aceleran la muerte de ciudadanos
bolivianos
Lupe Cajías
La Prensa, 18.08.2020
Hugo Tejerina, pediatra y
director del Hospital de la Mujer en La Paz, sede del gobierno de Bolivia,
denunciaba desesperado la noche del viernes 7 que ese centro de salud tenía
oxígeno para doce horas más; luego de ese lapso, al menos once neonatos en
incubadoras perderían la vida o quedarían con severos daños para siempre. El
maternológico es uno de los escasos espacios para los partos en esta época de
covid-19. De 10 a doce nacimientos diarios, desde abril atiende 50 a 60.
Las redes sociales se
llenaron de mensajes igualmente dramáticos. El alcalde de la ciudad, Luis
Revilla, se sumó al clamor para salvar a esos bebés y otros 20 recién nacidos.
Aunque la situación era parecida en otros hospitales públicos y privados, las
imágenes de niños tan frágiles estremecieron a la opinión pública.
"En qué cabeza cabe
este bloqueo absurdo e inhumano. Ni en situaciones de guerra se atenta contra
enfermos y hospitales'', escribió Revilla en su cuenta de Twitter. Horas más
tarde, campesinos impidieron también el paso de cisternas con oxigeno en Tiraque,
Cochabamba, mientras jóvenes con hondas y machetes atacaban el hospital de
Samaipata, identificándose como policía popular del Movimiento al Socialismo.
LOS PARTIDARIOS DE EVO
Los nuevos cortes de ruta,
saqueos en carreteras, secuestros de personas y derrumbe de cerros, además de
cobros a peatones, transportistas y población, son responsabilidad de los
partidarios del exmandatario Evo Morales.
Desde Argentina, protegido
por el gobierno de Alberto Fernández, el líder cocalero emplea las mismas
herramientas que en los años noventa lo enfrentaron con sucesivos gobiernos.
Cuando él era presidente declaró que se arrepentía, que no sabía los costos de
esa acción directa de protesta social.
Sin embargo, en noviembre de
2019, después de renunciar y huir de Bolivia, ordenó nuevamente el cerco a las
ciudades para dejarlas sin alimentos y sin servicios. Así se difundió en un
audio enviado a uno de sus partidarios en la zona roja de la coca cocaína, en
el Chapare.
El bloqueo fue ordenado por
la Central Obrera Boliviana, COB -que desde hace cinco años perdió su
independencia partidaria mantenida en 70 años- y por la Confederación Sindical
Unica de Campesinos de Bolivia, además de otras organizaciones del Pacto de la
Unidad, cercanas a Morales. Los cortes se dan en plena crisis sanitaria
mundial, particularmente severa en Bolivia, y por una consigna poco
sustentable: el adelanto de las elecciones generales en 42 días, sabiendo que
técnicamente es una meta imposible.
Las protestas de los
sectores más violentos del MAS han llegado a niveles de barbarie, muy difíciles
de entender, ante el silencio de la Defensoría del Pueblo y de organizaciones
internacionales de Derechos Humanos, muy activos a favor de Evo y ocultos
cuando se tratan de atropellos de su militancia.
El 6 de agosto de 2020, 195
aniversario del nacimiento de Bolivia, el Hospital Holandés, uno de los pocos
nosocomios en El Alto, anunció la muerte de una joven 27 por falta de oxígeno.
Otros doce pacientes estarían en peligro por la falta de un elemento fundamental
para controlar los estragos del coronavirus.
Responsables de los
principales nosocomios que atienden a los cientos de infectados en La Paz,
Oruro y El Alto han pedido, con lágrimas en los ojos, que los masistas dejen de
hostigar a quienes están atendiendo la pandemia. Hay ambulancias incendiadas y
otras acciones similares que atemorizan a los médicos y trabajadores de salud
en pleno agravamiento de la pandemia del covid-19 en Bolivia.
Así como en noviembre de
2019, intentaron incendiar las instalaciones de hidrocarburos en Senkata, ahora
aprovechan la crisis sanitaria para ejercitar presión política. Eduardo
Maldonado, exsenador del MAS, fue uno de los muchos del mismo partido, que ha
condenado estas actitudes calificándolas de ``criminales y vandálicas, ajenas a
las luchas sociales''.
Mientras sus candidatos Luis
Arce Catacora y David Choquehuanca no han condenado esa nueva forma de
violencia, como hicieron los demás, las autoridades y la mayoría de los medios
de comunicación. Es más, Choquehuanca y otros dirigentes agrarios estarían
articulando los bloqueos en carreteras y los ataques a los centros de
salud.
En varios bloqueos no son
más de diez o veinte personas, pero logran su objetivo de evitar el paso de
vehículos, incluyendo ambulancias y cisternas de oxígeno y otro tipo de auxilio
sanitario. Los masistas han atacado los vehículos que proveen de ese esencial
elemento para los centros de salud, incluso amenazando con la toma de las
empresas que llenan los tanques, cada vez más requeridos. Los dueños rechazaron
la idea oficial de militarizar la zona por el peligro que ello podría suponer y
a la vez han rogado a los militantes de ese partido político que no lleven sus
protestas a esos extremos.
POLVOS INFECTADOS
Radios ligadas al MAS han
seguido la línea discursiva de Morales, primero negando la pandemia, después
culpando al gobierno y a Estados Unidos y en estos días se trasmiten mensajes
que acusan al régimen presidido por Jeanine Añez de enviar aviones para que
echen polvos infectados a las marchas de los masistas. El propio Morales desde
Argentina declaró el 5 de agosto que la pandemia es parte de una guerra
biológica y que la postergación de las elecciones no es por un problema
sanitario sino por una estrategia de Estados Unidos contra su partido.
Este jueves también se
trasmitía una entrevista al antiguo dirigente campesino Felipe Quispe, otrora
aliado en un grupo terrorista junto con Alvaro García Linera, donde convoca a
apoyar la huelga con los cercos a las ciudades. La entrevista, anunciaba el
periodista de una red cocalera, era trasmitida también por la red ATB Argentina
y Radio Metropolitana Argentina.
El método fue exitoso en
muchos momentos de reivindicaciones sociales, pero quedó obsoleto y rechazado
por la gran mayoría de la población, incluyendo los más pobres que resultan los
más afectados por no poder trabajar pues suelen ser informales, y otros ven
pudrirse sus productos.
Los bloqueadores del MAS
solicitan diferentes asuntos, como el cierre de un botadero municipal en
Cochabamba ahogando a la ciudad con basura; o contra la clausura del año
escolar, o, ahora, contra la postergación de las elecciones.
LO QUE ESTA DETRAS
La convocatoria a estos
bloqueos en plena expansión del covid 19 no parece ser el asunto principal.
Varios analistas coinciden en que el MAS está en realidad fragmentado y
necesita al menos una demostración de fuerza hacia el interior del partido y
hacia afuera. Se conoce que muchos bloqueadores son pagados con dinero de dudosa
procedencia, gastan cientos de bolivianos para mover tractores y maquinaria
para trancar los caminos. Otras personas acuden obligadas con la amenaza de
flagelación, de cortarles el agua de riego o de atacar sus casas. Los
movimientos más fuertes son en las zonas más relacionadas con el tráfico de
drogas, como en Cochabamba y en Santa Cruz.
Este despliegue no
conseguirá recuperar los votos de las capas medias que dieron inicialmente la
victoria a Morales en 2006 y que lo apoyaron varios años. En algunas ciudades,
como Tarija o Sucre, el apoyo al MAS es del 7 al 8 por ciento. Es evidente que
la candidatura del MAS pierde con esta presión. ¿Qué gana?
Enrique Velasco, analista,
escribía este domingo, que ``el extravío de la COB (convocando este bloqueo) indica
la derrota del MAS''. Durante el fin de semana, la ciudadanía organizada en
grupos -algunos violentos- desbloqueó rutas en el centro y norte del país. En
El Alto, los vecinos impidieron que grupos de bloqueadores cierren sus calles.
Cooperativistas mineros y transportistas también enfrentaron a bloqueadores.
Aunque la Policía no parece
estar con ánimos de intervenir y las Fuerzas Armadas mantienen silencio, corren
muchos rumores sobre las posibles salidas a la crisis.
Mientras el gobierno central
tampoco presenta soluciones factibles y ha perdido espacios claves para
asegurar el diálogo. Hay iniciativas dispersas para acercar a los actores.
Algunos piensan que ni al
MAS ni al gobierno les interesa realmente las elecciones pues ambos perderían;
uno el Poder Ejecutivo que difícilmente volverá a tener, otro el Poder
Legislativo, que no volverá a ser mayoría.
Lupe Cajías
Premio Nacional de
Periodismo 2018. Historiadora boliviana. Autora de 15 libros sobre Historia y
medios de comunicación. Columnista en los principales diarios de Bolivia.
Catedrática en la Universidad Católica.
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