¿qué se puede aprender de la crisis del
coronavirus?
Gustavo Jorge L.
Motta
General de
División (R) del Ejército Argentino
Infobae, 26-5-21
Una crisis es una
situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o
proceso. Tiene elementos incomprensibles, como la incertidumbre, el orden y el
desorden, lo previsible e imprevisible, la sorpresa y la falta de información.
Todos ellos se cruzan en difusos límites junto a una sensación de pérdida de
control.
El coronavirus
afectó la vida de todos y dejó amigos y conocidos en el camino. Desató una
severa crisis a nivel mundial, regional y nacional que pone a prueba
diariamente a líderes y especialistas de todos los campos, en particular, a
aquellos del área salud, para encontrar lo antes posible las mejores soluciones
ante una sociedad que aguarda expectante y preocupada.
Pero las crisis
también pueden motivar a la reflexión y el aprendizaje, a fin de mejorar la
toma de decisiones, continuar un duro sendero y estar mejor preparados en todos
los ámbitos ante eventos futuros de cualquier naturaleza. ¿Qué cosas se podrían
haber preparado e implementado mejor?, ¿cómo concebir una buena estrategia y
para qué?, ¿cómo mejorar el trabajo integrado y previsor?, ¿con qué medios y
capacidades se podrían contar en forma inmediata?, ¿cómo generar recursos con
valor agregado?, ¿de qué manera se puede usar mejor lo que se dispone? En fin,
hay un sinnúmero de preguntas que se podría hacer para entender el pasado
inmediato y prepararse mejor para el mañana.
Los problemas
actuales son globales, complejos, polifacéticos e inéditos. Exigen actuar
rápido y en forma eficiente porque las sociedades demandan respuestas casi
inmediatas, aún cuando no se posea la cantidad y calidad de los medios
necesarios para hacerlo.
Los tiempos de
crisis pueden determinar cambios significativos en organizaciones y sociedades
enteras. El mundo requiere, en todos los ámbitos, novedosas formas de liderazgo
que, respaldadas por estructuras y procesos de gestión adecuados, desarrollen
estrategias, campañas y operaciones exitosas. Disponer de una actitud positiva
y proactiva en todos los niveles de decisión es inicialmente esencial para
transmitir calma, prudencia y por qué no, fortaleza. Lo que se haga en este
sentido es importante para generar actitudes y conductas imitables.
En estrategia se
debe aprender a pensar con una lógica diferente. El mundo se encuentra en un
punto de inflexión, caracterizado por acelerados cambios tecnológicos, sociales
y políticos que generan complejas interacciones. La supremacía del campo
informativo le agrega dificultad a la toma de decisiones. El estratega se debe
adaptar en forma permanente a estos nuevos entornos, lo cual facilitará
identificar objetivos y fijar líneas de acción claras, priorizar y asignar
mejor recursos nunca suficientes, hacer un seguimiento permanente y comunicar
en forma adecuada.
En general, las
soluciones a los probables escenarios a enfrentar poseen dos dimensiones. Una
de tipo inmediato asociada a las posibles contingencias del más corto plazo; y
otra, que demanda la concepción y diseño de previsiones sólidas y duraderas.
Ambas se conectan estrechamente. Para la primera, se responde con lo que se
dispone en el momento. Para la segunda, se necesita la programación y el
desarrollo de sólidas herramientas en el más largo plazo.
En estrategia no
existen soluciones mágicas ni remedios universales inmediatos. Lo que se usó en
otras geografías es seguramente muy útil y debe ser tenido en cuenta, pero se
circunscribe a precisas circunstancias de tiempo y lugar. Porque los escenarios
son únicos e irrepetibles y las decisiones para enfrentarlos deben adaptarse a
las condiciones particulares.
Los riesgos se
pueden reducir pero nunca desaparecen. Las fallas de previsión aumentan costos
y repotencian o generan nuevos riesgos. Su cálculo permite, además de
minimizarlos, disponer de mejor información, armonizar los medios disponibles y
prever capacidades equilibradas para responder mejor.
En estrategia es
habitual que se deba elegir entre imperativos contradictorios. Concebir una
estrategia amplia y general en los máximos niveles organizacionales ayuda a
encontrar soluciones, priorizar objetivos y ordenar medios, estructuras y
procesos. Favorece la capacidad de respuesta y contribuye a generar espacios de
actuación positivos, facilitando la interacción en todos los ámbitos y
promoviendo una mejor gestión. Pero se debe recordar que no existe la
estrategia perfecta o, incluso, el plan perfecto. Pensar lo contrario es
desconocer la naturaleza misma de la estrategia y la existencia de otros
actores.
En tiempos
normales es menester elaborar e implementar también estrategias derivadas, que
generen capacidades en un triple rol, es decir, de prevención, contención y
respuesta. Ellas pueden ser acompañadas por el desarrollo de eventuales
reservas a aplicar cuando se las necesite. La sustentabilidad de estas
estrategias es proporcional al desarrollo de capacidades. Por esta razón, no
deben estar sujetas a marchas y contramarchas que afectan a toda la cadena
estratégica.
Cuando hay una
crisis, se ponen en evidencia las debilidades y fortalezas de las
organizaciones y estructuras decisionales. Ello facilita identificar las áreas,
procesos y mecanismos de coordinación plausibles de mejora. Las crisis pueden
acelerar cambios que anteriormente se avizoraban más o menos pausados. La
respuesta inmediata en estos casos apela a reducir, lo más pronto posible, la
brecha entre lo planificado y el escenario a enfrentar, tener versatilidad en
los sistemas y dosificar capacidades disponibles.
Las estrategias
para ser creíbles requieren de medios que las respalden y voluntad para
ejecutarlas. Los enredados problemas del siglo XXI demandan una sostenida
inversión para generar recursos humanos, materiales, científicos y técnicos de
calidad y suficientes en aptitud de dar una respuesta más o menos inmediata.
Ellos no constituyen un gasto sino una inversión. Contar con sistemas de
gestión del talento y del conocimiento respalda la generación de valor y además
facilita disponer de personas capaces de enfrentar cualquier desafío.
Ante este tipo de
ambientes inciertos, cobran especial importancia los sistemas basados en la
tecnología de la información. Su real utilidad deriva de la calidad informativa
y de la estrategia seleccionada. Si la estrategia es acertada, el sistema
oficiará como factor multiplicador positivo, pero si es errónea será de muy
poca utilidad o contraproducente.
Obtener libertad
de acción es la clave en cualquier estrategia. Cuanto más grande sea, menor
será la dependencia de otros actores. En el mundo actual, nadie puede ser
totalmente autosuficiente en ningún ámbito y espacio. La aparición de
escenarios competitivos y cooperativos será la norma y se debe estar preparado.
Identificar intereses comunes constituye un acto de voluntad, un arte y una
ciencia. Promueve el logro de consensos y acuerdos de largo plazo que, en
definitiva, apuntan a obtener los fines buscados. El desarrollo de estrategias
cooperativas que evadan en forma inteligente la eventual generación de dependencias
claves es un activo esencial en cualquier estrategia.
En un mundo
globalizado, se presentan nuevos desafíos multidisciplinarios para las
organizaciones e instituciones. Sistematizar el trabajo interagencial, a partir
de la construcción de metodologías y procedimientos comunes de colaboración y
coordinación, es la forma de lograr mejorar procesos y resultados. Las culturas
organizacionales particulares deben propender al trabajo integrado. No se trata
de evitar diferentes perspectivas y visiones, de por sí muy saludables, sino de
lograr una mejor interacción, coordinación e integración. Caso contrario no
existirá la sinergia deseada cuando se la necesita.
A la hora de
enfrentar una crisis prolongada, se pone a prueba la capacidad de resiliencia
de los grupos humanos. Disponer de aptitudes para remontar procesos y
resultados adversos y restablecer el funcionamiento de los sistemas a
condiciones aceptables, es prioritario.
Las crisis
empiezan pero también finalizan. Y para cuando ello ocurra, hay que estar
preparados. Ello supone, además de tener una estrategia de salida que implique
un mejor estado favorable a los propios intereses, anticipar un cambio de
escenario, reorganizarse y poner en marcha nuevos roles, gestiones y procesos.
Adaptarse a los
cambios sin olvidar los valores que indicaron nuestros próceres ayuda a tener
los mejores resultados en función del bien común.
Los jóvenes
líderes del presente siglo necesitan prepararse con una gran vocación de
servicio e inteligencia para actuar exitosamente en escenarios complejos,
ambiguos y poco confortables. Más allá de los conocimientos y experiencias que
vayan adquiriendo, es menester cultivar las virtudes cardinales: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza, para oficiar como personas plenas y verdaderos
pilotos de tormenta.
Mantiene entonces
siempre vigencia, para los hombres y mujeres de la Patria, la frase del General
José de San Martín: “Para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.
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