miércoles, 30 de octubre de 2019

DETENCIONES Y DERECHOS HUMANOS



Ponencia de monseñor Santiago Olivera Olivera, obispo castrense de la República Argentina, en el V Curso internacional de formación de los capellanes militares católicos en el derecho internacional humanitario
(Instituto Patrístico Agustiniano, Roma, 29 de octubre de 2019)

Estimados participantes:

Es un honor poder compartir con Vds. estas reflexiones acerca de las condiciones de detención y los derechos humanos. Derechos humanos que son universales. Mi país ha tenido sucesos lamentables al respecto y aún hoy muchas heridas no han sanado. Pero estoy convencido, y así lo expreso en cada oportunidad en las que debo intervenir a raíz de estos temas, que la VERDAD TIENE UNA FUERZA ESPLENDOROSA.

Se trata de un tema muy sensible a nuestra realidad argentina y que merece un trato sereno, claro y veraz, con el mayor esfuerzo de no ser teñido por ninguna ideología. Por otra parte, estoy seguro, que el magisterio del Papa Francisco que viene manifestando en sus distintas expresiones, catequesis y viajes apostólicos, nos deben impulsar para transitar caminos de encuentro y de justicia. Sin verdad, y sin justicia no será posible una paz estable.

Todos sabemos y estamos de acuerdo que nunca el fin justifica los medios. Y querer justificar acciones por violaciones a los derechos humanos, violando esos mismos derechos es un contrasentido. Lamentablemente a veces se puede recurrir a prácticas que, intentando ser ejemplares, desembocan en situaciones de flagrante violación a las normativas sobre la prisión preventiva, aún a personas mayores de 70 años y con claro deterioro en su salud, por ejemplo, llevándolos a las salas de audiencias en camillas.

Tampoco podemos callar lo negativo para la propia persona y para el valor justicia cuando nos encontramos, en algunos casos, con parcialidades y prejuzgamientos, tanto de parte de los propios órganos judiciales como de los comunicadores sociales que dan por “juzgadas” las acciones y “juzgados” a sus protagonistas sin que ellos puedan expresarse o defenderse con libertad, afectando claramente el debido proceso. En este sentido, se evidencia una gran diferencia en los tratos. A los militares se los llama “genocidas” o “represores” mientras que a los terroristas y subversivos “jóvenes idealistas”.

Llevo 2 años y medio como Obispo Castrense en Argentina, luego de haber trascurrido 10 años sin poder proveer la sede vacante por situaciones que no vienen al caso explicar en este contexto. Vengo de Diócesis territoriales y aunque sabía de modo más lejano de algunas de estas situaciones y realidades, mi condición de pastor y padre hizo que me acercara más a esta problemática. Así, escuchando y acompañando puedo dar testimonio de las injusticias que se van cometiendo. Hace poco supe decir que, dentro de unos años, muchos deberemos pedir perdón por tanto silencio.

Sería muy largo contar tantos testimonios que fui recogiendo en estos años. Tristes y dramáticos testimonios. Personas mayores que fueron detenidas durante más de 9 años, en una prolongada “prisión preventiva” sufriendo todo lo que ese estado les ha significado. Fueron y son calificados de “genocidas” y, a pesar de ello, algunos fueron absueltos. Peor aún, están siendo juzgados con leyes técnicamente retroactivas, alejadas de los principios fundamentales del derecho penal, nacional e internacional.

Dicha prisión preventiva, así, se transforma de hecho en una “cadena perpetua”. Recordemos en este punto las enseñanzas del Papa Francisco quien, en el discurso a los miembros de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, en diciembre de 2018, y teniendo “la certeza de que cada vida es sagrada y que la dignidad humana debe ser custodiada sin excepciones”, indicó que la pena de muerte es una “cruel forma de castigo” y también que “las penas perpetuas son una forma de pena de muerte encubierta”. 
En el mismo sentido y más recientemente, el 14 de septiembre pasado, a miembros de la Policía Penitenciara, llamó a comprometerse para “garantizar que la pena no comprometa el derecho a la esperanza, y que se garanticen las perspectivas de reconciliación y reintegración. Al mismo tiempo que se corrigen los errores del pasado, no se puede borrar la esperanza en el futuro. Porque si se encierra en una celda la esperanza, no hay futuro para la sociedad” Exclamó: “¡Que nunca se prive del derecho de empezar de nuevo!”. Que la pena justa tenga como horizonte la reinserción y la vida en libertad.

En mi país, en el estado de prisión preventiva, un número considerable de estos detenidos pierden la vida por falta de la debida atención médica, que deberían poseer acorde a su edad avanzada.

Podemos hablar de una mala praxis judicial en los llamados juicios de lesa humanidad ya que a todos los imputados se los priva de libertad entre tanto se produce la sustanciación de la causa. No se respeta en absoluto el máximo legal para dicho estado de detención que alcanza a una duración máxima de prisión preventiva de 2 años, pudiendo extenderse por causa justificada a los 3 años.

A modo de ilustrar lo mencionado, traigo algunos datos estadísticos sobre la cuestión referida en mi país actualizada al mes de octubre:

• Fallecidos en prisión: 533
• Procesados: 847
• Condenados: 983
• Total: 2.364

Prisiones Preventivas.
Promedio de prisiones preventivas: supera los 6 años
• Prisión preventiva entre 3 y 6 años: 149 casos
• Prisión preventiva entre 6 y 10 años: 290 casos
• Prisión preventiva más de 10 años: 93 casos

¿Podemos hablar de derechos humanos con 10 años de prisión preventiva, es decir sin condena?

Por el contrario, recientemente estamos experimentando que culminan prisiones preventivas que comenzaron por investigaciones de graves hechos de corrupción, que implicaron hasta la pérdida de vidas. Ello manifiesta sin duda una fragilidad jurídica o arbitrariedad. Me pregunto ¿Por qué no sucede lo mismo –la finalización de las prisiones preventivas si juicio- con los militares presos? También, ¿Estamos frente a derechos humanos que para algunos no sirven o no pueden aplicarse?

La verdad es clave. Pero verdad completa. Sin perder de vista la gravedad de lo que respecta a los militares de aquellos tiempos. ¿Por qué no se puede ver el contexto? ¿Por qué no se puede reparar en los orígenes o las motivaciones? Cuando hablamos de Derechos Humanos debemos hacerlo en su concepción absoluta, es decir, para todos, sin ideologías, en la verdad y en la justicia.

Por eso, reitero, a partir de la propia experiencia, esta temática debemos abordarla desde la certeza de la justicia, con verdad histórica, en su contexto propio y sin ideologías. Sino partimos de estos cimientos, no podremos ayudar a nuestros soldados a cumplir fielmente su misión en el mantenimiento de la paz y la concordia social. Aunque necesario, no es suficiente que ellos cumplan estrictamente todas las reglas de actuaciones militares aplicables a las detenciones y las condiciones de los detenidos, es decir, el respeto al estado de derecho.

Podrán conocer de memoria los principios y normas del Derecho Internacional Humanitario que regulan la protección de la población civil, los combatientes enfermos y heridos y los prisioneros de guerra. Pero todo ello debe tener un plus. Consiste en excluir toda venganza, todo sentimiento de odio. Existirán enfrentamientos entre los Estados o entre Estados y organizaciones delictivas, pero los protagonistas directos de esos choques son hijos del mismo Padre, que ama a todos por igual. Estar a cargo de prisioneros no implica responsabilidad del cuidado de “cosas”. Se trata de entender acabadamente que se está en frente a un hermano o hermana que lucha por sus ideales patrióticos. Incluso, la cooperación errónea con organizaciones que cometen delitos, no los transforma en “demonios”.

Como pastores, tenemos la responsabilidad de ayudar a nuestros hermanos a que vivan cada vez más y mejor de acuerdo al Evangelio. Que todos trabajemos para que ese Evangelio se haga cultura, se haga valor. Porque para eso estamos: para anunciar y ayudar a encarnarlo. El evangelio de la vida, el evangelio de la paz, el evangelio que es justicia, el evangelio que nos habla del amor, el evangelio que nos habla de ver a todos como hermanos, aun a aquellos que nos hacen sufrir o nos enfrentan, y nos invitan a una actitud de corazón dispuesto a mirar con perdón y caridad.

Por ello, esta temática se debe abordar rompiendo las cadenas del odio y encausarla en un marco de legalidad y armonía social. En otras palabras, urge tender verdaderos puentes que custodien el restablecimiento de los principios que han custodiado en los dos últimos siglos los derechos humanos de todos los habitantes del mundo civilizado. El cimiento de una República, de un verdadero estado de derecho, no debe ser el odio.

Habiéndose arraigado en nosotros dichos postulados, quisiera recordar ahora algunos de los Principios para la protección de todas las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión, adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 43/173, de 9 de diciembre de 1988. Se trata de 39 principios.

Traigo aquí hoy los siguientes y me refiero a las situaciones de los fieles a mí encomendados:

Principio 1
Toda persona sometida a cualquier forma de detención o prisión será tratada humanamente y con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano.

La vulnerabilidad de las personas privadas de libertad es una de las principales razones que deben mover a la Iglesia y, a través de ella, a toda la sociedad, a preocuparse especialmente por este grupo específico.

La degradación de la persona muchas veces se da pues el incremento de la población reclusa no siempre corre parejo con un aumento de los recursos humanos y económicos, lo cual repercute en el sistema en su conjunto y se traduce en una creciente presión sobre la administración y el personal penitenciario cuyas instalaciones y formación son insuficientes. También se traduce en plazos judiciales excesivos, incapacidad para satisfacer las necesidades nutricionales y sanitarias o en infraestructuras vetustas o inadaptadas con superpoblación y sus consecuencias negativas para detenidos y familiares. Se trata de un problema humanitario grave, que deteriora las condiciones de vida en detención, llegando, en ocasiones, a ser inhumana.

La dignidad humana del detenido se erosiona y su salud mental y física se resiente gravemente ante condiciones inadecuadas de detención.

Es claro que, al partir de la base de infraestructuras obsoletas y falta de recursos para atender a la población carcelaria, se viola desde ese primer momento el respeto debido a la dignidad humana, entendiendo a todo hombre como imagen y semejanza de Dios.

Principio 3
No se restringirá o menoscabará ninguno de los derechos humanos de las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión reconocidos o vigentes en un Estado en virtud de leyes, convenciones, reglamentos o costumbres.

En la mayoría de los países, la sociedad no se interesa por las personas detenidas, incluso las deshumaniza.

Esto queda patente, por ejemplo, en las prioridades presupuestarias y en los medios disponibles para administrar los lugares de privación de libertad. En cuanto a la salud, en muchos contextos, las deficiencias generales del sistema repercuten de forma ampliada en los lugares de detención.

Ahora bien, me pregunto ¿la deshumanización de los detenidos, no es una forma de menoscabar sus derechos? Los derechos humanos son para todos y no deben estar tenidos de ideología.

Principio 5
Los presentes principios se aplicarán a todas las personas en el territorio de un Estado, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión o creencia religiosa, opinión política o de otra índole, origen nacional, étnico o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Menciono este 5° principio por la condición que sustentan mis fieles militares que están acusados de delitos de lesa humanidad.

Garantizar condiciones de detenciones decentes y humanas es un aspecto fundamental del derecho a la justicia. Hay que tener el valor de plantear abiertamente estas cuestiones si queremos evitar que los lugares de detención se conviertan en inframundos, en espacios de parias, en zonas carentes de derecho alguno y en escuelas de violencia. Ardua tarea, pero no imposible. La tarea de los capellanes puede ser muy importante en este sentido, brindando a las autoridades espacios previos de reflexión para la aplicación de las medidas que deban tomar.

No podemos permanecer callados cuando se priva a los acusados del derecho fundamental del debido proceso, como así también cuando se les niega el beneficio que por edad o estado de salud está previsto en cuanto a la detención en su domicilio y cuando son excluidos de una asistencia médica elemental.

Edades de los detenidos:
• El más joven detenido en penal 60 años
• El de mayor edad detenido en penal 90 años
• Detenido de mayor edad en todo el país 98 años
• Edad promedio actual 75 años
• Entre los 70 y 90 años hay 89 militares en Penales

Por mi oficio, tengo contacto periódicamente con familiares de los detenidos, por eso, les trasmito fielmente algunos breves testimonios de ellos mismos.

1) Marino de 82 años que fue detenido en el año 2011 y recién recuperó su libertad, luego de 8 años, en agosto pasado por ser absuelto por unanimidad por el tribunal oral que lo juzgó. Dice un familiar: “Ninguno de los sinsabores que sobrellevó a lo largo de su vida menoscabaron su fe ni alteraron la mansedumbre propia de los hombres que confían en la Providencia. Rezó en público y en privado con ahínco y contagió entre su familia los valores cristianos”.

2) Otro marino que fue detenido a los 65 años y estuvo 6 años preso en un penal. También fue absuelto. Estaba casado: “El impacto psicológico y emocional que significó la situación de su esposo para esta mujer la llevó a tener que ser internada en una clínica psiquiátrica. Por su condición de detenido se vio impedido de cuidarla, siquiera visitarla y además se le quitó la patria potestad de su hija de seis años. La niña fue puesta compulsivamente bajo cuidado de su hija menor de su primer matrimonio”.

3) Militar reconocido por su actuación en el conflicto de las Islas Malvinas en 1982. Bautizó la operación que se conoció como “Virgen del Rosario”. En 2009, teniendo 81 años, fue detenido por su presunta participación, más de 30 años antes, en la represión ilegal: “Falleció en 2012, sin condena, solo en calidad de procesado. Fue privado de los honores que le correspondían. Dos días después murió su esposa”.

Principio 6
Ninguna persona sometida a cualquier forma de detención o prisión será sometida a tortura o a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. No podrá invocarse circunstancia alguna como justificación de la tortura o de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

El trato de los detenidos incumbe en primer lugar a la autoridad detenedora, responsable de remediar sus necesidades respetando plenamente las normas aplicables. En el marco de la detención penal, se ha dicho y repetido con frecuencia, que los lugares de detención son el espejo de la sociedad y de los valores que ésta promueve.

Visto así, la propia sociedad es un importante elemento regulador a la que la Iglesia no puede ni debe estar ajena, ya quepuede influir positivamente en las autoridades, a través de su presencia por medio de los capellanes carcelarios, a través de los medios de comunicación, de la sociedad civil o de una reglamentación sana del contacto entre los detenidos y el mundo exterior.

Desafortunadamente, es muy frecuente que las malas condiciones con las que se enfrentan los detenidos y, en general, las violaciones de sus derechos, sean el resultado de actos intencionales y deliberados.

La falta de voluntad de respetar y hacer respetar el derecho, la impunidad y la escasez de medidas de control crean un entorno propicio a las violaciones y constituyen un gran obstáculo para la protección eficaz de las personas.

Después de los testimonios que he compartido, permítanme culminar mi intervención recordando una vez más las palabras de Su Santidad Francisco. En el discurso brindado en la Sala Clementina a los participantes de la Conferencia sobre Derecho Internacional Humanitario el 28 de octubre de 2017 señalo: “Donde el derecho humanitario sabe de vacilaciones y omisiones, sepa la conciencia individual reconocer el deber moral de respetar y proteger la dignidad de la persona humana en todas las circunstancias, especialmente en situaciones en las que está más fuertemente amenazada”.

Muchas gracias por su muy gentil atención.

Mons. Santiago Olivera, obispo castrense

martes, 29 de octubre de 2019

¿QUÉ ES EL NUEVO ORDEN MUNDIAL?



Autor: Pedro ABELLÓ, ingeniero

Católicos-on-line, octubre 2019

Un amigo me pidió hace unos días que le explicara, “para que pueda entenderlo”, qué es eso del Nuevo Orden Mundial. Yo le dije que es, en esencia, el nuevo comunismo, un comunismo que advirtió, ya en los años 30 del pasado siglo con Antonio Gramsci, que con la revolución no se iba a conseguir imponer la sociedad comunista, puesto que el modelo cultural occidental era demasiado fuerte para poder romperlo por la violencia, y que sólo podría establecerse destruyendo la moral cristiana y corrompiendo previamente la cultura occidental, herencia de Grecia, Jerusalén y Roma; por eso se llama marxismo cultural, aunque sería más exacto “marxismo anticultural”.

Las ideas de Gramsci fueron desarrolladas y popularizadas en las décadas posteriores por la llamada Escuela de Frankfurt, que las introdujo en las universidades y en los medios de comunicación, convirtiéndolas progresivamente en hegemónicas a partir de los años 60.

“Entonces – me preguntó – ¿es que se han vuelto comunistas las élites mundiales?”. “Las élites mundiales – le contesté – aspiran al poder, a un poder – si es posible – sin límites, a un poder total que no deje lugar a la más mínima contestación; en definitiva, al totalitarismo perfecto.” Esa ha sido siempre la aspiración del poder, pero nunca hasta ahora se habían dado las condiciones para conseguirlo, y todos los poderes han ido cayendo víctimas de sus limitaciones.

Pero lo que el marxismo cultural ofrece a las élites que ostentan el poder en el mundo es la forma – al menos en teoría – de obtener un control prácticamente total sobre la población, y a esas élites le importan poco las etiquetas, por lo que, ante lo atractivo de la oferta, han adoptado gustosamente el modelo. Y hay que añadir que, a la oferta original de ese modelo, se ha añadido posteriormente la importantísima aportación del desarrollo tecnológico, que ofrece todos los instrumentos necesarios para que ese control sin fisuras se convierta en realidad: reconocimiento facial, microchips, etc.

Claro está que la tecnología, por poderosa que sea, no conseguiría por sí sola el control de las personas, en la medida en que éstas mantengan y valoren su voluntad de seguir siendo libres. Y ahí entra el marxismo cultural, porque la finalidad del marxismo cultural es precisamente anular la voluntad de las personas y convertirlas en sujetos sumisos al poder, de modo que podría decirse que el Nuevo Orden Mundial es la alianza entre el nuevo comunismo y el post-capitalismo o el capitalismo financiero. La China de Xi Jinping puede darnos cierta idea de hacia dónde tiende el modelo.

¿Y cuáles son los instrumentos con los que ese marxismo cultural se plantea conseguir su objetivo?

Se trata, en definitiva, de destruir todo aquello que permite a la persona mantener el apego por su libertad: su identidad, su cultura, sus raíces, su tradición, su religión. No olvidemos que la civilización occidental, con independencia de lo que cada uno piense o crea, se fundamenta en los principios y valores del cristianismo, en la alta filosofía griega (“bautizada” por la escolástica) y en el derecho romano. Y precisamente por ello son esos los objetivos que el marxismo cultural pretende destruir.

¿Cómo lograrlo?

En primer lugar, mediante la destrucción de la moral cristiana. El marxismo cultural, mediante la infiltración y el control de los medios de comunicación, de las universidades y del sistema educativo en general, ha conseguido que una parte creciente de la población rompa con los principios de la moral cristiana y acepte otros principios contrarios a la misma. Ese ha sido el resultado de la llamada revolución sexual, que desde finales de los años 60 del siglo pasado ha cambiado radicalmente la forma en que el occidental moderno aborda la sexualidad. La generalización de los métodos contraceptivos, que posibilitan el sexo libre y sin compromisos, la pornografía, el feminismo radical y, más recientemente, la ideología transgénero, que pretende anular la naturaleza masculina o femenina de las personas y convertirla en opcional, el rechazo a la heterosexualidad como norma, la generalización de las uniones homosexuales, la promoción del aborto, etc., todo ello ha creado un modelo cultural radicalmente antagónico con el modelo que ha definido hasta hace poco tiempo nuestra sociedad.

La contribución de los medios de comunicación a ese cambio ha sido fundamental, promoviendo de todas las formas posibles los nuevos modelos de comportamiento contraculturales.

Ese abandono de la moral tradicional ha supuesto también, y como consecuencia, el abandono de la práctica e incluso de la creencia religiosa, lo cual se ha visto favorecido por la profunda crisis que atraviesa la Iglesia católica a partir de la conclusión del Concilio Vaticano II, crisis también favorecida – si no provocada – por la infiltración en la propia Iglesia desde los años 50 del siglo pasado de elementos “liberales” partidarios de la adaptación de la Iglesia a la cultura del “mundo”, elementos que hoy ocupan posiciones clave en su jerarquía. Como resultado, estamos hoy ante una sociedad prácticamente atea que, aunque siga siendo nominalmente cristiana, no conserva de ello más que el nombre.

En segundo lugar, mediante el miedo. Una sociedad atemorizada es una sociedad fácilmente controlable, que se pondrá sin dudarlo en manos de quien le ofrezca terminar con la causa de su temor. Crear falsas amenazas y ofrecer las correspondientes falsas soluciones es un viejo método de control social que todavía funciona de maravilla. El poder ha jugado y juega constantemente con el miedo como elemento de control: miedo a los atentados terroristas, miedo a las epidemias y, más recientemente, miedo al calentamiento global, el alarmismo climático.

El terrorismo mantiene a la sociedad sumida en el temor, y no pretendo decir aquí que se trate de un fenómeno provocado con esa finalidad, pero lo cierto es que la respuesta institucional al terrorismo deja mucho que desear, y la prueba más evidente es la gran facilidad que se ofrece a los terroristas para entrar e instalarse en territorio europeo a través de esa inmigración ilegal masiva sin control alguno que los poderes de la Unión Europea – y el propio Vaticano – promocionan con inusitado fervor.

Los brotes epidémicos de ciertas enfermedades son masivamente utilizados por los medios de comunicación para crear una sensación de amenaza y vulnerabilidad, muchas veces absolutamente desproporcionada con relación a la magnitud real del problema (recordemos el caso de la gripe A), que mantiene a la población en un estado de permanente temor, proclive a la manipulación.

Y, finalmente, la hecatombe climática, el planeta en peligro, el fin climático del mundo ante nosotros.

Difícilmente podía encontrarse un elemento de manipulación y control social más efectivo que este “terrorismo climático”, que tiene convencida a la mitad (por lo menos) de la población mundial de que el mundo se acaba si no nos ponemos inmediatamente en manos de las élites que tienen el poder de salvarnos del exterminio.

En realidad no sucede nada que no haya estado sucediendo desde que el mundo es mundo, porque el clima cambia constantemente, y así lo atestiguan los registros. Periodos cálidos y periodos más fríos se alternan con regularidad, y no hay en ello motivo de mayor alarma. Las predicciones catastrofistas dejan sistemáticamente de cumplirse y la vida sigue con normalidad, pero nuevas predicciones alarmistas vuelven a lanzarse a una población atemorizada, y el hecho de que nunca se cumplan importa poco, porque la gente, en general, no es consciente de ello.

Quinientos científicos de trece países han remitido recientemente un manifiesto al Secretario General de la ONU denunciando el catastrofismo climático y anunciando que no existe ningún tipo de emergencia climática, pero la gente no lo sabe y el bulo sigue funcionando. El miedo como elemento privilegiado de control social.

En tercer lugar, mediante la destrucción de las identidades culturales, nacionales y religiosas. El hombre que tiene raíces y se aferra a ellas es difícilmente manipulable, valora su identidad y los elementos que la constituyen, y valora su libertad. La destrucción de esas raíces es fundamental para convertir al hombre en un sujeto manipulable y sumiso. La identidad religiosa, como hemos visto, ha sido ya destruida en una gran parte de la población occidental. La identidad nacional se torna cada vez más borrosa con la promoción cultural de las entidades supranacionales, que centralizan en medida creciente el poder en detrimento de la capacidad de los estados nacionales, cuyas competencias son cada vez más reducidas. El europeo depende cada vez más de instancias que escapan casi totalmente a su control, y los medios le convencen de que las naciones no tienen ya sentido en un mundo global.

Pero el elemento clave en esta destrucción de las identidades es la mezcla cultural, la transformación de la sociedad en un batiburrillo de razas y culturas, en gran medida incompatibles entre sí, que borre progresivamente los límites de cada una de ellas hasta lograr una población “multicultural”, es decir, sin cultura definida alguna. Y para ello el marxismo cultural en el poder promueve la inmigración ilegal masiva sin control alguno, manipulando sin escrúpulos los sentimientos y la solidaridad natural de las personas.

El principal derecho de las personas es el de permanecer en su lugar de origen y tener allí las oportunidades necesarias para vivir dignamente, no el de emigrar a países extraños. Si todo el dinero que los poderes emplean en crear conflictos que vacían los países lo empleasen en crear estructuras económicas y culturales viables en esos países, las personas no tendrían necesidad de emigrar. Occidente está vaciando África, la está privando de sus jóvenes y, por tanto, de su futuro, en vez de contribuir a crear las condiciones para que esa juventud tenga allí un futuro.

Por otra parte, las naciones occidentales tienen derecho a preservar su cultura y su equilibrio; tienen derecho a gestionar la inmigración, a decidir quién entra en sus países y en qué condiciones; tienen derecho a imponer obligaciones a los que llegan, obligaciones de respeto a la cultura local y de acatamiento de sus leyes; tienen derecho a decidir cuántos inmigrantes pueden ser admitidos con los medios disponibles, a fin de que su integración pueda ser efectiva.

Los gobiernos occidentales han renunciado a toda capacidad de gestión sobre la inmigración, poniendo en riesgo conscientemente – y diríase que voluntariamente – el futuro de la cultura, del equilibrio e incluso de la paz social en sus países. No hay en ello casualidad ni imprevisión alguna.

¿Qué se busca con todo ello?

Un mundo sumiso y manipulable. La edad de la democracia ha pasado, aunque el nombre se conserva para mantener ciertas apariencias. El poder ha tenido siempre voluntad de permanencia. Hitler hablaba del Reich de los mil años, Napoleón pretendía dominar Europa construyendo un nuevo orden revolucionario… Hoy esa permanencia está más al alcance. Todo poder aspira hoy a perpetuarse, a destruir al adversario, a no dar lugar a alternancia alguna, a constituirse en dueño absoluto. Una población consciente de su libertad y dispuesta a utilizarla es el principal obstáculo que se opone a ese deseo. La libertad no ha estado nunca más amenazada que en nuestro tiempo, y probablemente lo estará cada vez más. Una parte creciente de la población está renunciando ya a ella cada día. Sobre el futuro se ciernen nubes muy oscuras, pero sigue habiendo mucha gente que no se resigna, y, en definitiva, nunca han sido las mayorías las que han encontrado la salida a las crisis. Siempre son las minorías resueltas las que hacen que el mundo avance; siempre es el “pequeño resto” que sigue creyendo en la dignidad absoluta de la persona humana, que sigue creyendo y confiando en Dios, el que puede encontrar y mantener su libertad incluso en las condiciones más críticas, poniendo su confianza en Aquél que nunca ha dejado de ser el Dueño de la Historia.

DE DERROTAS Y DERROTAS



por José Luis Milia • 28/10/2019

Informador Público

 Quisiera hermanarme hoy con aquellos a los que la desazón les ha puesto cuatro clavos en su corazón. Pero no con todos, porque hoy vengo a hacer de la grieta la base desde la que la Patria puede ser recuperada, recuperarla solo con aquellos para los que nuestra tierra es mucho más que un perorata banal y de efemérides.

No me interesa, ni respeto, al aluvión corrupto que hoy vuelve por sus fueros de mangantes y ladrones, pero tampoco me interesan los tilingos que creían que repitiendo machaconamente, pero vaciados de fe, “¡si, se puede!”, una victoria vana le caería del cielo y hoy se apenan por el derrumbe un mundillo de fantasía al que sus propios dirigentes, con estupidez y cobardía supina, se dedicaron a demoler.

Hoy estamos frente a una derrota, que nos atañe porque se da en nuestra tierra y vuelve a postergar, con trapisondas electorales, lo que esta tierra se merece. Si debemos tener muy en claro, que como derrota en si, esta no nos pertenece porque los que decían dirigir el combate lo hacían aferrados a un fuero de progresía que nos resbala, más aún, que nos repugna porque creen ellos que dejando de lado a nuestra Fe adquieren carta de ciudadanía de un mundo decadente y progresista.

Esta derrota sería grave si careciéramos de ejemplos, pero, Dios Nuestro Señor ha hecho que estos sobren en esta tierra y no hay que remontarse a muchos años atrás para revivirlos porque aún los tenemos frescos, porque esos paradigmas aún están vivos en nuestro corazón.

En la tarde heroica de Manchalá y ante la demora de los refuerzos y la falta de municiones los soldaditos salteños no se lamentaron, simplemente afilaron sus bayonetas; en la noche sacrificial del 13 de junio de 1982 el BIM 5 y fracciones del Ejército borraron la palabra derrota de sus corazones y siguieron atacando.

Esos son nuestros ejemplos y no la estúpida alegría de creer que somos algo por tener un congreso equilibrado.



sábado, 26 de octubre de 2019

LA ARGENTINA



un país que dejó de existir

Alejandro Katz

La Nación, 1 de septiembre de 2019 

La Argentina no existe. Dejó de existir hace ya mucho tiempo. No hay una comunidad de destino que encuentre, en la política, el modo de resolver conflictos, dirimir intereses y construir un horizonte de expectativas que le dé sentido a la vida en común. La economía argentina ha pasado en recesión 22 de los últimos 57 años. Entre ellos, los últimos ocho. 

La pobreza y la exclusión no hacen más que crecer. El futuro es, para todos los que carecen de riquezas, un territorio de amenazas antes que de esperanzas, de temores antes que de ilusiones. Quienes pueden ahorrar lo hacen en otra moneda. Y ya que el ahorro es el modo de protegerse de las incertidumbres del futuro, lo que dicen es que para ese futuro confían más en otros, en los que acuñan y cuidan esa moneda, que en los propios: quienes pueden viven su presente aquí, pero lo hacen extrayendo recursos para que su futuro no dependa de lo que aquí ocurra. Quienes no pueden padecen, con resignación y con ira, el lugar al que han sido arrojados por quienes todavía dicen ser sus compatriotas, pero que ya no comparten, con ellos, una patria.

La Argentina no existe. Hay, en todo caso, dos argentinas: un país rico, que se extiende desde la cordillera al Plata en la zona central del territorio, y otro, al norte y al sur y en los conurbanos de las grandes ciudades, empobrecido o directamente pobre. El economista Jorge Katz dice que no son dos, sino cuatro argentinas: una moderna, otra orientada a la explotación de recursos naturales; una más, industrial, atrasada, que vive bajo la protección estatal; otra, la Argentina excluida. Cuatro países que conviven pero no dialogan. 

Pablo Gerchunoff y Martín Rapetti mostraron que las mismas condiciones que favorecen el desarrollo económico y estimulan la inversión y la productividad de la Argentina rica afectan el bienestar de los asalariados y de las clases medias, y a la inversa.
Las crisis recurrentes son producto de esta fragmentación. Y las transiciones son el momento privilegiado para la expresión de los conflictos. 

Quienes han perdido las elecciones saben que el siguiente turno de gobierno no será el de la introducción de matices sobre la gestión anterior, sino el de la toma del poder por un otro demonizado, portador de todo lo malo. Quienes así piensan no carecen de fundamentos. Los cantos que se escuchan en las manifestaciones de uno y otro bando así lo prueban; unos gritan: "vamos a volver", los otros responden: "no vuelven más". Ambos aceptan que no están todos bajo el mismo techo, que no hay una casa común.

Ambos países tienen razón: no desde un punto de vista moral, sino puramente empírico. Cada gobierno ha probado ser incapaz de pensar en el interés general, que exige una administración cuidadosa de las prioridades del corto plazo y un diseño inteligente de los propósitos de largo plazo. Que exige entender cuáles son los intereses, las necesidades, los deseos, las aspiraciones y los temores de la otra Argentina, en lugar de imponer la agenda propia como si fuera la única posible.

La transición actual es la prueba hiperbólica de la indiferencia no solo de una Argentina respecto de la otra, sino de sus dirigentes en relación con cualquier idea de algo en común. Desde las elecciones primarias, ambos muestran que están mucho más interesados en satisfacer las expectativas de su tribu que en cuidar el interés general. Es más: sugieren que son capaces de destruir el interés general con tal de no decepcionar a sus respectivos seguidores.

Las distintas argentinas están cada vez más separadas y cada vez hay menos incentivos para pensar en un futuro compartido. Cada vez, los distintos grupos están más abroquelados sobre sus propios intereses, valores y lenguajes, y son menos capaces de escuchar y entender a los otros. Todos se sienten cada vez más amenazados y bloquean cualquier intento de transformación. Así, como en el juego de la oca, siempre volvemos a la casilla de partida.

miércoles, 23 de octubre de 2019

DERRIBAR EL MITO DE LOS PLANEROS



¿DE QUÉ VIVEN LOS POBRES?

ICIMISS, 20 OCTUBRE, 2019

Por Diego Born

Lejos de la difundida idea de que muchos de los pobres prefieren no trabajar y vivir de planes sociales, la evidencia muestra que siete de cada diez pesos que reciben los hogares pobres son el producto de su trabajo y que solo uno de cada diez pesos proviene de AUH, planes de empleo, becas y similares.

Buena parte de la población está convencida de que los más humildes viven, en su mayoría, de “planes”. Y de que esa es la causa por la cual “los que trabajan” se ven “asfixiados por los impuestos”, que se usan para “mantener vagos”. Veamos si, efectivamente, los pobres son pobres porque no se esfuerzan y prefieren vivir de planes…

¿Son (casi) todos “planeros”?

La Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC deja en evidencia que, lejos de eso, la gran mayoría de los ingresos de los hogares pobres procede del mercado de trabajo. De hecho, la proporción de los ingresos provenientes del trabajo en los hogares pobres es similar a la de los hogares no pobres. En contrapartida, las transferencias monetarias directas dirigidas a la población vulnerable (planes de empleo y capacitación, AUH, becas escolares y similares, tanto del estado nacional como de las provincias y municipios) son apenas un complemento.

Tomando el último año para el que disponemos de las bases de datos (del segundo trimestre de 2018 al primero de 2019, periodo en el que la tasa de pobreza promedió 31,7%), analicemos cómo se componen los ingresos de los pobres (indigentes y no indigentes) y de los no pobres (en estratos, según la cantidad de canastas de pobreza que representan sus ingresos). Vale recordar que, a valores de septiembre, un hogar tipo del GBA (el monto varía de acuerdo con la composición del hogar y a la región donde reside) necesitó alrededor de $35 mil para no ser pobre y en torno a $14 mil para no ser indigente.

En los hogares pobres, el 70,5% de los ingresos totales provienen de ocupaciones laborales (sin incluir los planes de empleo), valor que resulta apenas inferior al del promedio de los hogares no pobres (73,0%).

Sin embargo, mientras que en los hogares pobres casi la mitad de los ingresos laborales provienen de ocupaciones informales (48%), en los hogares no pobres los ingresos de ocupaciones formales representan el 84% de los ingresos laborales. 
Dentro de los pobres, la participación de los ingresos laborales es más baja entre los indigentes, entre quienes además es mucho mayor el peso de las ocupaciones informales en la masa de ingresos laborales. En los no pobres, la mayor participación de los ingresos laborales se observa entre los sectores vulnerables (es decir, aquellos cuyos ingresos familiares se ubican apenas por encima de la línea de la pobreza), y el peso de las ocupaciones formales en el total del ingreso laboral se incrementa a medida que más arriba de la pirámide se ubica el hogar.

En contrapartida, los ingresos por transferencias directas no contributivas dirigidas a población vulnerable como la AUH, los planes de empleo (con contraprestación laboral) y de capacitación, las becas escolares, etc. representan solo el 9,3% de los ingresos de los hogares pobres: del total de estos ingresos, el 84% corresponden al ítem “ayuda social” donde el mayor aporte proviene de la AUH, el 12% a planes de empleo y el 4% a becas.

De esta manera, por cada ocho pesos de ingreso que los hogares pobres reciben por su trabajo, nos encontramos con apenas un peso proveniente de este tipo de transferencias.
Desde otro ángulo, mientras que el 85% de los pobres forman parte de hogares donde al menos uno de sus integrantes tiene ingresos laborales (valor casi idéntico al de los no pobres, 86%), apenas el 0,5% de los pobres integra hogares en el que todo el ingreso proviene de planes, AUH y similares.

En el caso de la población en hogares indigentes, la participación de estas transferencias en el total de la masa de ingresos alcanza al 25,2%, mientras que entre los pobres no indigentes cae al 7,9%. El peso relativo que los ingresos por estas transferencias tienen entre los indigentes no implica que sean sumas cuantiosas, sino, simplemente, a que sus ingresos originados en otras fuentes son exiguos: cada persona que integra hogares indigentes, en promedio y a precios de septiembre, recibe unos $550 mensuales por medio de estas transferencias, frente a los $3.600 que necesitaría para no ser indigente y a los cerca de $9.000 que requeriría para no ser pobre.

Cabe señalar que estas transferencias tienen distintos orígenes y objetivos. A diferencia del periodo transcurrido entre fines de los noventa y los primeros años del siglo, cuando la estrella eran los “planes de empleo”, actualmente la transferencia social directa cuantitativamente más importante es la AUH que está lejos de ser “un plan manejado por punteros”: constituyó una de las medidas de equiparación de derechos más importantes de las últimas décadas (los hijos de los trabajadores formales reciben ingresos por sus hijos por la vía de las asignaciones familiares o por la de deducción de ganancias) y, junto a las moratorias previsionales, fueron fundamentales para garantizar un piso mínimo de protección social que alcanza a casi todos los niños, niñas y adolescentes y adultos mayores de nuestro país.

Por otro lado, en los hogares pobres los ingresos por jubilación o pensión ocupan el segundo lugar luego de los ingresos laborales, al igual que entre los no pobres. Pero mientras representan 15,2% del total de ingresos en hogares pobres, en el resto representan una proporción mayor, especialmente en los sectores acomodados (23,8%), donde también tienen un peso destacado los ingresos por rentas y alquileres (3,4%). Los ingresos monetarios por cuota alimentaria o ayuda de otros hogares están presente en todos los segmentos, pero en mayor medida en los hogares pobres, especialmente entre aquellos que se encuentran en la indigencia (5,6%).

Para el periodo analizado, los ingresos de los hogares pobres representaron, en promedio, el 62% de lo que hubieran requerido para alcanzar el umbral de la línea de la pobreza. Esto significa que tuvieron los recursos necesarios para afrontar solo 18 días y medio de los 30 días del mes: 13 días con ingresos provenientes del trabajo, apenas algo más de un día y medio con los ingresos por AUH, planes de empleo, etc., y los otros cuatro días con ingresos de otras fuentes no laborales, especialmente jubilaciones y pensiones.

Si los ingresos no alcanzan, ¿cómo (sobre)viven los pobres?

Al contemplar solo los ingresos monetarios, la medición de pobreza no toma en cuenta otros recursos a los que pueden echar mano los hogares para satisfacer sus necesidades ante la carencia de ingresos corrientes, como recibir ayuda en especies (alimentos sin cocinar o en comedores, ropa, etc.), descapitalizarse (gastar ahorros, vender pertenencias) o endeudarse (con otros hogares o bien con bancos o financieras).

No obstante, la EPH también nos aporta información sobre estas otras estrategias a las que recurren los hogares (en los tres meses previos). Si bien de manera menos precisa que la indagación exhaustiva por los ingresos, estos datos ofrecen pistas interesantes.
El 13% de las personas pobres integra hogares que declaran haber recibido mercadería (alimentos, ropas, etc.) de parte de instituciones estatales y no estatales o, en medida algo mayor, de parte de otros hogares, y esto adquiere especial relevancia entre los indigentes (17,8%). Sin embargo, esto no es privativo de los pobres: lo mismo se registra para el 5% de las personas no pobres, especialmente para los segmentos vulnerables y medios bajos.

Por otra parte, casi una tercera parte de los pobres se endeuda para solventar sus gastos, con bancos o financieras, pero especialmente con otras familias (una cuarta parte de la población indigente recibió préstamos de otros hogares). Entre los no pobres los préstamos recibidos de otros hogares decrecen a medida que aumenta el nivel de ingreso, pero esto no ocurre con los préstamos de bancos y financieras (sin incluir aquí las compras con tarjetas de crédito), que se mantiene en torno al 15% en todos los segmentos.

Finalmente, otras de las estrategias se vinculan a la descapitalización. El uso de ahorros para solventar gastos alcanza al 30% de todos los segmentos de hogares, lo que, al igual que el endeudamiento con bancos y financieras, puede ocultar fenómenos disímiles: mientras que para algunos es una acción obligada para la satisfacción de necesidades básicas, para otros el uso de ahorros bien podría destinarse al consumo de ciertos bienes (electrodomésticos, por ejemplo) o servicios (paseos, vacaciones) no esenciales, o bien para mantener un cierto nivel de vida en coyunturas en las que se contrae el poder adquisitivo. 
En cambio, la descapitalización por la vía de la venta de pertenencias sí muestra una mayor preponderancia entre los más desfavorecidos: la población en hogares pobres que recurrió a esta estrategia en los tres meses anteriores (12,5%) duplica a lo observado en la población de hogares no pobres (6,7%), y si se comparan los segmentos extremos, la venta de pertenencias resulta casi cinco veces más usual entre los indigentes que entre los sectores acomodados.

Cabe señalar que, tanto recibir mercaderías como préstamos de parte de otros hogares, constituyen un indicio de la importancia que tienen las redes de relaciones interpersonales en las estrategias de mitigación de la carestía de recursos corrientes por parte de los sectores más vulnerables. Pero, al igual que con la venta de pertenencias, se trata de estrategias que muy probablemente encuentren complicada su permanencia o eficacia en el tiempo cuando una crisis se amplifica y es duradera.

¿Qué pasaría si no existieran las transferencias sociales directas?

Si se decidiese eliminar todos los ingresos que los hogares reciben en concepto de AUH, planes de empleo, etc., la tasa de indigencia aumentaría entre 2,5 y 3 puntos porcentuales, en tanto que la de pobreza total subiría alrededor de un punto y medio. Esto muestra que las transferencias sociales directas tienen mayor eficacia para garantizar un pequeño ingreso estable a los indigentes y para evitar que una porción de los pobres no indigentes caigan en la indigencia, que para reducir la pobreza.

Para ponerlo en perspectiva, si bien un punto porcentual y medio equivale a casi 700 mil personas (extrapolando los datos de las grandes ciudades, que es lo que cubre la EPH, a todo el país), esta magnitud representa apenas una sexta parte del crecimiento experimentado por la tasa de pobreza entre la segunda parte de 2017 (25,7%) y la primera mitad de 2018 (35,4%).

En definitiva, dado el carácter apenas paliativo (aunque necesario, hiper progresivo y, en muchos casos, restitutivo de derechos) de las transferencias sociales directas, el combate a la pobreza (y a la desigualdad) no debe pasar por la estéril discusión sobre ellas, sino por cómo lograr reactivar el mercado de trabajo, para que bajen la desocupación y la informalidad, y se recupere el poder adquisitivo de los salarios.


domingo, 20 de octubre de 2019

¿TODAVÍA INSISTEN CON LATINOAMÉRICA?


                    

                              Alberto Buela (*)

Una vez más, y espero que sea la última, salgo a contestar sobre el tema de cómo debemos llamarnos.
Si lo hace la Iglesia, la masonería, el liberalismo, el progresismo, el marxismo que usan el latinoamericanismo a diestra u siniestra no hace falta gastar pólvora en chimangos, que lo sigan haciendo y cada cual se cueza en su propia salsa.

Yo lo hago porque Miguel Barrios, profesor de ciencias de la educación y otras yerbas y que me llama “maestro” salió a escribir totalmente lo opuesto que venimos sosteniendo nosotros desde hace medio siglo. ¿para qué me llaman maestro si opinan lo contrario en temas graves?  Es una tomada de pelo. Hablé el tema con Barrios y con todos los que me rodearon siempre: el término Latinoamérica es un término espurio, es un término falso que nos extraña a nosotros mismos desde el momento que nos designamos como latinoamericanos.

Si será una creación ideológica que ni los italianos se dicen latinos (salvo los del Lacio)
El término es una creación francesa por parte del ministro Chevallier de Napoleón III para justificar la intervención en Méjico a propósito de la aventura  de Maximiliano de Austria.
Torres Caicedo es un colombiano afrancesado que usa el término por colonización francesa. Se lo cita como el antecedente americano pero nadie le dio bola en Nuestra América. Tan así es que el peruano García Calderón, el hijo del presidente cautivo en Chile y hermano del poeta Ventura, que escribió en 1909 Creación de un continente en donde propone una alianza entre Argentina y Brasil, lo trata de colonizado cultural por los franceses.

Otra estupidez de Barrios, porque no llega ni siquiera a falsedad es afirmar que la generación del 900 impulsa el festejo del 12 de octubre como símbolo de la “raza cósmica”. Cuando el término raza cósmica lo impulsa José Vasconcelos recién e 1925, año en que publica el libro. Recuerdo cuando en la universidad, allá lejos y hace tiempo, el viejo profesor de pensamiento americano. García Acevedo, nos dio a leer el libro nosotros lo bautizamos como “la raza cómica”.

En realidad no existe como pretende Barrios la generación del 900 sino la del centenario, la gira sobre 1910. Y para colmo de dislates afirma que la “idea geopolítica es la de Latinoamérica”. Esta idea no tiene ningún asidero, no tiene ningún apoyo porque todos los autores de la época hablan de Hispanoamérica (Rojas, Lugones, Blanco Fombona et alii)  o de Continente (García Calderón, Vargas Vilas, Ugarte et alii).

Y hablan de continente o de Hispanoamérica porque a ellos lo que los conmueve es la guerra de Estados Unidos contra España. Allí, y por eso, se desayunan que existe un enemigo real de Nuestra América.
Sobre este tema tan poco tratado hay un trabajo excepcional de Horacio Cagni La guerra hispanonorteamericana, comienzo de la globalización que publicamos nosotros en Disenso allá por 1998.
Pero como Barrios escribe mirándose el ombligo, estas cosas reales no las tiene en cuenta. Y encima, me dice maestro. Debo de ser el único caso de maestro que genera discípulos en contra de él. Lo más probable es que sea falso para Barrios que yo sea su maestro.

Fue tan grande la conmoción que provocó la intervención norteamericana que Vargas Vilas dejó a su familia en Colombia en 1902 y le dijo a su mujer: me voy a vivir entre los bárbaros y se fue a USA y luego sacó su famoso libro Ante los bárbaros donde en la tapa figura el mapa de América del Norte y otro con el titulo América del Sur  y un pulpo con la bandera norteamericana que busca engullirla. No figura Latinoamérica en ningún lado.
Y para terminar de rematar el dislate dice Barrios que habló con Ardao, Methol, Zea, Ramos y el cura Farrell y todos lo apoyaron. Cómo no lo van a apoyar sin Arturo Ardao es un historiador ilustrado uruguayo de las ideas. Y los ilustrados y afrancesados son los máximos sostenedores en llamarnos latinoamericanos.

Luego dice que habló con Tucho Methol, yo también lo hice y muchas veces, sobre todo cuando viajábamos a Formosa al Fogón de la Utopía para perorar juntos (allí conocí a Barrios que iba de la mano del luego senador por Misiones, Salvador Cabral, uno de los grandes corruptos que produjo izquierda nacional). Methol usó siempre por principio y de manera acrítica el término de Latinoamérica porque era un hombre de la Iglesia y ésta adoptó como los ilustrados el término. Recuerdo que en esas charlas le ofrecí mis razones y me dijo: somos latinos porque el castellano viene del latín. A lo que le respondí: querido Tucho, dedicate a la historia que de la filología latina me dedico yo. 

“El castellano viene del osco, según se cansaron de probar Menéndez Pidal y Antonio Tovar). El único testigo vivo que queda es Pedro Godoy porque Soliz Rada ya partió. Sobre Zea, colega de filosofía, ya se encargó de él, el peruano Salazar Bondi en ¿Existe una filosofía de nuestra América?. Y al cura Farrell le sucede lo mismo que a Methol.

Hay que ser un mamarracho intelectual para no tener en cuenta juicios como los de Hernández Arregui: esta versión que el lector tiene en sus manos es igual a la primera salvo en el reemplazo del falso concepto de América Latina, un término creado en Europa y utilizado desde entonces por los Estados Unidos con relación a nuestros países y que disfraza una de las tantas forma de colonización mental. (Qué es el ser nacional).

O la que me dio Helio Jaguaribe a propósito de mi libro El sentido de América (1990): su libro es una clara respuesta a ese vacuo y difuso latinoamericanismo que no nos permite construir la Patria Grande que anhelamos”.

Y finalmente la pregunta, a quién beneficia esta defensa extemporánea de Barrios a la denominación de América Latina, treinta años después de zanjado el tema. A nadie, pues a Barrios lo deja desnudo como un tonto de capirote, a la Iglesia, el liberalismo, el marxismo que son los que usan en término no les significa nada.
Sería bueno que reconozca que fue una tontería, un hablar por hablar sin decir nada.


(*) arkegueta,

sábado, 12 de octubre de 2019

VIRGEN DEL PILAR



Patrona de la Hispanidad

(Corazones.org) 12-10-19

Según una venerada tradición, la Santísima Virgen María se manifestó en Zaragoza ante el apóstol Santiago sobre una columna o pilar, convertido en signo visible de su presencia.
Esta tradición encontró su expresión cultual en la misa y en el Oficio que, para toda España, decretó Clemente XII. Pío VII elevó la categoría litúrgica de la fiesta.

La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.

Los documentos dicen textualmente que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso».

En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol». La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».

Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.

Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El mas antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.

Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente», cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen.

La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y piadosa creencia».

San Juan Pablo II, Papa, en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen del Pilar como «Patrona de la Hispanidad».