viernes, 19 de junio de 2020

ARGENTINA POST COVID-19



 una perspectiva estratégica


Defonline, 2 junio, 2020

Recurriendo al pensamiento estratégico y con el aporte de expertos de todas las disciplinas, debemos ser capaces de planificar la etapa post-coronavirus en la Argentina, inspirados en el ejemplo de los grandes héroes que forjaron nuestra Patria
.
Por Gabriel Camilli*
*Coronel Mayor del Ejército Argentino. Director de la Escuela Superior de Guerra Conjunta.


El mundo vive tiempos difíciles. El escenario internacional nos presenta, de manera clara, la vigencia de la incertidumbre como verdadero actor estratégico exponencial. La seguridad, como condición que posibilita a los Estados-nación materializar la protección de sus habitantes y de sus territorios, así como el sostenimiento de su soberanía y la preservación de sus intereses vitales, se ve claramente amenazada por la pandemia de COVID-19, que constituye la tragedia humana y el desafío más trascendente para nuestra generación.

El desafío mencionado posee estatura estratégica, por lo que su análisis requiere de una capacidad de gestión que incluya una identificación adecuada de la realidad y una visión objetiva de toda su dimensión, de manera tal de posibilitar el pensamiento retrospectivo y su proyección al futuro. Para ello se requieren equipos multidisciplinarios y sistémicos, generadores de decisiones eficientes y capaces de poner en marcha, en forma ordenada, eficiente e integral, todos los recursos disponibles del poder nacional.
Es  conveniente conformar un cuerpo de ideas para establecer un plan de anticipación estratégica y de gestión de riesgo, a mediano y largo plazo, aprovechando este gran punto de inflexión, en el cual el escenario global estará centrado en las nuevas realidades geopolíticas.

El ejemplo de nuestros próceres
Como habíamos desarrollado anteriormente, “la noción de soberanía es entendida como la autoridad más elevada o suprema donde reside el poder político y público de un pueblo, una nación o un Estado, sobre su territorio y sus habitantes”. Por tanto, la soberanía es la independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar sus recursos sin la coerción de otros Estados.

Nuestra historia y nuestros próceres nos marcan el norte con sus ejemplos. En este año del General Manuel Belgrano, no podemos olvidar la Gesta del Éxodo Jujeño, que apoyó la Defensa del territorio nacional: “Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir”, manifestaba Belgrano en su Bando a la población jujeña. El patriotismo y la decisión hizo llevaderas las penurias de la emigración próxima; y “hasta las mujeres se ocupaban de construir cartuchos y animar a los hombres”, como dice también el historiador Bartolomé Mitre. Todo el pueblo se puso al hombro la Defensa de la Patria.

Siendo gobernador y con el apoyo incondicional del Cabildo de Mendoza, el General José de San Martín comenzó los preparativos de su campaña libertadora. El reclutamiento de soldados fue muy intenso. A principios de 1815, San Martín dispuso que todos los hombres que tuvieran entre 15 y 45 años de edad se alistaran en los cuerpos cívicos. Y este esfuerzo fue acompañado y sostenido por toda la comunidad mendocina, que se sumó a los preparativos de la campaña libertadora, cuando el ejército repartió en cada uno de los hogares millares de cortes de camisas y ropas destinadas a vestir a los soldados de los diferentes cuerpos para que fueran cosidas en el menor tiempo posible. Las mujeres cosieron incluso de noche, a la luz de las velas, a fin de poder cumplir con esta misión. Un grupo de damas mendocinas pidió una audiencia con José de San Martín, en la que le entregaron sus alhajas para la compra de armamento y le expresaron todo su apoyo.

En este sentido, el Presidente de la Nación, Alberto Fernández, nos dice: “La soberanía comienza por nuestra propia capacidad de concertar prioridades estratégicas, en el marco de un nuevo contrato de ciudadanía social”.

Algunas reflexiones evidentes

Es muy posible que una de las lecciones aprendidas de la pandemia sea la necesidad de revisar la globalización, buscando acercar los centros de producción industrial a las grandes áreas consumidoras en Europa y en otras partes del mundo. Se trataría de un proceso de reindustrialización del tejido económico de unos países que permitieron, en los años del despegue chino y de otras economías emergentes, deslocalizar sus industrias y que ahora tratarán de revertir esta tendencia. La pandemia ha creado una mayor consciencia de la gran vulnerabilidad que supone confiar la producción industrial a países que, como China, tienen objetivos geopolíticos propios. La consecuencia será que los gobiernos en todo el mundo impulsarán una mayor “des-chinización” de sus economías, con vistas a evitar proveedores impredecibles.

Así lo indicaba recientemente Henry Kissinger: “La leyenda fundadora del gobierno moderno es una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos, otras veces benévolos, pero siempre lo suficientemente fuertes para proteger al pueblo de un enemigo externo”.

Recordemos que el cambio de un Imperio como fue el Romano, en la Edad Media, no solo trajo un nuevo sistema político o administrativo, sino que fue el surgimiento de un nuevo sistema de organización social con criterios muy parecidos a los mencionados en el párrafo anterior.

“La pandemia ha creado una mayor consciencia de la gran vulnerabilidad que supone confiar la producción industrial a países que, como China, tienen objetivos geopolíticos propios”.

Lecciones de la historia
Puede ocurrir que la virulencia de la pandemia refuerce instituciones multilaterales, como la Unión Europea, e incluso que saque a EE.UU. de su política aislacionista y lo devuelva a una posición de liderazgo en el sistema internacional que nunca debió abandonar. Como dice Mike Tyson, “todos los  planes son buenos hasta que te dan un puñetazo en la cara”.

No debemos olvidar las situaciones que empujaron a EE.UU. a ingresar en las dos guerras mundiales del siglo XX. El presidente Woodrow Wilson convocó en 1917  al país a entrar en la batalla contra el Imperio Germánico, con estas palabras: “El mundo debe ponerse a salvo para la democracia. No tenemos fines egoístas que servir. No queremos conquistar ni dominar”.
Hoy, más de  cien años más tarde, EE.UU. recuerda su papel decisivo en la guerra que había convertido a Europa en una carnicería y que solamente terminó cuando Washington se sumó a la lucha. Algo parecido sucedió con el ingreso del país en la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. también pudo abandonar sus tendencias aislacionistas.

Una agenda para la reconstrucción post COVID-19

Se debería crear, lo antes posible, un Consejo de Reconstrucción Post-Crisis, que estudie y formule recomendaciones para la etapa siguiente, integrado por los mejores expertos, sin distinción de ideologías, de todas las disciplinas que hacen a la formulación de políticas de Estado.
La idea es crear un laboratorio de ideas o mesa de estado mayor, que con la necesaria anticipación –un factor clave– formule los escenarios y las soluciones prácticas u “hojas de ruta” para reconstruir saludablemente al país, aprovechando la reestructuración del poder global, en el marco de los problemas supérstites, magnificados y agravados por este período de inmovilidad. Prepararse con tiempo siempre ha sido clave para resolver problemas. Las urgencias siempre se pagan caras.

La Argentina no tiene demasiada tradición y prácticas de gobierno, utilizando el pensamiento estratégico, el análisis geopolítico y otras herramientas de la Inteligencia Estratégica. Ahora es el momento más que apropiado para ejercitarlas. Hay que proyectar, analizar y proponer programas de trabajo, en forma federal, para lograr una base de planeamiento estratégico, paralelo al presupuesto nacional. Cada escenario futuro debe tener su plan de acción alternativo.

No hay otra forma de gestionar un país en tiempos de incertidumbre y con creciente complejidad que provocan los múltiples factores, nacionales e internacionales, en juego.
Los esfuerzos que se están realizando para amortiguar la crisis actual, sean de la importancia que fuesen, no deben desplazar o ralentizar la urgente tarea de lanzar un modelo de reconstrucción amplio para proyectar la transición hacia un orden posterior al coronavirus.

Los problemas que se avecinan no son solo los clásicos, los que dábamos por obvios. Podrían llegar a ser lo opuesto de los que vislumbrábamos: solo hay que pensar en Vaca Muerta y el precio del petróleo; la menor demanda global y los precios de las commodities agrícolas; los pagos de la deuda externa; el desempleo tecnológico; la impaciencia popular provocada por las comunicaciones globales instantáneas; y otras.

Tenemos mucha inteligencia humana disponible. Aprovechémosla antes que esas mentes emigren. Estamos frente a un desafío histórico, que es también una oportunidad. Se trata de manejar la crisis, pero pensando en construir un futuro mejor para todos los argentinos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario