a la luz de la geopolítica
de los alimentos
Coronel ® Carlos Pissolito
Informador Público, 11-6-20
Se suma a esta condición
natural, la circunstancias impuestas por la pandemia del COVID 19 la que ha
ralentizado tanto la producción como la distribución de alimentos a nivel
global. Lo que ha llevado, incluso, a expertos a alertar respecto de una posible
hambruna a nivel mundial como lo ha anunciado David Beasley, director Ejecutivo
del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
Sea como sea, hay dos
fenómenos que marchan paralelos: un incremento del número y de las necesidades
de la población mundial y una decreciente capacidad para satisfacer dichas
necesidades, agravada, hoy, por los efectos económicos de la pandemia. Lo dicho
no implica adoptar la famosa tesis malthusiana ni suscribir a los límites del
crecimiento propugnado por el Club de Roma. Es simplemente, reconocer la
existencia de un problema.
También, hay que saber que
la situación se ha ido agravando con los años porque, hoy, esa demanda, no solo
es mayor, ya que la población ha aumentado. Es mayor, porque el destino de esos
granos ya no es solo la alimentación humana directa, sino que sirven de forraje
para el engorde del ganado destinado a esa tarea. Por lo que el tema es más
complejo.
Paralelamente,
las porciones de granos, especialmente de maíz, que son destinadas a la
producción de biocombustibles no han dejado de aumentar. Por lo que no es
casual que entre las subsidiarias del Grupo Vicentin haya una productora de ese
combustible.
Ante estos hechos las
respuestas de los respectivos Estados nacionales han variado en función de su
mayor o menor facilidad para lograr lo que se denomina su “soberanía
alimentaria”. Vale decir, su capacidad para darle de comer a su población con
sus propios recursos. En un extremo, se ubican aquellos favorecidos por la
naturaleza, como los EEUU, Rusia, Brasil y la Argentina que no solo disponen de
todo lo necesario para alimentar a sus poblaciones, también, cuentan con
excedentes que pueden vender y colocar en otros mercados que los necesiten. En
el otro extremo, se encuentran países como China, la India y Vietnam que no
disponen de suficientes recursos naturales para obtener la ansiada soberanía
alimentaria.
En pocas palabras, los
suministros mundiales de alimentos se están convirtiendo, rápidamente, en una
nueva forma de presión geopolítica. Ya que cualquier civilización puede
evolucionar y manejarla pérdida de varios de sus recursos, pero no puede
sobrevivir sin un abastecimiento seguro de comida.
En el medio aparecen
compañías multinacionales dedicadas a la comercialización y exportación de
granos. Tales como: la norteamericana Cargill, la china COFCO, la francesa
Dreyfus y la inglesa Glencore.
Todas ellas megaempresas y,
especialmente, la última de ellas, Glencore es la que conforma el accionista
mayoritario del grupo Vicentin; Seguramente, que el gobierno nacional
dispone de esta información. Por lo que llama la atención que no se la utilice
y que éste quiera bajar el perfil de las acciones de intervención y de
expropiación. Lo que bien podría ser una astuta medida de velo y engaño. Pero,
también, dado el conocimiento que tenemos de los actores, podría tratarse un
negociado como tantas otras veces ha ocurrido.
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