jueves, 18 de junio de 2020

EL CASO VICENTÍN



a la luz de la geopolítica de los alimentos

Coronel ® Carlos Pissolito

Informador Público, 11-6-20

Se suma a esta condición natural, la circunstancias impuestas por la pandemia del COVID 19 la que ha ralentizado tanto la producción como la distribución de alimentos a nivel global. Lo que ha llevado, incluso, a expertos a alertar respecto de una posible hambruna a nivel mundial como lo ha anunciado David Beasley, director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. 

Sea como sea, hay dos fenómenos que marchan paralelos: un incremento del número y de las necesidades de la población mundial y una decreciente capacidad para satisfacer dichas necesidades, agravada, hoy, por los efectos económicos de la pandemia. Lo dicho no implica adoptar la famosa tesis malthusiana ni suscribir a los límites del crecimiento propugnado por el Club de Roma. Es simplemente, reconocer la existencia de un problema.

También, hay que saber que la situación se ha ido agravando con los años porque, hoy, esa demanda, no solo es mayor, ya que la población ha aumentado. Es mayor, porque el destino de esos granos ya no es solo la alimentación humana directa, sino que sirven de forraje para el engorde del ganado destinado a esa tarea. Por lo que el tema es más complejo.
Paralelamente, las porciones de granos, especialmente de maíz, que son destinadas a la producción de biocombustibles no han dejado de aumentar. Por lo que no es casual que entre las subsidiarias del Grupo Vicentin haya una productora de ese combustible.

Ante estos hechos las respuestas de los respectivos Estados nacionales han variado en función de su mayor o menor facilidad para lograr lo que se denomina su “soberanía alimentaria”. Vale decir, su capacidad para darle de comer a su población con sus propios recursos. En un extremo, se ubican aquellos favorecidos por la naturaleza, como los EEUU, Rusia, Brasil y la Argentina que no solo disponen de todo lo necesario para alimentar a sus poblaciones, también, cuentan con excedentes que pueden vender y colocar en otros mercados que los necesiten. En el otro extremo, se encuentran países como China, la India y Vietnam que no disponen de suficientes recursos naturales para obtener la ansiada soberanía alimentaria.

En pocas palabras, los suministros mundiales de alimentos se están convirtiendo, rápidamente, en una nueva forma de presión geopolítica. Ya que cualquier civilización puede evolucionar y manejarla pérdida de varios de sus recursos, pero no puede sobrevivir sin un abastecimiento seguro de comida.

En el medio aparecen compañías multinacionales dedicadas a la comercialización y exportación de granos. Tales como: la norteamericana Cargill, la china COFCO, la francesa Dreyfus y la inglesa Glencore.

Todas ellas megaempresas y, especialmente, la última de ellas, Glencore es la que conforma el accionista mayoritario del grupo Vicentin; Seguramente, que el gobierno nacional dispone de esta información. Por lo que llama la atención que no se la utilice y que éste quiera bajar el perfil de las acciones de intervención y de expropiación. Lo que bien podría ser una astuta medida de velo y engaño. Pero, también, dado el conocimiento que tenemos de los actores, podría tratarse un negociado como tantas otras veces ha ocurrido.



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