criticó el uso político del 24 de marzo y
habló de los 30.000 desaparecidos
Facundo Chaves
Infobae, 24 de
Marzo de 2023
Graciela Fernández
Meijide recibió a Infobae en su casa, con la hospitalidad y sencillez de
siempre. Pasaron más de dos décadas que este cronista la entrevistó por primera
vez. La cita gardeliana tuvo una contundencia inapelable: 20 años no es nada.
En su casa del barrio porteño de Belgrano, aceptó una entrevista que le exigió
a sus 92 años más de lo aconsejable.
Con lucidez y
agudeza, habló del 24 de Marzo, del Día de la Memoria, de su lucha por
encontrar a Pablo -su hijo arrebatado una noche de 1976 por la dictadura, con
sólo 17 años- pero no rehuyó la actualidad y señaló lo que, a su entender, son
desvíos de una lucha, sobre todo, ética y profundamente humanista: la pelea por
justicia.
No dudó en
subrayar que el alineamiento con el kirchnerismo de Abuelas y Madres de Plaza
de Mayo y de otros organismos de derechos humanos pudieron desperfilar su
naturaleza independiente, ajena a todo gobierno. Y que ese extravío terminó
siendo instrumentalizado en términos políticos. Como en los actos de hoy, donde
se entremezcló las reivindicaciones por Memoria, Verdad y Justicia, con la
supuesta “proscripción” de Cristina Kirchner.
“Fueran 30.000,
fueran 8.000, es una barbaridad”, advirtió la dirigente, ex diputada, senadora
y ministra, pero sobre todo integrante de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos (APDH) que estuvo involucrada en la primera fila del esfuerzo
monumental -y a la vez doloroso- de investigar y reconstruir la infernal
actuación de la dictadura que empezó en 1976 y duró hasta diciembre de 1983.
Desde esa
autoridad, señaló que los documentos no hablan de 30 mil desaparecidos y que,
además de los militares condenados por estos crímenes aberrantes, también los
líderes de las organizaciones armadas tienen responsabilidad por no darle a la
Argentina la verdad de quiénes y cuántas fueran las víctimas arrasadas por el
terrorismo de Estado. Porque cada vida es única y merece la dignidad de su
reconocimiento individual.
Y subrayó con
especial intensidad el presente de quien fuera el líder de Montoneros, Mario
Eduardo Firmenich: “Está asesorando a Daniel Ortega, un dictador. Que les quitó
a ciudadanos de Nicaragua su nacionalidad, que es parte de la identidad”.
Miembro del Club
Político Argentino, Graciela Fernández Meijide rechazó la embestida contra la
Corte Suprema y algunos jueces que impulsaron sectores del kirchnerismo, y la
vinculó a que “Cristina Kirchner quiere que le saquen las causas judiciales de
encima”. También se refirió al año electoral en ciernes.
Con un estilo
franco y desprovisto de artificios intelectuales, admitió que por delante tiene
la tarea irrenunciable de “sobrevivir”, mientras destacó que sigue involucrada
en tres organizaciones vinculadas a la política y a los derechos humanos.
También, evitó autocríticas fútiles: “Pude haber hecho algunas cosas mejor,
pero cuando las hice no sabía que existían mejores alternativas”.
- Le pido una
reflexión de este Día de la Memoria, desde lo personal y también desde lo
político, a la luz de los 40 años de democracia.
Con el
advenimiento de la democracia se acabó una dictadura que empezó el 24 de marzo
el 76, pero era el sexto golpe desde 1930. Fue el más brutal, el que trajo las
peores consecuencias y mucho sufrimiento. Inauguró un sistema de persecución
política, que fue la desaparición forzada de personas, un sistema que les trajo
el castigo a sus ideólogos. Porque después, cuando se pudo recuperar la
democracia -derrota en Malvinas mediante- le siguió una investigación a fondo
ordenada por el gobierno de Alfonsín y un juicio. Un juicio que es inédito
hasta el día de hoy en el mundo, que los condenó por ese sistema.
¿Qué puedo decir
desde ese momento, pasando por la recuperación de la democracia, hasta ahora?
Que en ningún
momento y a pesar de todas las crisis que pasamos -siempre de niveles
económicos con consecuencias políticas- no hubo como había antes una expresión
clara desde algún sector con poder que dijera “que vuelvan los militares”. Hoy
a nadie se le ocurre pensar que los militares pueden gobernar porque, además,
siempre gobernaron mal.
- Cómo enfrentó
durante todos estos años la ausencia de Pablo, su hijo.
Los días anteriores
al golpe tuve muchas discusiones con amigos míos de izquierda, que decían que
Videla era democrático, iba a dar el golpe para sacar a Isabel que no servía
para nada -ellos eran muy antiperonistas, por cierto- y después llamaría a
elecciones. Yo les decía: “¡Por favor, esto viene diferente! Miren lo que está
pasando en Chile”.
La dictadura en
Chile se había instalado antes que acá y yo había tenido un instituto de
idiomas donde tenía refugiado a un médico argentino que estando en Chile y
trabajando con Allende se escapó y se vino a la Argentina, hasta conseguir
refugio que le otorgó la ACNUR en Brasil. Estuvo en mi instituto y me contó lo
que estaba pasando allá.
Lo que se venía
acá era como lo de Chile, no era un golpe cualquiera. Era un golpe que venía
acompañado de una intencionalidad, que se inscribía como parte de la Guerra
Fría.
- ¿Cree que
también se dio ese golpe porque la democracia no daba respuestas a los
problemas que tenía su tiempo?
El golpe del 76 es
aprobado por una parte bastante amplia de la sociedad y era bastante lógico que
así fuera. ¿Por qué? Desde los años 60, que empezó la resistencia peronista, se
pasó en los 70 a conformarse organizaciones armadas, que en el caso de
Montoneros, pone su carta de presentación con el asesinato Aramburu. Y después,
al final, Perón vuelve y termina echando a esa “juventud maravillosa”.
- También, con
Perón en el país mataron a José Ignacio Rucci, que era un dirigente de su más
estrecha confianza.
Mataron a Rucci y
después, cuando muere Perón, aparece la Triple A, que empieza a matar
indiscriminadamente y a dejar los cuerpos en la calle, para dar terror, cosa
que consigue. Por lo tanto, están las Fuerzas Armadas de un lado, las
organizaciones armadas del otro y, en el medio, la gente que tenía miedo. La
salida por el lado de los militares a la sociedad no le pareció ilógica.
Después,
obviamente, nadie sabía que iba a llegar adonde yo, pero nosotros tuvimos el
“por algo será”, tuvimos las obleas que se pegaban en los autos que decían
“Somos Derechos y Humanos”, que era lo que decía la dictadura.
- Ahora desde sus
vivencias ¿qué recuerda de esos momentos y, sobre todo, cuando tuvo que empezar
a buscar a Pablo?
Una cosa es el
momento en sí mismo en que estalla la dictadura, donde mi convicción es que iba
a ser dura, sin imaginar jamás la dimensión y mucho menos que nos iba a tocar a
nosotros. Cuando se llevan a Pablo y yo empiezo a hacer los trámites típicos de
cualquier ciudadano, que es la denuncia policial, un habeas corpus, siento
concretamente como se perdía la condición de ciudadano.
- A ver.
Dejé de ser
ciudadana, como dejó antes de ser ciudadano Pablo y toda mi familia y todos
aquellos que, recurriendo a las instituciones que tenían que garantizar
derechos, encontraban con que esas instituciones le daban la espalda.
- A partir de ese
hecho tan traumático y tan horrendo, empezó otra etapa en su vida.
Mi vida giró
radicalmente. Lo que yo estaba haciendo -que más bien tenía que ver con la
docencia- dejé todo y tomamos un acuerdo con Enrique, el papá de Pablo. Él iba
a seguir trabajando para mantener la familia y yo me iba a dedicar a buscar a
Pablo.
En esa búsqueda
encontré en el camino la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Madres
de Plaza de Mayo. Di la vuelta con ellas muchos jueves, pero a mí no me
alcanzaba con dar la vuelta y después juntarnos en alguna iglesia. Por eso ingresé
en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, donde había personas
comprometidas éticamente o por moral, por convicciones, y no tenían
desaparecidos.
De ahí eran el
sacerdote Enzo Giustozzi, monseñor Jaime De Nevares, el propio Raúl Alfonsín,
Oscar Alende, Alfredo Bravo, que fue secuestrado y salvó la vida raspando,
Alicia Moreau de Justo, gente que era como un paraguas para los organismos
testimoniales, como Madres y Abuelas y Familiares en general.
Empecé a trabajar
ahí, ya dejé todo y trabajé siempre en la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos.
¿Por qué? Muchas
veces me lo preguntaron. Mi personalidad daba mucho más para lo institucional,
donde se podían discutir posiciones y escuchar a quienes calmaran mi ganas de
matar. Yo quería matar.
- ¿En serio?
Me salía de las
entrañas. Supe que no podía y me dediqué a juntar la mayor cantidad de
documentación posible por si algún día podemos hacer justicia.
- ¿Es literal? ¿A
quién quería matar?
A los tres
responsables: a Videla, a Agosti y a Massera. Les ponía un tiro en la cabeza.
Lo veía. Tenía un sentimiento de eso. Puedo entenderme y entenderlo con el
tiempo. ¿Quién no? Ver sacar de la cama al hijo de 17 años y no saber a dónde
se lo llevan, perder mi condición de ciudadana... Las instituciones que debían
responderme a mis derechos no existían. O existían como adorno.
- Hay una polémica
incómoda que reaparece todo el tiempo, que se refiere a si son o no 30.000 los
desaparecidos. ¿Cómo aborda usted este tema y qué tiene para decir, quitándolo
de la lucha político-partidaia?
Para tomar una
denuncia y no caer en una trampa que nos dijeran “publicaron tal nombre, pero
en realidad está vivo”, nosotros exigíamos una denuncia policial, la copia de
un habeas corpus y que alguien se hiciera responsable de esa denuncia. Con eso
elaborábamos una ficha -además de tomar todo el testimonio- y la cuidábamos de
tal manera que si se caía una ficha al piso, todo el mundo decía “¡cuidado!”,
porque era como si fuera el desaparecido. De ahí, que para mí el hecho de la
documentación siempre fue importante.
Es importante para
acercarnos a la verdad, sobre todo, a la cual todo el mundo tiene derecho. Los
que fueron perjudicados de una manera o aquellos que hoy quieren saber. Yo no
podría jamás decir, “Facundo, son ocho mil y tatatatá”. No me animaría, porque
no lo sé.
Los únicos que
podrían ayudar a conocer el número exacto serían o los jefes de las
organizaciones armadas supervivientes, que no aportaron ningún dato, o los
militares, que deben tener todos los datos, seguramente, porque no tiran nada.
Y después te queda
una pregunta de lógica.
- A ver.
Cuando aparece la
cifra de 30.000 -que aparece recién a fines de los años 80- en 1988 nadie
discutía la cifra, que era la que había dado la CONADEP. Cuando aparece esa
cifra nadie se pregunta ¿la diferencia entre las listas que hay hoy, tanto en
la Secretaría de Derechos Humanos, que fue quien heredó todo lo de la CONADEP-
o el monumento que está en la Costanera, que hay un cierto número de nombres,
pongamos diez mil. ¿La diferencia de 20.000, alguien cree que la sociedad
argentina es una sociedad que no denunciaría, ya en democracia, 20.000
desaparecidos? ¿Se puede creer?
- No creo.
No. Fueran 30.000,
fueran 8.000, es una barbaridad, y es la muestra de haber aceptado una
metodología, que fue tomada de la lucha anticolonialista en Argelia, en cierta
medida, pero con las iniciativas y la creatividad criminal de este gobierno
militar, donde todos estuvieron de acuerdo, porque todos sabían. Nadie podía
decir “yo no sabía”.
- Me interesa eso.
Ni Videla, ni
Massera -ninguno de los integrantes de las juntas militares- una vez que se termina
la dictadura, ninguno podía decir “yo no me enteré”. Pero todos dijeron “yo no
sabía, fueron excesos”. Es decir echaron la culpa hacia abajo.
- Me llama la
atención esa observación que las organizaciones armadas tampoco aportaron
información sobre los números, los nombres de sus desaparecidos.
Ni corrigieron.
- ¿Por qué?
Ah, qué sé yo.
Porque no deben tenerlo o no les importa.
- ¿Por qué cree
que puede pasar eso?
Porque en aras de
un sueño juvenil hipotecaron su propia decencia. ¿Hoy que está haciendo Mario
Firmenich? Está asesorando a Daniel Ortega en Nicaragua, un dictador que acaba
de expulsar a opositores políticos y les quita la nacionalidad, que es parte de
la identidad.
- Una condición
constitutiva del ser humano.
Exactamente. Tanto
es así que el gobierno argentino, por presión de distintos sectores, terminó
ofreciéndoles la posibilidad a quienes quisieran de tomar la nacionalidad
argentina.
- No se habla de
la responsabilidad de las organizaciones armadas. No fueron responsables de sus
desapariciones, porque está claro que fueron víctimas y está fuera de
discusión, pero sí sobre la responsabilidad de desatar ese infierno.
Sobre todo la
responsabilidad de no ver la realidad. Muchos miraban a Cuba y el Che Guevara
era un ideal. Ahora nadie pensó ni quiso pensar que cuando Fidel Castro se
levantó enfrentó a una Guardia Nacional, soldados que andaban en patas, que se
daban vuelta y se incorporaban a los grupos revolucionarios. No se enfrentaban
con un ejército nacional, organizado y con una ideología.
- Las Fuerzas
Armadas en Argentina en ese momento eran un factor de poder decisivo.
Claro. Y tenían
entrenamiento y habían existido sucesivos golpes, como el de Juan Carlos
Onganía. Con Lanusse ocurrió el fusilamiento de Trelew, que fue lo que al final
decidió a Lanusse hacer que Perón volviera, pensando que no se iba animar a
venir, y vino. Fue toda una idealización de una revolución que tenía mucha
ideología, que venía de escritores europeos, como Sartre, Camus y que les daba
la sensación de que podían llegar a gobernar.
De haber ganado,
creo que no tenían la más mínima idea de qué querían hacer.
- ¿Querían una
democracia o instalar otra dictadura?
La mirada que uno
tiene del éxito de esas revoluciones es que después se convirtieron en dictaduras.
Hay que ver Cuba: van a tener elecciones ahora, pero solo se presenta el
Partido Comunista. En Nicaragua ganó un revolucionario, como Daniel Ortega, que
era el jefe del ejército que ganó. Pero uno de los expulsados es Sergio
Ramírez, un escritor y que era uno de los jefes del grupo.
- Cristina
Kirchner logró sintonizar con la mayoría de los organismos de derechos humanos
de una manera muy singular.
Sí.
- Con Abuelas,
Madres de Plaza de Mayo, de Hebe de Bonafini, y Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora. Sintonizaron de una forma con Cristina Kirchner como nunca antes
pasó con otro presidente y ni otro movimiento político ¿Con qué cree usted qué
sintonizaron?
En primera medida
sintonizaron con que empezó a haber de nuevo justicia, porque se habían
suspendido con la Ley de Obediencia Debida más los dos indultos que había
otorgado Carlos Menem. Se habían acabado los juicios, no a la Juntas, que ya
estaban firmes, sino los que seguían hacia abajo.
Al suspenderse los
juicios, se acabó la posibilidad de alcanzar la justicia. Y hasta ahí, yo lo
puedo entender, porque empieza de nuevo la posibilidad de juzgar y al mismo
tiempo, tal vez, de saber.
Ahora, la forma en
que se identificaron, al punto de terminar siendo una facción dentro de la
facción del peronismo que era el kirchnerismo hizo que abandonaran su condición
de organización no gubernamental, porque ONG es eso.
- Exacto.
Se transformaron,
se quitaron la capacidad de toda crítica, porque no podían tener objetividad.
El ejemplo mayor es, hace poco, cuando Cristina impulsó que este 24 de marzo se
transforme en una denuncia de su proscripción. Estela De Carlotto salió a decir
“no, no, momentito, no mezclemos las cosas”, porque le pareció demasiado y la
siguió más fuertemente Nora Cortiñas, de Madres.
¿Que hizo Cristina
Kirchner? La convocó y salió acariciándole la cara y la pobre Estela, no me
sale otra palabra, diciendo “bueno, uno a veces tiene edad y dice cosas que no
sé si se pensó bien”. En lugar de sostener “somos muy amigas todo lo que
quieran, yo la admiro todo lo que sea, pero no es lo mismo recordar lo que fue
el comienzo de la dictadura a comparar que una persona esté proscripta”, porque
además no lo está.
- ¿Esa simbiosis
entre kirchnerismo y organismos de derechos humanos, perjudica o beneficia el
reclamo de justicia?
Lo ignoro. Tuvo
enorme ventaja y enormes consecuencias, de bisagra, que un gobierno, el de Raúl
Alfonsín, decidiera enjuiciar a las tres primeras juntas militares y también a
los responsables de las organizaciones armadas, hay que ver que Firmenich
estuvo preso siete años, hasta que lo indultó Menem. Y que se hiciera la
investigación con la CONADEP, que se hizo a fondo y permitió tener la base de
lo que fue la acusación en el juicio. Ahí uno puede decir que estaba ayudando a
los organismos de derechos humanos y a todas las personas decentes que querían
que hubiera justicia para esta gente que se había sentido dueño de la vida, del
honor, de los bienes de la gente que había secuestrado o puesto en prisión.
A mí me estremeció
cuando iba al juicio y el secretario decía al ingresar los jueces “señores de
pie”. Vi levantarse a los militares, que hasta ese momento nos tenían
sometidos, lo tuvieran que cumplir. La voz civil de la Justicia, hablándole a
gente que se había apropiado del poder y que creía que se había garantizado la
impunidad.
- Hablemos de
“Argentina, 1985″. Me interesa su mirada sobre la película y sobre el interés
que generó, al punto que llegó a competir por los Oscar.
Empecemos por el
final. La película “Argentina, 1985″, que trata sobre el juicio a las juntas,
despertó enorme interés, no solo acá, sino sobre todo en el exterior. Tiene la
virtud a mi criterio de haber hecho que muchos jovenes que ni siquiera habían
pensado ni nadie les había contado en sus casas, la vieron y averiguaron más,
leyeron sobre lo que pasó o buscaron por internet. Eso por un lado.
Por otro lado: a
“Argentina, 1985″ no se la puede mirar como un documental. Hay que mirarla como
lo que es, una ficción. Hay una plataforma, Amazon, que tomó un hecho real, le
pagó a guionistas, actores, directores, y demás, y pretende recuperar ese
dinero y seguir ganando. Toma un personaje central, muy importante, que es el
fiscal Julio César Strassera, y todo gira alrededor suyo.
Pretender que una ficción
se ajuste a la historia totalmente es imposible. Para eso hay que hacer un
documental. Y puedo recomendarles el que hizo el documentalista Ulises de la
Orden, que va a estrenar un film sobre el Juicio hecho nada más que sobre las
500 y pico de horas de grabación que hay del juicio.
- Es otra cosa.
Claro. Es un
documental y no tiene un gramo de ficción. Todos los viernes en el MALBA se va
a proyectar ese filme. Quien quiera ver un documental, puede ir a ver ese.
- Cree que faltó
poner en relevancia algún aspecto del juicio o de los protagonistas.
Si yo hubiera
escrito ese guion, seguramente sería otro guion. Si lo hubiera escrito Ricardo
Gil Lavedra, habría sido otro. Cada uno privilegiaría el lugar desde donde le
tocó vivirlo.
Quién escribió eso
no tuvo nada que ver en ese momento con la historia. Es una ficción sobre un
hecho real, así como la película que le ganó el Oscar, “Sin novedades en el
frente”, está hecha sobre el libro de Erich Maria Remarque, que trata sobre la
Primera Guerra Mundial, y es una ficción que es un canto a la paz.
¿Existieron esos
dos jóvenes que se encuentran en una trinchera, un alemán y un francés que se
matan entre ellos? Qué sé yo, pero está pintando un momento posible de una
guerra y un grito por la paz.
- Nos sumergimos
en la coyuntura, en la actualidad, que tiene un vínculo con esos años 70. ¿Cómo
tomó el anuncio del gobierno de enviar militares a Rosario?
El problema del
narcotráfico no es solo Rosario. Nosotros en el conurbano bonaerense ya tenemos
seguramente sicarios y soldaditos contratados por el narcotráfico. El problema
detrás del narcotráfico es el tema educación y la pobreza. ¿Dónde crece el
narcotráfico? En la pobreza.
Cuando un joven no
tiene la posibilidad de encontrar un trabajo que le permita vivir y no tiene la
posibilidad de estudiar o significa un esfuerzo sobrehumano, es bastante
factible que caiga en la oferta de vender o pasar droga. El tratamiento de los
narcotraficantes con su gente es muy duro, por eso hay mucha disciplina entre
ellos.
Ahora ¿qué es lo
que me asustó a mí? Cuando vi primero que la gente hacía justicia por su propia
mano. El mensaje del Juicio a las Juntas fue creo yo fue “hasta los más
poderosos pueden ser juzgados y condenados”. En este caso la gente no esperó,
no esperó a la justicia, la policía, a las Fuerzas Armadas, Gendarmería, nada.
Fue e hizo justicia por su propia mano: le quemó la casa al narco y no lo mató
porque no lo encontró.
Eso a mí me
asustó, porque el Estado tiene la obligación de mantener el tema seguridad bajo
su control.
¿Y por qué me
preocupa el tema de que se incorpore el Ejército? Porque la capacidad de
corrupción que tiene el narcotráfico es enorme. De hecho, seguramente ya están
inficionados la Policía, el Servicio Penitenciario y muchos, desgraciadamente,
políticos que miran para otro lado o dejan hacer.
Se nos exige como
sociedad un esfuerzo muy grande para pensar en un futuro donde nuestros jóvenes
puedan hacer otra cosa, donde la pobreza en serio, sea combatida y no se hable
de ella.
- Entiendo que no
está de acuerdo con que los militares sea enviados allí.
No. ¿Qué van a
hacer? Porque el Gobierno manda a pontoneros, que son los que hacen puentes
antes de que tenga que pasar el Ejército o destruyen otros puentes para que no
pase el enemigo. Ese es el trabajo de los pontoneros. ¿Qué van a ir a hacer a
Rosario? ¿Levantar calles? ¿Levantar casas? Esos barrios, ya están construidos,
con sus calles estrechas para que no pase la policía.
- Retomo algo que
dijo recién sobre el Juicio a las Juntas, que también tiene actualidad. Dijo
que el mensaje de ese juicio es que hasta lo más poderosos pueden ser juzgados
y condenados. ¿Le cabe esa lógica a Cristina Kirchner?
Sí, pero yo no la
pondría en esa magnitud. La verdad que a Cristina Kirchner se la convirtió en
una mujer que es una astuta política. Miremos, por favor ¿que vicepresidentes
eligió?
A Julio Cobos, a
quien después trató de traidor. A Amado Boudou, que terminó preso. Y a Alberto
Fernández, a quien ahora quiere colgar de los pulgares. ¿Dónde está la astucia
política de esta mujer? Que encima acepta que la apoyen con una consigna ¿de
hace cuántos años?
- El “Luche y
Vuelve” tiene más de cincuenta años. Es de 1972.
Cincuenta años.
Creo que hay una carencia en el peronismo y por eso ella sigue siendo una
especie de personaje. Ahora yo no sé cuántos votos sacaría si fuera candidata.
- ¿Considera que
está proscripta como plantea el kirchnerismo?
No. No hay nadie
que está proscripto hasta que no exista una condena firme. Y para que Cristina
tenga condena firme todavía falta mucho.
- Igual,
técnicamente el concepto de proscripción no existe en el Código Penal. Sí
existe el concepto de inhabilitación.
Ella puede ser
candidata ahora. Si tuviera condena firme estaría inhabilitada. Pero tiene que
pasar a la segunda instancia y, eventualmente, la Corte. Todo eso lleva por lo
menos cuatro o cinco años, mientras tanto puede ser candidata a lo que quiera.
- ¿Qué piensa del
juicio a la Corte Suprema?
Todos los
movimientos que está haciendo Cristina con respecto a la justicia es para
sacarse de encima las causas judiciales. ¿Cuál pudo ser el acuerdo para que
Alberto Fernández aceptara ser presidente y ella su vice? “Te pongo como su
presidente, cosa que vos ni soñarías -estamos inventando un diálogo- pero vos
actuás con los jueces y me sacás de encima las causas”.
Alberto Fernández
no pudo, no quiso o no supo, no lo sé. Pero no pudo cumplir con ese presumible
acuerdo y tiene todo el odio de Cristina, por no haberle cumplido. Y así
estamos.
- Con la pobreza,
la inseguridad, incluso con el apagón y todos los problemas cotidianos que
tiene, ¿La democracia está dando respuestas a la sociedad en sus reclamos, en
sus reivindicaciones, en sus necesidades?
No. Todavía la
democracia nuestra es de baja intensidad, diría Guillermo O’Donnell. Jorge
Giacobbe, un consultor que además es psicólogo, no solo hizo una encuesta
tradicional con cuánto miden los políticos, quién va primero, sino que largó
una especie de lluvia de palabras que tienen que ver con sentimientos. ¿Cuál
fue la palabra más elegida? “Tristeza”.
Esta sociedad está
triste porque no puede imaginar un futuro mejor, le cuesta. Cualquier sociedad
quiere un futuro mejor, no solo en particular para cada persona, sino para los
hijos y sus nietos.
- ¿Qué sueño le
queda por cumplir?
¿A mí? Sobrevivir.
Creo que más cosas no voy a hacer. Hice todo lo que pude desde el punto de
vista de mi lucha por los derechos humanos. De todos modos, sigo y pertenezco a
organizaciones trabajan políticamente.
- ¿Qué la
enorgullece de lo que hizo y qué dice “esto capaz no lo hubiese hecho o lo
hubiera hecho mejor”?
No hago ese tipo
de autocrítica. Hice cosas que podía haberlas hecho mejor, pero en el momento
en que las hice no sabía que era mejor de otra manera. Lo importante es
reconocerlo y corregir, cambiar. Creo que tengo cada vez más tolerancia, que
entiendo mucho más los grises. Me acuerdo que durante la juventud todo era
negro o blanco, pero hoy hay muchos matices de gris que yo puedo entender.
Lo cierto es que
sigo trabajando en tres grupos de gente que tienen que ver con los derechos
humanos y política.
- La cuestión
política electoral que viene. ¿Cuál es su posición? ¿Tiene alguna preferencia?
En este momento no
podría decir. Incluso porque todo está con mucho cambio. No sé si Macri va a
terminar presentándose. Tengo muchos más interrogantes que afirmaciones.
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