Un cuento para engatusar a asnos, necios y
cobardes
José Luis Milia
Informador
Público, Abr 24-2022
No nos
confundamos, no es éste el relato de la bète noire de Gevaudan que, según las
crónicas del siglo XVIII se comió a más de doscientas personas en esa comarca
de la Occitaine. No, él cuento de esta presunta Bestia Negra sucedió, hace
cuarenta años, en unas islas del Atlántico Sur, según lo refiere Sir Hugo
Alconothing Moon que es el fabulista de marras y, aunque no se comió a nadie
ahí, algunos de los “algas” que allí vivían le contaron que los mordiscos les
pasaron cerca.
La Bestia Negra de
marras tenía la particularidad de hablar tres idiomas y, según uno de los
“algas” que lo trató, tenía una sólida formación académica. Había llegado a las
islas como traductor; esa era su sola y única misión, lo de la policía militar
y el contraespionaje es una leyenda acuñada por los “algas” para asustar a sus
hijos indóciles o hacerse pagar terapias por stress post traumático; en verdad,
quienes se encargaban de esos menesteres eran otros; aun así, su aspecto-
siempre según lo que los “algas” le contaron a Sir Hugo -era aterrador. Exigía
comida, pateaba puertas y en sus momentos de furia expresaba que lo mejor que
se podía hacer con los “algas”… era un puré de algas.
Hasta allí la fábula, vamos a los hechos de un artículo espurio y falaz. Quien es apodado la bestia Negra -hoy sin posibilidad de defenderse pues murió hace veintidós años- era el Mayor del Ejército Argentino Douglas Patrick Dowling.
Quienes cuentan
sus “peripecias”- fusiles en la cara de una niña, trompadas en el estómago de
un “tranquilo habitante” que hablaba permanentemente por radio con la flota
inglesa y se comidió a llevar el mensaje de rendición enviado por el jefe inglés,
más otros tantos que disponían de radios y se comunicaban cotidianamente con el
enemigo, “vuelos de la muerte” como si al Ejército le sobrara combustible- son
los habitantes de Malvinas; quien le pone letra, agregando lo único que es
verdad en el artículo, un lúgubre paisaje de guerra, es el periodista
“argentino” Hugo Alconada Mon.
No cabía esperar
otra cosa de él, desde hace dos mil años siempre hay treinta denarios de plata
para pagar traidores. En un artículo anterior se esforzó en mostrar a los jefes
militares argentinos, en plena guerra, como unos coimeros, pero al escriba lo
ganó un medroso silencio cuando el coronel Florencio Olmos- que había prestado
servicios en el Estado Mayor Conjunto en 1982- lo conminó a dar precisiones y
nombres al respecto.
Todos los
artículos que Alconada Mon ha escrito para “recordar” el cuadragésimo
aniversario de la batalla de Malvinas- la batalla porque la guerra no ha
terminado- rezuman una baba desmalvinizante que, si bien es acorde con la
política de desarme e indefensión que la Argentina ha llevado desde 1983 es en
el fondo, y esto es lo miserable de sus escritos, una negación de la gesta, una
ofensa a los caídos y un desprecio a los veteranos y a todos los que llevamos a
Malvinas clavada en el alma.
Quizás Alconada
Mon haya escrito esta saga lamentable esperando que un nuevo premio
internacional llegue a sus vitrinas, quizás lo hizo porque deba pagar alguna
membresía internacional de “periodistas detectives”, o quizás, porque la
admiración que siente por otro Judas, el “perro” Verbitsky, lo haya llevado a
eso. La verdad está en su conciencia y solo él la conoce, pero debería tener
muy presente la frase del procónsul Quinto Servilio Cepión ciento setenta y
cinco años antes de que los treinta denarios se pusieran de moda: “Roma no paga
traidores”.
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