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18 DE JUNIO, 2021
BUENOS AIRES (AICA)
El obispo
castrense, monseñor Santiago Olivera, difundió una reflexión sobre la
“realidad” de muchos de los fieles de esta diócesis con el título “Caminos de
reencuentro”, el mismo del capítulo séptimo de la encíclica Fratelli tutti del
papa Francisco, sobre la amistad social y la fraternidad.
“Como maestro de
la fe, como pastor, con el significado que el Papa tiene en la Iglesia, su
palabra para nosotros es rectora. En este caso concreto nos invita volver a
pensar y repensarnos como amigos y hermanos de todos”, aseguró, y agregó: “La
alegría de esta encíclica es también una oportunidad y un desafío para encarnar
en nuestra propia realidad argentina este mensaje para todos”.
Monseñor Olivera
consideró que al Papa no hay que “leerlo de un modo parcial”, sino que se deben
“seguir sus consejos, sus enseñanzas, su mirada profética”.
“Tratarnos como
hermanos siempre, no olvidando los acontecimientos graves que han ocurrido en
nuestro país pero teniendo presente los tiempos de perdón y los tiempos de
verdad a los fines que el ‘nunca más’ sea una efectiva realidad”, sostuvo, y
completó: “Que la memoria nos permita evitar los atropellos de una u otra
parte, teniendo bien presente que las acciones lesivas de los derechos
provenientes del Estado comprometen una mayor responsabilidad y una mayor
gravedad”.
“Pero ello, no
admite una impunidad para faltar a los derechos más fundamentales, percibiéndose
–en ese caso- que los derechos humanos no son iguales para todos, como señala
Francisco en el número 22 de la encíclica”, puntualizó.
El obispo
castrense destacó que es “significativo que Francisco diga en esta encíclica
que “la clave esté en transitar todo desde la verdad y no desde el olvido” y
añadió: “Que eco hace en nuestro corazón escuchar de parte de Francisco que la
verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia”.
Además de
desgranar cada uno de estos conceptos apelando a párrafos de la carta
apostólica, hizo hincapié en la tendencia a no hablar de la reconciliación por
ser “una palabra gastada, que tenía interpretaciones variadas y que caía mal en
una parte de la sociedad argentina”.
“Me parece un
punto central recordar que la Argentina es un país de todos. Todos tenemos que
mirarnos como hermanos. Todos tenemos que experimentar el gozo de la
pertenencia a esta Patria, a esta historia nuestra, a esta realidad que hoy
vivimos. Pertenencia a este país con sus luces y sus sombras, con sus
distancias y enemistades, con alegrías comunes”, aseguró.
El obispo
castrense dejó en claro que “trabajar por la paz, por el reencuentro y por la
amistad social no implica olvidar sin más y mirar para adelante sin tener
memoria u ocultarla”. También es importante, agregó, pensar que “no hay que
olvidar. No se puede olvidar la Shoah, no se puede olvidar lo que pasó en
Hiroshima y Nagasaki. No podemos olvidar lo que pasó en nuestro país”.
“Este ‘no olvido’
tiene el objetivo de evitar que esos acontecimientos luctuosos se repitan”,
recalcó, y admitió, tal lo consigna el Papa, que “es fácil hoy caer en la
tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió
y que hay que mirar hacia adelante”.
“¡No, por Dios!
Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y
luminosa. Ello, sin lugar a dudas, lo suscribimos. Hay que tener viva la llama
de la conciencia colectiva. Aunque en nuestro país algunos hayan tenido más
responsabilidad en distintas situaciones de dolor, de dominación y destrucción,
nunca hay que dejar de buscar, siempre en memoria, justicia y verdad, la
auténtica reconciliación”, aseveró.
Tras citar las
palabras del Papa acerca de la guerra, la pena de muerte y la condena de cadena
perpetua, señaló que Francisco recuerda que “muchas veces se percibe que, de
hecho, los derechos humanos no son iguales para todos y que la igualdad de
derechos está fundada en la misma dignidad humana”.
“Todos los
cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados, por lo tanto, a
luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y
en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones
carcelarias, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de
libertad. Y esto yo lo relaciono con la cadena perpetua. La cadena perpetua es
una pena de muerte oculta”, indicó citando un párrafo de la encíclica.
Monseñor Olivera
enfatizó que “esta situación, tristemente, la vivimos con tantos presos
imputados de delitos en tiempos de la dictadura, algunos casos sin proceso, con
detenciones preventivas por más de dos años, con edades muy avanzadas,
enfermedades y delicados estados de salud”.
“Incluso en este tiempo
de pandemia con riesgo sanitario, no se les ha permitido cumplir la detención
en forma domiciliaria”, cuestionó.
“Que esta
encíclica que nos ha regalado Francisco nos permita crecer como sociedad en
amistad y concordia, buscando siempre el bien común en verdad, memoria y
justicia”, concluyó.+
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