John Marulanda
El Ojo Digital, 22
de Octubre de 2020
Un buen escenario
para retratar el drama político regional es la frontera colombo-venezolana: se
trata de 2.219 kilómetros de envilecimiento humano e institucional, con una
camarilla tambaleante pero aferrada al poder de un lado y, del otro, un
gobierno democrático soportando el embate de organizaciones narcocomunistas.
Frontera,
Colombia, VenezuelaQue existan individuos o redes de personas corruptas dentro
de una institución, no es nada nuevo. Pero corromper los pilares de una nación
es el objetivo capital de los insidiosos gramscianos que infiltran la
Educación, la Justicia y las Fuerzas militares y de policía, generando
desconfianza, vacilación e inoperancia institucional.
Militares y
criminalidad fronteriza
El caso de la
institución militar/policial puede mirarse a través de sus altos Mandos, sus
jefes naturales. Los guerreros suelen morir en sus camas, reza un viejo dicho
castrense. Como Bolívar, por ejemplo. Aunque no siempre es así. El general
estaadounidense Simón Bolívar Buckner murió al frente de sus tropas en Okinawa,
en 1945 y, en julio de 1994, el Mayor General Carlos Julio Gil Colorado,
Comandante de la Cuarta División del Ejército colombiano, fue asesinado en
Villavicencio por una bomba detonada por FARC.
El 13 de octubre
pasado, el General de la Guardia Nacional, Fuerzas Especiales, Sergio Negrín
Alvarado, y su conductor, fueron asesinados a las tres de la mañana, cuando el
oficial se dirigía a asumir el mando del Comando de la Zona 35, en Apure. Según
un reporte inicial, lo mataron asaltantes de carretera. 'Lo asesinaron por
control territorial', me comentó el analista Javier Tarazona. 'Lo mataron, porque
podría ser una amenaza para todo el montaje de corrupción de la frontera', me
informan desde Arauca.
'Aquí, mandan las
FARC y el ELN. Alias 'Mantecal' en el Amparo y alias 'Rupert' en toda la
frontera, dicen quién pasa qué y cuánto se debe pagar. Todos comen, hasta los
militares'. En abril del año anterior, otro General y cuatro militares fueron
asesinados cerca al municipio de Zamora, Aragua, por una de las bandas que
delinquen allí.
En noviembre de
2018, en Puerto Ayacucho, Amazonas, frontera con Vichada, el narco ELN en
control de esa zona, atacó un destacamento de la GNB, mató a tres guardias e
hirió a varios más, entre ellos un Coronel. En cuestión de horas, mansamente,
alias 'Garganta', jefe de la cuadrilla, fue capturado. Dicen que todo se complotó
y se dirigió desde Caracas, en un pulso de fuerzas entre dos personajes
poderosos del PSUV, es decir, del gobierno.
Entre ladrones y
verdugos
Por aquello de la
previsión pensional para la vejez, varios cabecillas del ELN, entre ellos el
jefe del frente Domingo Laín Sanz (nombre de un sacerdote aragonés quien, junto
con otros dos españoles, se unieron a la banda a comienzos de los años setenta)
decidieron guardarse algunos reales producto del narcotráfico fronterizo y del
secuestro de un personaje araucano. La GNB, que todo lo sabe, conoció del robo,
los detuvo y los entregó a los jefes elenos, quienes los ejecutaron el 14 de
agosto cerca de Guasdualito, Apure (Desde su nacimiento en Cuba en 1964, el ELN
perpetra sus purgas con el fervor cristiano de la Teología de la Liberación).
Incluso un obispo
de Arauca cayó bajo las balas de esta vendetta inquisitorial. Diez días después
del 'ajusticiamiento revolucionario' de sus camaradas, cuatro militares
venezolanos fueron sacrificados en El Nula, Apure, durante el desalojo de una
cuadrilla farciana de alias Gentil Duarte. Había que quitarla de allí para
asegurarle presencia y actividades a la narcobanda de alias Iván Márquez, quien
cuenta con poderosos amigos en Miraflores, y es aliado circunstancial del ELN,
a su vez protegido por La Habana, rectora de los destinos de Venezuela.
Delincuencia y
migración
Entre las
instituciones carcomidas por la corrupción, la delincuencia sin control y un
flujo migratorio incontenible, se agita la frontera colombo-venezolana, escenario
de la segunda crisis humanitaria más grande del mundo actual, después de la
siria. A pesar del cierre oficial de esa frontera y con el riesgo inminente del
covid-19, desarraigados venezolanos cruzan cientos de trochas incontrolables. Y
en los pasos formales, como en Cúcuta, la explotación sexual es la moneda
común, y el desmembramiento de personas es frecuente. Viajan a Colombia para
cedularse y aumentar el caudal electoral de la izquierda, dicen unos; que se
cuelan agentes del FAES Y LA DGCIM, es inocultable; que son enviados para
ayudar a la perturbación social violenta planeada por el Foro de Sao Paulo,
dicen otros; y que tienen hambre, es lo que uno lee en las esquinas. Que es una
campaña mediática de desinformación, proclama Caracas, mientras Bogotá moviliza
tropas para ayudar a la policía a vigilar la gran cantidad de pasos ilegales y
de supuestos túneles construídos con asesoría cubana. Ambos países caminan
sobre el filo de esa peligrosa navaja.
Numerosos
analistas y observadores temen una confrontación civil en los Estados Unidos de
América, a raíz de la polarización política actual y lo que suceda arriba, en
el Imperio, necesariamente tendrá consecuencias en su periferia inmediata,
Latinoamérica. La gran diferencia es que allí operan instituciones sólidas y
creíbles como la Justicia y Fuerzas Militares, que pueden sobrellevar un
torbellino político.
Por estos lares,
desafortunadamente, la institucionalidad está en pleno desbarajuste, y
cualquier mal paso fronterizo puede transformarse en un problema mayor,
especialmente con asesores militares rusos merodeando por las fronteras
colombiana y brasileña.
Sobre John
Marulanda
Licenciado en
Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, y Abogado de la
Universidad de la Gran Colombia, Marulanda se desempeña como consultor
internacional en seguridad y defensa. Es Coronel (R) del Ejército de Colombia.
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