Quebrar
la moderna hegemonía progresista es un anhelo que une a diferentes sectores
catalogados como de "derecha". Las opiniones de Miguel Angel
Iribarne, Victoria Villarruel, Lucas Carena y Fernando Romero Moreno.
Jorge Martínez
La Prensa, 02.08.2020
La idea de batalla cultural
permea a las fuerzas que se pretenden de derecha en la Argentina. Es un anhelo,
una necesidad, una asignatura siempre pendiente, nunca ejecutada. En 2015, por
caso, a muchos les pareció que había llegado el momento de disputarla, pero
nada sucedió. Cuatro años pasaron sin que el gobierno que asumió ese año se
animara a emprenderla. La noción figuraba en sus discursos pero jamás fue
llevada a la práctica. Lejos de oscilar, el tan mentado péndulo ideológico
siguió donde estaba.
¿Qué es exactamente la
batalla cultural y cómo debería librarse? Para indagar en el tema La Prensa
consultó a cuatro representantes actuales de ideas que pueden catalogarse como
de "derecha", admitidos todo tipo de matices y objeciones al uso del
término. Son el doctor en Ciencias Políticas Miguel Angel Iribarne, profesor
emérito de la UCA y ex rector de Ciencias Políticas de la Ucalp, autor de
varios libros y cofundador del Foro Patriótico Manuel Belgrano, de reciente
creación. Fernando Romero Moreno, abogado (UNR) y profesor superior
universitario en la UCA, militante del nacionalismo católico y pronto a
publicar La Nueva Derecha. Reflexiones sobre la Revolución Conservadora en la
Argentina. Victoria Villarruel, abogada, presidenta del Centro de Estudios
Legales Sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), autora de los libros Los
llaman "jóvenes idealistas" y Los otros muertos (junto con Carlos
Manfroni). Y Lucas Carena, licenciado en comunicación social (UNR), magister en
diseño de estrategias de comunicación (UNR), profesor universitario y autor,
entre otros libros, de La guerra invisible: acción psicológica y revolución
cultural, junto con el doctor Pablo Javier Davoli.
Todos fueron consultados por
correo electrónico a partir de un mismo cuestionario. Aquí se presenta la
primera parte de sus respuestas, que en algunos casos fueron condensadas o
fusionadas. El domingo próximo se publicará la continuación.
-Desde su punto de vista,
¿en qué consistiría hoy la batalla cultural?
-Romero Moreno: Una batalla
cultural es una batalla que tiene por objetivo conquistar la inteligencia, la
voluntad y el corazón de las personas, antes que alcanzar las estructuras de
poder político. Hoy esa batalla se da, principalmente, en defensa de la
religión, el orden natural, la cultura clásico- cristiana, la familia
tradicional, el matrimonio monógamo y heterosexual, los derechos y deberes
naturales de la persona humana, los valores tradicionales, el patriotismo, la
importancia de los cuerpos intermedios, la necesidad de un gobierno limitado,
la descentralización del poder político, la propiedad privada (incluso de los
medios de producción) equitativamente distribuida, las libertades concretas de
personas e instituciones, etc.
-Iribarne: A lo que hoy se
debe apuntar es a recuperar la libertad de la cultura. Casi insensiblemente
hemos dejado que nos fuera dominando una suerte de ortodoxia pública que, sin
necesidad de censura previa, predetermina qué posiciones son admisibles al
debate público y cuáles no. Es impresionante ver cómo líneas de pensamiento que
se reivindicaban como minorías que debían ser respetadas han pasado a implantar
una hegemonía, en el sentido gramsciano de la palabra. Esto se observa en las
universidades estatales -y comienza a penetrar en las privadas-, en los medios
de información, en el discurso político y hasta en la transformación del
lenguaje común. Que la gente, comenzando por quienes desempeñan un oficio de
reflexión sobre la vida pública, cobre cabal consciencia de esta deformación y
se decida a ser libre, es la tarea del corto y mediano plazo.
-Villarruel: La batalla
cultural la inició la izquierda sobre la educación. El proceso político actual
es en buena medida el resultado de un trabajo cultural que comenzó la izquierda
con la educación hace ya varias décadas, porque a partir del control de la
educación y la cultura se crea el poder político. Esta política de control de
la educación es propia de las guerras híbridas, también llamadas de cuarta
generación. En el caso de nuestro país, un grupo nacional decidió emplear estas
técnicas vinculadas a una transformación cultural siguiendo algunos de los
postulados de (Antonio) Gramsci.
Una forma de balancear el
mundo de las ideas es crear un contrarrelato. En el caso argentino la grieta
que divide a la sociedad en su última edición se reabrió en 2003 con la
cuestión de los "70. Allí el trabajo cultural de la izquierda ha sido tan
sólido que nadie estudia el tema con la adecuada profundidad. Podría decirse
que la batalla cultural consiste en la construcción de un contrarrelato sobre
temas que no son particularmente económicos. Ampliar el discurso fuera de lo
economicista, hacerlo accesible al ciudadano, salir del rol indiferente en lo
social, brindar a los jóvenes el conocimiento y la épica que nos impulsan, creo
que son los desafíos que enfrentamos.
-Carena: Voy a ser del todo
franco: el término "derechista" mucho no me simpatiza dado que parte
de una dualidad que suponemos es errada. Hoy, las fuerzas en pugna que se baten
en el terreno mundial son Patria y Globalización. Ahora bien, contestando a la
pregunta, del lado de la preservación de la Patria, hay un discurso de
conservación que históricamente habría sido tenido como "de derecha"
y que aboga por la defensa de la cultura contra ciertos ataques de la
progresía. Esos ataques van dirigidos a múltiples flancos, desde la familia
tradicional, la infancia (con todo lo que eso conlleva), hasta la propia
identidad de los pueblos. La batalla consistiría en la preservación de ese
acervo cultural, como patrimonio intangible común. El éxito o el fracaso
dependerá del denuedo con el que emprendamos esa lucha y el fervor que
demostremos en la batalla.
-Persiste la duda sobre los
contendientes de esta batalla. De un lado estaría una derecha muy variada y
disímil, incluso contradictoria a veces. ¿Y del otro? ¿Cuál sería el adversario
en concreto?
-Iribarne: En el plano
cultural el adversario es el "retroprogresismo". Progresismo, porque
comulga con todos los mitos igualitaristas y mesiánicos difundidos en la vida
social desde el siglo XVIII. "Retro" porque ya la historia de nuestro
tiempo ha demostrado suficientemente que el progreso que invoca no lleva a una
sociedad más humana sino a una más pobre y más bárbara. En materia política
coyuntural ese adversario puede fragmentarse en actitudes variadas, pero
reacciona al unísono cuando una empresa de regeneración cultural-política asoma
en cualquier parte del mundo.
-Romero Moreno: Si
tuviéramos que reducir a una expresión sencilla cuál es el adversario, yo diría
que es el progresismo post-moderno en lo cultural y el globalismo
político-económico en las relaciones internacionales. Ese adversario aspira a
una "aldea global" que acabe con las religiones históricas (sobre
todo con la católica) y con las soberanías nacionales. Sólo resta ver cuál de
sus dos vertientes es la que termina por imponerse: si la neoconservadora,
según la cual el Nuevo Orden Mundial debe tener a los EE.UU como potencia
hegemónica, defensora de la democracia global y de los derechos humanos según
el "american way of life"; o si será la progresista, apoyada más en
los organismos internacionales (sobre todo la ONU) y fundaciones privadas
pretendidamente filantrópicas, que aspira más a una especie de Estado de
Bienestar a nivel planetario, a una religión panteísta y ecologista universal y
a una concepción claramente relativista de la democracia. Esta última vertiente
se presenta como más "atractiva" para la mentalidad actual, como se
puede comprobar viendo la adhesión que tienen en general los 17 objetivos del
Milenio 2030 de la ONU.
-Carena: Adversarios hay en
un partido de fútbol, o una contienda electoral. No me gusta inquietar, pero
aquí debemos hablar de "enemigo", y ese enemigo ya ha dejado incluso
de ser la izquierda para pasar a ser el "progresismo" en todos sus
órdenes. Un progresismo que, paradójicamente, nos ha retrotraído, más allá de
su prédica, a un estado de salvajismo en el que el incesto y la pederastia
entran en el debate, como así también el exterminio de los nonatos, quienes se
encuentran en el más alto nivel de indefensión intrauterino a través del
infanticidio que supone el aborto.
Ahora bien, el enemigo, que
es como debe ser llamado, es bastante más homogéneo en su pensamiento y en su
accionar por dos motivos: 1) posee un discurso instrumentado, quiero con esto
decir, no es una agenda espontánea, sino articulada desde arriba, por actores
que poseen intereses muy definidos y que invierten millones en fijar dicha
agenda en el aparato mediático-institucional y 2) el aparato de propaganda
alinea a un conjunto de personas que podemos decir son neutrales, llevados por
la corrección política, también llamado "buenismo" de centro o
"centrismo bienpensante", que por cobardía, comodidad o mera
hipocresía, mantiene un pusilánime silencio cuando piensa en contra de la
progresía, y repite las vociferaciones mediáticas cuando su pensamiento,
condicionado, coincide con la mencionada agenda. La batalla, justamente,
consiste en hablarle a ese público neutral, silencioso o silenciado, y
brindarle herramientas para que despierte y se dé cuenta que la progresía va
por ellos (contra ellos) y por sus hijos.
-Villarruel: La izquierda
dentro de su abanico político tiene expresiones que reivindican lo que
conocemos como comunismo y sus derivados, pero también incluye a su vanguardia
que es el progresismo, a la que resulta difícil vincularla como un derivado de
los crímenes de Stalin, Trotsky, el Che Guevara o Firmenich, pese a que
hábilmente evita criticarlos. Más allá de que no hay uniformidad en todas las
expresiones de la izquierda, sí hay un acuerdo respecto de los temas a instalar
o defender y en eso aventajan en mucho a la derecha que todavía no llega a una
visión mínimamente común. La derecha argentina no supo avanzar de manera eficaz
hacia una construcción donde imperen las leyes y la Constitución, no pudo dotar
de mística y epopeya su propia visión, ni logró hacer masiva su mirada
histórica o sus expresiones culturales y hoy se enfrenta a la agónica
desaparición de sus valores que en nuestro país son abiertamente combatidos por
el oficialismo con la aquiescencia de la oposición.
EL GANADOR
-Al día de hoy parece
evidente que el "progresismo" ganó la batalla cultural. ¿Por qué cree
que sucedió eso? ¿Ayuda entender las razones de ese triunfo?
-Iribarne: Con el tiempo, en
la longue durée, podremos confirmar o no ese resultado. Por ahora parece
difícilmente discutible. Entiendo que la razón fundamental es la indiferencia
de la gente de derecha por el conflicto cultural. Porque sabíamos que las
ideologías estaban erradas, en el sentido de que implicaban -todas- cierto
grado de deformación de lo real, (pero) hemos hecho como si ellas no existiesen
y no movilizasen vidas, pasiones y recursos. Los actores sociológicamente
representativos de la derecha hasta se han avergonzado de reconocerse tales y
han abandonado el poder cultural en manos de todas las formas de la izquierda.
En la Argentina esto ha sido claramente visible, por ejemplo, en la Universidad
estatal a partir de 1955, primera etapa de la colonización radical-socialista,
profundizada después de 1983 por el gramscismo, y ya en la década pasada por la
deconstrucción de todas las formas de pensamiento propias de nuestra
civilización que se desplegó en el período K. El resultado seguirá siendo éste
mientras la derecha crea que solo la gestión económico-burocrática importa.
-Villarruel: Es fundamental
conocer a nuestro adversario, estudiarlo, analizarlo, pero principalmente hacer
la discusión necesaria sobre cuál va a ser nuestro ideario y cómo vamos a
defenderlo. Si observamos a la izquierda en todas sus vertientes vemos
diferentes tendencias que sostienen un acuerdo programático en puntos
fundamentales por ejemplo: posición ante el aborto, LGTB, juicios de lesa
humanidad, profusión de planes sociales, no reconocimiento de las víctimas del
terrorismo, adhesión al régimen dictatorial de Maduro, estatización de
empresas, etc. En el oficialismo por ejemplo está Alberto Fernández que se
define progresista y reivindica a Alfonsín y también Cristina Fernández que
reivindica a Belgrano y se identifica con un populismo de izquierda con
aspiraciones a un capitalismo de Estado. Luego a la izquierda de la izquierda
siguen otros grupos que representan otras tendencias más afines a la izquierda
tradicional. Cambiemos por su parte, se identifica por su oposición al
populismo de izquierda, pero en sus políticas incluye puntos propios de la
izquierda, como la discusión del aborto o la causa LGTB, e incluye a
representantes del progresismo como el ex concejal del Frepaso, Marcos Peña, o
Elisa Carrió de la UCR. De alguna manera, casi todas las fuerzas políticas están
entre el centro y la izquierda.
-Carena: Yo creo que vivimos
en una era de post-verdad, de mendacidad programática. Se ha magnificado y
sobredimensionado a la democracia, hasta ponerla en un pedestal sacro, al punto
de que la gente cree que dar batalla en el terreno de las ideas, la convierte
en poco tolerante o agresiva, cuando del otro lado se persigue en nombre del
pluralismo y se censura en nombre de la libertad. El progresismo es un cáncer
que se las ingenia para aparentar ser lo contrario de lo que es: es intolerante
en nombre de la tolerancia, normalizador y prescriptor en nombre de la
diversidad y el pluralismo, es elitista y supremacista en nombre del
igualitarismo y absolutamente asesino en nombre de los más débiles y
desamparados. Damos el Buen Combate cuando contribuimos a revelar su verdadero
y perverso rostro.
-Romero Moreno: Me atrevería
a decir que el progresismo ganó la batalla - o la está ganando- sobre todo por
las siguientes causas: a) la crisis de la Iglesia católica (falso ecumenismo y
diálogo interreligioso, moral de situación, teología progresista, teología de
la liberación, crisis de Fe y de autoridad, colusión con el mundo de la
corrupción económico-financiera, abusos sexuales, difusión de la homoherejía,
etc.) sobre todo con posterioridad al Concilio Vaticano II; b) cierto
tradicionalismo de corte integrista, mentalidad racionalista y moral
casuística, incapaz de entablar un diálogo serio con cierta Modernidad,
incluyendo el intento de convertirla a la Fe ; c) el fariseísmo como perversión
propia de lo religioso dentro de la Iglesia Católica, como bien lo describiera
entre nosotros el Padre Castellani; d) la deriva liberal dentro del
protestantismo; e) el abandono de la filosofía política clásica, sobre todo
Aristóteles, Cicerón y Santo Tomás de Aquino; f) la derrota de los últimos
estados con ciertos rasgos cristianos y tradicionales a lo largo del siglo XX
(Austria-Hungría, Prusia, Rusia, Italia, Portugal, España, Rumania, el Líbano,
entre otros); g) el abandono de la batalla cultural por parte de cierta derecha
puramente económica (defensora de la economía de mercado, no necesariamente de
un liberalismo económico individualista), que reduce sus programas a un
republicanismo más o menos clásico y a un capitalismo con mayor o menor
intervención del estado según los casos, pero que deja en manos de las
izquierdas todo lo relativo a los valores, la cultura, el arte, etc..
La derecha y sus
significados
Varios de los entrevistados
expresaron disconformidad con el uso del término "derecha". Victoria
Villarruel lo considera un anacronismo "porque actualmente la derecha o la
izquierda no significan lo mismo que antes". "La monumental
revolución tecnológica de las últimas décadas -señaló-, junto con la caída del
Muro de Berlín terminaron por desbaratar la derecha capitalista y la izquierda
tal como las hemos conocido".
Villarruel cree que la
izquierda se actualizó "acompañando el tiempo histórico", mientras
que el paradigma de la derecha "quedó congelado". "La derecha no
evolucionó políticamente en la misma medida. En consecuencia, sólo alcanza con
rotularla como fascista, para ser asociados con Mussolini o con el mismo
Hitler", advirtió.
Miguel Angel Iribarne
entiende que, yendo a las raíces antropológicas de las actitudes políticas,
"la derecha aparece como una afirmación franca de lo recibido, a partir de
la cual se pueden ensayar las correcciones o las mejorías incrementales que las
circunstancias históricas reclamen".
"Inversamente, la
izquierda expresa una posición apriorística crítica, un no a la realidad per se
que se escuda en el rechazo a sus vicios -acotó-. Por eso la derecha ve más.
Por eso puede comprender las mismas razones de la izquierda, mientras la
contrapartida no se da. De allí que las reformas sociales concretas, las que
han beneficiado de veras a los menos poderosos, han sido realizadas o
promovidas modernamente por hombres procedentes de la derecha, desde Bismarck
hace ciento cincuenta años en adelante".
*****
09.08.2020
Pensar
la batalla cultural desde posiciones tradicionalistas, conservadoras o
nacionalistas equivale en muchos casos a discutir la viabilidad de soluciones
políticas que acompañen esa disputa. Al mismo tiempo, ese ejercicio invita a
buscar modelos de combates similares en la historia que hayan tenido resultado
exitoso. Esos y otros temas aparecen en esta segunda y última parte de la
entrevista conjunta a Miguel Angel Iribarne, Victoria Villarruel, Fernando
Romero Moreno y Lucas Carena.
-El éxito en la batalla
cultural sigue siendo esquivo para la derecha, al menos en lo general. Pero hay
y hubo excepciones. ¿Ve algún modelo en el pasado o el presente que sirva de
orientación?
-Carena: No hay lamentablemente
fórmulas para encarar el combate. Hay fuentes, desde luego, muy buenas y muy
vastas, no necesariamente coincidentes entre sí, que aportan un valioso
material y que deben ser puestas en debido contexto. La desconfianza del
aparato institucional educativo es fundamental, no confiar en lo que se enseña
en las universidades es prioritario. Pero esto no nos debe llevar al ostracismo
o a no profesionalizarnos; al contrario, debemos ocupar espacios, inmiscuirnos
en el aparato institucional y transformarlo desde adentro. De suma importancia
resulta, por ejemplo, producir lo propio. Yo por ejemplo, escribo, hablo, no
sólo busco nutrirme de un pensamiento alternativo, sino también producirlo. No
estoy exento de error, pero el ejercicio mismo de producir propias ideas, se
hace imitable.
-Villarruel: Tal como
conocemos hoy la batalla cultural no veo referentes, porque este fenómeno se ha
dado principalmente en la modernidad y, luego de (Antonio) Gramsci, podría
rescatar políticos o individuos que han sido ejemplos con sus vidas o quehacer,
como (Carlos) Sacheri o (Jordán Bruno) Genta en el campo de lo filosófico. Pero
si tuviera que decir quién encarnó eso en la vida política diría que Perón es
quien mejor comprendió la necesidad de minar todos los órdenes del quehacer
ciudadano con una visión política. Es quien llevó adelante un movimiento que
abarcó lo estudiantil, sindical, político, económico, y lo llevó a una
dimensión de la cual, a favor o en contra, seguimos hablando hasta el presente.
-Romero Moreno: Aunque no
sea mi ideal de máxima, creo que el fenómeno de la "rebelión
conservadora" en los EE.UU, posterior a 1945 hasta la fecha, es un
referente que siempre me ha cautivado. La confluencia de tradicionalistas,
conservadores y liberales clásicos (incluyendo a los paleo-libertarios, y
excluyendo a neoconservadores y a libertarios libertinos) en torno a la defensa
de los valores tradicionales, un gobierno limitado y la economía de mercado, y
teniendo como enemigo al progresismo en todas sus vertientes, es digno de ser
estudiado. De esa paulatina confluencia fueron surgiendo revistas como National
Review (al menos hasta fin de los "80), Modern Age o The American
Conservative; instituciones académicas como Thomas Aquinas College o
Christendom College; políticos como Barry Galdwater, Ronald Reagan, Pat
Buchanan o Donald Trump, y pensadores como Richard Weaver, Russell Kirk y John
Senior. En fin, una "contrarrevolución cultural" de la que debemos
aprender mucho los hispanos y latinos.
-Iribarne: Por lo pronto, en
países como Estados Unidos Francia, Italia, Europa Centro-Oriental, entre
otros, el vigor de las escuelas culturales correspondientes al arco que va del
centro hacia la derecha es incuestionable. Paralelamente, el hastío de la
sociedad civil con las clases políticas retroprogresistas se hace día tras día
más notorio, generándose el fenómeno que el periodismo habitualmente clasifica
como "populismo de derecha". Si estos procesos confluyeran,
fecundándose y corrigiéndose recíprocamente, dejarían de ser excepciones para
convertirse en una de las tendencias especialmente gravitantes en los
escenarios futuros.
LA POLITICA
-Es habitual buscar un
correlato político de la contienda cultural. ¿Piensa que esa relación es
necesaria o puede soslayarse?
-Romero Moreno: Absolutamente
necesaria. Sin estructuras políticas que ayuden a la formación de una comunidad
virtuosa, que respete su tradición y sea consciente de su misión, es imposible
dar y ganar la batalla cultural. A su vez, sin esta última, el mero hecho de
ocupar cargos de gobierno conduce a poco y nada, pues en un divorcio entre lo
que se llama la sociedad civil y el Estado, el que lleva todas las de perder es
el Estado. En consecuencia, hace al bien común político que se libre de modo
adecuado y digno la batalla cultural, sin descuidar la estrictamente política,
que incluye la electoral.
-Carena: Creo que lo que
existe es una tensionalidad entre la incorrección política y la obtención de
votos. El discurso jugado, políticamente incorrecto, incluso allí donde pueda
estar equivocado o parecer confrontativo, es un discurso transparente, que va
en contra de la hipocresía de la politiquería que no habla de los temas de
fondo, que no se juega por nada, que quiere quedar bien con Dios y con el
diablo. El discurso incorrecto, no es bifásico, no busca sumar por la suma
misma. Y los pueblos, hartos de la vacuidad temática electoralista, empezaron a
mirar con buenos ojos al que se la juega. El problema es que luego la
politiquería se apropia de este recurso (como una fórmula que funciona) y busca
aparentar la incorrección política, sobre todo en figuras nuevas, emergentes,
para volver a acercarse a ella en la medida que gana adhesiones y suma
seguidores.
-Villarruel: La relación de
identidad afectiva que desarrolla el líder con el hombre masa no pasa por la
razón. Esa relación es independiente del voto. Apoyará pase lo que pase, porque
hay una atadura que excede lo racional. Pero también están los que militan y lo
hacen por un sueldo, es decir consagran su esfuerzo a sostener un líder siempre
que haya una paga o cargo público que retribuya. Actualmente, encontramos estas
dos tendencias de personas frente al político, el que desarrolla una relación
afectiva y el que ve esto como un medio de subsistencia. No deberíamos generalizar,
hay matices, por supuesto. Lo conveniente en realidad sería que la lealtad
fuera al país y a un proyecto de país, más que a personas determinadas.
-Iribarne: En lo que usted
llama la contienda cultural existen muchas dimensiones y otras tantas
vocaciones. Pero de ninguna manera puede excluirse a priori el interés nada
menos que por los efectos políticos de semejante contienda. Restablecer el
"sentido común" de la sociedad no puede separarse de lo que
actualmente tiende a denominarse metapolítica.
OTRAS EXPERIENCIAS
-¿Hasta qué punto las
experiencias que desembocaron en Trump, Bolsonaro o Vox, por citar algunas
recientes, están en condiciones de ser imitadas? De ser así, ¿deben imitarse?
-Villarruel: Bolsonaro,
Trump y VOX son experiencias únicas que responden a la necesidad de una clase
dirigente y a una sociedad determinada que en general no está conforme con los
resultados de los gobiernos de izquierda. En la Argentina antes de intentar
copiar esas experiencias se debería dar una discusión acerca de qué es la
derecha, cuáles son los valores actuales que va a defender y cómo lo va a
hacer, toda vez que una gestión política no se trata únicamente del líder.
Casualmente, fueron estas inquietudes las que me llevaron a participar el año
pasado del proceso eleccionario de VOX en España, donde estuve acompañando a
sus dirigentes principalmente, a Javier Ortega Smith, con quien nos conocemos
hace mucho. Allí pude ver la profesionalidad de VOX en el planteo de las ideas,
en la forma de difundirlas, en el respeto de cada uno de sus referentes por los
restantes en este cuarteto que funciona sincronizadamente y que sigue sumando
líderes a nivel nacional y autonómico. Aquí todavía seguimos esperando un líder
y la realidad es que lo que hace falta es un equipo al que lleguen los mejores,
los más capaces, los que tengan fojas más intachables y los que sean patriotas.
Porque la política debe dejar de concebirse como una forma de ascenso social o
de agencia de colocaciones laborales y más como un servicio a la Nación a la
que uno pertenece.
-Iribarne: Creo que las
figuras y partidos políticos a los que alude resultan para nosotros más
significativos por lo que expresan o, si se quiere, por aquello a lo que dan
voz que por las características peculiares de cada uno de esos líderes y
estructuras. Lo mismo vale para Marine Le Pen, Matteo Salvini, Giorgia Melloni,
Andrzej Duda, Viktor Orban, etc. Son ofertas político-electorales que
sintonizan con una demanda social que yo calificaría de derecha popular, la
cual de otro modo hubiese quedado al margen del sistema político. Creo que la
acción cultural a que nos referimos en esta nota debe tender, precisamente, a
cimentar el vínculo entre un amplio sector de la población hasta hoy
despreciado o maltratado y quienes demuestren condiciones para interpretarlo.
Más aún: debe apuntar a que ese vínculo no desemboque en políticas meramente
reactivas, sino proactivas.
-Romero Moreno: Algunos
amigos consideran que se trata de una "falsa derecha" o de una
"derecha controlada" por el globalismo. Es posible que haya algo de
eso. Yo las veo, en línea de principio, como fenómenos positivos, como una
revuelta en favor del sentido común que forma una "ola conservadora
antiglobalista", todo lo confusa y heterogénea que se quiera, pero con
muchos aspectos positivos. Cada experiencia, es sin embargo, distinta en cada
nación. En tal sentido, no puede ser imitada, salvo en sus grandes rasgos. Pero
creo que se pueden afianzar vínculos a nivel global, aprender de ciertas
estrategias, apuntalar los valores que nos unen, entre otras cosas. En el caso
de la Argentina, es importante que se forme un Frente Nacional que, o bien
actúe como un tercer partido frente a los otros dos más dominantes (por el
momento Juntos para el Cambio y el Frente de Todos) condicionándolos, o bien
crezca y termine siendo el Partido de una Derecha Nacional frente a otro
claramente de centro- izquierda. Ese Frente Nacional no debe ser un partido de
centro, "buenista", sin enemigos a la izquierda o con miedo a los
centros financieros de poder global. Debe ser un Partido que encarne los
valores fundacionales y tradicionales de la Patria, tanto de la Patria Antigua
que hunde sus raíces en el siglo XVI y de la cual recibimos religión, idioma,
cultura, instituciones políticas, etc., como de la Patria Nueva surgida de la
Independencia, de la cual nació el Estado Nacional argentino, con sus más y con
sus menos, y que tuvo un cierto Proyecto Nacional compartido hasta 1983.
-Carena: En parte conforman
esa expresión de hartazgo que mencionaba antes. Si bien y con matices, estas
expresiones son el emergente que confirma el orden internacional en decadencia,
también son la versión moderada y más amigable de los poderes fácticos que hoy
dominan el mundo. Yo hace no mucho titulé un video "Mucho cuidado con los
nacionalismos de importación" refiriéndome al tema. No estoy diciendo,
desde luego, que no haya la más mínima genuinidad en estos actores, o que sean
meros títeres para engañar (aunque no lo descarto). Pero sí que, si
desarrollamos un proyecto programático, ya sea en lo político o en la batalla
cultural, deberá ser por confrontación contra el progresismo globalista, no por
imitación de experiencias foráneas, porque en ese caso estaremos contrariando
nuestra propia lógica, practicando un nacionalismo y un soberanismo importado.
Así que creo que la respuesta es que de esas experiencias hay que aprender, no
imitar.
Posibles efectos de la
pandemia
La pandemia y las reacciones
estatales que generó irrumpieron como un factor imprevisto que desconcierta al
planeta. ¿Influirá también en el desarrollo de la batalla cultural?
"No lo dudo -considera
Fernando Romero Moreno-. Más allá de si este virus fue inducido o no, de si las
medidas tomadas fueron las más prudentes o podrían haberse tomado otras, creo
que la aparición del covid-19 ha sido aprovechada para realizar la primera gran
experiencia de control a nivel planetario de la población y con éxito".
Y las consecuencias de ese
éxito se presentan sombrías. "Estamos ante el peligro de un totalitarismo
global en nombre de nuestra salud y de la igualdad -advierte-, el gran mito de
las izquierdas en todos sus matices. Tocqueville y Donoso Cortés lo vieron claro
en el siglo XIX".
Victoria Villarruel cree
"evidente" que los tiempos políticos "han acelerado una gran
cantidad de cambios culturales, políticos y jurídicos". Al margen de la
evolución de los hechos, en la Argentina se avizora un panorama de "fragmentación
social, constante disminución de la clase media, reducción de las libertades
fundamentales y una tendencia del Poder Ejecutivo a romper el balance
republicano, junto con una economía de corte populista similar a la de
Maduro".
Para Lucas Carena nos
hallamos "ante un globalismo en ocaso, un mundialismo agonizante que está
dando manotazos de ahogado viendo su propio desmoronamiento". Al mismo
tiempo, "se ha vuelvo más peligroso que nunca porque está dispuesto a
hacer cualquier cosa para sostenerse". De ahí que sea "muy
conveniente una pandemia que obliga a los pueblos a alinearse y a rendir
pleitesía a organizaciones muy desprestigiadas, como la misma OMS".
"Los gobiernos serviles
y los organismos internacionales -apunta Carena- han hecho todo mal para evitar
esta pandemia (si es que no la han generado) y todavía hostigan a los pueblos
impidiéndoles trabajar, circular e incluso opinar en disidencia, cuando son
ellos los que deberían estar pidiendo disculpas y dando explicaciones de su
incompetencia e irresponsable falta de previsión. Yo creo que habrá cambios,
que algunas cosas no serán nunca más iguales. Dependerá de nosotros que esos
cambios sean en favor de nuestra libertad o incrementen nuestro
sometimiento".
Por último, Miguel Angel
Iribarne entiende que el ascendiente logrado por los científicos sobre las
decisiones políticas "nunca ha sido tan alto", lo cual "podría
resultar una fuerza a favor del cosmopolitismo y de una profundización de la
globalización". En paralelo "la gente se vuelve hacia sus respectivos
Estados nacionales en busca de protección; e incluso, por debajo de ellos,
proliferan las fronteras ad hoc entre regiones, provincias y aun comunas".
Algo comparable al estado de cosas "digno no ya de la plenitud del
Medioevo, sino de las edades oscuras que lo precedieron". "Tengo para
mí que ni el sistema capitalista ni la sociedad global van a desaparecer (¿qué
los reemplazaría?), pero sí que en su seno se producirán reacomodamientos,
pulseadas e innovaciones que harán que esta época sea cualquier cosa menos
aburrida", finaliza.
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