El
régimen chino no sólo sostiene una crisis política y económica con los Estados
Unidos. En total, alienta conflictos fronterizos con 18 naciones y está
decidido a acelerar esos procesos con la mayoría de ellos
Por Laureano Pérez Izquierdo
Infobae, 29 de Agosto de
2020
18 países y territorios
-algunos en mayor medida que otros- padecen el bullying abrumadoramente ruinoso
que propone Beijing. Son sus vecinos de tierra o de mar que ven cómo el tren
imperialista del gigante comercial intenta arruinar sus más o menos tranquilas
economías y geografías.
Desde enero, el perdurable
Xi Jinping ha conseguido para su nación una fama de dudosa calidad: los ojos
del mundo se posaron sobre él y su gobierno principalmente por el coronavirus.
Un servicio carísimo para la imagen de eficiencia y desarrollo que intentó
proyectar durante dos décadas al resto del planeta. Un ejemplo digital: desde
finales del primer mes del año, las búsquedas de “China” en Google se
multiplicaron a niveles cósmicos tomando como referencia los últimos cinco
años. La gestión de la crisis de la pandemia y los intentos por acallarla
representaron factores clave para alimentar el triste récord.
Pero el régimen no sólo
cosechó el interés internacional por su falta de controles sanitarios y la
represión a médicos que intentaron alertar a la población. También por su
desmedido desprecio a los derechos humanos y a las instituciones. Ocurrió en el
momento en que el Partido Comunista Chino (PCC) resolvió un coup contra la ya
machucada democracia de Hong Kong y cuando los abusos contra las minorías
musulmanas en Xinjiang salieron a la luz y fueron reprobadas por una perezosa
comunidad internacional.
Las incursiones del Ejército
Popular de Liberación (EPL) en el Mar Meridional son una muestra del proceso
expansionista de Xi Jinping, acelerado en la primera mitad de 2020,
aprovechando la distracción que generó la pandemia por COVID-19 en la mayoría
de los gobiernos.
Los estados más próximos
están nerviosos ante la cada vez más notoria presencia militar. China ocupa
bancos de arena y arrecifes, construye a velocidad de la luz bases y reclama
soberanía sobre las aguas que la rodean. Una estrategia original que en el
futuro le permitiría alimentar la voracidad que mantiene en los recursos
marítimos.
Desde abril que los
movimientos de buques de guerra y cazas se hicieron cada vez más evidentes. Un
año atrás nadie eran imperceptibles. A tal nivel quedaron al descubierto estos
ejercicios que en días pasados un satélite privado detectó la presencia de un
submarino nuclear Type 093 ingresando en una estación subterránea secreta en la
Base Naval Yulin de la isla de Hainan. Llamó la atención que la embarcación realizara
las maniobras que permitieron divisarla un día sin nubes, al alcance de las
curiosas cámaras espaciales.
Los reclamos y ejercicios
navales chinos en ese mar son tantos que molestan a Vietman, Taiwán, Indonesia,
Filipinas, Brunei y Malasia. Diálogos por debajo del radar comenzaron se
aceleran. Mucho más luego de que el régimen probara el último miércoles misiles
de largo alcance. Uno de ellos hizo blanco cerca de las Islas Paracel. Un acto
amenazante que puso en riesgo la estabilidad emocional de la región.
Filipinas, por las dudas, ya
avisó que se prepara. Indicó que en caso de sufrir una agresión pedirá ayuda a
los Estados Unidos. Se amparará en el Tratado de Defensa Mutua que lo cobija
ante amenazas externas. Tokio también se mostró consternado y expresó su
“preocupación” por los temerarios ensayos. ¿Hasta dónde estará dispuesto a
escalar Beijing? ¿O sólo muestra sus músculos para sentarse en una mesa de
negociación?
Para tranquilidad de sus
muchos aliados, la presencia norteamericana allí está garantizada. En las
últimas horas del jueves, un destructor equipado con misiles -el USS Mustin-
navegó esas enrarecidas aguas. Una advertencia y un guiño en un mismo paseo.
En una columna publicada en
The Japan Times, el intelectual indio Brahma Chellaney puso de relieve el
peligroso expansionismo que empuja el PCC. “Desde los mares del este y sur de
China hasta el Himalaya y Asia central, está haciendo que la región sea más
volátil e inestable. Beijing ha demostrado repetidamente que puede hacer un
nuevo reclamo territorial o alterar el statu quo en cualquier lugar y en
cualquier momento”, escribió el académico.
En tanto, la aguerrida
diplomacia china cumple por estas horas una misión particular en Europa.
Intenta convencer a los líderes de la Unión que en su tierra no se violan
derechos humanos y que en verdad el coronavirus no nació en Wuhan, como dicen
los múltiples y más serios informes internacionales. También quiere inclinar su
voluntad en un tema central: que el tendido de la red 5G quede en manos de
Huawei, es decir, de Beijing.
El canciller Wang Yi,
encargado de ejercer el complejo arte del convencimiento, tuvo una curiosa
intervención en su visita a Oslo: le advirtió a Noruega que el tratado de libre
comercio entre ambas naciones dependía de que el Premio Nobel de la Paz no
fuera otorgado a opositores demócratas de Hong Kong. ¿Pesarán más los salmones
que el prestigio de la Academia?
Hubo más: al unísono con la
visita del ministro a las autoridades europeas, el régimen impedía que un equipo
de la Organización Mundial de la Salud (OMS) visitara la ciudad epicentro de la
pandemia. No está confirmada la maliciosa versión que afirma que el funcionario
de Xi recomendó a sus interlocutores occidentales informarse sobre lo que
ocurre en China a través de un medio imparcial: Global Times.
Theodore Piccone es el
director de World Justice Project, investigador senior de Brookings Institution
y durante años asesor en la administración del ex presidente Bill Clinton en
temas de seguridad. Infobae lo consultó sobre la estrategia de reclamos
milenarios de Xi Jinping sobre sus vecinos; tan milenarios que algunos de ellos
se remontan a las épocas de la dinastía Yuan, casi mil años atrás. “El enfoque
más activista de China hacia los asuntos exteriores en 2020 es parte de una
tendencia más a largo plazo hacia la afirmación de los intereses en seguridad,
políticos y económicos del Partido Comunista Chino”, dijo Piccone.
Para el analista
especializado en Derechos Humanos, esa lista de intereses incluye la “preservación
del partido único, defender sus ’territorios’ percibidos -incluidos Hong Kong,
Taiwán, Xinjiang y Tibet- de cualquier interferencia o perturbación externa o
interna, y desafiar el liderazgo estadounidense del sistema global. Según esta
lógica, China se está aprovechando de la última pandemia y las interrupciones
comerciales para presionar aún más sus intereses”.
- Esta semana, en su columna
de The New York Times, Thomas L. Friedman indicó que los Estados Unidos
deberían unirse a Alemania para formar una coalición contra la influencia china
en el mundo. Pero, ¿está Alemania o el resto de Europa en la misma página que
el gobierno de Estados Unidos?
- En respuesta a la postura
más agresiva de China, las actitudes en Washington para contener y enfrentar el
ascenso de China se han consolidado en ambas partes. Los países europeos clave
también están adoptando este punto de vista, aunque todavía está surgiendo un
consenso. Las élites políticas y económicas alemanas todavía están divididas
sobre esta cuestión dados los estrechos vínculos comerciales y de inversión del
país con China, pero espero que las opiniones a ambos lados del Atlántico
converjan a favor de una coalición para hacer retroceder a Beijing en áreas
como la tecnología, derechos humanos y comercio.
Piccone continuó con su
argumentación: “Los vecinos de China, y ahora otras partes del mundo, se están
dando cuenta de los costos de hacer negocios con una China más agresiva, que
parece más decidida a remodelar el orden internacional a su gusto que a cambiar
su modelo para ajustarse a las normas internacionales”.
Para el analista
internacional y referente en materia de derechos humanos será clave la
coordinación de fuerzas para contener el ímpetu imperialista de Beijing: “Es
más probable que China tenga éxito en sus planes expansionistas si sus vecinos
-particularmente India y Japón, que trabajan con Australia, Indonesia y Corea
del Sur y cuentan con el respaldo de Estados Unidos y Europa- no se organizan
de manera coherente para hacer retroceder”.
Una chispa inoportuna podría
convertirse en una llama de difícil contención. Los vecinos lo saben, para eso
impulsan conversaciones. Europa, lentamente, se convence de la amenaza. Xi
Jinping, mientras tanto, se enfrenta a un laberinto de difícil salida. En él se
sumergió junto al resto de la cúpula del Partido Comunista. Tendrá que diseñar
una forma de salir sin pagar demasiados costos políticos a largo plazo. Apostar
por un gobierno de Joe Biden victorioso en las próximas elecciones de los
Estados Unidos no parecería ser una solución.
“Una administración de Biden
enfrentará el dilema de continuar por este camino más conflictivo de (Donald)
Trump y (Mike) Pompeo o retroceder y negociar un enfoque más equilibrado pero
que, sin embargo, defienda a Taiwán, los derechos humanos y los intereses
comerciales y tecnológicos clave. De cualquier manera, se inclinará más hacia
un enfoque de confrontación y no volverá a la era de Obama, en mi opinión”,
concluyó Piccone.
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