transmite el peor mensaje
judicial y agranda la imagen de impunidad del poder
Por Eduardo Aulicino
Infobae, 9 de Julio de 2020
La excarcelación de Lázaro
Baéz –sujeta a una fianza millonaria- impacta por el protagonista, por sus
socios, por las causas que arrastra y por la reiteración de un circuito
fatigante para cualquier sociedad. Repite de algún modo una trama conocida,
cuyo último hilo no parece discutible en sí mismo: en esta oportunidad, la
decisión de la Cámara Casación que ordenó esa medida. En todo caso, asoma como
parte de una historia repetida, con prisiones discutibles y hasta censurables,
y tiempos eternos que transforman en espejismos las sentencias firmes, es
decir, la justicia. Dicho de otro modo, el foco es insuficiente si resulta
restringido a una decisión específica de un tribunal. La sucesión de hechos, en
cambio, suele mostrar el oscuro juego de piezas judiciales y políticas.
Hay cuestiones concretas en
la decisión que la Cámara de Casación impuso ayer al Tribunal Oral Federal 4.
En la práctica, revirtió el rechazo a un pedido de la defensa, que la fiscalía
había considerado. Esa salida fue allanada además por la ausencia de la Unidad
de Información Financiera en una instancia decisiva. No sólo eso. Para
completar, todo remite otra vez a la discusión sobre los fundamentos, alcances
y límites de las prisiones preventivas.
Desde el lado público, el
protagonista supera por mucho este caso, un capítulo o desprendimiento de la
causa por la Ruta del dinero K. Báez también es eje o coprotagonista de otras
investigaciones con trámite judicial tan denso como lento. Se destacan las
causas Hotesur, Los Sauces y obras públicas, sin contar algunas otras en el
fuero penal económico. Un amplio espectro, vinculado al poder del kirchnerismo
y que salpica o involucra directamente a Cristina Fernández de Kirchner y su
familia.
Difícil entonces analizar
una sola entrega judicial, y más aún una sola medida de una Cámara, descolgada
del contexto. El impacto social, incluso más que la lectura política, podría
superar largamente ese límite, con un titilar en zona de riesgo: la imagen de
impunidad del poder alimenta malestares y hasta debates según el color
partidario, pero también suma un goteo inquietante sobre el más genérico
terreno de la antipolítica.
El problema puntual que
terminaría derivando en la prisión domiciliaria –a raíz de otra causa- repone
el necesario debate sobre el dictado de prisiones preventivas. Es sabido que
esa medida, que debería ser acotada a la posibilidad de riesgos para las causas
–peligro de fuga o de entorpecimiento del proceso judicial, con
interpretaciones dispares-, tiene también límites temporales, que fueron
largamente sobrepasados para Báez. Ese sería el argumento central, según
explican allegados a la defensa y argumentan en medios del oficialismo.
Parece claro que el rechazo
a las prisiones preventivas sólo adquiere fuertes dimensiones cuando se trata
de causas de potentes vínculos con la política y más aún con el poder. Del
mismo modo, es visible que muchos casos sobre corrupción se mueven acompañando
los vaivenes de la política. En ese contexto, con actores oscuros –entre ellos,
servicios de inteligencia, asociados desde hace décadas a movimientos de jueces
federales-, las prisiones preventivas se pueden transformar en condenas de
facto, elementos a la vez para tratar de poner en duda el andamiaje de algunas
causas.
Pero la discusión trasciende
la letra de las leyes y la jurisprudencia, porque hay otros aspectos que
también operan de hecho: el principal de ellos es el manejo de los tiempos.
Corre también para el ejemplo de Báez.
La causa de la Ruta del
dinero K arrancó en 2013. Fue trabada todo lo que se pudo durante la gestión de
CFK, se movió en una etapa del gobierno macrista y ahora está frenada, a la
espera de una solución para reanudar de manera virtual las audiencias del
tribunal oral. Es llamativa hasta por una cuestión de recursos la serie de
últimos aplazamientos. En resumen: ya se consumieron siete años, falta la
resolución en el ámbito del TOF y luego seguramente el juego de reclamos ante
las instancias superiores.
Los tiempos son entonces
inciertos. Este caso derivado de aquél y que puso otra vez a Báez en el foco
nacional lleva algo menos, cuatros años. Y la prisión preventiva unos meses
más. Por mucho, motivo suficiente para reclamos. En ese largo caminar, también
cambió el marco político, con otras excarcelaciones ruidosas y una escalada de
CFK y sus allegados para frenar o desarmar su propio y complejo frente
judicial.
Lo dicho: el análisis
político no puede ceñirse a un solo aspecto del problema. Los errores o
maniobras en la aplicación de medidas procesales son una parte. Un renglón
saliente pero no único es la aplicación de prisiones preventivas. Pero del
mismo modo, la dilación de los pasos judiciales representa un problema grave:
una salvación mientras pasan los años lejos de las cárceles.
Los dos elementos combinados
animan un juego desgastante visto desde fuera del poder y del ambiente político
más agrietado. Ese es un dato, que a veces condensa disgusto social. Nada para
despreciar en estos días de agotamiento global por la cuarentena.
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