"Perfiles identitarios", de Sergio
Fernández Riquelme. Un libro sobre los líderes de las "nuevas
derechas".
José Basaburua
La Tribuna del País Vasco
acaba de publicar el libro Perfiles Identitarios, un revelador ensayo en el que
el profesor Sergio Fernández Riquelme analiza en profundidad los orígenes, el
presente y el futuro de los principales líderes del nuevo pensamiento
conservador que se extiende por el mundo, de Brasil a Estados Unidos, pasando
por países como Gran Bretaña, Hungría, Polonia, Francia o Rusia.
Perfiles Identitarios es un
conjunto de magníficas y detalladas crónicas periodísticas, rebosantes de
información, que revelan cómo se está labrando la gran respuesta global al
consenso socialdemócrata, tanto de derechas como de izquierdas, representado
por los viejos partidos políticos europeos.
Por las páginas de Perfiles
Identitarios desfilan Donald Trump y los nuevos nacionalistas norteamericanos;
Jaroslaw Kacynski y el renacer nacional-católico polaco; Viktor Orban y la
Hungría cristiana, y, por supuesto, la dinastía Le Pen y el nacionalismo
soberano francés.
Además, en los diferentes
capítulos de este último trabajo de Sergio Fernández Riquelme se investiga en
profundidad la modernización conservadora impulsada por Vladimir Putin en
Rusia, el nuevo concepto de lo político promovido por Jair Bolsonaro en Brasil,
la extraordinaria fuerza de “Il Capitano” Matteo Salvini en Italia y la
dualidad sobre la que se asienta Vox, el gran partido español de la nueva derecha,
a caballo entre la derecha liberal y el nacionalismo soberano.
Sergio Fernádez Riquelme es profesor titular
de la Universidad de Murcia y director de la revista La Razón Histórica.
Historiador y doctor en Política Social, es autor de más de un centenar de
artículos científicos, así como de varios libros como, entre otros, La ciencia
histórica, El nuevo Imperio ruso, Hungría y la defensa de la civilización
europea y La España soberana.
Chicos
malos para tiempos oscuros
RAÚL GONZÁLEZ ZORRILLA.
Director de La Tribuna del País Vasco
Domingo, 15 de Septiembre de
2019
Prólogo
al libro "Perfiles Identitarios", de Sergio Fernández Riquelme, que
acabamos de publicar en La Tribuna del País Vasco.
Las llamas que devoraron
parte de la catedral de Notre-Dame eran el símbolo más dramático y evidente del
fin de Occidente. Nuestras naciones se desmoronan desconectadas de su historia,
apartadas de sus tradiciones, aisladas de su legado cultural y despojadas de
sus grandes valores referenciales. Patrias milenarias se suicidan al mismo
ritmo desolador que se aniquilan fetos o se inmolan sus ciudadanos, que han
convertido el quitarse la vida, sus vidas, en una de las primeras causas de
muerte no natural en Europa.
Mientras las iglesias arden en Francia y miles de
judíos vuelven a abandonar el viejo continente, ahora perseguidos por las
hordas antisemitas alimentadas por la extrema-izquierda política, y cuando el
islam generosamente financiado por los países del Golfo comienza a imponer la
ley islámica en numerosas zonas de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica o
Suecia, la noche cae sobre nuestras ciudades. Con una clase media reducida a su
mínima expresión, expoliada por los impuestos abusivos que las élites exigen
para subvencionar sus objetivos y sus caprichos multiculturales, feministas,
empoderadores, igualitarios, regeneracionistas y comunitarios, nuestras calles
y plazas, cada vez más inseguras, más decrépitas, más extrañamente ruidosas y
más confusas para quienes siempre hemos vivido, amado y trabajado en ellas, se
hunden en la desidia, el olvido y el abandono.
En la hora del crepúsculo
civilizacional que nos ha tocado vivir, vuelven los fantasmas de siempre
arrasando la libertad, censurando opiniones, prohibiendo creaciones, insultando
a nuestro Dios, imponiéndonos nuevas leyes y nuevos silencios y exigiendo
nuevos tributos espirituales y materiales. Llega un invierno crucial para
Occidente y trae con él un ingente frío moral que cae sobre nosotros en forma
de avalanchas de ruina demográfica, de descomposición territorial, de consumo
masivo de opiáceos y drogas sintéticas, de inmigración masiva, de reemplazo
poblacional, de populismo sexual, de olvido de nuestro pasado, de insultos a
nuestros ancestros y, sobre todo, de destrucción, desprecio y olvido de todo lo
excelso y bello que a lo largo de más de 2.000 años nos ha legado nuestro
acervo judeocristiano y grecolatino.
Pero, como muy bien explica Sergio Fernández
Riquelme en algunos momentos de este magnético Perfiles Identitarios, los
viejos europeos se resisten a morir y buscan su identidad, su esencia, sus
valores, sus banderas morales, sus costumbres, su forma de ser y su memoria
colectiva entre las nieblas purulentas de una geografía globalizada, neutra y
deslavazada donde el rostro obligatoriamente cubierto de una mujer es ahora un
ejemplo de libertad, donde se cierran iglesias mientras se abren decenas de
mezquitas, donde no hay padres ni madres sino progenitores uno y dos, donde
reinan jemeres verdes y oenegés oscuramente subvencionadas, donde hay niñas con
pene y niños con vulva, donde se escupe al cristianismo que nos hizo como
somos, se manipula nuestra historia, se prohíben clásicos literarios y se
humilla al europeo tradicional: por ser europeo, por ser blanco y por ser
hombre, si es el caso. Y por ser, junto a los estadounidenses, el epítome de lo
occidental.
Ninguna civilización muere
sin luchar, y menos aún cuando estamos haciendo referencia al conjunto de
creencias, tradiciones, valores y construcciones sociales que a lo largo de la
historia de la humanidad, han alumbrado lo mejor del mundo. Y, por ello, tras
décadas agazapados, ocultos, silenciosos y silenciados, convertidos en carne de
impuestos y en carne de cañón socialdemócrata, manteniendo a sus familias
tradicionales sin apoyo de nadie y con la cabeza agachada, sintiéndose
olvidados por las instituciones, sufriendo el incesante aumento de la
inseguridad en las calles, padeciendo el terror islamista en mercadillos navideños,
aeropuertos y discotecas, sintiéndose profundamente despreciados por los medios
de comunicación del Sistema que les tratan como a escoria ignorante,
ultraderechista, odiante y fanática, y siendo humillados como lo fueron los
‘rednecks’ norteamericanos que dieron la victoria a Donald Trump (por cierto,
excelentemente retratado todo ello en el apartado de este libro dedicado al
presidente norteamericano), el hombre y
la mujer europeos vuelven a salir a la luz pública espoleados por la
indignación, azuzados por el hambre de racionalidad, guiados por el sentido
común, apoyándose en las redes sociales más cercanas, y negándose a seguir
siendo por más tiempo los conejillos de Indias del multiculturalismo más soez,
del marxismo cultural más aniquilador, del nihilismo más cruel y de la
globalización más grosera.
El viejo ciudadano europeo sale nuevamente a
la calle vestido con los andrajos que jamás se anuncian en la CNN, The
Finantial Times, El País, Le Monde o The New York Times, y lo hace liderado en
la mayor parte de las ocasiones por estos “chicos malos” para el consenso
socialdemócrata, por estos hombres y mujeres que Sergio Fernández Riquelme
retrata modélicamente en este libro, como solamente lo saben hacer los
ensayistas más finos que tienen corazón de analistas sociales y alma de
periodistas diestros: otorgando al lector la información justa y necesaria,
proporcionando al estudioso un marco de comprensión historiográfico de lo que
se está tratando y, finalmente, opinando con sutil elegancia sobre el tema expuesto.
Sergio Fernández Riquelme
sabe que detrás de los protagonistas a los que acertadamente perfila en este
volumen se aglutinan millones de hombres y de mujeres, millones de europeos con
la garganta quebrada tras años de silencio forzado y con los andares agotados
de quienes presienten que el final puede estar cerca, pero con la fuerza
telúrica de quienes se saben poseedores de secretos añejos, de códigos
inmemoriales, de la sabiduría y las destrezas que la mejor de las
civilizaciones nos ha legado. Y, por ello, los espíritus patrióticos, las
conciencias identitarias, los estandartes algo ajados que representan lo que
fuimos y lo que orgullosamente deseamos seguir siendo inundan cada vez en mayor
medida las calles, las plazas y las urnas para decir que sí, que seguimos
estando aquí, que hemos abandonado los escondites donde un día nos guarecimos
de la lluvia ácida y torrencial que cae en forma de ideología de género, de
feminismo radical, de anticristianismo, de antijudaísmo, de imposición de las
minorías y de promoción de la mediocridad, para votar, para gritar y para
reivindicar en voz alta y allí donde sea posible, principios, valores,
propuestas y reclamaciones básicas de puro sentido común pero que llevan años
siendo abandonadas y despreciadas, arrinconadas por el totalitarismo
socialdemócrata en el estercolero de la “ultraderecha”, de los “fachas”, de los
“perpetuadores del odio”, de los “fanáticos” o, en el caso español, en el gran
vertedero sin fondo del “franquismo”.
Para
La Tribuna del País Vasco es un honor y un orgullo publicar este Perfiles
identitarios que es, sobre todo, un trabajo ímprobo sobre cómo un puñado de
hombres y mujeres, liderando determinados proyectos políticos, han logrado
aglutinar a su alrededor a millones de ciudadanos, de naciones, orígenes,
ideologías, convencimientos, preocupaciones y esperanzas muy diferentes, con
posiciones políticas absolutamente transversales, pero que siempre se abrazan
en un puñado de certezas inamovibles:
la defensa a ultranza de
los valores clásicos ligados a la gran civilización occidental que tantos y con
tanto empeño quieren aniquilar; el convencimiento de que libertad y seguridad
no son caras diferentes de una misma moneda sino condiciones previas sin las
que todo lo demás no existe; la reivindicación de la grandeza y de la historia
de nuestras patrias; la asunción de la familia natural como la base sobre la
que se asientan nuestras sociedades; la oposición radical a que se utilice
política y económicamente a la inmigración ilegal como caballo de Troya para
alentar el reemplazo de la población original europea; el convencimiento de que
el gran proyecto civilizatorio occidental no puede ser entendido sin dos
milenios de tradición cristiana; la oposición radical al totalitarismo
comunista y a su gran afín histórico, el totalitarismo nacional-socialista y,
sobre todo, la creencia firme de que solo el esfuerzo, el trabajo y la lucha de
los individuos, amparados en sus familias tradicionales, puede vencer a la era
de la oscuridad en la que estamos sucumbiendo.
Y, tal y como recoge Sergio
Fernádez Riquelme, estos y apenas algunos más son los eslabones con los que se
está construyendo la gran cadena que une, en ocasiones torpe y débilmente, a
individuos y organizaciones tan dispares como Viktor Orbán, Donald Trump,
Santiago Abascal, Marine Le Pe, Jair Bolsonaro, Vladimir Putin, entre los
citados en este volumen,
Los análisis de Sergio
Fernández Riquelme son como una fascinante muñeca rusa. Pueden leerse por su
título, por su contenido más inmediato, pero según comienzas a escarbar van
surgiendo nuevos temas, referencias complementarias, reflexiones relacionadas,
argumentos paralelos y explicaciones que a veces pueden venir desde muy lejos,
tanto geográfica como temporalmente, pero que siempre llegan en el mundo más
oportuno para aclarar un concepto, para explicar una idea, para asentar un
principio. Así están construidos estos “Perfiles identitarios” que, en el
fondo, son solamente el espejo de un mundo con más de 2.000 años de historia
que ahora no pocos quieren dinamitar en apenas unas décadas, pero que hoy
siguen presentes, quizás algo cansados y con cicatrices y arrugas bien
marcadas, pero con más fuerza, con más razones, con más rabia, con más
argumentos y con las mismas ganas de libertad que siempre.
Frente a los nuevos
marxistas, frente al Islam político, frente a la extrema-izquierda camuflada de
terciopelo, frente al nihilismo burdo de las élites empresariales y financieras
o frente a quienes tratan de dividir las viejas naciones para repartirse más
fácilmente sus despojos, frente a los nuevos puritanos y los nuevos
integristas, los viejos europeos que un día alumbramos Occidente hemos
recuperado la voz. Y algunos de los protagonistas de este libro bien podrían
ser algunos de nuestros abanderados.