La "dama" con mancha y tacha
POR GABRIEL
CAMILLI *
La Prensa,
2.05.2022
Hace exactamente
cuarenta años, la heroica tripulación del ARA General Belgrano se enfrentaba al
fatídico destino al que fue condenado por un artero e ignominioso ataque
perpetrado por un submarino británico. El infausto episodio echaba por tierra
el proceso de negociación que se encontraba en marcha y que buscaba evitar la
conflagración.
De esta forma, en
cumplimiento de una canallesca orden impartida por la Sra. Thatcher, nuestro
Crucero fue torpedeado fuera de la zona de exclusión que la propia Gran Bretaña
había instaurado. En cuestión de minutos, su tripulación se hallaba ante una
escena dantesca, su buque se precipitaba de modo inexorable al fondo del mar y
los supervivientes se enfrentaron a una desesperante, incierta y dolorosa
agonía, a bordo de pequeñas balsas debieron soportar las rigurosas y heladas
aguas del Atlántico Sur. La asistencia y el rescate británico brillaron por su
ausencia.
Para conseguir
este objetivo, la "dama de hierro", como la denomina el ambiente pro
británico y desmalvinizador, en una suerte de sutil halago a quien se esfuerzan
por presentar como paradigma de estadista de firmes decisiones, dejaba de lado
el honor militar británico y las reglas del buen combate, para sustituirlas por
el deshonesto y frío cálculo del mercenario.
Sabemos muy bien
que en la guerra no hay excusas y que como generalmente se dice, la primera
baja es la verdad. Por esta razón, no esgrimiremos aquí el papel de ingenuas
víctimas, sino que por el contrario, asumiremos la cruenta realidad de la
guerra, sin quejas fútiles y lloriqueos. Sin embargo, esto no significa que la
guerra sea un enfrentamiento entre bandas criminales y que en su desarrollo
deban adoptarse estrategias sin ninguna dosis de honor o caballerosidad, en las
cuales se echan por la borda los más elementales principios de humanidad y
civilidad. Los hombres de armas, estamos convencidos que los ejércitos
regulares y profesionales deben limitar sus operaciones a ciertas pautas de
humanidad, cordura y honor militar que resultan insoslayables para todo
profesional de la guerra.
Pensemos por un
momento que hubiese dicho Gran Bretaña y la prensa mundial, si aquel 2 de
abril, en lugar de recuperar Puerto Argentino mediante una operación
escrupulosamente diseñada y brillantemente ejecutada, a fin de preservar los
intereses de los isleños, aún a costa de la vida de nuestros mejores hombres,
lo que a la postre significó la dolorosa perdida de nuestro Capitán Giachino,
si en vez de ello, hubiéramos bombardeado sin miramientos el cuartel de los
Royal Marines, la casa del gobernador y otros centros de interés en las Islas,
dejando de lado los principios humanitarios y el honor militar, desarticulando
inmediatamente toda posible respuesta británica y a consecuencia de ello
hubiesen perecido algunas decenas de ingleses. Pensémoslo sólo por un momento e
imaginemos la catarata de duras críticas y severos juicios que hubiéramos
tenido que soportar. El escándalo hubiese sido mayúsculo y la anatema hubiera
sido lanzada sobre los "bárbaros y salvajes argentinos". Sin ningún
género de dudas, si la Argentina hubiese dado una orden de este tipo, Gran Bretaña
hubiera protestado feroz y descomunalmente en todos los foros internacionales y
hasta el día de hoy seríamos blanco de durísimas acusaciones. Pero como al
hundimiento del Belgrano lo pergeñó "la dama de hierro", el primer
mundo interpretó que no se trató de un crimen de guerra, ni de una operación al
margen de la ética militar. Es la regla de "las dos varas y las dos
medidas", frecuentemente utilizada por el cinismo británico.
Los medios pro
británicos y desmalvinizadores que, seguramente acicateados por jugosos favores
y prebendas, se prostituyen a favor del interés británico, sólo se hacen eco de
las "desquiciadas" decisiones de los argentinos o de las
"sádicas" prácticas de oficiales descriptos como "bestias".
Pero no los consterna ni los conmueve, la orden inescrupulosa e inmoral que ha
sido causa eficiente de la despiadada muerte a la que tuvieron que enfrentarse
los trescientos veintitrés camaradas del Belgrano. Esta afirmación cobra aún
más fuerza, si tenemos en cuenta que previo al hundimiento, se había puesto en
marcha un proceso de negociación para morigerar la crisis y evitar la guerra.
Esto implica que fueron muertes evitables y, por otro lado, que la Sra.
Thatcher fue quien preconizó, apresuró y deliberadamente buscó el
enfrentamiento, el ataque y consiguiente muerte de nuestros compatriotas.
Quería sangre y no importaba si los procedimientos eran deshonrosos, inmorales
y reñidos con el profesionalismo castrense.
Sin lugar a dudas,
se trató de una de las acciones más infames de las que se tenga registro en los
anales de la historia militar.
Como argentinos,
tenemos una tarea irrenunciable que debemos llevar adelante, esta tarea
consiste en preservar, custodiar y enaltecer el enorme patrimonio espiritual,
patriótico e histórico que representa la gloriosa Gesta de Malvinas. Es
vergonzoso y condenable que en muchas ocasiones, con una insolencia supina y
una desagradable mala fe, personajes sórdidos de la más baja laya, ataquen la
memoria de la Gesta y agravien a nuestros Veteranos de Guerra.
Por nuestra parte,
con el corazón colmado de orgullo y con un altivo sentimiento de admiración y
cálido recuerdo, decidimos homenajear el sacrificio, la abnegación y el
heroísmo de nuestros compatriotas caídos en las gélidas aguas del Atlántico
Sur, aquel 2 de mayo de 1982. Ellos honraron lo que alguna vez juramentaron
frente a nuestra bandera: defender la Patria hasta perder la vida. Aquellos
trescientos veintitrés bravos soldados-marinos, de nuestra Marina de Guerra,
enfrentaron un dramático desenlace con la entereza y bizarría que caracteriza
al soldado argentino y como dignos herederos del Almirante Guillermo Brown, sus
nombres se hallan inscriptos en el bronce de la gloria. ¡Hoy más que nunca,
digamos gloria y honor a los héroes del ARA General Belgrano!
* Cnl My (R).
Director de Elevan (Estudios y Legado en Valores Nacionales)
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