el pedido de controles al contrabando y el narcotráfico se coló en el debate por la nueva concesión
Mariano Galíndez
Rosario 3, 13-3-21
Fue Elisa Carrió la que hace unos años puso el tema en
la agenda de la opinión pública con una rimbombante denuncia: la hidrovía es
una ruta de ingreso de drogas que se descargan en puertos de la región. Pero
pese a todo el barullo mediático que armó en torno a sus declaraciones durante
el gobierno de Mauricio Macri, las denuncias que hizo en la prensa nunca
tomaron forma en la Justicia.
Ahora, y por esos
pases propios de la política argentina, un sector del kirchernismo duro hizo
suyo los postulados Carrió y los está volviendo a poner en la agenda pública
aprovechando que la hidrovía está en el centro de la escena por el inminente
vencimiento de la concesión y las demoras del gobierno en lanzar una nueva
licitación.
Quienes desde el
sector empresario siguen el tema conectan ese manto de sombra que se puso sobre
la vía navegable con intereses del justicialismo K bonaerense por aprovechar el
cambio de concesión para modificar el canal de ingreso de barcos al sistema
reemplazando el actual (Punta Indio) por uno que beneficie a los puertos del sur
bonaerense (Magdalena).
En rigor, esa
jugada –que goza del apoyo de sindicatos
del sector y de empresarios bonaerenses vinculados a la industria naval y que
viene envuelto de alegorías a la soberanía nacional- es vista como innecesaria
por los usuarios de la hidrovía (puertos, agroexportadoras y navieras) ya que
el canal actual demostró su conveniencia para desarrollar puertos río arriba,
tal vez una de las políticas más federales de los últimos años, y además se
puede tranquilamente pensar en desarrollar esa suerte de “Punta Indio Bis” que
sería el Magdalena de manera complementaria y sin echar por tierra todo lo que
se hizo hasta ahora.
En ese marco, el
amplio despliegue que tuvo el operativo conjunto de control que montaron este
viernes Prefectura, Aduana, Afip y el Ministerio de Seguridad en la planta de
Cargill de Puerto San Martín, con la participación incluso de importantes
funcionarios nacionales venidos de Buenos Aires, fue visto en sectores
empresarios como una reacción pública de los organismos de seguridad ante tanto
barullo que hay en torno al contrabando y el narcotráfico por los puertos de la
hidrovía.
Y si bien el
operativo se realizó esta semana porque recién se firmó hace poco un acuerdo
entre distintos organismos del Estado para realizar estos controles conjuntos
(que, prometen, ahora será más regulares), que las acciones hayan sido
coordinado con Cargill (empresa a la que le avisaron hasta la hora en la que
llegaban los oficiales) abona las hipótesis de que las acciones del viernes
tuvieron algo de puesta en escena.
Lo cierto es que
ante semejante avanzada, a los dirigentes empresarios que están en la cocina de
las negociaciones por la nueva concesión no les llamó tanto la atención la
participación de la Unidad de Información Financiera (UIF) en el Consejo
Federal de la Hidrovía reclamando en la reunión realizada el martes pasado que
en el futuro órgano de control de la concesión, además de revisar el
cumplimiento de las exigencias contractuales, se releve y centralice allí la
información acerca de los puertos, las embarcaciones en operaciones, las zonas
de transporte y embarque para evitarla comisión de actividades ilícitas, como
contrabando y narcotráfico.
En el ambiente portuario nadie desconoce que río
arriba, en zonas despobladas en las que se pueden amarrar barcazas, haya
tráfico de drogas. Incluso, es recurrente la figura de bolsones arrojados desde
embarcaciones que levantan lanchas bien río arriba. Pero eso aleja al
narcotráfico de los puertos del Gran Rosario.
Ahora bien: ¿cuál
es la postura de las empresas vinculadas al negocio? Según supo Rosario3, la
Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro
de Exportadores de Cereales (CEC) reclamaron, ante esta avanzada, controles
estatales para garantizar la transparencia del comercio exterior argentino, que
es requisito de los países compradores. Y lo argumentan sosteniendo que el rol del
Estado en la fiscalización lo que promueve es la competencia transparente al
buscar erradicar el contrabando que perjudica a la agroindustria que trabaja
seriamente y paga los impuestos correspondientes.
Un ejemplo de ese
compromiso que manifiestan lo hacen recordando que entre 2013 y 2014 las
empresas agroexportadoras donaron un edificio de 200 metros cuadrados en
Timbúes para que la Prefectura dispusiera de una oficina de control de los
puertos de esa localidad.
Es que, en rigor,
las terminales portuarias, por donde salen las exportaciones agroindustriales argentinas,
tienen diversos controles: se inician en los controles de pesaje de todos los
camiones que ingresan a los puertos, pasando por los propios laboratorios de
calidad de las exportadoras, prosiguen en los que efectúa Senasa como
dependencia del Estado para autorizar desde lo sanitario el envío al exterior,
pero continúan con la supervisión de la Aduana de la carga de los buques, junto
con el control de la Prefectura (la ley argentina de puertos privados establece
que éstos deben asignar oficinas en cada uno para funcionarios de la Aduana y
para el control perimetral por efectivos de la Prefectura).
Las compañías
agroexportadoras son las principales interesadas en evitar toda clase de
infracciones en las terminales portuarias porque de otro modo los puertos
argentinos podrían rebajar su categoría en términos de seguridad, lo que
elevaría las primas de riesgo y la Argentina perdería, consecuentemente,
competitividad internacional y así mercados internacionales, al encarecer los
producto. de exportación.
En definitiva,
ante la avanzada en la opinión pública sobre el tema del contrabando y el
narcotráfico por la hidrovía, la postura de las agroexportadoras es hacer suyo
el discurso de que es imprescindible que el Estado Nacional mantenga los
controles efectivos en todos los puertos, rutas terrestres, ferroviarias y
fluviales erradicando el contrabando que perjudica a las empresas del sector.
En otras palabras, busca salir de la mira de los sectores más ultra K y ponerse
del lado de los que reclaman controles como estrategia para mostrar que los
puertos cerealeros no son ni puerta de entrada ni de salida de droga.
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