
Malvinas: “¡No hay quien pueda!”.
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