En Argentina, los impuestos indirectos que se pagan al
adquirir bienes o servicios representan una alta carga tributaria, que afecta
sobre todo a quienes menos ganan.
Como el país arrastra un
problema estructural para enfrentar la pobreza y en breve la mitad de la
población podría ser pobre, el dato justifica reclamar una vez más que toda la
dirigencia política y social se ponga de acuerdo en una reforma impositiva.
Un estudio del Instituto
Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) demuestra cuán regresivos son, ya que
absorben una proporción mayor de los ingresos en los salarios más bajos.
Una persona que percibe 50
mil pesos por mes le aporta al Estado un 23,57 por ciento de ese monto en
impuestos indirectos. Pero si el salario fuese de 110 mil pesos, los impuestos
indirectos apenas representarían el 19,3 por ciento. Ahora, si se trata de un
ingreso del orden de 240 mil pesos, los impuestos indirectos insumen sólo el 14,8
por ciento.
En los menores ingresos
aumenta el impacto porque esas personas destinan una porción mucho mayor de lo
que perciben al consumo que al ahorro. Un reciente informe del Indec advierte
que, a comienzos de este año, el 60 por ciento de la población ocupada
registraba ingresos inferiores a 29 mil pesos.
Estamos frente a un círculo
vicioso que urge corregir lo antes posible: el Estado siempre termina
asistiendo a quienes menos ganan; pero quienes menos ganan son quienes más
impuestos le abonan al Estado.
Fuente: La Voz del Interior, editorial, 22-7-20
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