sábado, 9 de abril de 2022

LA CONTRADICCIÓN


de autopercibirse “malvinero” y dejar morir en prisión al jefe de la Operación Rosario


Ricardo Romano


Infobae, 9-4-2022

 

El divorcio entre pensamiento y acción, entre discurso y gestión, suele alcanzar niveles de “excelencia” entre nuestros políticos. Malvinas, lejos de ser la excepción, fue y es oportunidad de lucimiento en el arte de la hipocresía.

 

Así como son capaces de condenar el Golpe de Estado de 1976 sin mencionar a la presidente depuesta, hoy se autoperciben malvinizadores los mismos que dejaron morir en prisión al jefe de la Operación Rosario.

 

El contraalmirante Carlos Büsser (1928-2012) encabezó el desembarco en Malvinas el 2 de abril de 1982, operativo que se desarrolló sin una sola baja civil ni de la guarnición de las islas, pero en el que sí cayó el capitán Pedro Giacchino, otra víctima de la administración “malvinera” que quiso borrar su nombre de todos los sitios que lo honran.

 

En su arenga a los hombres que integraban la Operación Rosario, Büsser dijo: “Soy el Comandante de la Fuerza de Desembarco, integrada por los efectivos de la Infantería de Marina y del Ejército Argentino (...). Nuestra misión es la de desembarcar en las Islas Malvinas y desalojar a las fuerzas militares y a las autoridades británicas que se encuentran en ellas. (...) El destino ha querido que seamos nosotros los encargados de reparar estos casi 150 años de usurpación (...). Serán duros con el enemigo pero corteses, respetuosos y amables con la población de nuestro territorio, a la que debemos proteger. (...) No dudo que el coraje, el honor y la capacitación de todos ustedes nos darán la victoria. (...) Que Dios los proteja. Ahora digan conmigo: ¡Viva la Patria!”

 

“Los peronistas no podemos por origen, por historia, ser antimilitares”, dijo Cristina Kirchner en el acto en el que el Congreso homenajeó a algunos veteranos de Malvinas, el pasado 2 de abril.

 

Tiene razón, pero si hubo una gestión antimilitar en este país fue precisamente la larga década kirchnerista (2003-2015). En 2009, el contralmirante Carlos Büsser fue arrestado en el marco de la sobreactuación en materia de derechos humanos, pose hipócrita por excelencia de políticos que vieron en ese juicio al pasado un camino fácil -aunque no gratuito para el país- para reclutar adhesiones.

 

Quizás algún resabio de conciencia nacional le ahorró a Büsser la cárcel y su arresto fue solo domiciliario. Finalmente el destino le evitó la humillación de una condena: murió de un infarto el 29 de septiembre de 2012.

 

La misma gestión que hoy pretende no haber sido antimilitar eligió, entre todos los centros y asociaciones de veteranos existentes en el país, privilegiar a uno que se dedica a desprestigiar a los militares que actuaron en las islas en vez de denunciar la ocupación colonial y los crímenes de guerra -confesos- de Margaret Thatcher.

 

El hundimiento del Belgrano. Crimen de guerra -confeso- de Margaret Los británicos, servidos; no necesitan gastar energía de más en descalificar a la Argentina porque tienen quien lo haga por ellos desde acá. Los veteranos preferidos del kirchnerismo han llegado incluso a proponer la deconstrucción de los estereotipos del héroe por estar “fundados en la lógica del patriarcado, dentro de un pacto extremadamente machista…”

 

Se autoperciben malvineros quienes, en vez de potenciar y defender lo que nos une como argentinos de cara al mundo, optan por desconocerlo o, peor aun, por permitir que sea usado para dividirnos. Hace tiempo han invertido la máxima de Perón, “primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres”.

 

EL MENSAJE TRASCENDENTAL DE DARWIN

 

En años recientes, el cementerio argentino de Darwin ha sido noticia a raíz de la puesta en marcha, a fines de 2016, del Plan Proyecto Humanitario Malvinas para la identificación de los caídos en el conflicto de 1982.

 

Sin embargo, hay un dato que no ha sido resaltado: el contraste entre el sitio que alberga las tumbas de nuestros soldados y el cementerio de los caídos británicos.

 

El llamado Cementerio Militar de Playa Azul, ubicado en las afueras de San Carlos en la isla Soledad, alberga las tumbas de apenas 14 de los 255 británicos que murieron en la guerra de Malvinas. En Darwin, están sepultados 246 argentinos en 237 tumbas.

 

El motivo de este contraste es sencillo y profundo a la vez: apenas concluida la guerra, los militares argentinos desoyeron los pedidos británicos, formulados en varias oportunidades, de trasladar los cuerpos de los caídos en Malvinas al continente. El argumento fue que no cabía repatriar a esos combatientes porque descansaban en suelo argentino.

 

Esta decisión tuvo un significado casi metafísico en la reafirmación de nuestra soberanía sobre las islas.

 

El Reino Unido sí se llevó a sus muertos confirmando que son una fuerza de ocupación; para ellos Malvinas no es tierra patria. La mayoría de los británicos no tenía siquiera noción de la existencia de esas islas. Heroísmo aparte, vinieron a defender una usurpación colonial.

 

Aquella decisión inicial de los militares sobre el destino de los muertos tuvo y tiene efectos muchos más “malvinizadores” que todos los discursos huecos de los políticos. El cementerio de Darwin fue declarado por ley de nuestro Congreso “lugar histórico nacional”. Y es un sitio de peregrinaje para los familiares de los caídos y para todo argentino que viaja a Malvinas.

 

No solo eso. También habilita el homenaje del adversario a nuestros soldados. En la posguerra, Darwin ha sido visitado por varios ministros británicos y por dos de los hijos de la Reina Isabel, Andrew, veterano de la misma guerra, y Edward, entre otras personalidades.

 

La inquebrantable decisión inicial de los militares respecto de los caídos en la guerra ha sido compartida por la casi totalidad de los familiares, lo que subraya hasta qué punto Malvinas es una causa que nos une. Los políticos deberían destacar y honrar esa unión de los argentinos, en vez de poner sus intereses personales, o los de su facción, por delante de la Patria.

 

El 7 de abril pasado, murió el gran pianista argentino Miguel Ángel Estrella. Cuando estalló la guerra de Malvinas, este artista tucumano estaba exiliado en Francia, país donde gozaba de un inmenso y merecido prestigio. Acostumbrados a ver a la colonia argentina de exiliados denunciar constantemente las violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo en el país, los franceses se desconcertaron cuando ningún argentino condenó el desembarco en las islas. Un programa de televisión invitó a Estrella para debatir el tema. Le preguntaron, le repreguntaron, le objetaron y hasta lo increparon…. ¡cómo podía defender a los que lo habían torturado y encarcelado…!!!

 

Estrella no se movió un milímetro de su posición. Y tenía mucho para perder. Pero no vaciló en poner en juego su prestigio internacional en defensa de la verdad.

 

Como también lo es todo aquel capaz de “regalar” esa causa a un usurpador por trepar políticamente, como se lo hemos visto hacer a varios conspicuos opositores y a otros que hoy son “falklanizadores”. Desconocer Malvinas es matar dos veces a los que dieron su vida por defenderlas.

 

Como Miguel Ángel Estrella, deberían entender que no importan las razones de la dictadura, pues cuando suena el primer tiro somos ante todo argentinos.

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