Juan Luis Gallardo
La Prensa, 06.08.2020
Empiezo por aclarar que yo
llamaré Port Stanley a la capital de las Islas Malvinas hasta que seamos
capaces de recuperarlas para llamarla Puerto Argentino. Aunque lo mejor sería
devolverle su antiguo nombre de Puerto Soledad, denominación preciosa aplicada
en homenaje a Nuestra Señora de la Soledad.
Y no llamo Falklands a las
islas porque el nombre de Malvinas es anterior a su usurpación por los
ingleses. Este nombre deriva de Malouines, como las llamó Luis Vernet en
homenaje a la ciudad de Saint Maló, de donde provenía su familia. Antes eran
conocidas como Islas Sansón.
Pues bien, todo esto viene a
cuento a raíz de un amable intercambio de emails que he tenido con mi amigo
Nicolás Kasanzew, derivado de un artículo publicado por él en La Prensa sobre
el general Galtieri.
Y, si bien el artículo es
una defensa del general, señalando que no era un general borracho como se ha
dicho malévolamente, le formula algunos cargos. Entre ellos, que no debió
mantener al frente de la defensa al general Menéndez, que no estaba dotado para
realizarla eficazmente.
Yo también fui de esa
opinión. Y la expresé en un extenso poema que hizo camino y titulé Celebración
y Elogio para un Corte de Manga. Compuse el mismo para celebrar el gesto
dedicado a las cámaras de la BBC por el entonces teniente primero Carlos
Federico Domínguez Lacreu. En un pasaje del mismo dije:
"El general Menéndez,
la Historia ha de juzgarlo,/
ya resignó su sable sin
llegar a empuñarlo./'"
Le reprochaba entonces a
Mario Benjamín Menéndez no haberse atrincherado en Stanley, defendiendo hasta
quemar el último cartucho la capital insular. De allí mi referencia a que no
hubiese llegado a empuñar su sable.
Pero debo desagraviar al
general. Porque, en efecto, poseo ahora un dato que entonces no tenía.
Arturo Pérez-Reverte, el
gran escritor español, fue corresponsal de guerra cuando la de Malvinas,
cubriendo el conflicto desde Comodoro Rivadavia. Y envió un artículo a España
donde explica, entre otras cosas, que ya en la parte final del conflicto, Menéndez
no pudo librar lo que se conoce como combate de localidad, es decir casa por
casa, pues la edificación de las que se alzan en Port Stanley impide hacerlo.
Ya que, al igual que tantas viviendas patagónicas, están hechas de madera y los tiros atraviesan fácilmente sus
paredes.
Le agradezco el dato a
Pérez-Reverte y pido disculpas al general Menéndez que, por haber fallecido, no
estaba en condiciones de rebatir mi opinión.
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