del Consejo
Nacional de Malvinas: Balza
por César Augusto
Lerena
Informador
Público, 8-3-21
Me referiré a
algunos de los miembros seleccionados para integrar el Consejo Nacional de
Malvinas (el día que se ponga en funciones) para imaginarnos cuál podrían ser
las políticas destinadas a recuperar Malvinas. Apenas fallecido el expresidente
Carlos Menem, distintos personajes salieron a hacer una semblanza del extinto.
Uno de ellos, el General (RE) Martín Balza quien, precisamente, fue designado
para integrar el Consejo que coordina el secretario de Malvinas Daniel Filmus,
efectuó unas llamativas declaraciones en su condición de general en jefe en la
década del 90.
Refirió en la
entrevista (Urgente 24) el citado: «Carlos Menem, jamás interfirió en mis
decisiones», perdiendo de vista Balza su condición de subordinado del
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el presidente de la Nación. Es éste
el que toma las decisiones y el general quien las cumple.
La fórmula
«Subordinación y valor para defender a la Patria» que utiliza el ejército en
las formaciones, debiera concluir por imperio del artículo 6º de la Ley 23.463,
en «y defender la Constitución Nacional» razón por la cual, no debiéramos
asignarle ningún valor o atribuirle especial mérito a un general por defender,
como cualquier ciudadano, la Constitución. La Subordinación en el caso del
Mando Militar, se entiende como «la sujeción a la orden, mando o dominio del
subalterno con respecto al superior. El subordinado acata el mando por la
existencia de una relación jerárquica que él comprende y acepta»; y Valor es un
concepto que describe «el comportamiento generador del bien de su desempeño del
que depende en gran medida, el éxito en el cumplimiento de las órdenes que se
le han impartido para la realización de las misiones y actos de servicio».
En base a lo
precedentemente expuesto precisaría los dichos del general Balza: jamás dejó de
cumplir con las órdenes impuestas por la conducción del Comandante en Jefe
Carlos Menem (“El presidente dispone de las Fuerzas Armadas”, Martín Balza, El
Intransigente, 14/11/2019) y la Constitución y, ello incluye, a todas las
decisiones, de otro modo se hubiera tenido que ir a su casa. Los oficiales superiores
al asumir una función de mando deben prestar el juramento de observar y hacer
observar, si fuere necesario, hasta perder la vida, la Constitución Nacional,
conforme a las leyes que al efecto dicte el Congreso y a los decretos del Poder
Ejecutivo Nacional (Art. 1º y 5º Ley 23.463). Ergo, Balza avaló con su
continuidad todas las acciones relativas a la enajenación de la soberanía
nacional -al menos- que se llevaron a cabo durante la década del noventa.
Me permito
recordar que, como comandante de la VI Brigada (1987), subjefe del Estado Mayor
General del Ejército (1990) y jefe del Ejército Argentino (1991), Balza se
mantuvo activo en los altos mandos militares entre 1989 y 1999, uno de los
períodos más oscuros de dominación y de mayor entrega nacional del Atlántico
Sur y Malvinas y, “sus decisiones” (sic) al respecto, fueron inexistentes o
infructuosas -si existieron- respectos a los Tratados, Acuerdos, etc. que
enajenaron la soberanía nacional.
Como Secretario de Estado designado en julio de 1989 renuncié los primeros días de enero de 1991 (La Capital de Mar del Plata, pág. 7 del 20/2/91) por la gravísima entrega nacional que en el Atlántico Sur, Menem, Cavallo y quienes los acompañaban en sus políticas (algunas de las cuales describo a continuación o que pueden ampliarse en el libro de mi autoría “Malvinas. Biografía de la Entrega, 2009). La renuncia, aunque, como en mi caso, sea por propia determinación, supone un alejamiento y una pérdida; pero también la posibilidad de ejercer un derecho irrenunciable de participar activa, ética y libremente en favor de los intereses supremos de la Nación. Me quedaba adherir a “El Estado soy yo” de Luis XIV o al “Estado somos nosotros” de Lenin, gozando en ambos casos de las mieles del poder; pero suscribí a “el Estado son todos” de Honoré de Balzac; acompañando a millones de argentinos bien nacidos, que, por encima de los intereses personales ponen el de la nacionalidad; el respeto y admiración a nuestros ascendientes y a los héroes que regaron con su sangre la Nación.
Mientras, el general Balza, continuó prestando sus incondicionales servicios al
ex Presidente Menem hasta el 1999. Es evidente que tenemos una diferente
valoración de los hechos que ocurrían en esos años y, mientras él refiere, a
“una modernización de la fuerza” inconducente, precisamente por efecto de los
Acuerdos de Madrid como veremos, muchos percibimos una Nación de rodillas.
«Hubo respeto
mutuo y en ocasiones hasta afecto del señor presidente hacia su persona y (…)
nunca interfirió en mis decisiones (…) jamás interfirió en la relación
mando-obediencia-subordinación (…) en todo momento respetó a las fuerzas
armadas», refirió Balza en la entrevista. Opiniones todas muy llamativas, de
quien estuvo al frente del Ejército y cumplió las órdenes de un gobierno que
enajenó la soberanía nacional. No me imagino a los Generales Manuel Belgrano;
Martín Miguel de Güemes; Juan Manuel de Rosas; José Gervasio Artigas; Juan
Lavalle; Manuel Oribe; Simón Bolívar; Juan Gregorio de Las Heras; Juan Álvarez
de Arenales; Bernardo O’Higgins, Miguel Estanislao Soler, Mariano Necochea y
otros tantos, algunos de los cuales sus bustos se encuentran en el Colegio
Militar de la Nación, que, estando entre los generales más destacados
americanos, jamás hubiesen admitido en silencio tanta entrega, semejante cesión
del territorio nacional, con graves implicancias sobre la Antártida. Y por
supuesto, bastaría repetir algunas de las frases del General San Martín para
saber que hubiera hecho nuestro Libertador: «Hace más ruido un hombre gritando
que cien mil que están callados (…) Cuando la Patria está en peligro todo está
permitido, excepto no defenderla».
Cuando se analizan
las condiciones de subordinación en que las fuerzas armadas argentinas -en
particular del ejército- quedaron ante la pérfida Albión con motivo de la firma
de los Acuerdos de Madrid y otras decisiones tomadas durante la década del 90
en la que ejerció la jefatura militar Balza, no hay más que repudiar la
profundización de la entrega nacional de esos años.
Martín Balza es un
general controvertido. Egresó (17/12/55) en orden de mérito 143 sobre 173
cadetes y, entre tantas otras declaraciones públicas refirió que «nunca estuve
de acuerdo con los indultos de Menem de octubre de 1989» (Mirá lo que te digo,
15/2/2021), pero, Hernán Fair pone en duda sus dichos: «una vez asumido, el
Presidente (Menem) (…) el 7 de octubre de 1989 indultó por decreto a 216
oficiales y suboficiales y 64 civiles procesados por las rebeliones de Semana
Santa, Monte Caseros y Villa Martelli y, el 29 de diciembre de 1990 el Gobierno
firmó varios decretos (NdA: Decretos 2741/90 al 2746/90) que beneficiaron a
todos los miembros de las Juntas del Proceso Militares, represores,
terroristas, etc. (entre ellos a Firmenich y Martínez de Hoz), satisfaciendo lo
que en los hechos constituía la principal demanda política del Generalato
castrense» (CONICET, “Relaciones políticas entre el menemismo y las Fuerzas
Armadas…”Revista KAIROS, UNSL, mayo 2011), en una fecha, en que el General
Martín Balza ya era subjefe del Estado Mayor del Ejército.
Por otra parte, el
servicio militar obligatorio, un régimen vetusto y prepotente, que imperaba
durante la jefatura del general Balza, se terminó en 1994, no por la voluntad
de éste de reconvertir la fuerza sino por la brutal muerte de Omar Carrasco.
Continuaba como jefe del Ejército cuando el 3 de noviembre de 1995 estalló la
Fábrica Militar de Armamentos de Río Tercero y, también cuando la Argentina,
pese a ser uno de los cuatro países garantes del Protocolo de Río (1942) le vendió
armas a Ecuador, pese a enfrentarse a la hermana República del Perú, el más
importante aliado militar que tuvo la Argentina en 1982. No ampliaré sobre
estos últimos hechos, pese, a que por su condición de jefe del arma y su
vínculo con el Ministerio de Defensa no debería -oficial o extraoficialmente-
desconocer lo que ocurría al respecto. El manifestó “haberse enterado por los
diarios de los decretos secretos” (Mirá, reportaje citado). Digamos: ¿estaba
pintado?
No obstante ello y
antes de continuar, no podría dejar de lado sus múltiples distinciones y
medallas; sus tareas y declaraciones derivadas de sus responsabilidades
militares (sus camaradas son quienes las valorarán) ni el valor de Balza de
combatir en Malvinas, como no lo haría jamás con ninguno -cualquiera sea su
jerarquía militar- de los que combatieron por defender nuestros archipiélagos;
pero, hay cientos de soldados que aun combatiendo en Malvinas, no se consideran
veteranos de guerra, porque siguen dando pelea sin solución de continuidad desde
1982 hasta nuestros días, sin sostener ni participar en un gobierno, que con
sus acciones, favoreció la consolidación británica en Malvinas, Georgias,
Sándwich del Sur y la Antártida.
Me limitaré
entonces, a describir lo ocurrido entre 1989 y 1999 respecto a la creciente
ocupación británica del Atlántico Sur, cuando el general Balza era el principal
responsable del Ejército argentino.
No pudo ignorar
este general del más alto rango, el contenido de los Acuerdos de Madrid. Las
Declaraciones Conjuntas del 19/10/1989 y, 18,19/12/1989 en París, convertidas
luego, en el Tratado del 14,15/2/1990, comúnmente llamado de Madrid y, el
Tratado de “Promoción y Protección de Inversiones británicas” en Londres el
11/12/1990, complementario del anterior, convalidado por la Ley 24.184.
Estos Tratados
terminaron con la Argentina soberana, industrial, tecnológica, científica y
dueña de sus recursos naturales y servicios públicos; que la devolvieron, a sus
orígenes de proveedor de granos, transgénica, semilla-dependiente y
química-fumigada. La Argentina del monocultivo, con los servicios y los
recursos naturales privatizados. Los ferrocarriles y las flotas navales
liquidadas y los astilleros nacionales desfinanciados, etc. De la Argentina con
un mar territorial de 200 millas marinas, por imperio de la Ley 17.094, a la
Argentina de la ZEE depredada por británicos, españoles, chinos, rusos,
taiwaneses y coreanos.
La supresión de
hipótesis de conflicto que dominaron las relaciones con Brasil y Chile en el
siglo XX era razonable; pero, el país pasó, de tener ocupados por los
británicos en 1982 unos 11.410 km2 y tres millas marinas al alrededor de
Malvinas, a ser invadido por Gran Bretaña en 1.639.000 km2. Un 52% de toda
nuestra ZEE, equivalente a un 28% del territorio continental. Que nuestro país
no tenga hipótesis de conflicto y, desarmadas sus fuerzas, es verdaderamente
asombroso.
Estos Tratados se
completaron con la sanción de la Ley 23.968 (10/9/1991) de los “espacios
marítimos” que determinó las líneas de base, que le permitió al Reino Unido
establecer los espacios marítimos alrededor de Malvinas; la sanción de la Ley
24.543 (13/9/1995) que ratificó la CONVEMAR, a cuya sanción -modestamente- nos
opusimos sin éxito con el apoyo de un par de Senadores liderados por el Senador
Pedro Molina (PJ Santa Cruz), que le permitió al R.U. considerarse -en forma
ilegal- como un país ribereño en Malvinas y, promover, en la actualidad, la
multilateralidad regional del control de las pesquerías, para tratar de
intervenir, en un pie de igualdad con la Argentina, en la administración de los
recursos en el Mar Argentino; motivo por el cual, nos opusimos y, seguimos
haciéndolo, a la sanción luego de varios años de discusión de la Ley 25.290 del
13/7/2000 que promueve las OROP (Organizaciones Regionales de Ordenamiento
Pesquero) dejando la administración preminente del Atlántico Sur en manos de
los Estados de bandera en perjuicio de los Estados ribereños y, frente a la
presencia británica en Malvinas, violando la DTP de la Constitución Nacional.
Balza permaneció
en su cargo en silencio, como muchos que permanecieron y permanecen en silencio
y son incapaces de proyectar una estrategia para salir de esta trampa que sume
en la derrota perpetua a quienes creen que todo está perdido y, a una gran mayoría
de argentinos, que ignora cuál es la situación del país. ¿Alguna vez el General
Balza ante los Acuerdos de Madrid, esos años habló sobre la Zona de Paz y
Cooperación del Atlántico Sur? que firmaron los países africanos occidentales y
suramericanos con ZEE en el Atlántico Sur en la Asamblea General de la ONU
(Res. 41/11 del 27/10/1986).
La Argentina y el
Reino Unido acordaron, en primer lugar, aplicar la fórmula inglesa del
“paraguas”, por la cual ambos países aceptaron el tratamiento de distintos
temas, en tanto y en cuanto, ello no significase reconocimiento alguno sobre la
soberanía de Malvinas. Pese a esta decisión ya lacerante e indigna, los
británicos quebraron todas las resoluciones de la ONU, mientras nuestro país
permanece congelado, declamando ante los foros nacionales. ¿qué opinarán los
argentinos y los fueguinos en particular sobre el incumplimiento de Res. ONU
31/49 y la 1514/60 que «Insta a las dos partes a que se abstengan de adoptar
decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales…» (4) y
que declara «Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la
unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los
propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas» (6).
Ningún funcionario
de alto rango ocupado en la defensa nacional pudo haber permanecido en silencio
ante semejante invasión británica. Y aquí, la pregunta surge espontánea:
¿modernizar el ejército para qué Balza? Si no es para defender la soberanía
nacional que, es el rol excluyente que justifica la existencia de esa fuerza.
San Martín refiero al respecto: «Compañeros juremos no dejar las armas de la
mano hasta ver al país enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje»,
que, actualizado a los tiempos modernos y nuestra debilidad podría significar
¿Qué propuestas documentadas le presentó al Presidente de la Nación o al
Ministro de Defensa para revertir la pérdida de territorios, recursos y
soberanía? En 1990 se estableció, entre ambos gobiernos la conservación
conjunta de los recursos pesqueros al este de Malvinas (dándole al zorro a
cuidar el gallinero) para facilitarles a los británicos el otorgamiento de
permisos ilegales a flota extranjera. En 1991 con la delimitación de las líneas
de base del continente se allanó al Reino Unido su propia delimitación en
Malvinas que ocupo 438.000 km2 alrededor de Malvinas. En 1993 el Reino Unido
amplió su ocupación marítima a las 200 millas. En 1994 se acordó la pesca en el
Atlántico Sur con la entonces CEE y, los buques españoles nunca pescaron en
Malvinas. En 1995 se acordó intercambiar información sobre todo la actividad
pesquera entre el paralelo 45º S (Pto Camarones, Chubut) y el 60º S (altura de
las Islas Orcadas), es decir, por fuera de las 200 millas ocupadas por los
británicos alrededor de Malvinas y, la Argentina, a través del INIDEP aportó
sus científicos y buques aportándole información pesquera sensible.
En 1996 la
Argentina acordó políticas de cooperación con el Reino Unido “en Beneficio de
las partes involucradas”. En 1998 se firmó el “Convenio de Cooperación Militar”
con el Reino Unido y, en lugar de reducirse la presencia militar británica en
el mar argentino, el Reino Unido trasladó el Comando Sur desde la Isla Ascensión
a Malvinas, instalando la mayor base de la OTAN en el Atlántico Sur, con
aviones, fragatas, misiles y radares de última generación, quienes son
informados de los movimientos militares argentino. ¿Alguien podría pensar que
la base misilística instalada en Malvinas, es para evitar un nuevo intento
armado de recuperar las Islas por parte de los argentinos? Bueno, ello sería
suponer que los británicos no conocen que nuestro presupuesto de defensa es
similar al de Chile o Perú, con un territorio continental y marítimo
infinitamente mayor al de esos países. En 1999 la Cancillería Argentina
colaboró con el Reino Unido para combatir los buques sin licencias británicas
en el Atlántico Sur y, el mismo año por declaración conjunta
británico-argentina del 14/15 de julio autorizó (transponiendo el espacio aéreo
argentino) un vuelo semanal de “LanChile” entre Punta Arenas (Chile) y
Malvinas, con una escala mensual en Río Gallegos, donde los argentinos -en un
nuevo gesto de reconocimiento en favor del Reino Unido- debemos hasta hoy
presentar pasaporte para ingresar a Malvinas y, mientras los cancilleres
referían al fortalecimiento de «las relaciones entre la Argentina y Chile (…)
el jefe del Ejército, teniente general Martín Balza, definió ayer al acuerdo
firmado entre la Argentina y Gran Bretaña, el miércoles último, en Londres (…)
Un pequeño gran paso el que se ha dado. No es poca cosa» (Andrea Centeno y
Federico Quilodrán, La Nación 20/7/1999), lo que significó facilitar la
logística general y transporte a los isleños.
Los Acuerdos de
Madrid dejaron sin efecto la “Zona de Protección Militar” alrededor de
Malvinas, pero, establecieron un “Sistema Transitorio de Información y Consulta
Recíproca”, y otros, que de transitorio no tuvieron nada y que obligan a la
Armada Nacional y a la Fuerza Área Argentina -al Ejército ni siquiera se lo
incluyó- a informar al Comandante de las Fuerzas Británicas en Malvinas de todo
movimiento marítimo y aéreo en el Atlántico Sur entre el paralelo 46º S
(Comodoro Rivadavia) y 60º S (Islas Orcadas). Es decir, cedimos a los
británicos nuestra soberanía territorial y de defensa nacional en millones de
km2 del espacio marítimo y aéreo argentino, frente, a la Patagonia y Antártida
Argentina. ¿No es llamativo que, teniendo ocupada Malvinas, Georgias del Sur y
Sándwich del Sur, como dije, no tengamos hipótesis de conflicto y ningún
experto en defensa integre el Consejo Nacional de Malvinas?
Para ampliar en
las cuestiones específicamente militares transcribiré las opiniones del Dr.
Julio Carlos González, ex director de Asuntos Jurídicos y Secretario Técnico de
la Presidencia de la Nación del gobierno constitucional del 25/5/1973 al
24/3/1976, momento en que fue detenido por golpe militar y último preso
político en recobrar la libertad el 18 de abril de 1983, del que nadie podría
dudar de su espíritu democrático y nacional. Respecto a los Acuerdos de Madrid
(“Los Tratados de Paz por la Guerra de Malvinas”, 1998; “Tratados por Malvinas
del 15 de febrero de 1990: La entrega del país a Gran Bretaña, 14/2/2019), que
ya en 1990 (La Prensa, 15/3/1990) había desenmascarado con valentía y dignidad
ciudadana, calificó a estos Tratados de ruines e ignominiosos «redactados por
el Foreign Office» (Ob. Cit. pág. 129). ¿Tal vez el general Balza -el jefe del
ejército- se haya enterado por los diarios?
Refiere Julio
González sobre la «subordinación de las fuerzas armadas argentinas a las
fuerzas británicas (III): El art. 4° donde la delegación británica anuncia la
decisión de su gobierno de “dejar sin efecto la Zona de Protección establecida
alrededor de las islas Malvinas (Falkland)” fue publicitado como un logro del
gobierno argentino, pero en cambio exhibe una supremacía total de Gran Bretaña
sobre el territorio de nuestro país (…) En efecto, desde el momento en que
Inglaterra adquiere el derecho de controlar todos los actos de las Fuerzas
Armadas de Argentina (art. 52º A, B y C del Tratado) es innecesario que se
mantengan efectivos de Gran Bretaña para defender a las Islas Malvinas de un
eventual ataque argentino. Con esta estipulación el Tratado ha reconocido lisa
y llanamente el derecho posesorio inglés sobre el Archipiélago de Malvinas. Por
su parte, en el art. 5° se consignan los derechos que adquiere Gran Bretaña
sobre las Fuerzas Armadas de la República Argentina:
«A: El Sistema
Transitorio de Información y Consulta Recíprocas sobre los movimientos de las
unidades de sus Fuerzas Armadas en áreas del Atlántico Sudoccidental. Las
precisiones sobre este “Sistema Transitorio” (cuyo tiempo de duración no se
determina), se hallan especificadas en el Anexo 1 del Tratado.
I: respecto al
Aumento del conocimiento recíproco de las actividades militares en el Atlántico
Sur este excede ampliamente al área de las Islas Malvinas y su zona de
exclusión marítima y comprende cualquier quehacer militar en el Atlántico Sur».
«B: Las
Autoridades Militares. En este aspecto se dispone que Autoridades Militares han
de ser las siguientes: Para la República Argentina: La Autoridad Naval
Argentina el comandante del Área Naval Austral (Ushuaia). La Autoridad Aérea
Argentina el jefe de la Novena Brigada Aérea (Comodoro Rivadavia). Para Gran
Bretaña: el comandante de la Fuerzas Británicas en las Islas Malvinas
(Falkland). Es importante señalar, que el Tratado en este aspecto no otorga participación
a la Autoridad del Ejército Argentino que tiene competencia y jurisdicción
militar sobre todo el territorio continental de nuestro país, no obstante que
el Territorio Continental Argentino es objeto específico del Tratado,
comenzando por el ingreso y desplazamiento de súbditos ingleses cuya actividad
en nuestro territorio por imperio del art. 13º del Tratado queda exenta de toda
visa consular o permiso previo de las autoridades argentinas. Esta omisión es
extremadamente grave si consideramos el antecedente de segmentación territorial
de Harry S. Ferns» (Universidad de Birmingham en “Britain And Argentine in The
Nineteenth Century” pág. 485 Ed. Hachette 1974. Idem Lord
Franks “Report of Committee Of Privy Counsellors” publicado en “La Nación”,
pág. 9, 2/4/1983). Esta parte “B”
complementa y reafirma el objetivo final que se persiguen los británicos en
materia militar. No sólo se busca una información y consulta entre las Fuerzas
Armadas sino establecer una “comunicación directa” entre las Islas Malvinas y
el Territorio Continental que incremente el “conocimiento recíproco” de las
actividades militares en el Atlántico Sudoccidental».
«C, D y E: Las
vinculaciones entre las Autoridades. En el texto se estipula que el Ejército
Argentino no podrá participar directamente de esas transmisiones porque según
el Tratado el Ejército no reviste el carácter de Autoridad Militar de la
República Argentina» (¿?). Ya no por la defensa de la soberanía nacional, sino
por la historia de sus patriotas y por la memoria de los héroes nacionales de
su arma que nos dieron la independencia, debió renunciar.
«II: Respecto a la
definición de unidades el Tratado determina la individualización de naves y de
todo el personal de las fuerzas argentinas».
«III: Respecto a
la información reciproca sobre movimientos militares ambos países se deben
proporcionar con 25 días de anticipación el movimiento de sus Fuerzas armadas y
de los ejercicios que verifiquen unas y otras y, otra serie de exigencias
operativas. Del análisis de las coordenadas y paralelos es fácil advertir, que
mientras los buques y aeronaves que se desplacen por la plataforma continental
argentina han de estar subordinados a un fácil y seguro control británico, los
buques ingleses que naveguen desde nuestras costas hasta el meridiano 20 W no
estarán sometidos a igual control argentino. Con esto, Gran Bretaña se
convierte en un estado ribereño con la Argentina y se consolidan los títulos
ingleses de posesión de Malvinas y, el litoral marítimo de Argentina y, su
espacio aéreo respectivo queda sin límite de tiempo bajo el control permanente
de la Royal Navy y de la Royal Air Force. Este Anexo al que remite el art. 5°
adjudica al Comando de las Fuerzas Británicas de Malvinas (Falkland) la
coordinación de los salvatajes marítimos con Ushuaia y la coordinación de los
aéreos con C. Rivadavia». Es fácil apreciar el lugar central que le dio el
Reino Unido a las Malvinas y que la Argentina aceptó.
El Dr. Julio C.
González precisa: «El Atlántico Sudoccidental en la actual reformulación
geopolítica del mundo, es un área decisiva en la confrontación Norte-Sur. Por
lo tanto, su control por una potencia rectora del hemisferio norte como
Inglaterra, con el consentimiento de Argentina, titular del espacio territorial
y marítimo que conduce a la Antártida, crea la posibilidad de que nuestro país
pueda ser el epicentro de un serio y grave enfrentamiento internacional». No
nos debiera asombrarnos hoy la presencia de naves y submarinos nucleares de
estados Unidos. Y prosigue González: «Más importante que tener la titularidad
de una parte del Continente Antártico a distribuir, es el dominio del corredor
terrestre y marítimo que conduce a la Antártida y, ese corredor, está integrado
por la Patagonia Argentina y por el Mar Argentino que se extiende desde el sur
de Tierra del Fuego e Islas de los Estados hasta las Islas Orcadas del Sur que
se hallan situadas a la altura del paralelo 60 Sur (…) Todo lo transcripto y
analizado hasta aquí, nos permite constatar que a partir del 31/3/1990 la
Patagonia Argentina y el sur de mar argentino serán objeto de una soberanía
compartida con Gran Bretaña». Nada que no se esté cumpliendo con el R. Unido
que ocupa 1,6 millones de km2 del mar argentino.
«La
“Bilateralidad” de las relaciones militares entre Inglaterra y la Argentina
excluyó toda participación del Ejército Argentino, hizo lo mismo con la
participación de otros Estados y de organismos internacionales. Es así como la
Argentina marítima y aérea quedó en su parte austral bloqueada, vigilada y
aislada por la hegemonía de una Potencia Extracontinental que usurpa un
archipiélago de su territorio y que además es árbitro permanente de sus
fronteras con la República de Chile».
Hacia 1998
González decía: «No tenemos noticia de que ningún jefe de las Fuerzas Armadas,
ni en actividad ni en retiro, haya formulado alguna crítica a este Tratado» y,
ello lo incluye en un rol protagónico al general retirado Martín Balza, que no
parece haber dicho nada sobre estos Acuerdos ni sobre los enemigos externos
durante esa década ya que, como jefe del Ejército se mantuvo en silencio, al
menos, hasta 1999. Fue un jefe obediente y por sus declaraciones posmorten
relativas a Menem, lo sigue siendo: «recibí la comprensión y apoyo de Menem» (Mirá,
17/2/2021). Nada comparable, a lo que el general Antonio José de Sucre diría a
sus soldados al iniciarse la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 que
terminaría con los realistas en América: «De los esfuerzos de este día, depende
la suerte de la América del Sud».
Casi nadie está
exento de responsabilidades. Pero los que debieron ser custodios de la
soberanía nacional seguro que no. En el escenario de hoy, respecto a Malvinas,
que es el resultado de los Acuerdos de Madrid 1989/90 y de otras medidas
contrarias al interés nacional de la década del noventa, no me imagino al
general (RE) Martín Balsa diseñando el plan estratégico en el Consejo Nacional,
para recuperar el ejercicio pleno de nuestra soberanía en Malvinas, Georgias
del Sur, Sándwich del Sur, la plataforma continental y la Antártida.
Sobre estos temas
«escribo siempre que puedo, con náuseas al comenzar» (Horacio Quiroga).
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