miércoles, 8 de julio de 2020

FENTANILO: LA OTRA EPIDEMIA QUE AVANZA DESDE CHINA



y que no puede ser erradicada

Es 100 veces más potente que la morfina, cruza el océano Pacífico y usa a los cárteles mexicanos para distribuirse por los países desarrollados

Por Laureano Pérez Izquierdo
Infobae, 8 de Julio de 2020


Algunos son legales. La mayoría, en cambio, son clandestinos. O están a mitad de camino de sobrevivir dentro de la ley. Todos, eso sí, se encuentran dentro de los parámetros de pereza institucional que tolera la mayoría de los entes regulatorios chinos. Decenas de miles de laboratorios producen fentanilo como si fueran simples chips o zapatillas. Comprimen millones de dosis en una jornada laboral, sin conocer lo que es un fin de semana.

Una solitaria y rudimentaria máquina -arrumbada en un galpón- puede producir entre 3 mil y 5 mil tabletas por hora. El mamotreto industrial puede comprarse en dos minutos por Alibaba por menos de mil dólares. Tardará pocos días en llegar a destino. Si el negocio avanza, la inversión para crecer no será significativa: con 5 mil dólares más se adquirirá un procesador con mayor capacidad que permita elaborar entre 10 mil y 18 mil píldoras. Se aceptan todas las tarjetas y formas de pago. La discreción además está garantizada: no se hacen preguntas ni hay formularios para completar.

El fentanilo es uno de los más potentes opioides. Es cien veces más poderoso que la morfina, y una dosis indefinida puede provocar una sobredosis mortal, como está ocurriendo en los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania y Australia. Salió al mercado en 1963 como un anestésico intravenoso, pero debieron pasar generaciones para que su consumo se extendiera. Es que la pastilla sintética hecha en esas cuevas ilegales desparramadas por toda China no llega acompañada de un sello de calidad: con que solo una tableta tenga una composición defectuosa, el adicto puede padecer convulsiones que apagarán su vida en minutos. Esos mejunjes tienen otra característica: suelen hacerse sin mucha precisión.

La amapola contiene varios compuestos alcaloides. El más importante de ellos es la morfina. Los opiáceos alivian los dolores y provocan sedación y euforia al imitar productos químicos naturales, como las endorfinas, palabra que nace por la contracción de morfinas endógenas. Estos químicos, por su parte, interactúan con una serie de conectores del sistema nervioso denominados receptores opioides.

Existe una amplia gama de medicamentos que estimulan este receptor y todos ellos producen analgesia y euforia. La medicina los utiliza para un fin concreto: aliviar los dolores producidos por un cáncer avanzado o por una operación. No debería ser recomendado bajo ninguna otra circunstancia, de acuerdo a la doctora Anna Lembke, de la Universidad de Stanford, una de las máximas voces que se oponen a este tipo de prácticas médicas, algo que se extendió en las últimas décadas y contribuyó a la epidemia.

Es que este tipo de drogas conllevan un riesgo sucesivo de dependencia y sobredosis. El fentanilo, cuyo uso extensivo explotó en los últimos años, es el más claro ejemplo. Los rasgos característicos de su consumo -sin prescripción médica- son la reducción del grado de conciencia, la contracción de las pupilas y la depresión respiratoria asociada con pérdida de reflejos y el riesgo de aspiración. Un cóctel potencialmente mortal: puede conducir a un un paro cardio respiratorio y la consiguiente muerte. Si se ingiere por vía oral, se metaboliza por el hígado. Esto significa que, después de su consumo, la mayor parte del medicamento se elimina a medida que pasa del intestino a través del hígado y antes de que pueda llegar al sistema sanguíneo. Pero aquellos que lo consumen de manera adictiva eligen un camino más efectivo y directo para alcanzar sus efectos sedantes: la administración por sangre. Una inyección que puede ser mortal.

Hay más variantes al fentanilo, todas peores: alfentanil, sufentanil, remifentanil y carfentanil. Este último es 100 veces más fuerte que el de uso más extendido y aunque es para la práctica veterinaria, el número de adictos que se inclinan por este tipo de droga es cada vez mayor. Todo este abanico provoca una sedación casi instantánea. Como también es casi instantánea el efecto sobre el aparato respiratorio. La ventana de tiempo de un paro suele ser demasiado corta como para actuar si se entra en una crisis. Para peor, estos colapsos suelen ser inadvertidos.

En la actualidad, la mayoría de los laboratorios -o pseudo laboratorios- que producen este medicamento se encuentran en China. “Tienen un récord histórico de corrupción. Sólo buscan hacer dinero, violan las leyes locales y son quienes más dañan la imagen del país”, aclara un analista canadiense en actividad que prefiere mantener su identidad al margen. El número total de sótanos dispuestos en aquel extenso país es inespecífico, incluso para quienes conocen desde hace años este submundo. De acuerdo con una investigación de octubre de 2019 del diario The New York Times -basándose en información del Departamento de Estado- existen “entre 160.000 y 400.000 compañías químicas que operan legalmente, ilegalmente o en algún punto intermedio, una estimación expansiva que refleja tanto la inmensidad de la industria como la escasez de la información disponible”.

Por su parte, el periodista especializado David Armstrong, de ProPublica y STAT News, señaló en una antigua entrevista que muchos funcionarios judiciales y de seguridad del régimen chino hacen poco esfuerzo para descubrir la fuente de producción y cuando lo hacen no parecen estar muy dispuestos a determinar si la pastilla es o no legítima. Una de las explicaciones que se encuentran es que al no padecer China esta singular epidemia no es algo que requiera demasiado control.

Para el reportero, algunas de las compañías “son legítimas”. “El problema es que están enviando el producto aquí donde se está utilizando de manera ilícita. Y en muchos casos, las compañías farmacéuticas que están haciendo esto dicen que solo lo están proporcionando para fines de investigación. Pero no parece que haya ningún esfuerzo serio para descubrir la fuente del comprador y si realmente son investigadores o lo están utilizando para tal fin”, dijo en declaraciones a la National Public Radio.

Desde 2016 que Armstrong investiga los vaivenes de esta potente adicción, tiempos en los cuales Barack Obama aún regía los destinos de los Estados Unidos y las disputas con Beijing todavía no habían adquirido la forma actual. Es decir, el problema no es nuevo. La alerta estaba encendida y su administración comenzó a secuestrar cargamentos de pastillas, pero también de precursores y máquinas compresoras que llegaban por correo para ser fabricadas en casa. Las estampillas de aduana tenían un origen: Made in China.

Un informe de RAND Corporation publicado en 2019 y titulado El Futuro del fentanilo y otros opioides sintéticos “identificó múltiples empresas chinas que están dispuestos a enviar un kilogramo de fentanilo casi puro a los Estados Unidos entre 2.000 a 5.000 dólares”, muchísimo más barato que la misma cantidad de heroína mexicana cuyo valor asciende a los 25 mil dólares. Eso explica su auge. Después será revendido a otros precios.

“Gran parte del fentanilo actual y sustancias relacionadas se originan en China. Según agentes federales, estas sustancias llegan al mercado de los Estados Unidos directamente de fabricantes chinos en carga o por correo o servicio de paquetería privado (por ejemplo, UPS, FedEx), de contrabando desde México, o pasado de contrabando desde Canadá luego de ser presionado como píldoras recetadas falsificadas”, dice el mismo estudio del reconocido think tank con base en Santa Monica, California.

Esta operación no es a la vista de todos. Cuando se trata de compras directas no escriben Alibaba en sus ordenadores. Los mercaderes -no los carteles mexicanos, que trabajan a otra escala- recurren a un mundo desconocido para el común de la gente: la web oscura. ¿La forma favorita de cancelar la transacción? Pagos mediante criptomonedas. Difíciles de rastrear.

Una investigación del Instituto Australiano de Criminología -dependiente del gobierno- lo corrobora: “El medicamento también estaba disponible en la darknet entre 800 y 2.500 dólares el gramo”. El kilo era vendido originalmente en 2.500 dólares por los productores chinos. Ganancias extraordinarias.

El profesor de la Universidad de Oxford, Reino Unido, Mark Graham realizó en 2017 un mapeo que muestra cómo el comercio de esta droga se desarrolla en su país, en los Estados Unidos, en Alemania y en Australia principalmente. “Sin embargo, esto no significa necesariamente que China no sea el sitio fundamental de producción”. Lo explica fácil: los demás focos de venta actúan como intermediarios y trafican localmente por la “web oscura” las pastillas, el polvo o los parches, otra de las formas de consumo.

En Australia, por ejemplo, un estudio del Instituto de Criminología -de marzo de 2019- analizó las listas de fentanilo en seis mercados ilegales de la darknet. Entre los descubrimientos establecieron que alrededor de 100 vendedores podían disponer entre 15 y 22 kilogramos de la droga en un día. Sin embargo, sabían que la cifra estaba muy por debajo de la realidad. El peligro está en aumento.

Un tráfico que crece

El drama no es únicamente norteamericano. El Reino Unido, por ejemplo, ve cómo el uso de esta droga se bifurca cada vez más en su población, aunque sin que haya sido declarada epidemia en su territorio. Un documento del Consejo Consultivo sobre el Uso Indebido de Drogas (ACMD, por sus siglas en inglés), al que tuvo acceso Infobae, muestra cómo impacta en la sociedad británica este potente opioide. “Las tasas de muertes registradas que involucran variantes de fentanilo en el Reino Unido han aumentado en la última década, y es probable que el número de muertes estén subestimadas, ya que no siempre se realizan análisis forenses suficientemente detallados”, señala el informe de enero de este año que llegó a manos de Priti Patel, ministra del Interior de aquel país.

El gobierno británico fue advertido por el Consejo respecto a la gravedad del asunto. Es que una dosis mínima de este químico equivale a grandes cantidades de morfina. “Debido a esto, los usuarios se enfrentan a un alto riesgo de sobredosis accidental que conduce a enfermedades respiratorias potencialmente fatales”, indica la larga investigación firmada por el doctor Owen Bowden-Jones y el profesor Simon Thomas, ambos directores del organismo estatal independiente.

Los especialistas británicos saben que una de las claves para el éxito en el tráfico de este narcótico se da por su escaso volumen, “cantidades pequeñas y fáciles de ocultar” que aseguran que llegue a los consumidores sin mayores interferencias. “Pueden generar efectos eufóricos similares a los producidos por cantidades mucho mayores de opiáceos derivados de plantas tradicionales, como la morfina y la heroína”, explican Bowden Jones y Thomas. Ambos sintetizan que los brotes que surgieron en los Estados Unidos en un principio pudieron ser controlados hasta 2012, momento en el cual la fuente de origen ya estaba demasiado lejos de los límites del país: los proveedores estaban ilocalizables en el extranjero.

“Desde 2013 hubo un aumento sustancial en la disponibilidad internacional de opioides sintéticos producidos ilícitamente, incluidos los fentanilos. Estos se obtuvieron principalmente de China”, señala el detallado informe del gobierno del Reino Unido. El documento explica que una aceitada industria farmacéutica combinada con mecanismos “internacionales de comunicación y pago online habilitados y los rápidos sistemas de transporte internacional para paquetes desarrollados para servir al comercio por Internet” fueron fundamentales para el desarrollo de la crisis actual.

Los datos de secuestro de drogas también señalan a la inmensa nación asiática. “De las 1300 nuevas incautaciones de opioides sintéticos reportadas, 940 (72%) fueron derivados de fentanilo”, estas vinieron en forma de parches, polvo y pastillas. “Se informó que la mayoría de las incautaciones se originaron en China”, señaló la investigación del ACMD.

Canadá padece una situación mucho peor. “Todos los días en Canadá, 12 personas mueren por sobredosis de opioides”, advierte una campaña de concientización hecha por el gobierno del primer ministro Justin Trudeau. Sin contar Quebec, la administración canadiense informó que entre enero y diciembre de 2019 murieron 3.823 personas víctimas de sobredosis de opioides. La mayoría de ellas, un 77%, con fentanilo. Casi el 70 por ciento tenía entre 20 y 49 años; el resto, más de 50. Desde enero de 2016, la suma total de muertos alcanza los 15.393. Los datos pertenecen al Departamento de Salud. Las provincias más afectadas son las occidentales, aquellas más cercanas a los envíos desde Oriente. Particularmente dos son las que más lo sufren: British Columbia y Alberta.

Canadá también ve en China el origen del tráfico dentro de sus fronteras. “China sigue siendo el principal país de origen del fentanilo en Canadá. El originario de China se obtiene principalmente de la Internet oscura y generalmente está en forma de polvo. Se pueden crear nuevos análogos haciendo cambios mínimos a los existentes, lo que dificulta que los esfuerzos de regulación del gobierno chino se mantengan por delante de los productores de drogas ilícitas”, señala la administración de América del Norte.

La metodología de tráfico es idéntica que en los Estados Unidos y que en el Reino Unido. “Los productos comprados en línea a menudo se envían por correo a través de numerosas técnicas de embalaje en un esfuerzo por disfrazar o evitar la detección”, indica el Departamento de Defensa de Trudeau.

El fracaso local en el combate a estas cuevas farmacológicas tienen un padre: la Comisión Nacional de Control de Narcóticos de China (NNCC, por sus siglas en inglés), conducida por Yang Fengrui. Cada cierto tiempo, el funcionario del régimen ofrece informes sobre el avance sobre los traficantes locales. No es mucho lo que puede mostrar, salvo intenciones. En el Partido Comunista (PCC) lo ven de reojo: creen que sus resultados son dañinos para la imagen de la nación. Mucho más ahora en tiempos de coronavirus.

En Australia, la situación es menos desesperante que en el resto de los países, aunque no lo suficiente como para afirmar que está controlada. Es así que las alertas son emitidas continuamente en sus principales ciudades. La última de ellas fue en Sydney, el pasado 22 de febrero por la circulación de este veneno que preferentemente se consume en forma de polvo y es confundido con cocaína y heroína. El gobierno de Nueva Gales del Sur hizo sonar las sirenas.

De acuerdo al Australian Boureau of Statistics -con datos de 2018, los últimos procesados- “los opioides representaron poco más de 3 muertes por día” ese año. ”La mayoría de estas muertes inducidas por opioides fueron sobredosis involuntarias en hombres de mediana edad que implicaban el uso de opioides farmacéuticos, a menudo en presencia de otras sustancias. El daño relacionado con los opioides, incluida la mortalidad, es un problema grave de salud pública tanto en Australia como a nivel internacional”, remarca el organismo gubernamental.

La Comisión de Inteligencia Criminal Australiana, dependiente del gobierno, elaboró un informe en el que pone de relieve el incremento del consumo de estos narcóticos. “Al comparar los datos de agosto y diciembre de 2018, el consumo promedio ponderado por la población de fentanilo disminuyó en las ciudades capitales y aumentó en los sitios regionales. Los niveles de consumo siguen siendo altos, particularmente en áreas regionales, con un consumo promedio que excede el de la ciudad capital. Tasmania tuvo el mayor consumo promedio estimado en la capital en diciembre de 2018, mientras que Queensland y Australia del Sur tuvieron el mayor consumo regional promedio estimado”, señala el documento al que accedió Infobae.

En los Estados Unidos, los índices son mucho más alarmantes: en ese mismo período 31 mil norteamericanos murieron por sobredosis con opioides sintéticos, según información de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés). Y si se extiende el período de 1999 a 2018, casi 450.000 las víctimas mortales a causa de una sobredosis de cualquier opioide, tanto recetados como ilícitos. La mayoría de esas tabletas llevaba una inscripción: fentanilo, una droga que se supone calma el dolor, pero que es probable que pueda terminar con la vida.


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Las drogas
que han ayudado a los milicianos a combatir contra los yonquis del ISIS


Los yihadistas del Estado Islámico no han sido los únicos que se han servido de drogas para hacer frente al miedo y la fatiga en Irak y Siria. También muchos milicianos que han combatido contra el Daesh se han servido de ellas con frecuencia. La más común es un opiáceo conocido como Tramadol, pero existen otras muy populares como la ketamina o una variante de benzodiazepina llamada coloquialmente Zulam.

Infobae, 10/03/2019
Ferran Barber 

Son usualmente conocidas como "las drogas de los yihadistas", haciendo especial referencia a una variante de la metanfetamina comercializada como "Captagón" porque los líderes del Estado Islámico se sirven masivamente de ellas para infundir moral a sus combatientes o, llegado el caso, ayudarles a embarcarse en alguna de las acciones suicidas por las que son proverbialmente conocidos.

Lo que se ha ocultado hasta la fecha es que el uso de tranquilizantes y sicofármacos se ha extendido a todos los bandos que intervienen en los conflictos que hoy se libran tanto en Oriente Medio como en buena parte del planeta. Es un secreto a voces que también las fuerzas kurdas o árabes que combatieron en Irak y Siria se han servido y se sirven de opiáceos, estimulantes o benzodiazepinas sin fines terapéuticos para hacer frente a la peor de las dolencias que afectan al soldado: el temor a la muerte y el dolor. Los nazis tenían el Pervitin.

La más popular de las drogas a las que han recurrido, entre otros, el Ejército Libre de Siria (FSA), las diferentes unidades de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF, según sus siglas inglesas), algunas milicias chiítas de Al Hashd Al Sha-Abi (Fuerzas de movilización Popular) o los peshmerga de Barzani es una variante en píldora del Tramadol procesada en la India, claro que existen más.


"Benzos" del Tercer Mundo
El uso del Tramadol -popularmente conocido como Trama- u otros opiáceos entre quienes combatían al Estado Islámico o el Ejército Árabe Sirio de Bashar Al Assad no es completamente generalizado, pero sí muy común; demasiado común, de hecho, como para pasar por alto que son muchos los soldados que han regresado del frente enganchados a alguna variedad de opiáceos o de tranquilizantes.

Alguien se ha hecho de oro traficando con las llamadas "pastillas amarillas"
A falta de otras herramientas terapéuticas y en ausencia de verdaderos médicos, en los hospitales de sangre y las enfermerías de los frentes se dispensan a menudo descontroladamente estas drogas farmacéuticas. Y el consumo ocasional ha devenido con frecuencia en adicción. Como consecuencia de ello, los conflictos sirios e iraquíes han enfrentando a menudo a toxicómanos contra toxicómanos; milicianos exaltados por estimulantes o serenados por benzodiazepinas y derivados farmacológicos del opio fabricados en el Tercer Mundo con vistas, esencialmente, a su venta ilegal. Alguien se ha hecho de oro traficando con las llamadas "pastillas amarillas", pese a que su precio en el mercado negro de Oriente suele ser irrisorio, de acuerdo a los criterios europeos (menos de un euro por una tableta de hasta diez píldoras).

El asunto se ha ocultado con frecuencia para no ensuciar la imagen de las milicias que combaten al DAESH. En su descargo hay que decir que el alcance y la extensión de la adicción y las prescripciones no terapéuticas es variable y en ningún caso comparable al de los yonquis del Estado Islámico, junto a cuyos cadáveres se halla con frecuencia, además del cinturón explosivo, un reguero de pastillas de Captagón o Tramadol. De hecho, no pocas de las drogas de origen farmacológico utilizadas en los frentes donde se ha luchado contra los "yihadis" del ISIS u otras milicias islamistas como los mercenarios turcos de Afrin procedían de los alijos incautados al enemigo. A todos los efectos, estos sí pueden ser descritos commo una horda de drogadictos.

En todos los bandos
Ni uno sólo de los bandos en el conflicto de Oriente Medio ha impedido su uso. "¿Que si sigo tomando Tramadol?", nos dice esbozando una sonrisa un ex miliciano de las FSA (Ejército Libre de Siria, de acuerdo a sus siglas inglesas), Mohammad A.M., a quien hallamos caminando por el barrio barcelonés del Raval, en compañía de otras dos sintecho catalanas. "Me recetaron las pastillas cuando caí herido en Daraa por una ráfaga de ametralladora, pero después no conseguí dejarlo completamente. Hace que te sientas bien y te da fuerza".

El sirio -oriundo de una población cercana a Kamisli- vive ahora en un squat de Barcelona, mientras busca a algún médico que le extraiga la última bala que todavía alberga entre el corazón y los pulmones. Con el fin de ayudarle a aliviar el dolor intenso que le provocan sus secuelas, ha conseguido que los médicos españoles le sigan prescribiendo Tramadol.

"Me suelo tomar tres o cuatro diarias de 50 milígramos", dice mientras hace ademán de abrir la mochila para mostrarnos las pastillas. Pero luego se detiene en seco, como si de pronto sospechara que quizá no sea tan buena idea dejarse fotografiar sosteniendo una tableta. "Las de Siria son mejores, de 200 milígramos. Y me tomaba a veces tres o cuatro al día. Las de aquí, como mucho, son de cien", añade. Cierto.

Matando moscas a cañonazos
La legislación europea prohíbe la comercialización de pastillas de Tramadol con un contenido superior a 100 milígramos. Normalmente, se prescriben como analgésicos para casos de dolor agudo como el de Mohamed que no responden a otros antiinflamatorios. Se sabe que en España se están incrementando de manera muy notable los casos de adicción al Tramadol, pero el problema no reviste la magnitud de una pandemia, tal y como sí está a punto de ocurrir, por ejemplo, en las sociedades de Egipto, Ghana, Afganistán o la propia Siria, donde el consumo se ha extendido a la población civil, y ello incluye a mujeres y niños. En este caso, la gente se prescribe y automedica para sanar del dolor de la indigencia y de la estela de los traumas que suelen dejar atrás las guerras. También en Yugoslavia u otros países devastados por conflictos se dispararon en su día las tasas de adicciones.

A esas razones, más antropológicas y profundas, se suman las grandes campañas de descriminalización de los opiáceos que hace más de una década apadrinaron grandes compañías farmacéuticas como Big Pharma. Si llegara a extenderse el uso de fármacos como el Fentanilo -el asesino de Tom Petty y Prince-, los muertos se contarían por millares.

"Con mis propios ojos vi varias veces como los suboficiales perhmerga repartían entre la tropa Tramadol antes de llevar a cabo alguna acción durante la ofensiva de Mosul", nos confirma otro de los militares españoles que combatieron en la reconquista de esa ciudad. Se da la circunstancia de que tanto en la zona controlada por el Gobierno de Bagdad como en el Kurdistán iraquí se penaliza duramente no sólo la venta, sino el consumo de drogas. Es decir, de una parte los gobiernos castigan el uso y el tráfico de sustancias por parte de la población civil y de otra, se proporciona extraoficialmente drogas a los soldados para incrementar su rendimiento en el combate, algo que, por otra parte, nadie está dispuesto a reconocer.

Basora es el gran centro neurálgico del tráfico de drogas iraquí y la metanfetamina y el Tramadol, por ese mismo orden, las dos sustancias más populares consumidas por la población árabe con fines lúdico-recreativos. En la ciudad kurda de Suleimania, la Asayish (policía kurda) incautó el pasado año varios miles de pastillas de metanfetamina y Tramadol.

No existen datos oficiales del alcance del consumo de drogas en la Federación Democrática del Norte de Siria -conocida popularmente como Rojava-, pero tal y como afirma uno de los voluntarios españoles que se encuentran combatiendo en ese área, "algo debe estar pasando cuando han organizado una campaña en contra del consumo de sustancias y han llenado la zona de carteles". Se sabe igualmente con certeza que en las prisiones de Derik (Rojava) y Erbil (Kurdistán iraquí) hay un número significativo de traficantes de drogas entre los presos políticos y comunes. Recientemente, los kurdos de Siria despenalizaron el consumo.

Entre los árabes, y cuando están en marcha operaciones militares, suele distribuirse un fármaco estimulante conocido como 'Corticol'
Al igual que otros guerrilleros españoles, el mencionado voluntario de las YPG está dispuesto a hablar de su experiencia personal en las milicias kurdas y yazidíes de las Fuerzas Democráticas de Siria a condición de no revelar su identidad. "Creo que entenderás por qué. Admitir que el consumo de drogas es más que significativo y habitual ensucia la imagen de mi unidad, de modo que mantén mi nombre al margen", nos pide, al tiempo que nos aclara: "No es, digamos, masivo si por tal se entiende su distribución sistemática entre la totalidad de la tropa, pero de acuerdo a mi experiencia, lo normal es que en un tabur o unidad de veinte milicianos, al menos cuatro o cinco estén enganchados al Tramadol. Entre los árabes, y cuando están en marcha operaciones militares, suele distribuirse un fármaco estimulante conocido como 'Corticol'. Esto sí se hace de un modo generalizado, y el reparto incluye a los voluntarios extranjeros. Yo nunca lo he tomado, pero tengo entendido que mejora el ánimo y sobre todo, la resistencia de una forma muy significativa".

Corticol y Zulam
El fármaco al que se refiere este miliciano -nos precisa otro de los voluntarios españoles que trabaja en labores civiles, dentro de una unidad militar- es la "corticoliberina", una hormona esteroidea cuya secreción se incrementa de forma natural con el estrés. Ingerido como droga, combate la fatiga y permite resistir al combatiente incluso durante largas marchas nocturnas, aun cuando portan consigo grandes pesos. "Que no salga de mi boca, pero el uso del Trama es muy habitual aquí, desde los mandos a soldados. Todo el mundo te lo pide cuando saben que has de visitar la enfermería", apostilla este miliciano, integrante de una de las unidades afiliadas a las SDF. No cabe ni la menor duda de que, en contra de lo que se venía sosteniendo, las drogas han sido consumidas descontroladamente en todos los bandos que intervienen en los conflictos de Mesopotamia.
¿Se utilizó también masivamente el Tramadol u otras sustancias entre las fuerzas aliadas kurdo-árabes que combatieron al DAESH en frentes como Raqqa, Serekaniye, Deir ez Zorr o Afrin? Definitivamente, sí. "El uso de fármacos potentes está en Siria a la orden del día. Los médicos son lo que son; los facultativos buenos se van a Europa y los que quedan hacen lo que pueden. De hecho, a menudo, ni siquiera son médicos", nos aclara otro de los voluntarios españoles que lucharon en Raqqa y la ribera del Jabur.

Una semana antes de la caída de la ciudad, visitamos la enfermería de Raqqa -otrora capital del califato-, y el personal sanitario -un par de voluntarios árabes pertrechados de buenas intenciones y algunos conocimientos médicos- nos confesaron que el Tramadol es, a menudo, todo cuanto tienen, si no para sanar a los soldados, sí para aliviar su dolor o aplacar sus temores. En los estantes del hospital de sangre ocupaba un lugar especial una variante india de ese fármaco que, en los peores casos, y cuando en verdad se precisa de manera legítima con fines analgésicos, acostumbra a administrarse en su forma inyectable.

"Yo soy el responsable de los servicios sanitarios de esta zona de Irak -nos cuenta otro militar español- y tengo el Trama bajo llave. Sólo puedo autorizar el consumo de los inyectables en casos extremos, aunque es verdad que mucha gente se ha hecho adicta a las pastillas amarillas", la variedad en píldora del derivado opiáceo. "Están tan enganchados a ellas como al tabaco, y piensa que la posesión de una sola pastilla está penada en el Kurdistán con seis meses de cárcel. Que estén dispuestos a correr el riesgo te dará la medida de su dependencia. Además -nos aclara-, suelen echar mano de otras sustancias como la ketamina o una benzodiazapina llamada Midazulam. Los kurdos y los árabes suelen referirse a ella por su abreviatura: Zulam.

Ketamina y Diazepan
La ketamina es un anestésico bien conocido en Europa, donde es ampliamente consumido con fines recreativos. Es comercializado con nombres como ketolar y distribuido por varias firmas farmacéuticas menores. En dosis muy inferiores a las que producen anestesia, proporciona experiencias sicodélicas de gran intensidad. Tanto la ketamina como el Midazulam y las distintas variantes comerciales con las que se distribuye el Tramadol suelen ser introducidos en los frentes a través de países como Libia, a donde a su vez han sido enviados desde la India vía Europa. En junio de 2016, se descubrió un alijo de Tramadol en Barcelona con la ayuda de la DEA, la agencia norteamericana de lucha contra los estupefacientes. Tenía como destino el puerto libio de Tobruk.

El Midazulam viene a ser el equivalente de lo que en España es mencionado con la denominación comercial de Diazepam. Asimismo, es infaustamente conocido porque es uno de los tres fármacos utilizados en el cóctel con el que se quitó la vida al reo estadounidense Clayton D. Lockett. Hace unos pocos años, las farmacéuticas se negaron con diversos subterfugios a proporcionar el Pentotal a los estados norteamericanos que aún mantienen la pena máxima en su legislación, y este fue reemplazado por Zulam, lo que dio lugar a patéticos episodios como la mencionada ejecución del estado de Oklahoma. Treinta minutos después de que se le administrara la inyección letal a Lockett, el condenado aún se convulsionaba y murmuraba. Tal fue el desastre de esta ejecución que reavivó el debate sobre la pena de muerte en Norteamérica, y proporcionó poderosos argumentos a quienes se oponen a ella.

En los frentes de Siria e Irak, el Midazulam suele prescribirse como tranquilizante para hacer frente al estrés que provocan las acciones bélicas, lo que también ha franqueado el paso que conduce de una ingesta justificada a miles de casos de adicciones. Ni siquiera el propio personal sanitario de Oriente Medio ha logrado mantenerse al margen de las drogodependencias. Cuanto más sencillo es el acceso, más tentador el consumo de sustancias estimulantes, sicotrópicas o tranquilizantes. Las drogas y los conflictos bélicos han caminado de la mano desde el principio de los tiempos gracias al monopolio que ejercen los estados sobre la definición de "legítimo", "oportuno", "legal" o "moral".



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