determina el nivel
de vida de los países
Agustín Etchebarne
Director General de Libertad y Progreso*
mayo 31, 2022
Aunque no coincidimos con la orientación de esta institución, publicamos el artículo como disparador de un debate necesario en la Argentina.
El debate sobre
las causas de la declinación argentina es interminable. Una hipótesis posible
es que las instituciones que regulan la toma de decisiones son cruciales para
generar los incentivos adecuados para que un país crezca y se desarrolle de
manera equilibrada. Hay dos tipos de decisiones que tomamos diariamente. Las
que son libres y voluntarias pero requieren que se respete la vida, la libertad
y la propiedad privada de las personas son las que llamamos instituciones del
mercado. Luego están aquellas que son reguladas por el Estado a través de
normas o leyes que son forzadas por el poder de coacción o amenaza de coacción
estatal, por ejemplo impuestos, contribuciones y normas de todo tipo.
La Constitución de
1853 estableció un sistema de gobierno con pesos y contrapesos que permitieron
mayormente restringir la coacción del Estado a normas que aseguraban las
libertades de los individuos. Es decir, la actividad del Estado, las leyes y
regulaciones estaban en general dirigidas a garantizar la vida, la libertad y
la propiedad de cada individuo, asegurando la igualdad de todos los habitantes
de la Argentina sin distinguir entre extranjeros o nativos, y sin ningún tipo
de prerrogativas de sangre, títulos de nobleza o privilegios. Las nuevas ideas
de los revolucionarios de 1810 avanzaron a los tumbos hasta que quedó firme la
Constitución en 1860. A partir de allí, tuvo un vertiginoso éxito, en especial
desde la crisis de 1890 hasta la Primera Guerra Mundial. El libre comercio nos
colocó entre los primeros lugares del mundo con un agro inigualable y una
industria incipiente pero pujante y un envidiable nivel de educación y progreso
de la población.
Pero las
instituciones comenzaron a deteriorarse de manera un tanto temprana. Tal vez,
todo empezó con la reforma en la educación de Ramos Mejía, que sustituyó la
pedagogía de “educar al soberano” en sus derechos por la de educar al habitante
sobre la soberanía nacional y la argentinidad. Esto permitió ir mitigando las
ideas de la libertad.
La Corte Suprema
pareció ir en sintonía olvidando su rol de custodio de la Constitución y
comenzó a admitir todo tipo de leyes que restringen las libertades individuales
emitidas por el Congreso Nacional. En 1922 respaldó la ley que congelaba el
precio de los alquileres y avanzaba sobre el derecho de propiedad. En 1927
estableció la Doctrina de Facto, por la cual se aceptaron impuestos
inconstitucionales, y más tarde aceptó el gobierno surgido por el golpe de
Estado de 1930.
Ya durante la
crisis de esa década se agregó la Doctrina de la Emergencia y desde entonces la
Argentina anda de facto y en emergencia y la Constitución pasó a ser un
documento muerto. Perón la reemplaza por completo y, si bien es restablecida
luego por la Revolución Libertadora, se le agrega el famoso art. 14 bis, con
derechos de la Carta del Lavoro, violando el reaseguro contra el socialismo que
había explicado Alberdi en su “Sistema económico y rentístico”. Se agrava más
el asunto con la reforma de 1994, donde por un pacto espurio entre Menem y
Alfonsín se la modifica con el solo objeto de favorecer a la clase política por
apetitos personales. La Constitución pierde el interés por la igualdad y se
reinstalan las prerrogativas de sangre y los privilegios para los “pueblos
originarios” entre otros desatinos.
Hasta aquí es
materia de un debate interminable, pero Martín Krause, consejero académico de
Libertad y Progreso, elaboró un índice que intenta resumir la calidad de las
instituciones. Se compone de dos subíndices, el primero hace un promedio simple
de cuatro indicadores que miden las instituciones políticas; y el segundo es un
promedio simple de otros cuatro indicadores que miden las instituciones de
mercado: Rule of law (respeto a la ley, elaborado por el Banco Mundial); Voz y
rendición de cuentas (también del Banco Mundial), hasta 2017 se usó Libertad de
prensa (de Freedom House), que fue discontinuado; Libertad de prensa (de
Reporters Sans Fronteres); Percepción de la corrupción (de Transparencia
Internacional), Libertad económica (de Heritage Foundation), Libertad económica
(de Fraser Institute); Haciendo 42 negocios del Banco Mundial Índice de
Competitividad Global del Banco Mundial (discontinuado en 2020); Índice de
Competitividad Global del Índice International de Derechos de Propiedad (IPRI).
El promedio simple
de todos estos indicadores es una manera fácil y representativa que nos permite
ver si estamos mejorando o empeorando. El resultado nos permite mostrar la
tremenda declinación institucional de la Argentina. Nos encontramos en la
segunda mitad de la tabla, en el puesto 116 sobre 184 países relevados. Si
abrimos los indicadores, veremos que luego de estar entre los primeros diez
niveles mundiales en el mejor momento de la década del 90, caímos en
instituciones políticas al puesto 76 (hay 75 países en mejor posición), aunque
todavía tenemos una democracia electoral. Mucho peor estamos en las
instituciones de mercado dado que la intervención estatal es exagerada, las 70
mil regulaciones impiden o complican la libre cooperación entre las personas y
los impuestos y contribuciones son completamente exagerados, por eso no extraña
que nos encontramos en el puesto 142. No estamos entre los países libres, ni
moderadamente libres, ni siquiera entre los “moderadamente reprimidos”;
Argentina se encuentra en el lote de los países más reprimidos del globo.
En libertades
económicas nos encontramos en el puesto 27º entre 32 países de América. Las
principales deficiencias se encuentran en la inseguridad sobre el derecho de
propiedad; el elevado nivel de gasto público ineficiente y la indisciplina
fiscal, que hace temer reiteradas y creativas confiscaciones; la carencia de
libertad de moneda, que se es usada como mecanismo de saqueo al sector
productivo; los permanentes impuestos transitorios, que se aprueban en una
emergencia que no cesa; los controles de precios; las leyes de alquileres y de
góndolas; un mercado laboral afectado por exceso de regulaciones y juicios. Y
finalmente las restricciones al libre comercio internacional en la forma de un
arancel externo promedio del 12,2% (frente al 2% de EE.UU. o el 1,5% de Canadá)
y más de 145 restricciones paraarancelarias.
Este diagnóstico
tiene que ser parte esencial del debate político para comprender la necesidad
de las profundas reformas estructurales que deberá llevar a cabo el próximo
gobierno. El premio de hacer reformas como las que encararon hace cuatro
décadas países como Irlanda o Nueva Zelanda sería multiplicar por cuatro
nuestros salarios promedio de la economía y reducir sustancialmente la pobreza.
Valdrá la pena enfrentar todos los obstáculos que se presenten.
*Economista
especializado en Desarrollo Económico, Marketing Estratégico y Mercados
Internacionales. Profesor en la Universidad de Belgrano. Miembro de la Red
Liberal de América Latina (RELIAL) y Miembro del Instituto de Ética y Economía
Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario