tienen la llave para alimentar al mundo
Mario Montoto
Presidente de la
Cámara de Comercio Argentino Israelí
Infobae, 28 de
Noviembre de 2022
“Con los recursos
que tienen Israel y Argentina, si cooperamos, podemos alimentar al mundo”. La
frase, que escuché en primera persona del actual presidente del Estado de
Israel, Isaac Herzog, es mucho más que una declaración de intenciones. Responde
a un razonamiento fruto de un certero análisis del gigantesco potencial que
presenta el sector agroalimentario argentino y de la dilatada experiencia
israelí en materia agrotecnológica y de manejo de los recursos hídricos. La
naturaleza ha sido mucho más generosa con nuestro país, pero la dureza del
clima, la escasez de agua y la aridez de su suelo no han sido un obstáculo para
que Israel se haya convertido en un verdadero vergel. Hoy, ese país enclavado
en el corazón de Medio Oriente nos ofrece un modelo de gestión inteligente del
agua y de aprovechamiento agrícola en zonas inhóspitas como el desierto del
Néguev, algo impensado hace apenas 50 años.
Con una superficie
de más de 2,78 millones de kilómetros cuadrados en su área continental y una
población de 47,3 millones de habitantes, la Argentina está en condiciones de
alimentar a más de 400 millones de personas en el mundo. Desde la más tierna
infancia nos enseñaron que nuestro país es el “granero del mundo”; la realidad
de nuestro sector agrícola nos muestra que podemos ser mucho más que eso. En
las últimas tres décadas, hemos logrado duplicar el área sembrada y triplicar
la producción de alimentos. Avances como la siembra directa, fruto del
desarrollo de investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA), demuestran el impacto del trabajo de la academia argentina en la
productividad de nuestros suelos. La biotecnología es un verdadero orgullo y
demuestra que los argentinos somos capaces de agregar valor y generar
innovación en sectores de punta.
Otro claro ejemplo
de la excelencia argentina son los 29 puertos ubicados en el Gran Rosario,
considerado como el segundo nodo portuario agroexportador más dinámico del
mundo después de Nueva Orleans. Desde este complejo industrial oleaginoso y
portuario, situado en 70 kilómetros de costa sobre el río Paraná entre Timbúes
y Arroyo Seco, se embarcan distintos tipos de granos, aceites, biodiésel y
otros subproductos. Lo hacen a través de la Hidrovía Paraná-Paraguay, la
infraestructura principal que moviliza los agronegocios en Argentina y
constituye, en el Cono Sur, pieza central del amplio sistema regional e
internacional de exportación de commodities agrícolas.
Sin embargo, esas
cifras no pueden ocultar los escollos que aún existen. Las dificultades para
consensuar una clara estrategia exportadora, las tensiones políticas y los
vaivenes de nuestros ciclos económicos han impedido hasta hoy aprovechar al
máximo todas las posibilidades que ofrece el sector más competitivo de nuestro
entramado productivo. Otro obstáculo es el costo del flete marítimo y los
tiempos de transporte, que penalizan a nuestros productores respecto de sus
competidores en EEUU y la Unión Europea. Un reciente informe de la Bolsa de
Comercio de Rosario (BCR) indica que trasladar la producción argentina de
granos hacia China requiere seis días más de los que insume el mismo transporte
desde los puertos del golfo de México y más del doble que el empleado desde las
terminales portuarias de la costa oeste estadounidense. Un proyecto que aún
falta concretar, pero que pone foco en estas dificultades, es el Corredor
Bioceánico, que uniría la costa chilena con la Hidrovía Paraná-Paraguay.
Hagamos, ahora, un
vuelo imaginario. A 12.700 kilómetros de distancia de nuestro país, en una
región mucho menos beneficiada por la naturaleza y en un contexto geopolítico
muchas veces hostil, el Estado de Israel muestra la otra cara de la moneda. Con
un territorio cubierto en más del 60% por desierto y grandes dificultades de
acceso al agua, este pequeño país en extensión territorial de Medio Oriente ha
sido capaz de superar todas las dificultades y convertirse hoy en una potencia
en materia de innovación tecnológica y pionero en el aprovechamiento de sus
recursos hídricos. No ha sido el fruto del azar, sino el resultado de décadas
de trabajo e investigación, con un Estado presente y un sector privado pujante
y emprendedor.
No es casual que
Israel sea el país que más invierte en investigación y desarrollo. Según cifras
de la Unesco, en 2020 el presupuesto destinado a ese capítulo representó el
5,44% de su PBI, frente al magro 0,5% de la Argentina. El ecosistema
tecnológico israelí es envidiable y el sector agroalimentario no es la
excepción: el país cuenta con más de 500 startups especializadas en el sector
agrotecnológico y la ciudad de Tel Aviv se ha convertido en uno de los mayores
polos de Food Tech –tecnología aplicada a los alimentos– a nivel global. Los
planes a largo plazo, que tanto nos hacen falta en la Argentina, están
presentes en cada uno de estos proyectos. Tengamos en cuenta que, de aquí a
2040, Israel proyecta que su población crecerá a 12,8 millones de habitantes.
Para eso, necesitará nuevas fuentes de alimentos alternativas a la agricultura
y a la industria alimentaria tradicional.
El manejo de los
recursos hídricos es otro modelo en el que Israel ha tomado la delantera. Los
menos de 25 milímetros de lluvia por año y la escasez de fuentes de
aprovisionamiento de agua obligaron a los investigadores y a las autoridades a
adoptar modelos innovadores y tecnologías de punta para administrar la escasez.
“Cada gota cuenta” es un mantra que todos los habitantes de este país aprenden
desde niños. Actualmente, Israel recicla el 87% de sus aguas residuales y
reutiliza esos efluentes para irrigar cultivos. Por otra parte, las pérdidas de
su red hídrica son menores al 10% y sus cinco plantas desalinizadoras –hay una
sexta en fase de construcción– producen más de 600 millones de metros cúbicos
de agua potable cada año, que representan más del 50% del consumo de sus
hogares.
Si comparamos esa
situación con la de Argentina, el sexto país del mundo en cantidad de recursos
hídricos, las diferencias saltan a la vista. Nuestro país aún está muy lejos de
hacer un uso racional de sus recursos hídricos, aunque la realidad es muy
diversa en un territorio tan vasto. Por ejemplo, el consumo doméstico diario de
agua per cápita en el Gran Buenos Aires es de 370 litros, seis veces más que el
aconsejado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). No tomamos
consciencia de que se trata de un recurso limitado y finito. Las recientes
sequías y la histórica bajante del río Paraná son una clara muestra de las
dificultades que tendremos que enfrentar en los próximos años. Los grandes
centros urbanos del litoral sufrieron en carne propia una realidad que
enfrentan a diario millones de habitantes de las regiones más áridas del país.
Allí es donde, justamente, el ejemplo israelí puede ser de especial utilidad.
La sinergia entre
los distintos centros de investigación argentinos e israelíes y el intercambio
de experiencias son claves para articular una alianza entre nuestros dos
países, que está llamada a potenciar ambas economías y a la transferencia de
tecnología vinculada al agronegocio y al manejo de los recursos hídricos, entre
muchos otros campos fértiles para una colaboración que sería beneficiosa para
ambos países. La visita a Israel, en abril pasado, de una delegación argentina,
encabezada por el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro y de la que
formaron parte un grupo de gobernadores de distintos signos políticos y
representantes de diez provincias argentinas, permite ser optimistas de cara al
futuro. De esa gira surgió el compromiso de una cooperación con la compañía
nacional de agua israelí, Mekorot, para articular un trabajo en conjunto en el
manejo del agua y desarrollo de áreas de riego en todo el territorio argentino.
Se están dando los
primeros pasos concretos, fruto de una política de Estado de la que participan
gobiernos tanto del oficialismo como de la oposición. Mekorot ya está
trabajando con los equipos técnicos de Mendoza y San Juan en la elaboración de
sendos Planes Maestros para el manejo sustentable de los recursos hídricos en
estas dos provincias cuyanas. Más recientemente, Catamarca, La Rioja y Río
Negro –cuyas autoridades también participaron de la visita a Israel–
suscribieron sus propios convenios con dicha compañía israelí. En la concreción
de estos acuerdos tuvo rol central el Consejo Federal de Inversiones (CFI),
encabezado por Ignacio Lamothe, la Embajada del Estado de Israel en Argentina y
la Embajada de la República Argentina en el Estado de Israel.
No hay tiempo que
perder. Nuestros dos países tienen una complementariedad en sus sistemas
productivos que nos permite pensar en la conformación de una sociedad
estratégica, que redundará en evidentes beneficios comerciales y una mejora en
la calidad de vida de nuestra población. El foco en la agrotecnología puede
seguir profundizándose para convertirse en una plataforma de despegue inusitado
para nuestro país de cara a las próximas décadas. Además, nos permitirá
insertarnos en el mundo de una manera más competitiva, a través del uso
sustentable de nuestros recursos naturales, en línea con una agenda de
desarrollo respetuosa del ecosistema en el que vivimos.
Tengo la profunda
convicción de que lograremos potenciar esta oportunidad única y transformar
esta “llave” en una realidad que redundará en beneficio para la humanidad toda.
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