Patrona de la Hispanidad
(Corazones.org) 12-10-19
Según una venerada
tradición, la Santísima Virgen María se manifestó en Zaragoza ante el apóstol
Santiago sobre una columna o pilar, convertido en signo visible de su
presencia.
Esta tradición encontró su
expresión cultual en la misa y en el Oficio que, para toda España, decretó
Clemente XII. Pío VII elevó la categoría litúrgica de la fiesta.
La tradición, tal como ha
surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de
Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de
Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo,
predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago
el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas
tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al
paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen
textualmente que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos
discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que
se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas
del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos
eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del
reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso».
En la noche del 2 de enero
del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando
«oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la
Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol». La Santísima Virgen,
que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí
una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que
«permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios
obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus
necesidades imploren mi patrocinio».
Desapareció la Virgen y
quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio
comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el
concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes
que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus
discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa
María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia
dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Muchos historiadores e
investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de
monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a
la Virgen de Zaragoza. El mas antiguo de estos testimonios es el famoso
sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV,
cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve,
el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.
Asimismo, hacia el año 835,
un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los
que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en
el siglo III el gran mártir San Vicente», cuyos restos fueron depositados por
el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está
atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un
templo dedicado a la Virgen.
La devoción del pueblo por
la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas
tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar
en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y
piadosa creencia».
San
Juan Pablo II, Papa, en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para
iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen
del Pilar como «Patrona de la Hispanidad».
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