Resulta
absolutamente condenable la brutal descalificación oficial hacia los
integrantes de la Mesa de Encuentro Libertador General San Martín
La Nación,
editorial, 20 de noviembre de 2020
Con ser de gravísimas
consecuencias el anquilosamiento intelectual de las principales figuras de la
fuerza gobernante, la inmadurez emocional que los desborda deja aún más
estupefactos a quienes siguen con algún grado de interés, aquí o en el
extranjero, la situación argentina.
¿Han sido
criaturas o adultos quienes firmaron en nombre del bloque de senadores de la
mayoría una carta dirigida al Fondo Monetario Internacional que parecería más
destinada, en medio de arduas negociaciones, a precipitar un fracaso que a
facilitar el desempeño de los representantes argentinos, incluido el presidente
de la Nación? ¿O habrán dilapidado tanto fuego para disimular con humo el apoyo
al ajuste económico que impulsa el gobierno del que son parte?
Así está la
economía nacional, perturbada por la contradicción permanente entre hechos y
palabras. Así van otros asuntos sensibles para el país, tratados todavía hoy
según convenciones con alguna raigambre en el pasado, pero hace largo tiempo
desechadas por los descalabros ocasionados. ¿No ha ocurrido, acaso, con
diferentes fenómenos populistas y, ni qué decir, entre la masacre de libertades
de los que perseveraron en construir "un hombre nuevo" bajo la
inspiración del marxismo-leninismo? Nos inclinamos por esta última
interpretación.
La defensa
nacional ha sido una de las materias más degradadas por el imperio de ideas
fosilizadas en los sucesivos gobiernos kirchneristas. Debe reconocerse que el
Presidente fue en un sentido más cauto que el ministro Agustín Rossi . Este se
apresuró a descalificar como "un proyecto conspirativo y
desestabilizador" el anuncio de la constitución, por personal retirado de
las Fuerzas Armadas y de seguridad y policial, de la Mesa de Encuentro
Libertador General San Martín. "Son gente de otro tiempo", dijo
Alberto Fernández con desdén llamativo en quien se codea a diario con
dirigentes cuyo pensamiento político, como el de la vicepresidenta, está, por
decir lo menos, congelado en el tiempo.
Como vocero
principal de aquella flamante mesa, ha actuado el general Ernesto Bossi, que
fue secretario general del Ejército durante la jefatura del general Martín
Balza. Quienes ocupaban posiciones gubernamentales al lado del presidente
Alfonsín, durante los dramáticos días de Semana Santa, recuerdan a Bossi como
uno de los jefes militares de mayor resolución en la voluntad de acabar con el
alzamiento carapintada encabezado por el teniente coronel Aldo Rico y, una vez
retirado, participó activamente en entidades solidarias, sostenidas
exclusivamente por sus socios, conteniendo social y económicamente a los
integrantes de las Fuerzas Armadas y de seguridad, frente a los magros sueldos
que han venido percibiendo.
Los integrantes de
la Mesa de Encuentro declararon su entusiasmo para que se debata un proyecto de
defensa integral para la República dentro de un contexto de respeto por las
instituciones de la Constitución. Contribuciones de igual naturaleza hacen
periódicamente militares y personal de seguridad y policial en situación de
retiro en países como Brasil, Francia, España o Bélgica. Habrá de reconocerse
que pocos países sufrieron, como sucedió en la Argentina entre 1930 y 1983, una
catarata de interrupciones tan reiteradas del poder militar en el
funcionamiento regular del orden constitucional.
Incluso, ha habido
pocas experiencias más crueles que la del último golpe, del 24 de marzo de
1976, en que el terrorismo de Estado terminó por abatir a una subversión
también sangrienta, culpable de miles y miles de muertos, y que contaba con el
apañamiento de otros Estados, como la Cuba de Fidel Castro . Pero han pasado
cuarenta años. No hay efectivos de las Fuerzas Armadas que hayan egresado como
oficiales o suboficiales durante aquel período aciago, que se prolongó hasta la
asunción del presidente Alfonsín . Han sobrado, además, las pruebas de
consustanciación con la legalidad de las nuevas generaciones de militares.
El lanzamiento
formal de la Mesa de Encuentro -bautizada por el gobierno "mesa de
enlace", con evidente intencionalidad de alimentar su relato- puede haber
prescindido de formalidades, como por ejemplo un pedido de audiencia con el
ministro del ramo, a fin de ponerlo al tanto de los propósitos en marcha, por
más que algunos de los colaboradores de Rossi hubieran estado informados de lo
que se avecinaba. Es decir que sabían de qué se trataba y mal podía presentarse
algo que todavía no estaba, siquiera, en vías de constitución. De ahí a la
brutal descalificación de que fueron objeto los integrantes de la Mesa hay un
trecho lo suficientemente vasto como para reflejar la subsistencia de
prejuicios que lastiman aún más a la familia militar entre los padecimientos
por las frustraciones profesionales que se prolongan desde hace tantos años.
Máxime cuando el ministro sabe que a las instituciones que allí estuvieron
presentes no las anima otro propósito que poder brindar a sus camaradas un
mejor nivel de vida asistiendo al soldado, al gendarme o al prefecto y a su
familia frente al desarraigo, una asistencia a quien tiene que atender su salud
en Buenos Aires, otorgar un adelanto de sueldo para llegar a fin de mes, un
crédito para cubrir necesidades básicas o un sepelio digno. El ministro conoce
perfectamente las bondades de un sistema que, desde hace más de 100 años,
contiene socialmente a las Fuerzas Armadas y de seguridad frente a la insuficiente
asistencia del Estado y también conoce que no es posible que esas instituciones
financien otra actividad que no sea la de los servicios que prestan.
El anterior jefe
del Ejército, el teniente general Claudio Pascualini, que participa de la
constitución de un Observatorio de Seguridad y Defensa en la Universidad del
Centro de Estudios Macroeconómicos de la Argentina (Ucema), acaba de
declarar que el 50% del personal militar se encuentra por debajo de la línea de
pobreza. Casi no hay en el mundo países cuyo presupuesto nacional destine, como
este año, solo el 0,6% del producto bruto interno a la defensa nacional.
Han transcurrido
treinta años desde que se sancionó la última ley de defensa. Desde entonces la
defensa nacional y la seguridad pública se han ido asociando más y más por el
crecimiento feroz del crimen organizado y la incapacidad del Estado para
ponerle remedio, trabajado como ha estado por teorizadores del derecho que
desalientan la represión legítima de los delitos, principal razón de ser de un
orden legal eficiente. El 50% del plantel de la Gendarmería Nacional está lejos
de donde debe estar, en custodia de nuestras fronteras. Se halla disperso en
grandes ciudades para contener la ola de violencia e inseguridad física de los
habitantes. Algo de eso ocurre también con la Prefectura.
Tenemos ante
nosotros un horizonte de posibles pandemias, catástrofes naturales y porosidad
de fronteras con consecuencias que no se habían imaginado antes. Y tenemos algo
más: una legislación en vigor que limita las intervenciones militares en el
orden interno a los casos de ataques provenientes del exterior y causados por
fuerzas militares de un Estado. Eso es ignorar el desarrollo tecnológico y el
papel que cumple hoy la cibernética, laguna en blanco en una ley de defensa
dictada hace tres décadas; es ignorar que las armas cibernéticas pueden ser
utilizadas desde lugares geográficos indetectables y no necesariamente por
personal militar; pueden accionarlas civiles.
Hace bien el
ministro Rossi en aplicarse a la revisión de toda esa legislación con la
participación de legisladores del oficialismo y de la oposición. Será un gran
paso hacia adelante el aggiornamiento de las normas jurídicas al respecto, y
sobre todo la actualización de ideas políticas que constituyen, en el corazón
del Frente de Todos, rémoras de un pasado que junto con los relatos
artificiosos y de mala fe se espolean como insólitos sucedáneos de programas
consistentes de creación de nuevas fuentes de trabajo, de nuevas inversiones
que aseguren el desarrollo y el bienestar social.
Quienes por su
condición profesional cuentan con experiencias intransferibles en estos asuntos
hacen bien en ponerse a disposición de las autoridades que quieran escucharlos.
El día que el diálogo fructifique en aras del interés nacional el entredicho de
estos días se archivará en la memoria colectiva en la categoría de los
incidentes absurdos y malintencionados que tanto prosperan en tiempos marcados
por la desorientación.
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