Andrés Torres
27-6-20
Cuando comencé
a informarme sobre las alternativas de economía política que postulan un
Ingreso Básico Universal no me imaginaba,
como muchos de mis conciudadanos, que nos enfrentaría este extraño y
contundente nuevo escenario de la “pandemia” y la virtual parálisis del mundo
que se sindicó como su consecuencia. En ese momento, las razones que fundaban
la búsqueda de dispositivos como el IBU se ubicaban en el auge del desempleo
tecnogénico y el colapso del estado de bienestar, pero ahora la combinación de
COVID-19 con cuarentenas ha dado una razón más para acelerar la búsqueda de
soluciones para un mundo que promete empobrecerse aún más, especialmente en los
países económicamente subdesarrollados.
En sintonía con esas búsquedas
se agitó y embraveció fuertemente el panorama mundial del debate y las
propuestas legislativas en todo el mundo, y recientemente, en España ya hay una
renta básica universal (de ribetes muy polémicos) aprobada con el voto de todas
las fuerzas excepto Vox, que se abstuvo.
En nuestro país ya hay
dirigentes que militan por iniciativas por el estilo como el referente Juan
Grabois, y el expresidente Eduardo Duhalde que se ha pronunciado al respecto.
Ante este panorama cabe plantearse una moción
de suma prudencia, que no debería impedirnos indagar la viabilidad de un
sistema de IBU, pero que sin embargo debería contemplar, a mi entender, ciertas
prevenciones:
1. Que
un eventual IBU no se convierta en una forma de pronunciar a un grado extremo e
intolerable el estatismo y el clientelismo político lo que traería nefastas
consecuencias porque detrás de muchos promotores del IBU están enemigos
declarados al derecho humano de la propiedad y de evidente filiación comunista
o colectivista.
2. Que los medios y sistemas de financiamiento
impliquen la protagónica participación de las instituciones intermedias,
incluidas las empresas y sindicatos,
apelando al principio de subsidiariedad, ya que si se propugna un IBU
como alternativa permanente no puede ser el Estado el dispensador gracioso de
la renta, ya que no estaríamos hablando de una emergencia temporaria sino de
una nueva era en las relaciones socioeconómicas a nivel mundial.
3. Que el IBU no esté atado a contingencias
económicas momentáneas ni encubra condicionamientos que van en contra de su
esencia, según se lo ha conceptualizado precedentemente.
4. Que, como acotaron los partidarios de VOX en
España, el IBU no divorcie la noción del ingreso ciudadano con el de alguna
contribución en trabajo del beneficiario a la comunidad, entendiendo el trabajo
en un sentido amplio y que excede el concepto de “empleo”, para lo que también
cabe encontrar fórmulas que compatibilicen la legitimidad de la renta básica
(de acuerdo al principio del destino universal del los bienes) con el trabajo
como inherente al hombre para su propia perfección (Laborem exercens, 26).
Renta básica universal: una idea para considerar
La Nación, 23 de junio de 2020
En el año 2010 publiqué un libro titulado La Renta Básica Universal, (RBU) de Tomás Moro al Hambre
Cero . En él desarrollaba una propuesta, nacida en la
Universidad Católica de Lovaina, pero que tiene fuertes raíces en Occidente
desde la aparición del Humanismo. De ahí la mención a Tomás Moro. La idea de
una Renta Básica Universal es simple: se trata
de garantizar a todos los integrantes de una comunidad -un país, una
provincia, un territorio- un ingreso en efectivo mensual que asegure las
mínimas condiciones de subsistencia, sin ningún tipo de condicionamiento o
contraprestación.
Los argumentos a favor de una medida de este tipo son
múltiples pero enumeraremos solo dos:
·
Desde el
punto de vista filosófico, esta idea parte de la noción de la libertad como autogobierno, propia de la tradición política
republicana. El núcleo básico de esta definición de libertad es
que aquel que no dispone de una base material suficiente para garantizarse una
existencia social autónoma, tendrá que sobrevivir pidiendo permiso a terceras
personas y, por lo mismo, se verá en mayor o menor medida sometido a la
voluntad de estas. Por lo tanto, no será libre.
·
Desde el
punto de vista económico, el argumento actual es que la Renta Básica Universal
(RBU) permite la adaptación de la economía a la nueva realidad definida por el
progreso tecnológico, que a través de la "robotización" y del
desarrollo de la Inteligencia Artificial hará que disminuya el número de
puestos de trabajo y aumente el número de desocupados. Un mundo así solo puede
ser sostenible si se garantiza un ingreso mínimo para todos.
La idea, que en su momento fue apoyada por liberales
como Milton Friedman, hoy solamente se aplica
plenamente en el estado de Alaska. Allí, todos los adultos con más de seis
meses de residencia en el territorio reciben una suma anual, ligada a los
beneficios de los contratos petroleros que el estado tiene. Los menores de 16
años reciben la mitad de esa suma. Desde que se implantó, en 1982, la idea ha
reunido cada vez más consenso, al punto de que en este momento ya hay varios
países encaminados, por distintas metodologías, a implementarla.
Baste decir que, entre otras iniciativas, hay
programas piloto funcionando en cuatro ciudades de Canadá; que varias regiones
de España tienen una asignación de estas características para la juventud; que
en Finlandia se lanzó un plan para avanzar en la posibilidad de establecerla;
que en Suiza se votó (aunque se rechazó) un proyecto encaminado en ese sentido
y que en diversos países de África se aplica, aunque en forma sumamente
limitada.
Pero lo que quiero destacar en este artículo es que,
en estos momentos, vuelve a surgir con fuerza la
propuesta de establecer en distintos países de Europa una RBU, con el objetivo
de garantizar a todos y cada de los ciudadanos, sin importar cuales sean sus
ingresos, un mínimo de dinero que pueda ayudarnos en una situación crítica como
la de la pandemia actual. El Papa Francisco ha
mencionado la posibilidad en su alocución de Pascua, y el vicepresidente del
Banco Central Europeo, Luis de Guindos, conocido por su rigor presupuestario,
abogó recientemente por una "renta mínima de emergencia" para que
nadie se quede sin ingresos durante esta crisis. Otro tanto hizo Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo
Monetario Internacional, que opinó recientemente que "el ingreso mínimo
español es un buen instrumento por la igualdad".
En la Argentina la salida de la pandemia dejará
una economía de muy difícil gestión, que golpeará sobre todo a los sectores más
desamparados que se enfrentarán a un panorama de carencias y
dificultades inédito en la historia reciente. Pero también va a afectar a los
sectores medios. En definitiva, un 80% de la población.
Sin embargo, también hay que reconocer que, junto con
los problemas, el coronavirus nos ha traído la
posibilidad -la imperiosa necesidad, diría- de pensar fuera de los esquemas
habituales, de buscar soluciones que no están regularmente en las agendas
políticas, de abrirnos a ideas que eluden la lógica conservadora de los poderes
establecidos.
En estos
días tanto desde el Gobierno como desde otros sectores, la Renta Básica
Universal se ha puesto en la agenda de discusiones. Es auspicioso. Ahora
solamente falta que el tema se discuta con argumentos, con datos, con
conocimientos y no, como suele ocurrir, con la salida fácil de la chicana, el
prejuicio y la descalificación. Sería un gran avance en el horizonte de los
menos favorecidos de nuestro país.
Expresidente de la Nación
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