Por Jorge Castro
Informador
Público, 7-7-2023
La Reserva Federal
señaló que había resuelto establecer una “pausa” dentro de su política de alza
de las tasas de interés que ya lleva 15 meses de duración y que se ha realizado
a través de 10 aumentos sucesivos.
Al mismo tiempo,
aclaró en el mismo comunicado que necesitaría multiplicarla hacia fines de este
año para enfrentar un alto nivel de inflación, que sigue siendo el principal
desafío de la 1era economía del mundo (U$S 26.9 billones/25% del PBI global).
Lógicamente si se
establece una “pausa” en una escalada de 10 alzas sucesivas de las tasas de
interés, no es para multiplicarlas, sino para iniciar un camino descendente,
presumiblemente con igual sistematicidad, que la escalada de signo contrario.
Pero en este caso
la realidad de la situación es que, a pesar del esfuerzo del organismo federal,
la inflación se mantiene en el nivel de 5%/5.05% anual, largamente alejada del
objetivo del 2% en el año fijado por la entidad que preside Jay Powell.
Por su parte, la
situación de la economía estadounidense se muestra firme y floreciente. Dotada
de una formidable capacidad de creación de puestos de trabajo. Se trata de un
promedio de 400.000 empleos mensuales en los últimos 6 meses. Esto sucede en
tanto que la tasa de interés también ha disminuido significativamente hasta
alcanzar un nivel de 4.15% en junio de este año.
Aun así la
prosperidad, al menos en EEUU, atrae algunos inconvenientes. La situación de
virtual pleno empleo está acompañada de una carencia evidente de fuerza de
trabajo, sobre todo en el sector servicios, con carteles permanentes de
carácter incluso imperioso proclamando que “…se necesita personal” que es usual
ver a través de todo el ancho del territorio norteamericano.
Este fenómeno
combinado de pleno empleo y carencia estructural de personal mínimamente
calificado, acarrea por necesidad un proceso sistemático de reclamos y de
mejora salarial, que es la causa de fondo de la inflación de la economía
norteamericana.
Lo curioso es que,
en este cuadro de dificultades la prosperidad está acompañada por un virtual
estancamiento de la economía, que se encontró en los 2 1eros trimestres de 2023
en una perspectiva de estancamiento técnico, desigual, pero generalizado.
Lo que es evidente
es que la Reserva Federal está crecientemente preocupada porque, a pesar de la
política de alza sistemática de las tasas de interés, que se han mantenido en
más de 1 año en un nivel por encima de 5%/5.05% anual, la inflación no solo no
retrocede, sino que está adquiriendo un carácter crónico, lo que sería la “peor
hipótesis” en la terminología de Jay Powell y sus asociados.
A pesar de eso, la
Reserva Federal insistió en señalar en su comunicado que está dispuesta incluso
a elevar su política de altas tasas por encima de los niveles de los últimos 15
meses, hasta dejarla incluso en 5.6% a fin de año.
Implicaría un alza
de 2 puntos porcentuales sobre la pauta vigente al comienzo del ciclo alcista,
y constituiría –en términos históricos– uno de los grandes “apretones” de la
historia del Organismo Federal.
Siempre conviene
tener presente que la “Fed” es el Banco Central de EEUU y también de la 1era
potencia mundial y, como tal, titular hegemónico de la moneda global, que es el
dólar estadounidense.
Por eso la
resistencia que muestra la inflación a retroceder en EEUU a sus objetivos
originarios, es al mismo tiempo –irónicamente– una muestra de la fortaleza de
la 1era superpotencia del sistema capitalista.
Pero hay un
aspecto estrictamente económico del poderío de EEUU que está siendo afectado en
este momento por su puja violenta con la República Popular China y es la que ha
provocado una fractura en las cadenas transnacionales de producción y
distribución, resultado directo de la disputa entre las 2 superpotencias de la
época por la hegemonía geopolítica y sobre todo tecnológica.
Kristalina
Georgieva, titular del FMI, estima que esta ruptura de estricto origen
geopolítico/ tecnológico impone una disminución del crecimiento de la economía
mundial de no menos de 4 puntos y ½ porcentuales del PBI global en los próximos
10 años, lo que afecta primordialmente a EEUU por su mayor peso relativo con
respecto a China medido en dólares constantes.
Esta situación
estructural golpea a la superpotencia norteamericana en pleno año electoral en
que decide su destino a través del triunfo de la candidatura a la reelección
del presidente Joe Biden o, por el contrario, la victoria de su contendiente,
el republicano Donald Trump.
Esta tremenda
polarización encuentra a EEUU en el mayor periodo de debilitamiento político y
extremo enfrentamiento interno, tanto cultural como social, de su historia, a
contar de la Guerra Civil de 1861/1865, en que la sociedad estadounidense
experimentó más de 500.000 muertos en el campo de batalla.
Estos son los
términos en que se presenta hoy “la cuestión norteamericana” y que por la
magnitud de lo que está en juego, la puja central en términos históricos con
China por la hegemonía internacional y en especial la tecnológica, y la
profunda, asombrosa, debilidad doméstica del sistema político estadounidense,
se presenta también como la principal cuestión de nuestro tiempo.
China se ve
obligada a unificar su mercado interno sobre la alta productividad
El comercio
internacional de China (exportaciones + importaciones) ascendió a U$S 6.1
billones en 2022, el mayor del mundo; y por 2do año consecutivo su principal
socio comercial fue el mercado constituido por los 10 países de la ASEAN
(Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) que son: Indonesia, Vietnam,
Birmania, Brunei, Camboya, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur y Tailandia, en
vez de la Unión Europea (UE), como lo fue en los 20 años previos, desde el
ingreso de la República Popular a la OMC (Organización Mundial de Comercio) en
2001.
De esta forma, la
Zona de Libre Comercio que han constituido China y la ASEAN desde 2008 es el
mayor espacio integrado de la economía mundial, solo comparable con el nuevo
NAFTA (USMCA) forjado por EEUU, México y Canadá a impulso de Donald Trump, que
es la manifestación más avanzada de la integración global del capitalismo,
sustentada en la inversión, la alta tecnología y la innovación, y que actúa
sobre la premisa de la sinonimia salarial dentro de la región y busca
permanentemente el arancel cero.
En términos
geopolíticos, la conversión de China en el principal socio comercial de la
ASEAN, abandonando la relación privilegiada que tuvo con la Unión Europea,
indica con nitidez la tendencia central de la época, que es el traslado del eje
de a la acumulación capitalista global de los países avanzados a los
emergentes, de Occidente a Asia, primordialmente a China.
El aspecto
estrictamente económico de este fenómeno es la extraordinaria capacidad
productiva y competitiva de las exportaciones de la República Popular.
A partir de 2001
(ingreso a la OMC), las exportaciones chinas comenzaron a crecer 30% anual, 3
veces más que el nivel de expansión del producto y son obra fundamentalmente de
las grandes empresas transnacionales radicadas en China y que desde allí venden
al mundo.
Estas grandes
compañías transnacionales disponen de un nivel de productividad equiparable al
más avanzado, pero que es 3 o 4 veces superior al nivel nacional y solo tienden
a converger con un sector entonces reducido del sistema productivo de la
República Popular China que es la “economía digital”.
Ahora, la
productividad de las transnacionales exportadoras y la de la “economía digital”
prácticamente se ha fusionado. Esto ocurrió en 2008/2009, cuando se produjo la
crisis financiera internacional en que el eje del mundo pasó del Este al Oeste,
de Occidente al Asia.
En ese mismo
momento, China inició uno de los más grandes giros económicos de su historia.
Dejó de crecer sobre la base de la inversión y el comercio exterior para
expandirse fundado esencialmente en el consumo doméstico y al tiempo que
establecía la prioridad absoluta en el mercado interno resolvía integrarlo
completamente con el capitalismo más avanzado y el sistema mundial.
Allí surgió una
nueva forma de “dualismo estructural”, propio del capitalismo del siglo XXI.
China se encontró
con que solo 40% de su producto integra la “economía digital”, que es por donde
tramita la digitalización completa de la manufactura y los servicios que es la
4ta revolución industrial.
Este sector se
expande siguiendo la “productividad de todos los factores”, que es la
innovación, en tanto que el 60% restante se rige por la productividad del
trabajo, que es lo característico de la economía industrial.
La República
Popular prevé iniciar en 2035 el periodo absolutamente decisivo previo a la
construcción del “Sueño de Rejuvenecimiento del Pueblo Chino”, que se
instauraría en 2050, y que implica la restauración del “Imperio del Medio”, que
fue el eje del sistema mundial durante más de 4.000 años de historia.
Esto sucede
mientras se exacerba la puja geopolítica con EEUU, que a su vez experimenta una
profunda crisis política, con visos de vacío de poder en la Casa Blanca.
En la estimación
de la conducción china –presidente Xi Jinping– ésta es una etapa histórica
extremadamente riesgosa debido al debilitamiento político extremo que enfrenta
el contendiente geopolítico y que torna muy difícil, sino imposible, acordar.
En estas
condiciones, incluso un pequeño incidente puede escalar de forma inmediata con
consecuencias extremadamente críticas, incluso letales. De ahí la situación de
grave y constante incertidumbre.
Por su parte, la
República Popular China se ha fortalecido notablemente en los últimos 10 años,
con un creciente, significativo, e inequívoco posicionamiento geopolítico a
escala global.
Lo que ocurre es
que, sin resolver y superar el “dualismo estructural” que ha aparecido en su
mercado interno, con 40% del producto volcado a la “economía digital” y 60%
fuera de ella, no hay realización del “Sueño de Rejuvenecimiento del Pueblo
Chino” posible.
En ese caso, el
esfuerzo de los últimos 200 años de revertir las décadas de humillación y
oprobio de la Gran Nación China –el eje del mundo durante 5 milenios– se habría
frustrado, y eso es algo que el pueblo chino no puede permitir, y ciertamente
no lo hará.
Esto hace que el
terreno de batalla fundamental sea en los próximos 10 años una tremenda
revolución tecnológica, científica, y productiva que unifique el mercado
interno de China.
Todo indica que
esto es lo que va a ocurrir.
El gran desafío
que enfrenta China en los próximos 10 años
La tasa de
desocupación de la juventud china de 18 a 29 años de edad, altamente
calificada, con nivel universitario o terciario especializado, trepó a 20.5% en
abril, 4 veces más que el promedio nacional de desempleo.
Al mismo tiempo,
después de experimentar una fuerte recuperación post-Covid 19 de 4.5% anual en
el 1er trimestre del año, los indicadores del 2do trimestre, ascendieron a solo
5.6% ese mismo mes en materia de producción industrial, muy por debajo de los
pronósticos que estimaban que ascenderían a 10.6%, o más.
Esto parecería
indicar que los datos del 1er trimestre han tenido un carácter esencialmente
cíclico, pero que han surgido factores estructurales que arrastran hacia una
tendencia descendente, con fuertes signos recesivos.
El 1ero, y más
crítico de esos factores estructurales, es el estancamiento o carácter
declinante que ha adquirido la productividad de todos los factores (PTF), que
es sinónimo del capitalismo más avanzado, que se manifiesta sobre todo en la
economía digital.
En este aspecto
crucial –que es un punto decisivo que es preciso subrayar– la economía digital
en China abarca solo 40% del PBI mientras que en la mayoría o más representa el
restante 60%. Este sector depende todavía para su expansión solo del nivel de
productividad del trabajo (PT) propio de la economía industrial.
Esto sucede cuando
la crisis demográfica que afecta a China adquiere un carácter extremo y
creciente.
Según Naciones
Unidas, la mitad de la población china tenía menos de 20 años antes de 1980.
Ese porcentaje disminuyó a 24.5% en 2015 y se estima que hacia 2050 más de 1/3
de la población tendrá más de 60 años.
En términos
económicos, lo que importa es la reducción de la fuerza de trabajo, estimada en
la ausencia de 170 millones de trabajadores en 2030.
Lo decisivo de
este dato es lo que sucede con los operarios altamente productivos y
capacitados, en los que hay un notorio desajuste entre los puestos que la
economía nacional ofrece y el número nítidamente superior de trabajadores
activos y calificados, hasta provocar una desocupación de 20.5% en este sector
4 veces superior al promedio nacional.
En suma, el
extraordinario número de trabajadores con elevada calificación que el sistema
ofrece (se gradúan 12 millones de jóvenes universitarios por año) no puede ser
absorbido por una economía que todavía se sustenta en 60% del total en un
sistema productivo industrial.
Este fenómeno
chino es el resultado directo del más extraordinario experimento de ingeniería
social de la historia, que es la política del “hijo único”.
La política del
“hijo único” (2 en los campesinos) fue resuelta por Deng Xiaoping en 1979 al
inaugurar la estrategia de “apertura y reforma” al capitalismo que se produjo
tras el colapso de la Revolución Cultural y la muerte de Mao.
Sin esta política,
la población china tendría hoy más de 500 millones de habitantes respecto a los
niveles actuales.
Esto haría
prácticamente imposible el alza del producto per cápita de su población, aunque
el crecimiento fuera excepcional como efectivamente ocurrió.
En este periodo,
además, el ingreso per cápita se elevó 8.1% anual y se duplicó cada 10 años.
Stephen Roach –uno
de los grandes estudiosos de la economía de la República Popular– fue el
primero que advirtió este fenómeno crucial y único del desarrollo chino. Esto
sucede cuando la puja geopolítica entre China y EEUU ha provocado en su
intensidad la fragmentación de la economía global y el riesgo de recesión
mundial.
Lo que implica el
vuelco sistemático y forzado a la búsqueda de un crecimiento basado en la
productividad de todos los factores (PTF) en los próximos 10 años es que del
logro de esta hazaña histórica depende la consecución del “Sueño de un
Renacimiento de la Nación China”, o lo que es lo mismo el “Imperio del Medio”
del siglo XXI, que se propone lograr en 2050.
La política
ferozmente anti-China que lleva adelante EEUU en todos sus sectores es vista
por el presidente Xi Jinping y la masa del pueblo chino como la última y más
grande de las “humillaciones” que la nación china ha tenido que experimentar en
los últimos 200 años, a contar de la Guerra del Opio de 1840 y la pérdida de
Hong Kong.
El primer ministro
chino Li Giangs señaló en el Consejo de Estado de este año que es necesario
acelerar el desarrollo del nuevo mercado nacional unificado sobre las pautas de
los sectores más avanzados de la economía digital, a realizar fundamentalmente
en la economía real (manufacturera), y que crezca exclusivamente sobre la base
de la productividad de todos los factores (PTF), o innovación, sobre la premisa
de que esté completamente integrada con la economía global más avanzada, lo que
tiende a conseguir una reducción de más de 30% en los costos de transacción, al
tiempo que multiplica las oportunidades de inversión en China para el mundo
entero .
En líneas
generales, está históricamente comprobado que lo que China se compromete a
hacer, lo hace.
Se puede asegurar
que los próximos 10 años van a ser fenomenales en la historia del mundo y de la
República Popular.
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