Reproducimos
algunos párrafos de un artículo publicado en la fecha (*), que resume
adecuadamente la conducción errática del gobierno nacional.
“Alberto
Fernández deambula en estos días con una política exterior que engaña a veces
con la misma sensación de extrañamiento.
El Presidente se
acerca a cada ronda que observa, pidiendo que lo acepten como miembro pleno.
Viaja a Francia y se declara europeísta desde siempre. Hasta que una semana
después Ángela Merkel le saca por zoom un papelito donde anotó todo lo que
Fernández le prometió y le incumplió.
Fernández entra
luego al foro se San Petersburgo y hace una proclama anticapitalista ante la
mirada gélida de Vladimir Putín, constructor del actual capitalismo ruso.
Nacionalista y alérgico al comunismo soviético.
Por las dudas no
lo acepten en el círculo Sputnik, Fernández lanza otra aseveración confusa.
Dice que la Argentina debería incluirse en la ronda de los países pobre. Como
una de esas naciones africanas a las que el FMI les condonó las deudas al
inicio de la pandemia.
Es cierto que la
pobreza escaló a raudales en Argentina durante el año pasado. Pero en el foro
en el que hablaba el Presidente también conocen el precio de la soja.
Fernández
participa asimismo en los encuentros del Grupo de Puebla, donde suele elogiar a
Lula da Silva y a Andrés Manuel López Obrador. El expresidente brasileño está
haciendo algo a lo que el argentino jamás se animaría: pactó una alianza con su
antecesor, Fernando Cardoso, el neoliberal que se autocriticó la teoría de la
dependencia. Lula cree que la salida a la crisis equivale a ensanchar el
centro.
Y el presidente
mexicano con el cual Fernández soñaba cambiar el mundo, tambalea. Perdió el
dominio del parlamento tras una elección sangrienta: al menos 88 políticos o
candidatos fueron asesinados desde setiembre pasado.
La estrategia de
cortejo diplomático al norteamericano Biden fue todavía más curiosa. Fernández
dijo que Estados Unidos está haciendo peronismo clásico. Incentivos al consumo
para salir de la recesión pandémica. Para que lo inviten a la ronda de
Washington, gritó a voz en cuello una contraseña ininteligible: “Juan Domingo
Biden”. Las sorpresas pueden seguir. Todavía le falta acercarse a la ronda
china.
Con Israel,
Alberto Fernández fue y vino. A Benjamín Netanyahu lo privilegió visitándolo
antes que a nadie. Después mandó a votar en la ONU una resolución funcional al
terrorismo de Hamas. Concluyó el periplo festejando a la alianza que desplazó a
Netanyahu.
A esa diplomacia
vagabunda, Alberto Fernández suele presentarla como el ejemplo más acabado de
autodeterminación y multilateralismo.”
“La Argentina de
Alberto Fernández desertó en las puertas del tribunal de La Haya cuando había
que pedir la investigación de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la
dictadura venezolana.”
(*) Edgardo
Moreno: Diplomacia para el realismo mágico; La Voz del Interior, 9-6-21, p. 9.
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