sábado, 13 de marzo de 2021

LA HISTORIA SECRETA

 


del Manual militar de Montoneros y los contactos clandestinos con la cúpula del Ejército

Andrés Klipphan

Infobae, 13 de Marzo de 2021

 

Hace dos semanas, cuando Infobae publicó de manera exclusiva el “Cuerpo de manuales y reglamentos de la Organización Político Militar Montoneros”, derivó en una serie de llamados telefónicos y de texto que intentaban explicar el “contexto histórico”, de la publicación que enseñaba a fabricar bombas y manipular armas para “aniquilar a los enemigos”.

 

Eso posibilitó que este cronista dialogue de manera directa con varios integrantes de esa organización guerrillera que participaron de la confección del texto guerrillero para instruir a sus miembros en el arte del combate.

 

También a comprender que detrás del “manual único de instrucción individual y sus reglamentos”, existió una historia hasta ahora no contada. La extrema violencia de los años ‘70, y que derivó en la más sangrienta dictadura militar, aún tiene connotaciones desconocidas.

 

Detrás de esas páginas existió la formación de cuadros que plantaron explosivos, aberrantes asesinatos de dirigentes en democracia, y sangrientas tomas de guarniciones militares y comisarías para robar armamento.

 

Pero, ¿quiénes estuvieron detrás de la redacción de esas 396 página y su índice de 10 carillas? ¿Dónde se lo imprimió? ¿Cuál era el objetivo? ¿En qué año se lo redactó? ¿Qué sucedía en la convulsionada Argentina de entonces? ¿Qué hechos lo precedieron y lo antecedieron?

 

La Masacre de Trelew, “la primavera camporista”, la tercera presidencia de Juan Domingo Perón, los contactos secretos de la conducción guerrillera con los mandos del Ejército. El asesinato del entonces líder de la CGT José Ignacio Rucci. Diálogos que se le ocultaron al fundador del Partido Justicialista entre la cúpula de Montoneros y su jefe del Ejército. La enfermedad y muerte de Perón. El terrorismo de Estado, que terminó en torturas, muertes y 30.000 desaparecidos.

 

La conducción montonera lo llamaba “Manual Militar” y se diferenciaba de otro denominado “Manual Miliciano”.

 

El primero abarcaba en cada uno de sus capítulos todos los aspectos militares de combate con el agregado de la fabricación de bombas caseras en sus diversas variantes y formas de uso. La jerga era netamente castrense, desde la conducción de mando, hasta la formación un pelotón, una columna, una unidad de combate.

 

El miliciano explicaba , por ejemplo, como son los explosivos, sus características, cómo se organiza una movilización, como se la preserva, como es la seguridad en una marcha, entre otros aspectos. Es decir, una escala menor al otro.

 

Según el relato coincidente de cuatro hombres ligados a la organización Montoneros, dos de ellos fueron parte de la conducción, los elaboraron dos oficiales de la Armada Argentina que se habían incorporado a las filas a las filas, conducida, a través del tiempo, entre otros por Mario “Pepe” Firmenich, Roberto Perdía, Fernando Vaca Narvaja y Roberto Quieto.

 

Este último se incorporó como segundo de la Conducción Nacional de Montoneros, cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de la cual Quieto era su jefe, se fusionó con Montoneros.

 

Los dos militares abandonaron o fueron expulsados de la Armada, cuando fueron descubiertos que abrazaban la causa guerrillera.

 

Uno de ellos -cuyo nombre se preserva- aún está con vida. El otro fue asesinado en una calle tucumana mientras el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), conducido por Gorriaran Merlo, por un lado, y montoneros por el otro, combatían contra las Fuerza Armadas en el monte tucumano.

 

Según recuerda uno de los líderes de esa organización, el ex marino fue identificado por uno de los custodios del almirante y ex vicepresidente de facto, Isaac Francisco del Ángel Rojas, uno de los jefes de la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó en 1955 al gobierno democrático del presidente Juan Perón.

 

El ex marino no tuvo espacio para escapar del plomo. Lo había identificado uno de sus ex camaradas de promoción. Antes de disparar la ráfaga de metralla, le gritó “traidor”.

 

El Manual Militar fue confeccionado en “imprentas clandestinas”, a través de “estructuras clandestinas” y si bien fue redactado por los dos oficiales de la marina, “se lo armó en cursos y debates de formación militar que duró varios meses” y en la cual participaron unos 200 integrantes de las filas montoneras.

 

Estos eran “cursos preparatorios” dónde se probaba todo lo que se volcaba en el texto, desde armar y desarmar con los ojos vendados un fusil FAL, hasta el armado de una bomba con detonadores y mecanismos de tiempo utilizando relojes de lavarropas.

 

Durante estos cursos, en los que también se debatía sobre política y objetivos de la organización armada, “se iban orientado a los milicianos, se los dirigía en las prácticas militares se los preparaba para enfrentar y exterminar al enemigo, a utilizar el factor sorpresa, se les explicaba como armar los pelotones, como hacerlos funcionar, como eran las ubicaciones, las posiciones. Ahí se fue probando si los componentes funcionaban, quienes servían para determinada tarea y quienes no”.

 

La impresión del Manual Militar no fue numerosa. “No llegó al millar de ejemplares”, recuerda uno de los integrantes de la organización armada. Y estaban numerados “para saber dónde fue cada uno. Lo tenían los organismos de conducción de las estructuras, regionales, zonales. Los tenían los jefes de unidad, que era una estructura que combate o conducción desplegada, por ejemplo, en un municipio. Estaban a disposición de las Unidades Básicas de Combate (UBC) y terminó siendo una Unidades Básicas de Conducción. Que conducía un determinado territorio. Los tenían los jefes y subjefes de las unidades para la formación militar de la gente”.

 

Desde los gráficos, hasta las explicaciones sobre las unidades militares, la formación de pelotones, las ordenes de mando, la estructura jerárquica, todo en el manual montonero remite a estructuras militares más que a la “guerra de guerrillas” que suelen ser las empleadas por estas organizaciones, algo así como “toco y me voy”; produzco un acto que siembre terror, como una bomba en el comedor de la Superintendencia de la jefatura de la Policía Federal, y espero la reacción y preparo un nuevo atentado.

 

La razón fue explicada a este periodista, pero también en entrevistas y libros que llevan su firma, por Roberto Cirilo Perdía, uno de los hombres que participó de la Conducción Nacional (CN) de Montoneros. En “Montoneros: El peronismo combatiente en primera persona”, editado por Planeta en 2013, Perdía lo cuenta así: “Las condiciones en las que al inicio de nuestra organización elaboramos el concepto de ‘guerra popular prolongada’ se había ido prolongando. Se había ido modificando, notoriamente: ya no era el monte el hábitat donde desarrollábamos nuestra acción; tampoco éramos patrullas que golpeábamos y nos retirábamos para perdernos en la masa; menos aún un ‘foco’ que fuera ‘la chispa que encienda la llanura’. Constituíamos una fuerza político-militar con fuerte arraigo de masas, que veníamos de protagonizar un triunfo social, coronado con la victoria electoral y un gobierno popular”.

 

En su visión “el Ejército de Línea y Ejército Miliciano compartirían la lucha”, y por eso debían tener una misma instrucción, hablar un mismo idioma de guerra. Es decir que Ejército y guerrilleros debían tener las mismas bases. Esto es, en sus palabras: “Conocer qué es un pelotón. Que es un grupo, que es una sección, y esto tiene su correlato en la propia estructura militar. Se necesitaba que el sistema de mandos, de ordenamiento sean semejante. Para que se pueda producir esa transferencia de mando, porque imaginamos un enfrentamiento duro que iba a terminar con el fraccionamiento de las fuerzas Armadas”.

 

El ex Montonero que aún ejerce su profesión de abogado, se refería a la victoria electoral de Héctor “El Tío” Cámpora, el 11 de marzo de 1973, con el 49,56% de los votos. Con el general Perón exiliado aún en España, el triunfo del peronismo, abría una vez más la posibilidad de su líder a un país sumido en varias sucesiones de gobiernos de facto y caos.

 

Las Fuerzas Armadas que respondían a la dictadura en ese momento encarnada por el general Alejandro Agustín Lanusse, reprimían a mansalva las manifestaciones callejeras, estudiantiles, obreras; y los movimientos guerrilleros como los del PRT-ERP, las FAR o Montoneros.

 

Éstos últimos se presentaron en sociedad el 29 de mayo de 1970 con un hecho que conmocionó al país, el secuestro y posterior ejecución, después de ser “juzgado” por un “tribunal revolucionario”, el 1 de junio, del dictador general Pedro Eugenio Aramburu, el militar que encarnó la denominada “Revolución Libertadora” a través de la cual fue derrocado el entonces presidente Juan Domingo Perón durante su segundo mandato constitucional. La acción fue denominada “Operación Pindapoy”.

 

El manual guerrillero había sido desarrollado y escrito entre octubre o noviembre de 1973, y febrero o marzo de 1974.

 

La imprecisión de esos dos meses de diferencia tienen poca importancia. El general Perón ya gobernaba por tercera vez el país. Cámpora, “El presidente que no fue”, tal como lo definió el periodista y ex Montonero Miguel Bonasso, gobernó a la tumultuosa Argentina entre el 25 de mayo de 1973 al 13 de julio de ese año.

 

Ese día renunció junto a su vicepresidente Vicente Solano Lima, para darle paso al breve interinado de Raúl Alberto Lastiri, desde el 13 de julio al 12 de octubre.

 

El llamado a nuevas elecciones impuso, el 23 de septiembre de 1973, y con el 62% de los votos, a Juan Domingo Perón nuevamente en el pode. Compartía fórmula con su esposa, María Estela Martínez de Perón, también conocida como Isabel Perón o “Isabelita”.

 

Los Montoneros fueron impulsores, junto a otros actores políticos y sociales de la Argentina, como la CGT, el peronismo, en el amplio abanico de sus expresiones, y la Juventud Peronista, de la vuelta de su líder, exiliado en Madrid después del golpe cívico-militar del 16 de septiembre de 1955.

 

Para uno de los ex líderes Montoneros ese era el “contexto histórico” en el que se elaboró e imprimió de manera clandestina el Manual Militar. “La idea nuestra era que la Argentina, con el aparato sindical y sus internas, se enfrentaba a una disputa fuerte del Estado, que se mantenía unida gracias a la capacidad que tenía Perón para mantenerla articulada. Pero una vez muerto Perón se desataron los infiernos. La perspectiva de un conflicto interno que se venía manifestando en la sociedad que se desarrolló de la peor manera.”

 

El enfrentamiento entre los sectores más extremistas de la sociedad, y las Fuerzas Armadas, venía de tiempo atrás. El último jalón que posiblemente le cerró las puertas a la dictadura de Lanusse, y se las abrió a la victoria electoral de Cámpora el domingo 22 de agosto de 1971.

 

Esa madrugada, en el penal de Rawson, un pelotón de oficiales y suboficiales de la Marina, fusilaron a 19 presos, de los cuales murieron 16 y tres sobrevivieron para relatar la masacre. Unos días antes habían intentado fugarse. Los fusilados eran integrantes del PRT-ERP, Montoneros y de la FAR.

 

Si bien la masacre fue realizada por la Infantería de Marina, la zona militar estaba a cargo del Ejército. La misma fuera armada que casi 49 años después Perdía recuerda que mantenían contactos secretos. Según su relato, “después de la masacre de Trelew , a fines de 1972, comenzó el acercamiento de Montoneros con un sector del Ejército, en este caso, con el general Jorge Raúl Carcagno quien había sido designado por la dictadura de Lanusse como comandante del V Cuerpo de Ejército con asiento de Bahía Blanca. Lo acompañaban dos coroneles de confianza, Juan Jaime Cesio, y Carlos Dalla Tea.

 

Los primeros encuentros secretos los realizaron dirigentes gremiales montoneros de Bahía Blanca.

 

Carcagno no era un desconocido ni fuera ni dentro de la Fuerza Armadas. Antes había sido el Comandante de la IV brigada aerotransportada con asiento en La Calera, Córdoba. Fue el jefe militar que estuvo al frente de la represión del Cordobazo, una insurrección popular compuesta por obreros y estudiantes que se oponían a la dictadura del general Juan Carlos Onganía, ocurrido entre el 29 y el 30 de mayo de 1969. Después de la feroz represión, en la que fueron asesinados Y nombrado interventor de la provincia, cargo que ocupó hasta el 5 de julio.

 

Durante esa operación murieron 20 civiles y ningún militar. Hubo 25 heridos, varios de ellos graves, y más de 100 detenidos, entre ellos los máximos dirigentes obreros de Córdoba.

 

Según Perdía, Carcagno les confió que el Cordobazo le dejó como enseñanza que las Fuerzas Armadas no debía enfrentarse al pueblo.

 

El general permaneció en ese cargo hasta hasta el 26 de mayo de 1973, ese día, el presidente Cámpora lo designó como comandante general del Ejército. Carcagno armó su Estado Mayor con sus oficiales de confianza. Entre ellos, el coronel Cesio, que fue asignado al área política del Estado Mayor y al coronel Dalla Tea en Inteligencia.

 

Ahora, los contactos, los diálogos, los intercambios de ideas entre el general y sus dos coroneles y Montoneros, ya no era con dirigentes de la JP y sindicalistas de Bahía Blanca, sino con la cúpula guerrillera.

 

Cuando Perón accede a su tercera presidencia, confirmó en la jefatura del Ejército a Carcagno. El hecho fue festejado por Firmenich, Quieto y Perdía que seguían estrechando vínculos con el general que el 5 de septiembre de 1973, en su discurso en la Conferencia de Ejércitos Americanos de Caracas, Venezuela, declaró que “la guerrilla no era el enemigo principal sino los monopolios.

 

La posición del jefe del Ejército, según relata Perdía, permitió que Montoneros se encuentre compartiendo espacios con las Fuerzas Armadas.

 

La conducción montonera, entendía que como consecuencia del auge de masas, se daba dentro del Ejército, por ejemplo, “tendencias populares y antiimperialistas” y Carcagno era la expresión de esto.

 

Según el ex líder montonero, la organización acordó con la conducción del ejército una serie de políticas como el Optativo Dorrego que comenzó una semana antes de la jura de Perón como presidente y culminó el 23 de octubre de 1973.

 

Durante esas jornadas, unos 4.000 efectivos del Ejército y unos 800 integrantes de la Juventud Peronista, léase Montoneros, junto a intendentes y funcionarios municipales, realizaron tareas de reconstrucción barrial después de las inundaciones que habían afectado a buena parte del interior de la provincia de Buenos Aires.

 

En su libro “El escarmiento, la ofensiva de Perón contra Cámpora y los Montoneros, 1973-1974″, Juan Bautista Yofre describe: “La idea generada por el coronel Cesio fue acercar a los militares a los miembros de la Juventud Peronista en un gesto de reconciliación”.

 

El Manual Militar de Montoneros, escrito por dos oficiales de la Armada, comenzó justo después del Operativo Dorrego. La lógica que imperaba en la Conducción Nacional de esa organización, y por las buenas relaciones entabladas con Calcagno, era trabajar con el Ejercito o una parte del él, al que denominaban “el ejercito nacional” y juntarse con el “ejercito Montonero”.

 

Montoneros no realizó ninguna operación militar durante 1973 operaciones militares contra unidades o guarniciones de las Fuerza Armadas. Era un pacto silencioso con Calcagno. Sin embargo, el asesinato de 23 balazos a José Ignacio Rucci, el Secretario General de la CGT y hombre de confianza de Perón, realizado por la organización guerrillera, denominada “Operación Traviata”, tuvo un alto impacto.

 

Fue el 25 de septiembre de ese año. Un mes y medio después, a mediados de noviembre, la Conducción Nacional de Montoneros, representada por Firmenich, Perdía y Quieto, mantienen, de forma clandestina y en un domicilio particular, una reunión secreta con Calcagno, Cesio y Dalla Tea.

 

Perdía lo recuerda de esta manera: “Hacia fines de 1973 tenemos una reunión como conducción con la conducción del Arma del Ejército y es ahí donde Carcagno nos manifiesta que en caso de un conflicto interno ellos habían conversado con el Estado Mayor y que iban a estar junto a la Juventud Peronista”.

 

Según Perdía, en todo momento la conducción montonera le aclaró que ellos no estaban conspirando contra Perón, y que si las Fuerzas Armadas intentaban derrocar al Presidente, ellos lo iban a defender “con el cuerpo”.

 

El jefe del Ejército, asegura Perdía, les dijo que su Estado Mayor le respondía: “Yo tengo la botonera, pero a veces, abajo, algunos botones no funcionan, no responden”, graficó el militar.

 

La respuesta del general Calcagno llegó después que Perdía, Quieto y Firmenich, le blanquearan el motivo de la reunión secreta: “Queremos saber como vamos a seguir después de la muerte de Perón”.

 

Perdía recuerda que unos días antes habían recibido la noticia por parte de un ministro de Perón, que al mandatario le quedaban pocos meses de vida.

 

“Le dijimos que si pretendían dar un golpe de Estado, les avisamos que nosotros, más allá de las diferencias que tenemos con él, lo vamos a defender con el cuerpo a Perón. Nuestra idea era saber cual era la visión del Estado Mayor. Veníamos colaborando con algunas cosas, como el Operativo Dorrego, íbamos a participar en las maniobras militares del año siguiente en Entre Ríos. Por primera vez el Ejército regular y los milicianos las juventudes políticas. La JP iba a estar armada y se llevarían las armas a sus casas”.

Nada de eso se concretó. Perón se enteró de las reuniones clandestinas que mantenía su jefe de arma y Montoneros, a espaldas suya. Calcagno pasó a retiro, los coroneles Cesio y Dalla Tea también. sus pliegos de ascenso no pasaron por el filtro del Congreso.

 

“Ese fue el error más trágico de la historia política de Perón de esos años”, enfatiza Perdía.

 

A Calcagno lo sucede el general Leandro Enrique Anaya quien, a diferencia de su antecesor, volvió a hablar de erradicar de la Argentina a la subversión.

 

Serpia el mismo Anaya que estuvo a cargo del Operativo Independencia para “exterminar” la guerrilla de los montes tucumanos.

 

Tres meses después del pase a retiro del general amigo de los Montoneros, el 1º de Mayo de 1974, Perón expulso de Plaza de Mayo a la organización político-militar que él mismo alimentó desde el exilio europeo al tratarlos de “estúpidos que gritan”. Lo expresó ante una multitud que aclamaba a su líder, que ostentaba por tercera vez la máxima magistratura, fue en respuesta a sus cánticos: ¡Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular!”.

 

De esa manera, Perón expresaba en público las diferencias políticas y de metodología que desde hacía meses existían con la organización Montoneros.

 

Con la muerte de Juan Domingo Perón el 1 de julio de 1974 la lucha armada en las calles y los montes, como el tucumano, se intensificaron. Montoneros pasó a la clandestinidad. El gobierno de la viuda de Perón, hacía agua por los cuatro costados, la inflación no paraba de crecer, había desabastecimiento en los comercios y la guerrilla recrudecía.

 

El 5 de octubre de 1975, Montoneros realiza una de las operaciones militares más sangrientas, el intento de toma por asalto al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa. La organización armada atacó con 80 hombres y mujeres la unidad militar.

 

El saldo fue atroz. Murieron por las balas y los explosivos dos militares, diez conscriptos que estaban realizando el servicio militar obligatorio y que ese día estaban de guardia; un policía y tres vecinos y 12 integrantes de la organización guerrillera.

 

Después de esa masacre, se cortaron de manera definitiva los lazos entre el sector del Ejército que aún mantenía contacto con Montoneros.

 

Al día siguiente, Ítalo Argentino Luder, presidente provisional del Senado, en ejercicio de la presidencia por licencia por razones de salud de Isabel Perón, promulgó el Decreto 2772/75, ordenando: “Las Fuerzas Armadas, bajo el comando superior del Presidente, que será ejercido a través del Consejo de Defensa, procederán a ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a los efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país”.

 

El 24 de marzo de 1976, un gobierno de facto que ejerció el terrorismo de estado, se instaló en el país por siete años. Sus prácticas aberrantes llevadas adelante de manera sistemática derivó en la desaparición de 30.000 personas, torturas, y hasta el robo de bebés.

 

En todo este contexto histórico, se redacto de manera clandestina, y por parte de dos oficiales de la Armada, el Manual Militar de Montoneros.

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