por Enrique
Guillermo Avogadro
11-6-2022
“Hoy nos ha resucitado, porque Dios sabe el pasado y
el milagro pudo ser”. Homero Expósito
Podría parecer lo
contrario, pero tiende a cerrar la grieta la resolución de la Cámara Federal
que ordenó a la Juez María Romilda Servini de Cubría dictar un nuevo fallo en
la causa penal por la bomba vietnamita colocada por Montoneros en el comedor de
Seguridad Federal de la Policía que, en 1976, mató a 23 personas y dejó 60
heridos; fue el mayor atentado terrorista de la Argentina hasta que se produjo
el de la AMIA. La magistrada Buru-buru-buría (pasó con ese apelativo a la
petite historie nacional cuando censuró al programa de Tato Bores) había
declarado prescripta la causa en 2006.
Sus superiores
dijeron que no había considerado que esa organización subversiva recibía apoyo
de gobiernos extranjeros (Cuba, Argelia, Checoeslovaquia, Líbano, etc.) y, por
ello, se trató de un crimen de lesa humanidad y, como tal, imprescriptible.
Están imputados en la causa, entre varios más, Mario Firmenich, Horacio El
Perro Verbitsky y Roberto Perdía, que intentó copar, en 1989, el cuartel de La
Tablada; Rodolfo Walsh, muerto combatiendo contra el Ejército, elevado a los
altares al designar con su nombre a una estación del subterráneo, no podrá ya
ser juzgado. El trascendental fallo reconoce que, en la Argentina, hubo una
verdadera guerra, que iniciaron distintas organizaciones armadas (FAR, FAP,
ERP, etc.) en varias naciones de América Latina para crear en nuestro
continente “mil Vietnams”, como pretendía el criminal Ernesto Che Guevara.
Raúl Alfonsín
llevó a los integrantes de las cúpulas militares que gobernaron hasta 1983 ante
la Justicia, que los condenó; y el Poder Legislativo dictó las leyes de
“obediencia civil” y “punto final”, que excluyeron de juzgamiento a los
subordinados. En 2003, Néstor Kirchner se envolvió en los derechos humanos (“La
izquierda te da fueros”, explicó con su habitual cinismo) que había negado
hasta entonces y las mayorías del Congreso derogaron esas sabias normas,
habilitando la venganza terrorista contra las fuerzas legales que las habían
vencido.
La persecución de
las fuerzas armadas, entonces, se transformó en política de Estado, al obsceno
decir de Ricardo Lorenzetti, e incluyó su empobrecimiento masivo con sus magros
salarios, la estigmatización de los militares, la insignificancia del
presupuesto para la defensa y el enjuiciamiento de miles de ellos en procesos
viciados. A modo de ejemplo, mientras que el máximo legal de la prisión
preventiva no puede exceder los tres años según el Código y los pactos internacionales
suscriptos por la Argentina, el promedio actual en este caso llega a casi nueve
años (151 oficiales y suboficiales llevan más de once años presos y 17 de
ellos, más de dieciséis años), todos sin sentencia firme.
Esta semana
difundí una excelente descripción de Osvaldo Rolleri Aragón, “Robar a través de
YPF”, sobre los dos juicios –uno, por no ofertar la compra de todo el paquete
accionario y, el otro, por daños ambientales producidos por la empresa en un
río de Nueva Jersey- que está enfrentando el Estado ante los Tribunales de
Estados Unidos; la extrema gravedad del tema se debe a que suman US$ 31 mil
millones; una carta en Clarín de Juan Alemann, la ratificó y agravó. Si tiene
interés, le enviaré ambos trabajos, que ya motivaron una denuncia ante el
Juzgado Federal N° 5. La familia Kirchner es dueña de algunas de esas acciones
judiciales, detrás de sus testaferros Eskenazi, también propietarios del Banco
de Santa Cruz, que intervino en los desaparecidos fondos provinciales,
privatizado por el fundador de la dinastía saqueadora. Poco éxito auguro a la
defensa de nuestros intereses ante esas cortes, en la medida en que, como
Procurador del Tesoro, está a cargo de Carlos Chino Zaninni, notorio integrante
de la asociación ilícita que nos gobierna.
Para tener una
idea general de la magnitud del problemón, basta pensar que la petrolera vale
hoy en el mercado menos de US$ 2.800 millones, y el Estado, dueño de la mayoría
de sus acciones, estará obligado a hacer frente a la deuda por violar tanto los
estatutos sociales cuanto las normas que impone la bolsa de Nueva York a las
empresas que allí cotizan. Si estos fallos condenaran a la Argentina,
destruirán definitivamente el relato que, aún hoy, sostienen Alberto Fernández,
Cristina Fernández y sus delegados en el área energética y, en especial, el
inefable Axel Kiciloff quien, como “exitoso” negociador ante Repsol de la
expropiación de YPF, se hizo cargo de todos los eventuales daños ambientales
que hubiera producido, convalidó la transferencia de todos sus activos externos
y pagó US$ 10 mil millones por el 51% de la empresa, mientras declaraba que no
sólo no lo haría sino que sería la compañía española quien debería indemnizar
al país.
Resultará caro,
pero tal vez, logre enterrar al kirchnerismo definitivamente en el baúl de la
nefasta historia reciente; también colaborará a esa inhumación el desastre que
el Gobierno está generando en la economía y en la sociedad, con una inflación
que no sabe, no quiere y no puede controlar.
Un párrafo final
merece la penosa actitud del MemePresidente en la Cumbre de las Américas, donde
se disfrazó de abogado defensor –tal como el Embajador de China ante Argentina,
Sabino Vaca Narvaja, frente al exterminio al que el régimen somete a los
uigures- a las dictaduras asesinas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que violan
permanentemente los derechos humanos de sus sociedades y encarcelan a sus
opositores para perpetuarse. Si a eso le sumamos la traición a Joe Biden que
esa posición implica, cuando tanto le rogó apoyo para cerrar el reciente
acuerdo con el FMI, no podemos menos que avergonzarnos.
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