una perspectiva estratégica
Defonline, 2 junio, 2020
Recurriendo
al pensamiento estratégico y con el aporte de expertos de todas las
disciplinas, debemos ser capaces de planificar la etapa post-coronavirus en la
Argentina, inspirados en el ejemplo de los grandes héroes que forjaron nuestra
Patria
.
Por Gabriel Camilli*
*Coronel Mayor del Ejército
Argentino. Director de la Escuela Superior de Guerra Conjunta.
El mundo vive tiempos
difíciles. El escenario internacional nos presenta, de manera clara, la
vigencia de la incertidumbre como verdadero actor estratégico exponencial. La
seguridad, como condición que posibilita a los Estados-nación materializar la
protección de sus habitantes y de sus territorios, así como el sostenimiento de
su soberanía y la preservación de sus intereses vitales, se ve claramente amenazada
por la pandemia de COVID-19, que constituye la tragedia humana y el desafío más
trascendente para nuestra generación.
El desafío mencionado posee
estatura estratégica, por lo que su análisis requiere de una capacidad de
gestión que incluya una identificación adecuada de la realidad y una visión
objetiva de toda su dimensión, de manera tal de posibilitar el pensamiento
retrospectivo y su proyección al futuro. Para ello se requieren equipos
multidisciplinarios y sistémicos, generadores de decisiones eficientes y
capaces de poner en marcha, en forma ordenada, eficiente e integral, todos los
recursos disponibles del poder nacional.
Es conveniente conformar un cuerpo de ideas para
establecer un plan de anticipación estratégica y de gestión de riesgo, a mediano
y largo plazo, aprovechando este gran punto de inflexión, en el cual el
escenario global estará centrado en las nuevas realidades geopolíticas.
El ejemplo de nuestros
próceres
Como habíamos desarrollado
anteriormente, “la noción de soberanía es entendida como la autoridad más
elevada o suprema donde reside el poder político y público de un pueblo, una
nación o un Estado, sobre su territorio y sus habitantes”. Por tanto, la
soberanía es la independencia de cualquier Estado para crear sus leyes y controlar
sus recursos sin la coerción de otros Estados.
Nuestra historia y nuestros
próceres nos marcan el norte con sus ejemplos. En este año del General Manuel
Belgrano, no podemos olvidar la Gesta del Éxodo Jujeño, que apoyó la Defensa
del territorio nacional: “Llegó pues la época en que manifestéis vuestro
heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como
aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y
municiones que tengáis o podáis adquirir”, manifestaba Belgrano en su Bando a
la población jujeña. El patriotismo y la decisión hizo llevaderas las penurias
de la emigración próxima; y “hasta las mujeres se ocupaban de construir
cartuchos y animar a los hombres”, como dice también el historiador Bartolomé
Mitre. Todo el pueblo se puso al hombro la Defensa de la Patria.
Siendo gobernador y con el
apoyo incondicional del Cabildo de Mendoza, el General José de San Martín
comenzó los preparativos de su campaña libertadora. El reclutamiento de
soldados fue muy intenso. A principios de 1815, San Martín dispuso que todos
los hombres que tuvieran entre 15 y 45 años de edad se alistaran en los cuerpos
cívicos. Y este esfuerzo fue acompañado y sostenido por toda la comunidad
mendocina, que se sumó a los preparativos de la campaña libertadora, cuando el
ejército repartió en cada uno de los hogares millares de cortes de camisas y
ropas destinadas a vestir a los soldados de los diferentes cuerpos para que
fueran cosidas en el menor tiempo posible. Las mujeres cosieron incluso de noche,
a la luz de las velas, a fin de poder cumplir con esta misión. Un grupo de
damas mendocinas pidió una audiencia con José de San Martín, en la que le
entregaron sus alhajas para la compra de armamento y le expresaron todo su
apoyo.
En este sentido, el
Presidente de la Nación, Alberto Fernández, nos dice: “La soberanía comienza
por nuestra propia capacidad de concertar prioridades estratégicas, en el marco
de un nuevo contrato de ciudadanía social”.
Algunas reflexiones
evidentes
Es muy posible que una de
las lecciones aprendidas de la pandemia sea la necesidad de revisar la
globalización, buscando acercar los centros de producción industrial a las
grandes áreas consumidoras en Europa y en otras partes del mundo. Se trataría
de un proceso de reindustrialización del tejido económico de unos países que
permitieron, en los años del despegue chino y de otras economías emergentes,
deslocalizar sus industrias y que ahora tratarán de revertir esta tendencia. La
pandemia ha creado una mayor consciencia de la gran vulnerabilidad que supone
confiar la producción industrial a países que, como China, tienen objetivos
geopolíticos propios. La consecuencia será que los gobiernos en todo el mundo
impulsarán una mayor “des-chinización” de sus economías, con vistas a evitar
proveedores impredecibles.
Así lo indicaba
recientemente Henry Kissinger: “La leyenda fundadora del gobierno moderno es
una ciudad amurallada protegida por poderosos gobernantes, a veces despóticos,
otras veces benévolos, pero siempre lo suficientemente fuertes para proteger al
pueblo de un enemigo externo”.
Recordemos que el cambio de
un Imperio como fue el Romano, en la Edad Media, no solo trajo un nuevo sistema
político o administrativo, sino que fue el surgimiento de un nuevo sistema de
organización social con criterios muy parecidos a los mencionados en el párrafo
anterior.
“La pandemia ha creado una
mayor consciencia de la gran vulnerabilidad que supone confiar la producción
industrial a países que, como China, tienen objetivos geopolíticos propios”.
Lecciones de la historia
Puede ocurrir que la
virulencia de la pandemia refuerce instituciones multilaterales, como la Unión
Europea, e incluso que saque a EE.UU. de su política aislacionista y lo
devuelva a una posición de liderazgo en el sistema internacional que nunca
debió abandonar. Como dice Mike Tyson, “todos los planes son buenos hasta que te dan un puñetazo
en la cara”.
No debemos olvidar las
situaciones que empujaron a EE.UU. a ingresar en las dos guerras mundiales del
siglo XX. El presidente Woodrow Wilson convocó en 1917 al país a entrar en la batalla contra el
Imperio Germánico, con estas palabras: “El mundo debe ponerse a salvo para la
democracia. No tenemos fines egoístas que servir. No queremos conquistar ni
dominar”.
Hoy, más de cien años más tarde, EE.UU. recuerda su papel
decisivo en la guerra que había convertido a Europa en una carnicería y que
solamente terminó cuando Washington se sumó a la lucha. Algo parecido sucedió
con el ingreso del país en la Segunda Guerra Mundial, cuando EE.UU. también
pudo abandonar sus tendencias aislacionistas.
Una agenda para la
reconstrucción post COVID-19
Se debería crear, lo antes
posible, un Consejo de Reconstrucción
Post-Crisis, que estudie y formule recomendaciones para la etapa siguiente,
integrado por los mejores expertos, sin distinción de ideologías, de todas las
disciplinas que hacen a la formulación de políticas de Estado.
La idea es crear un
laboratorio de ideas o mesa de estado mayor, que con la necesaria anticipación
–un factor clave– formule los escenarios y las soluciones prácticas u “hojas de
ruta” para reconstruir saludablemente al país, aprovechando la reestructuración
del poder global, en el marco de los problemas supérstites, magnificados y
agravados por este período de inmovilidad. Prepararse con tiempo siempre ha
sido clave para resolver problemas. Las urgencias siempre se pagan caras.
La Argentina no tiene
demasiada tradición y prácticas de gobierno, utilizando el pensamiento
estratégico, el análisis geopolítico y otras herramientas de la Inteligencia
Estratégica. Ahora es el momento más que apropiado para ejercitarlas. Hay que
proyectar, analizar y proponer programas de trabajo, en forma federal, para
lograr una base de planeamiento estratégico, paralelo al presupuesto nacional.
Cada escenario futuro debe tener su plan de acción alternativo.
No hay otra forma de
gestionar un país en tiempos de incertidumbre y con creciente complejidad que
provocan los múltiples factores, nacionales e internacionales, en juego.
Los esfuerzos que se están
realizando para amortiguar la crisis actual, sean de la importancia que fuesen,
no deben desplazar o ralentizar la urgente tarea de lanzar un modelo de
reconstrucción amplio para proyectar la transición hacia un orden posterior al
coronavirus.
Los problemas que se
avecinan no son solo los clásicos, los que dábamos por obvios. Podrían llegar a
ser lo opuesto de los que vislumbrábamos: solo hay que pensar en Vaca Muerta y
el precio del petróleo; la menor demanda global y los precios de las commodities
agrícolas; los pagos de la deuda externa; el desempleo tecnológico; la
impaciencia popular provocada por las comunicaciones globales instantáneas; y
otras.
Tenemos mucha inteligencia
humana disponible. Aprovechémosla antes que esas mentes emigren. Estamos frente
a un desafío histórico, que es también una oportunidad. Se trata de manejar la
crisis, pero pensando en construir un futuro mejor para todos los argentinos.
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