viernes, 29 de abril de 2022

REFLEXIONES

 


sobre maniobras de 'Falsa Bandera' y otras fábulas


Cuando el repaso de probables atrocidades es la continuación de la guerra, por otros medios.

 

Philip Giraldi *


El Ojo Digital, 26 de Abril de 2022

 

En apariencia, el hombre a quien el mandatario estadounidense Joe Biden ha llamado 'matón', 'asesino' y 'criminal de guerra', ahora es acusado de perpetrar un 'genocidio' y, de acuerdo a William Burns, Director de la CIA, podría encontrarse hoy en estado de 'desesperación' de cara a su aparentemente guerra en parálisis, contemplando el líder ruso el empleo de armas nucleares tácticas. Mientras tanto, en el Pentágono, en sintonía con el mayor presupuesto de 'Defensa' de la historia desde Vietnam, el General Mark Milley -titular del Estado Mayor Conjunto- aconseja hoy que la guerra que dio inicio en Ucrania demandará la construcción de aún más bases militares americanas en Europa, a efectos de enfrentar a Putin.

 

Aún no está claro quién exactamente en la pandilla de Estados paria que rodea a Biden es el mayor responsable por el festival de retórica e hipérbole, aunque uno podría suponer que, de hecho, se asiste a un esfuerzo grupal liderado por un coro de disminuídos mentales, la mayoría de los cuales son herederos de la beatificada Administración Obama. Sólo falta Hillary Rodham. Pero, en simultáneo, uno debería preguntarse cómo se llevaría a cabo un también fallido Plan B para deponer a Putin. Después de todo, siendo que Rusia es una nación de peso con capacidad para lanzar misiles desde tierra y desde submarinos y, con ello, destruir a los Estados Unidos, debería existir algún tipo de dialogo con el Kremlin, luego de que el fiasco de Ucrania llegue a su fin. Calificar como criminales y genocidas a líderes de Estado no es el modo ideal para restaurar un nivel satisfactorio de respeto recíproco que, eventualmente, habilite para conversar sobre cuestiones de importancia -como es el caso de guerra y paz.

 

Volodymyr Zelensky, el presidente ucraniano, está siendo dirigido por sus regentes conservadores; a criterio de presionar los botones correctos y, luego, de apelar a la simpatía internacional en favor de su país. Ha sido notoriamente exitoso al momento de alarmar frente a la amenaza rusa, al tiempo que exigía más y mejores armas. Dos expresiones que han emergido recientemente, que tienen por meta el oscurecer la figura de Putin, se centran en la preocupación de que los rusos puedan recurrir a los que se conoce como engaño de 'Falsa Bandera', o bien emplear armamento químico, acaso contra sí mismos, para justificar una invasión más amplia. En efecto, ambos métodos pueden ser utilizados en simultáneo. En esencia, una operación del tipo 'False Flag' involucra el accionar de un atacante o contacto que represente a algo ajeno a la propia agenda, en un esfuerzo por engañar al objetivo. Extensivamente, las maniobras de esta categoría han sido empleadas en operaciones de inteligencia y también en operaciones militares, con la idea de disimular la responsabilidad frente a un acto de guerra.

 

En mi propia experiencia como oficial de operaciones de la CIA, en una oportunidad 'desarrollé' un vínculo con un oficial de inteligencia libio, utilizando por mi parte una falsa identidad de hombre de negocios italiano. El ciudadano libio se mostró predispuesto a compartir información con un italiano, aunque hubiese puesto pies en polvorosa rápidamente si su interlocutor hubiese sido un estadounidense. Hace no mucho tiempo, Libia era una colonia de Italia, y mi contacto se pronunciaba en un italiano más que aceptable. La descripción remite a una operación de 'Falsa Bandera', ejecutada con la intención de realizar acciones de espionaje sobre un objetivo extranjero.

 

Un ejemplo reciente de lo que podría considerarse como una operación de 'Falsa Bandera', aunque con consecuencias más letales, tuvo lugar cuando el presidente Donald Trump atacó una base aérea siria con 59 misiles crucero, ante un casi seguramente fabricado informe de inteligencia que rezaba que el ejército del mandatario sirio Basher al-Assad había utilizado armas químicas en un ataque contra Khan Shaykhun, en 2017. Acto seguido, investigadores independientes determinaron que los terroristas antigobierno que en ese momento ocupaban la ciudad habían sido quienes escenificaron el supuesto ataque, deliberadamente organizando la maniobra y responsabilizando al gobierno sirio; todo ello, con el fin de provocar una réplica estadounidense. La misma tuvo lugar, con Trump respondiendo a los titulares de los medios de comunicación, y sin que nadie se preocupara por revisar efectivamente el nivel de confiabilidad de las fuentes de inteligencia empleadas previo a sancionar el bombardeo. Por fortuna, la evidencia en torno del asunto, que indicaba que el ataque primigenio fue confeccionado por aliados del Estado Islámico en Siria (ISIS) emergió velozmente y, en consecuencia, no se registraron nuevos ataques estadounidenses.

 

Las recientes recriminaciones contra Putin involucraron la supuesta masacre rusa de, posiblemente, centenares de civiles en Bucha, así como también el asesinato de más de cincuenta civiles en la estación de trenes de Kramatorsk, el 8 de abril; evento éste que casi de inmediato provocó sospechas en relación a una probable 'False Flag'. Si hemos de evaluar el motivo, lo cierto es que no tenía sentido que Rusia masacrara civiles, ni que atacara a un nodo de transporte -objetivo no militar-; evento que hubiese podido dar lugar a una alta cifra de bajas, motivando ello al incremento de la presión desde OTAN y los Estados Unidos sobre Moscú y sus tropas, y lo propio con la opinión internacional frente a Putin. En tal sentido, rápidamente la anunciada masacre y el ataque posterior fueron adjudicados a Rusia, por parte de medios de comunicación hostiles.

 

Sin embargo, es ahí cuando los relatos comienzan a perder empuje. Los soldados rusos abandonaron la localidad de Bucha el 30 de marzo. Dos días después, Bucha fue ocupada por la Brigada Azov, del ejército ucraniano, con el objetivo de eliminar a los 'traidores'. La Brigada Azov ha sido descrita, plausiblemente, como nacionalista extremista, e incluso como neonazi. Entre el 2 y el 3 de abril, se publicó el primer vídeo que exhibió a personas sin vida en las calles de Bucha, muchas de ellas portando bandas blancas en los brazos, presuntamente utilizadas para señalar a las fuerzas rusas en retirada que esos habitantes eran 'amistosos'. 'Occidente' y funcionarios ucranianos velozmente declararon que aquellas muertes revelaban las 'atrocidades rusas'.

 

Según se informó, activos de Azov le disparaban a personas que 'abandonaban' las zonas de combate debido a su condición de 'traidores', en tanto arengaron a no rendirse y a no colaborar con los rusos. Creíblemente, Azov fue acreditado como responsable por atrocidades de guerra perpetradas contra ciudadanos de etnia rusa en el pasado. Retomando la cuestión del motivo, definitivamente podía vincularse al interés ucraniano el asesinar a un par de centenares de sus propios civiles, para eventualmente demonizar a Putin y convocar a una intervención militar directa desde Occidente; precisamente, lo que Zelensky y sus consejeros neoconservadores están intentando hacer hoy mismo. De tal suerte que, ¿puede hablarse de una operación 'False Flag' aquí, en la que soldados ucranianos atacaron deliberadamente a ciudadanos ucranianos, para que esos asesinatos pudieran ser adjudicados a Rusia?

 

Adicionalmente, resultó ser que el misil utilizado contra la estación de trenes de Kramatorsk fue del tipo hallado normalemente en el arsenal ucraniano -no el ruso. Un informe en vídeo, emitido por el canal italiano LA7, fue grabado por uno de sus equipos desplegados en Ucrania. Eran uno de seis equipos de periodistas occidentales llegados al supuesto sitio del bombardeo en Kramatorsk. Al momento del ataque, numerosos ciudadanos ucranianos estaban abandonando la ciudad, debido a la proximidad de los combates entre fuerzas ucranianas y rusas. Kramatorsk funge como asentamiento temporario de la administración de la región de Donetsk, puesto que la ciudad de Donetsk está en manos de milicianos del Donbas -afiliados a Rusia-, y porque no está bajo el control de las autoridades ucranianas con base en Kiev.

 

El clip italiano muestra tomas cercanas de los restos del proyectil que golpeó al edificio, lo cual revela que el número de serie cuaja con el vehículo Tochka-U para lanzamiento de misiles balísticos, el cual Kiev afirmó que era ruso; pero más probablemente es ucraniano. El número de serie del misil se ve con claridad (aparece como Φ91579) y, en comparación, aunque ha sido realizada por técnicos rusos, resulta evidente que el misil pertenece a la misma serie de armamento que fue disparado contra objetivos en las regiones del Donbás, que buscan unirse a Rusia. Han sido empleadas ontra 'Khartszsk el 4 de septiembre de 2014 (número de serie del cohete: ‘Φ15622’) y contra Tshevsky el 2 de febrero de 2015 (número del cohete: ‘Φ91565’), contra Lugvinova el 13 de febrero de 2015 (misiles número ‘Φ91566, Φ915527, Φ915328’), contra Perdiansk el 19 de marzo de 2022 (cohete número ‘Φ915611’), y contra Militobol el 17 de marzo de 2022 (cohete número ‘Φ915516’).' Más aún, el misil de referencia se incluye, de acuerdo al Kremlin, en el inventario de armamento ucraniano, y ya es considerado como obsoleto por los militares en Moscú.

 

No obstante, cabe pensar un poco más allá del asunto. Si los rusos realmente hubiesen deseado culpar a los ucranianos por asesinar a otros ucranianos, ¿qué mejor manera de hacerlo que falseando un lanzamiento de misiles que no se encuentren en uso operacional en el Ejército Ucraniano? Existe lo que se ha calificado como informes de testigos que hablan de tropas rusas empleando el Tochka en suelo ucraniano, pero lo cierto es que esos informes provienen de fuentes controladas por Ucrania; sin embargo, rara vez el Kremlin ha desplegado Tochkas en sus arsenales, aún cuando no sirvan ya para su empleo en líneas del frente. Y los números de serie, pintados sobre etiquetas que parecen haber sido pegadas una sobre otra, pueden ser modificados.

 

El problema fundamental aquí no es el probable empleo de una false flag en lo que ya constituye una guerra entre dos Estados vecinos. Este tipo de operaciones son esperables, cuando se vuelven convenientes para uno u otro lado. La complicación reside en que la información autenticable en torno de lo que en realidad sucede es escasa, y en el hecho de que ambas partes mienten y enloqueciendo a efectos de convencer a una audiencia internacional y a sus respectivas ciudadanías de una 'verdad' que en realidad se aproxima más a la ficción. Conforme ya se ha visto, la primera víctima en cualquier conflicto bélico es la verdad.

 

Así es que, olvidémonos por un momento de las false flags y de otras conveniencias tácticas, así como también de las mentiras que se originan en Washington y en la Europa Occidental. Lo triste es que el foco sobre las posibles atrocidades ha revertido lo que los Estados Unidos y Occidente deberían estar haciendo, esto es, crear un ambiente en el que pueda propiciarse un cese al fuego que conduzca a negociaciones genuinas; lo cual redunde en un escenario de status quo aceptable tanto para Rusia como para Ucrania. En lugar de ello, Washington y sus aliados parecen mostrarse más predispuestos a canalizar más armamento hacia territorio ucraniano, basándose en cuestionables informes sobre pretendidos crímenes de guerra rusos -garantía de que los combates continuarán por muchos meses más, sino acaso por más tiempo.

 

Obsérvese, por ejemplo, la narrativa promocionada por el notorio y retirado Coronel del Ejército de los EE.UU., Alexander Vindman, ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional y nacido en Ucrania, al tiempo que funge como destacado simpatizante de la guerra versus Rusia. El funcionario argumenta, basándose en los supuestos crímenes de guerra rusos, que, 'a pesar de lo que personas como Tucker Carlson dicen, lo cierto es que no hay dos caras del relato en torno de la guerra de Rusia contra Ucrania. ES un relato sobre el bien y el mal. Todo lo que Usted debe hacer es mirar a la masacre de civiles en Bucha, el ataque con un misil contra la estación de trenes de Kramatorsk, o mirar las incontables atrocidades perpetradas por fuerzas rusas a lo largo de Ucrania, para verlo todo con más claridad'.

 

El pensamiento de Vindman proviene del librillo neoconservador, que versa sobre el rol adecuado de los Estados Unidos como potencia suprema en el concierto mundial, sin que Washington sea jamás tomado como responsable por sus acciones. Fácilmente, lo apuntado por Vindman puede ser descartado, como otro relato partidista acompañado de medias verdades, y que sólo tiene por objeto denigrar a Rusia. Lo que sea que uno sienta respeto de la 'valiente y pequeña Ucrania' que hoy hace frente al oso ruso, sumado ello a la decisión de envolverse en la bandera ucraniana, nada tiene para ofrecer en materia de raciocinio: los Estados Unidos no tienen interés genuino alguno en involucrarse en esta guerra, que ciertamente puede terminar mal para todos los involucrados. Infortunadamente, Vindman no es la única figura pública atrapada en la misma visión estrecha.

 

* Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.

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