UN MODELO DE INCAPACIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN
DE LA PESCA
Dr. César Lerena
La Emergencia
Pesquera recientemente decretada (Nº 480/23) en el Golfo de San Matías (Río
Negro) por el término de un año, “con el objetivo de mitigar los efectos de la
crisis económica generada por la escasez del recurso", firmado por la
gobernadora Arabela Carreras, es una muestra elocuente de la incapacidad de las
autoridades de esa Provincia, de la Subsecretaría de Pesca de la Nación y del
Consejo Federal Pesquero en la coordinación de las políticas pesqueras con los
gobiernos provinciales y el aprovechamiento de todas herramientas, entre ellas,
la investigación y la regulación del esfuerzo pesquero, de modo de optimizar la
utilización del recurso y darle sostenibilidad en el tiempo.
Las emergencias
pesqueras, basados en “una disminución del recurso” suelen provocar
determinadas acciones que describiremos; pero, nunca, estas declaraciones son
buenas, porque suponen medidas reactivas que transfieren los costos al Estado
que, por lo general, suele hacerse cargo de los salarios caídos del sector
privado, de la refinanciación de las deudas, impuestos y las tasas de las
empresas. Se empobrecen las industrias, su gente y, al propio Estado provincial
y municipal.
Cuando ocurren
situaciones excepcionales de carácter biológico que producen un desequilibro en
el ecosistema podrían justificarse este tipo de emergencias. Aquí habría que
preguntarse si efectivamente el recurso disminuyó o por el contrario “es
escaso” como refieren algunas fuentes oficiales; lo que podría estar dando
lugar a pensar, que se han otorgado permisos a un mayor número de buques sobre
un mismo recurso existente; es decir se ha aumentado el esfuerzo pesquero irresponsablemente.
Sería bueno que la
Autoridad de Aplicación publique el número y detalle de los permisos, cuotas y
autorizaciones de pesca en estos últimos 10 años con radicación en los puertos
de Río Negro y, más particularmente en los últimos cuatro y, a la par, revisar
los desembarcos en ese mismo período, al menos de las tres especies
principales: merluza común, langostino y calamar que en toneladas representan
el 76,7% el total de las exportaciones nacionales y el 85% de los dólares
exportados. Me informan que habría más de cien permisos y solo estarían
pescando unos 15 buques. Pero esto requiere que las autoridades pertinentes lo
precisen.
Al asumir el 10 de
diciembre de 2019, alguien le tendría que haber dicho a la gobernadora que la
política pesquera de la Provincia es pésima en relación a sus pares del litoral
marítimo, ya que los desembarques de los últimos 10 años representan entre
0,67% y 1,27% del total de la Argentina en las especies citadas y, así y todo,
ahora se ve obligada a declarar una emergencia pesquera por un año; tiempo
absolutamente insuficiente, si de lo que se trata es de una “disminución del
recurso” y, tal vez apropiado, para pasar este período electoral, si de lo que
trata es que “el recurso es escaso” porque se habrían otorgado más permisos que
los que la captura máxima sostenible permite en el Golfo de San Matías. El
recurso es renovable, pero, agotable. Aquí no aplica “la multiplicación de los
peces” que los evangelios de San Mateo, Marcos, Lucas y San Juan le atribuyen a
Jesús.
Suele decirse en
los ámbitos portuarios que “los permisos de pesca” tienen un cierto valor en
dólares. A mí no me consta, pero si así fuese, el tenedor se estará preguntando
¿dónde está el pescado?
Uno también se
pregunta: siendo el Subsecretario de Pesca de la Nación un hombre patagónico y
el actual director del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo
Pesquero (INIDEP) originario de Río Negro y ex Director Instituto de Biología
Almirante Storni (IBMPAS) ¿cómo ocurren estas cosas? Al respecto, el Código
Internacional de Conducta Responsable de la FAO precisa: «Los Estados deberían
adoptar las medidas de conservación, ordenación y el uso sostenible de los
recursos pesqueros. Éstas, deberían basarse en los datos científicos y estar
concebidas para garantizar la sostenibilidad de los recursos, promoviendo una
utilización óptima y su disponibilidad para las generaciones actuales y
futuras». Nada de lo que está pasando en Río Negro.
El Biólogo Raúl
González del Storni se ha referido -entre otras cosas- a que “la abundancia de
la biomasa se redujo en un 75% según estudios realizados en los meses de
noviembre/diciembre de 2022 según los últimas evaluaciones realizadas en 2018”
resultando inadmisible que deban transcurrir cuatro años sin las
investigaciones adecuadas y, también estima este investigador, que “las
motivaciones pueden deberse al descarte superior al 30% de especies juveniles y
el descarte por pesca incidental de terceras especies en la captura de
langostino (bycatch)”, lo cual está absolutamente prohibido por la legislación
vigente y ha sido debidamente comunicado en distintos informes del INIDEP, la
AGN y la FAO, entendiendo este investigador que “se debería reducir a más de la
mitad el esfuerzo pesquero (NdA: lo que podría estar reforzando la teoría que
hay más permisos que recursos disponibles); regular la pesca del langostino y
efectuar paradas biológicas”; medidas que provocarán desocupación en el puerto,
en la flota y las plantas procesadoras, con la consiguiente desmoralización y
pérdida de sustento de trabajadores e industrias.
Si estas
observaciones del referido biólogo se confirmasen, estarían indicando una
absolutamente ineficiente administración del recurso y, debieran, a mi
entender, provocar el desplazamiento de la subsecretaría de pesca de Río Negro;
pero, también, dejar de manifiesto la política insustentable e insostenible que
lleva la Subsecretaría de Pesca de la Nación y falta de coordinación de las
políticas nacionales y de intervención ante la situación emergente, como lo
prevé la legislación vigente, cuya gravedad, podría haber quedado de manifiesto
a partir de cualquier análisis básico que mostraría síntomas al menos en los
últimos años.
Del análisis de
las estadísticas de desembarcos del Sistema de SSPyA, éstas estarían demostrando
que, pese a la ínfima captura en relación en relación a los desembarcos del
resto de las provincias, aquella se habrían duplicado; habiendo caído en un 50%
las capturas de merluza en 2022 con relación a 2021 y un 20% el langostino en
igual período. Caída que se mantiene en el primer semestre de 2023.
Lo que estaría ocurriendo se centra en una falta de un plan estratégico de la Provincia que termine con la “política restrictiva” que limita la pesca de la flota al Golfo de San Matías y potencialmente a un número de permisos otorgados que exceden a la disponibilidad actual del recurso y, otros motivos, entre los que se encuentran, el exceso de descartes y uso de redes inapropiadas; la falta de monitoreo de las capturas, del stock disponible y el control adecuado de los desembarcos en cuanto a volumen y especies.
Lo que algunos llaman “colapso de la pesca en
Río Negro” es tal gravedad y, la punta del iceberg de una política pesquera
extractiva que atrasa 50 años y pone en riesgo una actividad generadora de
población, industria y empleo en la Patagonia Argentina.
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