viernes, 18 de agosto de 2023

EN DEFENSA DE LA MEMORIA

 

DEL GENERAL SAN MARTÍN (*)

 

Mario Meneghini

 

 

Durante mucho tiempo se presentó al Padre de la Patria como un ser etéreo, como el santo de la espada, sin debilidades ni pasiones. Pero, en los últimos años han proliferado presuntos historiadores y periodistas, que, con el pretexto de humanizar al héroe, se dedican a enlodar su imagen y calumniar su memoria.

Las dudas y leyendas deben esclarecerse para no distorsionar la imagen del Padre de la Patria, que, si bien como todo mortal, tuvo defectos y pasiones, no merece ser desprestigiado por afirmaciones sin fundamento alguno.

Nos ocuparemos de las principales cuestiones polémicas que se han difundido.


I.             La vida privada

Para esta reflexión, deseamos comenzar analizando las audaces afirmaciones sobre cuestiones íntimas de la vida del general. El periodista Daniel Balmaceda en su libro “Amores turbulentos de la historia argentina” (1), dedica un capítulo a “José de San Martín y Remedios de Escalada”. Lo elegimos como referencia, pues ha servido en los últimos años como fuente para varios artículos y libros sobre este tema (2).


1) Comienza el autor preguntando: ¿Se amaban San Martín y Remedios? El mismo contesta: No existen pruebas documentales que permitan establecerlo (sic).

2) Continúa su relato, describiendo las presuntas aventuras amorosas:

2.1. Después de la derrota de Cancha Rayada, Pepe San Martín, abatido, recibió el consuelo de una aristócrata chilena. Aunque reconoce que, quienes conocían la relación, omitieron mencionar el nombre de la señora (sic).

**Lo que equivale a decir que no hay ningún indicio comprobable.


2.2. Cuando Mercedes viajó a Mendoza para acompañar a su marido, llevó a su criada Jesusa, una mulata que tuvo un hijo, que en aquel tiempo se decía que era hijo del general (sic).

** No se menciona ningún antecedente.


2.3. Mientras que los limeños apodaban a Manuela Sáenz “la Libertadora”, por su intimidad con el Libertador Bolívar, a Rosita Campusano la llamaron “la Protectora”, por su relación con el Protector del Perú, José de San Martín. Rosita y José convivieron en “La Magdalena”, una estancia que utilizaban los virreyes del Perú para descanso.

**Sobre este infundio, el Dr. Díaz Araujo (3) acota que el único antecedente es el libro “Tradiciones Peruanas”, de Ricardo Palma (4), escrito 65 años después de la estadía del general en el Perú, y donde no aporta ninguna evidencia comprobable de lo que afirma. Según el historiador peruano Cesar Macera, Rosa Campusano fue una de las veinte mujeres que recibieron la Orden del Sol, creada por San Martín, como distinción a quienes habían estado detenidas y torturadas, durante el Virreinato. En la fiesta que se celebró con ese motivo, San Martín bailó con todas, sin haber ninguna constancia de que haya mantenido una relación con la mujer mencionada.


2.4. Cuando San Martín y Bolívar se entrevistaron en Guayaquil, en julio de 1822, Rosita estaba en Lima, y, por lo tanto, no pudo actuar como anfitriona del argentino en su tierra. Ese lugar lo ocupó doña Carmen Mirón y Ayalón, quien fue la encargada de albergarlo. En abril de 1823, es decir, nueve meses después, nació Joaquín Miguel de San Martín y Mirón. Muchos años después el hijo de Carmen les contó a sus propios hijos acerca de su famoso padre y ellos lo divulgaron sin ponerse colorados.

** No se menciona ninguna evidencia.


2.5. Cuando regresó a Mendoza, José encontró una nueva media naranja en María Josefa Morales… viuda de Pascual Ruíz Huidobro. La casa de Pepa pasó a ser la residencia oficial del comandante José de San Martín.

** Sobre este tema, el Dr. Rodolfo Terragno publicó un libro, elaborado en torno a una carta del prócer, que compró a un anticuario “con la esperanza de encontrar en ella algo oculto” (5). Todo el libro parece direccionado a sugerir que Josefa fue amante de San Martín, pero ni la carta del Libertador, ni las cuatro cartas enviadas al general por dicha señora, contienen nada que haga sostenible esa hipótesis.


En la carta de San Martín, del 8-8-1820, le pide al destinatario (Don Pedro Moyano): “me cuide mucho a mi Señora Doña María Josefa Morales de los Ríos”; pero el mismo Terragno cita una carta de Liniers (p. 61), elogiando a “mi Señora María Josefa Morales de los Ríos”, lo que muestra que era una expresión habitual en la época.


El autor que hemos utilizado como guía para este recorrido, indica al final del libro la bibliografía de cada capítulo. De nada sirve que se detalle una extensa bibliografía, pues al omitirse citas al pie de página, y agrupar las fuentes, no puede determinarse que fundamento posee cada frase. Nos parece, entonces, que el libro comentado no es una obra histórica, pues carece de la precisión que “debe extenderse a los más mínimos pormenores”, como enseñaba don Marcelino Menéndez y Pelayo.


II.       El regreso al Río de la Plata, en 1812

Sobre este punto, se han emitido varias opiniones respecto al verdadero motivo que tuvo para volver a su lugar de nacimiento.

1. Porque era un agente inglés

Quien primero lanzó esta tesis fue nada menos que Alberdi, en su libro “El crimen de la guerra”:

“En 1812, dos años después que estalló la revolución de Mayo de 1810, en el Río de la Plata, San Martín siguió la idea que le inspiró, no su amor al suelo de su origen, sino el consejo de un general inglés, de los que deseaban la emancipación de Sud-américa para las necesidades del comercio británico” (p. 213).

Afirmación gravísima, de la que no ofrece ninguna prueba. En cierto modo, esta tesis se deriva de la leyenda, iniciada por Mitre, de la salida furtiva de San Martín desde España. La verdad, es que el propio Consejo de Regencia, el 5-9-1811, le concedió el retiro del servicio, que había solicitado, conservando el fuero militar y derecho al uso de uniforme.

Es cierto que utilizó para salir de España una visa inglesa; eso se explica pues Cádiz era un istmo, cercado en tierra por el Ejército napoleónico, y bloqueado en el mar por la escuadra inglesa. La única vía de salida era la visa del consulado inglés en Cádiz; su amigo Duff le consiguió pasaje en un bergantín inglés, hasta Lisboa, pero no le aceptó el dinero que le ofreció para no quedar obligado.

Si no bastaran estas precisiones, recordemos que Manuel Castilla, que era el agente inglés en Buenos Aires, le escribió al Cónsul Staples, el 13-8-1812, con motivo del arribo de la fragata Canning, en la que viajó San Martín desde Londres:

“Esta también un coronel San Martín...de quien... no tengo la menor duda está al servicio pago de Francia y es un enemigo de los intereses británicos”.

No resulta creíble que, si era el Libertador un agente inglés, no se le hubiese comunicado tal situación al representante en Buenos Aires.


2. Porque era un mestizo

Esta interpretación la difundió García Hamilton, apoyando lo afirmado por Chumbita en “El secreto de Yapeyú”; San Martín sería mestizo “y sufría en carne propia la injusticia del sistema colonial. Se alzó, desafiando al mundo de su padre. Transformó su humillación en rebeldía política” (Clarín, 16-7-01).

La tesis de Chumbita, que fue rechazada por un Congreso Sanmartiniano, en Agosto de 2000, sostiene que San Martín fue hijo de don Diego de Alvear -padre de Carlos de Alvear- y de Rosa Guarú, una india guaraní. El Capitán Juan de San Martín, para evitar el escándalo de su camarada, habría anotado como hijo suyo a José.

Es cierto que don Diego de Alvear anduvo por Yapeyú, en su condición de marino, integrando una comisión de límites, que debía demarcar las posesiones portuguesas y españolas. Sin embargo, en la Historia de don Diego de Alvear, escrita por su hija Sabina, consta que don Diego estuvo en Yapeyú en 1783, cuando José tenía ya 5 años.


3. Por motivos ideológicos

Se sostiene que San Martín habría querido ayudar a aplicar en América sus ideas políticas liberales, que no podían aplicarse en España, donde, en caso de rechazarse la invasión napoleónica, quedaría restaurada la monarquía absoluta de Fernando VII.

Es cierto que San Martín, al igual que otros patriotas, adhería a las ideas que, en forma genérica, se llamaban liberales, entendidas como lo contrario a la opresión de la monarquía absoluta. Pero nunca manifestó adhesión a la ideología liberal, fundamentada en las teorías de Locke, Rousseau, y otros, que estaba ya condenada por la Iglesia desde 1791 (Carta Quod Aliquantum, de Pío VI).

Podemos citar la carta al Cabildo de Mendoza, de 1815: “no cesan los enemigos de nuestro liberal sistema, constantes en sostener el de opresión y tiranía...”.

En otra carta, al Gral. Guido (1-2-1834), expresa: “Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos”.

Con respecto al sistema de gobierno, tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en sí mismo.

Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en Perú. Creía que era necesaria para asegurar la independencia.


4) Verdadero motivo de su regreso

Los reyes borbónicos se habían apartado de la tradición hispánica; influidos por el racionalismo, aplicaban el llamado despotismo ilustrado. Desde el Pacto de Familia de 1761, España dejó de interesarse en América. Además, Napoleón quiebra la unidad imperial, y los americanos temían ser negociados por la Junta Central.

San Martín peleó contra el invasor francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen. Napoleón entró con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José. Suponiendo que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de unos reyes ineptos.

Por eso, decidió combatir por la independencia y salvar la verdadera España, en América. No fue una decisión personal, sino compartida por muchos nativos de este continente que vivían en España. Lo explica San Martín en carta a Castilla (11-9-1848): “En una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar”.


III. San Martín y la masonería

Desde mediados del siglo pasado algunos historiadores han sostenido que el General San Martín fue masón, e incluso, interpretan su retiro del Perú como resultado de una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora.

En realidad, dos ex presidentes argentinos (Mitre y Sarmiento) que, además fueron maestros de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, manifestaron que la logia Lautaro, a la que perteneció San Martín, era un grupo político que no tuvo relación alguna con la masonería. Además, la Revista Masónica Americana, en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las logias que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la Lautaro.

Recordemos que la Masonería fue condenada por el Papa Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, de 1738, donde se prohíbe “muy expresamente (...) a todos los fieles, sean laicos o clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en tales centros (...) bajo pena de excomunión...”. Esta condenación fue confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica Providas del 15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también prohibida la Masonería en España, ese año, por una pragmática de Fernando VI.

Sobre la posición de San Martín en materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo Furlong, quien llega a esta conclusión: “Hemos de aseverar que San Martín no sólo fue un católico práctico o militante, sino que fue, además, un católico ferviente y hasta apostólico”.

Por ello es importante esclarecer este punto, pues “el catolicismo profesado por San Martín establece una incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la otra”. Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización, “aduciendo precisamente, la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta.”

Como las dudas continuaban, el historiador Patricio Maguire solicitó información a las centrales masónicas europeas con un cuestionario sobre:

Logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana. Y sobre San Martin y otros oficiales vinculados con él. Resumimos las respuestas que obtuvo:


Gran Logia Unida de Inglaterra - Londres, 21 de agosto de 1979

1. La Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular.

2. La tres Logias que Ud. menciona en su carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni de los Antiguos ni de los Modernos, ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra: no hubieran sido reconocidas como masónicas en este país entonces o posteriormente.

3. Las seis personas mencionadas en su carta, de acuerdo a nuestros archivos nunca fueron miembros de Logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.

Gran Logia de Escocia - Edimburgo, 30 de junio de 1980

Le informo que la primera Logia Escocesa no fue autorizada hasta 1867.

Gran Logia de Irlanda - Dublin, 24 de junio de 1980

La Gran Logia de Irlanda nunca estuvo activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los organismos que Ud. menciona.

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La leyenda, sin embargo, continuó y a falta de otros antecedentes, se mencionó una medalla acuñada en 1825 por la logia La perfecta amistad, de Bruselas, Bélgica. Se conserva un solo ejemplar de la medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas, que tiene escrito, en el reverso (en francés): “Logia La Perfecta Amistad constituida al oriente de Bruselas el 7 de julio de 5807 (1807) al General San Martín 5825 (1825).  En el anverso, figura “General San Martín”, alrededor del retrato, y abajo “Simeon F”, indicando el nombre del grabador y su pertenencia a la masonería (F: frere, hermano).

El origen de esta medalla es la decisión del Rey de Bélgica, Guillermo I, de hacer acuñar diez medallas diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeon, con la efigie de otras tantas personalidades de la época, una de los cuales era el Libertador de América, que estaba residiendo en ese país. Para esta medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de perfil de nuestro héroe.

Se puede deducir que la medalla de la logia, fue confeccionada sobre el molde de la oficial, facilitado por el grabador que era masón, y no hay constancias de que San Martín la haya recibido, ni mencionó nunca esa distinción. Hay que añadir que eso ocurrió en 1825, y en los siguientes veinticinco años que vivió San Martín en el viejo continente, no se produjo ningún hecho ni documento que lo vinculara a la masonería.

Lamentablemente, el Dr. Terragno –actual académico sanmartiniano-, en su libro Maitland & San Martín, introdujo otra duda al recordar que Bélgica fue ocupada en la 2da. Guerra Mundial, y los alemanes incautaron los archivos de la masonería; luego esos archivos quedaron en poder de la Unión Soviética, en Moscú. Por eso, Terragno alegó: “Cuando todos los materiales estén clasificados y al alcance de los investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre la Perfecta Amistad y los vínculos masónicos de San Martín en Bruselas”.

Pues bien, desaparecida la Unión Soviética, Bélgica recuperó esa documentación; la referida a la masonería, representaba unas 200.000 carpetas. El Dr. Guillermo Jacovella, que se desempeñó como Embajador argentino en Bruselas, entre el 2004 y el 2008, se interesó en el tema, y realizó una investigación en el Centro de Documentación Masónica de Bruselas, donde se encuentra el archivo de la logia Perfecta Amistad, contando con la colaboración del director, Frank Langenauken. En conclusión, no se pudo encontrar ninguna mención al general San Martín o al homenaje de la referida medalla.

Consideramos muy valiosa la información aportada por el señor Jacovella, publicada en la revista Todo es Historia, de agosto de 2009, para desmentir una falsedad histórica, y dar por terminada definitivamente esta cuestión.

En conclusión, si no existe ningún documento que contradiga el contenido de estas cartas de las propias autoridades masónicas, y, además, el análisis de su obra demuestra que el Gran Capitán “hizo lo contrario de lo que la Masonería procuraba y fue hostigado por ésta”, el veredicto no merece ninguna duda: San Martín no fue masón.

 

 

IV San Martín, drogadicto

 

Últimamente se ha difundido esta cuestión, de un modo que hace sospechar la mala fe; baste citar un ejemplo:

En un reportaje al Dr. García Hamilton, publicado por Página12 (2-8-2000), la periodista pregunta: “¿San Martín consumía opio por prescripción médica o era adicto?”. El escritor responde: “Las dos cosas. A él se lo recomendó un médico por sus dolores de estómago, causados probablemente por una úlcera. Pero después padeció una adicción.”

Se conoce que San Martín sufría de un asma aguda, úlcera gástrica, y fue afectado crónicamente por la gota, que a veces le impedía montar a caballo. Los doctores Colisberry y Zapata, para aliviar los dolores del general, le preparaban una poción, que el identificaba como su pomito, a base de láudano de Syndenham derivado del opio.

San Martín se adaptó a sus sufrimientos, superando sus achaques físicos con una voluntad excepcional, que le permitió el dominio de su persona, pese a todos los contratiempos, y aún alcanzar la longevidad, duplicando el promedio de vida de su época.

Con respecto al opio, pertenece a la clase de los depresores, llamados así pues deprimen el sistema nervioso. Aún en pequeñas dosis, hacen más lento el ritmo cardíaco y la respiración, disminuyendo la coordinación muscular y la energía, y embotando los sentidos.

Los especialistas en toxicomanía sostienen que el empleo continuo de narcóticos lleva a la adicción, y ésta conduce a un deterioro generalizado del organismo.

Entonces, si como afirman algunos, San Martín consumió opio desde los 34 años hasta su muerte, es necesario indagar por qué no se convirtió en adicto y pudo conservar su lucidez hasta los 72 años.

Pues, en realidad, el panorama queda despejado teniendo en cuenta una evidencia tangible: en el Museo Gral. San Martín, de Mendoza, se conserva un botiquín homeopático que perteneció al Libertador, y que había recibido de su amigo Ángel Correa, quien lo había traído al país desde Europa, poco antes. El donante le enseñó cómo utilizar los remedios de esta nueva especialidad médica.

Se puede decir, entonces, que fue con la ayuda de esta terapéutica que San Martín pudo cumplir con su misión.

Es lícito deducir que habitualmente utilizaba el opio, sí, pero preparado homeopáticamente, lo que lo transforma en opium, un remedio que se puede usar permanentemente sin peligro de adicción, ni efectos secundarios, al punto de que puede ser usado incluso en niños.

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Al concluir, debemos compartir lo expresado por el mismo San Martín, en carta a Tomás Guido (6-4-1829):


“Confesemos que es necesario tener toda la filosofía de un Séneca, o la imprudencia de un malvado, para ser indiferentes a la calumnia”.

 

·         (*) Conferencia dictada en el Instituto Argentino de Cultura Hispánica de Córdoba, el 17-8-2023

 

 

Referencias:

1) Balmaceda, Daniel. “Romances turbulentos de la historia argentina”; Grupo Editorial Norma, 2007, pp. 65 a 71.

2) Hanglin, Ricardo. “Las amantes de San Martín”; La Nación, 31-7-2012. López Mato, Omar. “San Martín: amantes, hijos y nietos de un libertador pasional”; La Nación, 17-8-2022. Revista Billiken, 13-8-2021. Arce, Ismael. “José de San Martín. El hombre más allá del mito”; Córdoba, El Emporio Ediciones, 2022, 139 a 142, 586 y 587.

3) Díaz Araujo, Enrique. “Don José y los chatarreros”; Mendoza, Ediciones Dike – Foro de Cuyo, 2001.

4) Palma, Ricardo. “Tradiciones peruanas”; Madrid, 1930.

5) Macera, César Francisco. “San Martín gobernante del Perú. Historia de San Martín en el Perú”; Buenos Aires, Héctor Matera, 1950.

6) Terragno, Rodolfo. “Josefa. Biografía de María Josefa Morales de los Ríos. La amiga secreta de San Martín”; Buenos Aires, Sudamericana, 2015.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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