los costos de una estrategia para la tribuna
ideológica
Por Andres Cisneros
Infobae, 12 de Septiembre de
2020
La zarzuela diplomática
protagonizada por el gobierno argentino en la elección del nuevo director del
Banco Interamericano de Desarrollo (BID) exhibe sin inhibiciones el principal
tic del catecismo kirchnerista en política exterior: producir testimonios
ideológicos aunque se perjudique el interés nacional argentino.
En los últimos cuatro mil
años, desde que se tienen registros, los gobernantes sensatos procuran no
chocar de frente con los más poderosos, reservando su relativa capacidad de
confrontación para los casos donde se juega un interés nacional irrenunciable.
Esta histórica inclinación
por la prudencia aparece modernamente contrariada por pensadores como Laclau y
seguidores como el kirchnerismo, que prefieren no buscar adversarios para negociar
sino enemigos para derrotar.
Esta elección del BID
resultaba muy importante para Washington mientras que –como sucedió con
Malcorra- no representaba a ningún interés estratégico argentino, como no fuere
la aventura personal de un amigo del poder.
Apelar a otra metáfora de
David versus Goliat corresponde a otra derivación de ese catecismo heroico,
enfrentándonos de manera épica, mejor si en soledad, al monstruo imperial que
se dispone a avasallarnos. En suma, quedamos de punta con Washington y desmarcados
de nuestro vecinos, a cambio de ninguna ganancia, salvo para la tribuna
ideológica interna.
El verdadero fracaso no
reside en que el candidato argentino tuviera finalmente que retirarse, huérfano
de apoyos. La candidatura de Beliz no procuró fundamentarse en ningún interés
propiamente argentino sino en el interés regional de que el director electo
fuera preferentemente latinoamericano. Por ende, el mayor fracaso, costosísimo,
es no haber procurado un acuerdo con nuestros aliados y vecinos de la región
para sostener a una posición común con un único candidato, argentino o no. A
nuestros vecinos no les interesó.
El costo va a ser
importante. No solo por el peso de EEUU en la negociación con el Fondo sino en
toda la relación global; de Washington necesitamos mucho más su cooperación que
su indiferencia. Inclusive en el menudeo: Argentina, con un poder de voto de
menos del 11%, cuenta con el 30% de funcionarios connacionales en el BID,
conquista amasada durante décadas y difícil ahora de sostener.
Argentina tiene el mismo
peso porcentual de voto que Brasil en el BID, un poco más del 10%, pero Brasilia
operó distinto, negoció con Washington y lo más probable es que el próximo
vicepresidente del BID sea un brasileño, quizá el mismo que Itamaraty habría
propuesto para la presidencia y lo declinó para negociar obteniendo algo
importante. Saravá.
Al revés, el Palacio San
Martín convocó al choque de los trenes, descontando (para peor públicamente)
que México lo acompañaría, pero AMLO terminó agachándose prudentemente para que
pasara la pelota.
Llevarse bien con una
superpotencia no es fácil y mucho menos si está presidida por alguien como
Trump. Normalmente los países son prescindentes ante las candidaturas y esperan
al que gane para acomodar los tantos. Pero con esta movida en el BID, el
gobierno argentino se permitió apostar a quién ganará en noviembre las
presidenciales norteamericanas, repitiendo la jugada que se hizo a favor de la
Hillary Clinton candidata y nos salió el tiro por la culata. No parece casual:
emitimos oficialmente descomedida opinión previa ante las elecciones
presidenciales no solo de EEUU sino también de Brasil y Uruguay. Y en estos
momentos apoyamos a candidatos en las de Ecuador y Bolivia. Todas votaciones en
que quienes respaldábamos, encima terminaran perdiendo.
El inolvidable Renato
Cesarini advertía a sus arqueros que, ante las pelotas que iban adentro, mala
suerte, pero que al menos se cuidaran de no meter en el arco a las que se iban
para afuera.
El autor fue vicecanciller
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