LOS CHINOS EN
ARGENTINA Y URUGUAY
César Lerena, 28-10-20
La Argentina es
incapaz de controlar la pesca ilegal con buques chinos en el Atlántico Sur y
favorece sus inversiones para que se lleven los recursos naturales, económicos
y el trabajo del país. El Uruguay, por su parte, facilita las operaciones de
las esas embarcaciones ilegales en sus puertos y, promueve, la radicación de
capitales chinos en ese país, entendiendo, que esta República -dice el
presidente Luis Lacalle Pou- puede ofrecerle a China ser el “HUB” (Centro
Regional) de «entrada de sus productos y servicios a la región y su
acercamiento al Mercosur».
Un ofrecimiento
que debe resultar muy atractiva a Xi Jinping. Una propuesta de colonización
encubierta -esta vez China- con inversiones que dejan al descubierto, como en
la Argentina, la indefensión nacional aprendida. Estamos inertes ante la
necesidad de capital y nos entregamos con los brazos atados a estas nuevas
formas de dominación y de destrucción de las industrias locales que, suenan
como métodos más sofisticados, pero son igualmente invasivos, tanto como los
británicos y franceses subiendo el río Paraná en 1845 para hacerse de nuestro
comercio. Como la savia que se extrae por la hidrovía, que oficia de arteria
regional, para llevarse impunemente el esfuerzo laborioso de nuestras materias
primas sin valor agregado de la mano de navieras, peajes y dragados
extranjeros.
Los chinos no
vienen por nuestro desarrollo regional, vienen por nuestros recursos.
¡argentinos a las
cosas y uruguayos a las suyas!, pero, ambos juntos, con políticas concertadas
de interés común, para poder enfrentar los grandes desafíos del comercio
internacional y alcanzar el bienestar de sus pueblos y, la armonía y defensa
inteligente de la región, frente al sostenido avance de las grandes potencias
mundiales que han transformado la invasión militar en colonización económica y
financiera. Ni Argentina ni Uruguay pueden ofrecerle el “HUB” a China; a no
ser, que estén resignados a transformarse en meras colonias para la extracción
de sus recursos sin valor agregado, en lugar de países industriales de
productos de excelencia, de transferencia de tecnología y conocimiento, en
ambientes sostenibles y seguros.
¿Seguiremos los
rioplatenses vendiendo productos baratos con mano de obra esclava como en los
siglos XVIII y XIX? O se decidirán nuestros países empobrecidos a unir
voluntades para defender sus intereses culturales, económicos y sociales, como
los concibió Artigas y San Martín.
A qué desactivado
MERCOSUR se refiere Lacalle Pou, cuando no podemos siquiera ponernos de acuerdo
entre los rioplatenses en el uso de las aguas comunes; la utilización de los
puertos y el diseño de los canales de navegación; el comercio común marítimo y
fluvial; el aprovechamiento de los recursos pesqueros en la Zona Común que
ambos países acordaron inteligentemente en 1973; la exportación de productos de
calidad certificada rioplatense en lugar de seguir dependiendo de
certificadoras internacionales (una nueva forma de colonización); el
intercambio de bienes y servicios; el combate de la pesca ilegal china,
española, coreana, taiwanesa y británica en el Atlántico Sur, en Malvinas,
Georgias del Sur y Sándwich del Sur que le quita, no sólo importantísimos
recursos a ambos países, sino que enajena la soberanía de Uruguay y Argentina
en este amplio territorio marítimo que ya era una estrategia central en el
Virreinato del Rio de la Plata. ¿Qué hemos hecho en común en la Antártida
latinoamericana que soñara el General Jorge Edgar Leal, fundador de la Base
Esperanza en 1952?
¿Qué se hace la
Muy fiel y Reconquistadora Montevideo que le permitió a Buenos Aires deshacerse
de los ingleses en 1806 y qué, la Muy noble y muy leal, ciudad de Buenos Aires,
ambas controladas por capitales chinos?
Somos buenísimos
las autoridades de ambos países con discursos altisonantes sobre América para
los americanos en los Foros Internacionales, aunque incapaces de unir
voluntades para hacer de este mensaje una realidad palpable que demuestre la vocación
cierta de desarrollarnos con autonomía. No es con un “HUB” chino. Es con un
“HUB” Rioplatense que habremos de cambiar nuestro destino y transformarnos en
países soberanos, dejando el vuelo bajo de los chismes y celos de conventillo.
Unidos o Dominados no diría el General Juan Perón.
Los gobiernos de
Sudamérica ya han dado muestras sobradas de incapacidad para diseñar y llevar
adelante un proyecto regional que nos fortalezca con equidad y nos permita
aprovechar al máximo nuestras capacidades individuales. Una acción sinérgica
que destaque las potencialidades de cada uno y que nos ayude a competir en el
mundo, alcanzando un desarrollo equilibrado que haga sustentable a ambas
Naciones, facilitando la actividad de las pequeñas y medianas empresas
nacionales, el pleno empleo, el bienestar de la gente y robustecer una
identidad y tradición común que nos hermana.
Desde hace años
que los gobiernos uruguayos de distinto signo político (Tabaré Vázquez ayer y
hoy Lacalle Pou) vienen insistiendo en la construcción de un puerto chino en
Uruguay y, ahora, es el propio Estados Unidos que expresa su preocupación por
la penetración china. Ahora, ¿es razonable que sean otros intereses ajenos a la
región los que deban señalarnos el problema y diseñar nuestro futuro? y, por el
contrario, sea el propio Uruguay con la Argentina y viceversa, quienes armen
sus proyectos de Nación Independiente y complementarias, fuera o dentro del
MERCOSUR y, no sea necesario, que, bajo el pretexto de recibir recursos
económicos chinos, enajenen sus destinos de grandeza.
Siento un profundo
amor por los orientales, pero lo del “HUB” chino, excede el proyecto de país y
avanza en la pretensión China de constituirse en el epicentro económico de la
región. No será inocuo para Uruguay ni tampoco para la Argentina. Ya hemos sido
colonia española, portuguesa, brasileña, nos ocupan y explotan los británicos,
no queremos ser colonia China.
¿Qué es esto -por
otra parte- que por un minúsculo negocio con Malvinas se promueva el turismo en
esos territorios nacionales de Argentina ocupado en forma prepotente por una
nación extranjera? ¿Tal vez una nueva forma de dependencia? No se merecen estos
pueblos grandes una mirada tan pequeña de nuestros gobernantes.
Según Búsqueda (Nº
2094, 22-28/10/20) «La posibilidad de que la empresa china Shandong Baoma
Fishery Group construyera un puerto para proveer servicios de mantenimiento a
barcos pesqueros ya se negoció durante el gobierno pasado (…) El consejero
económico comercial de la embajada china en Montevideo, Zhou Quan, dijo que “se
ha realizado suficiente intercambio de opiniones en el nivel técnico de la
comisión mixta”. Imaginamos que Uruguay, como país, está abierto a las
inversiones (…) que, como quedó claro en el diálogo que mantuvieron Lacalle Pou
y Jinping, Uruguay y China comparten la visión de que no hay que ir “por el
camino del proteccionismo”, sino “seguir con los mercados abiertos». Habría que
analizar que hace hoy Estados Unidos, a la Unión Europea y la propia China al
respecto, que aplican aranceles y restricciones para arancelarias a nuestros
productos con valor agregado.
Nos queda muy
claro a quién beneficiará esta iniciativa: adquisición de materia prima barata;
compra de plantas a bajo costo; explotación de los recursos de bajo valor
agregado; exportación de commodities agropecuarios y pesqueros; transferencia
de la mano de obra uruguaya (como ya ocurre en la Argentina) a China y otros
países desarrollados.
Fueros de
artificio que no pueden engañar a dos pueblos inteligentes y a gobernantes
informados.
¿Un centro
regional chino en Uruguay? Puerto franco, depósitos y muelles para la
logística, insumos importados, evasión de impuestos, recambio de tripulación,
etc. con extensión al área portuaria de Montevideo; astillero para la reparación
de barcos; depósitos de petróleo para pesca subsidiada, trabajo esclavo, etc.
¿Quién y con qué se controlarán estas capturas que se desembarquen en un puerto
privado chino?, ¿y el transporte, con bodegas y contenedores llenos de capturas
ilegales en la ZEE o adyacente a ésta, o con licencias ilegales británicas de
Malvinas? Todo el Atlántico Sur, el Río de la Plata, los ríos y territorios
continentales, mantenidos con nuestro escaso patrimonio al servicio de la
extracción y depredación China. ¡Un negocio chino!
Ya los grupos
chinos Hesheng Group y Fores Group se quedaron con el Frigorífico Nacional
Lorsinal de carnes rojas y China «se hará de soberanía en el Río de la Plata si
construye un Puerto con zona franca pesquera en Uruguay». Con la instalación
del puerto, comenzaremos a ver frente a las costas de Uruguay y la Provincia de
Buenos Aires -en la Zona Común- cientos de buques pesqueros chinos de los 16
mil que depredan en el Pacífico y Atlántico; que despacharán y operarán sin
intromisión alguna; destruyendo los recursos, pero también los mercados de
nuestros países.
Todo ello en un
marco de fragilidad y dependencia absoluta: «el primer ministro australiano
Scott Morrison puso en duda la transparencia china en la pandemia y como
respuesta relámpago los chinos -nuestro principal importador- retiraron la
habilitación de las cuatro plantas exportadoras de carnes a ese país y
decretaron para la cebada australiana un arancel del 80%» (El Observador,
21/8/20) ¿A esto se llama socio confiable, imperecedero, capaz de contribuir al
desarrollo de la región?
Ya lo dije, China
no viene a desarrollar Uruguay o Argentina ¿por qué lo haría? vienen por
nuestros recursos naturales, por las materias primas de bajo valor agregado o
simplemente -en el caso de la pesca- a la exportación de commodities o harinas
de pescado (1.212 U$S/tonelada)
-devaluando aminoácidos de la mejor calidad biológica para
transformarlas en la alimentación animal y, aún más grave, a instalar una base
de operaciones del gigante asiático en la cabecera del Atlántico Sur. Tan
inocente, como la compra de plantas de procesamiento de alimentos, mineras o
campos de explotación agraria en Argentina o la instalación de una Estación
Espacial de China en Neuquén, que depende de los altos mandos del Ejército
Popular, un territorio de soberanía china, a cargo de funcionarios chinos e
inaccesible a los argentinos. Con la misma inmunidad de hecho o derecho que
tendría un Puerto en Uruguay.
La fama de China
en la actividad pesquera es reconocidamente mala y se le atribuye pesca ilegal
en innumerables Estados ribereños. Una docena de países han protestado contra
la pesca ilegal de los buques chinos subsidiados: Ecuador, Chile, Perú,
Colombia, México, Costa Rica, Corea del Sur, Vietnam, Mauritana, Senegal,
Guinea, Sierra Leona, son solo algunos y, este país, ha dejado claro su interés
en el Pacífico y el Atlántico Sur, después de haber depredado el mundo. A China
no se le puede abrir el mar por su asimetría económica y, porque sus
embarcaciones no respetan el derecho del mar y las demás normas internacionales
vigentes.
El “HUB” chino en
Uruguay habría de transformar ese país en una gran factoría para el ingreso de
sus productos y, la explotación y exportación de materias uruguayas sin valor
agregado a través en unas pocas empresas chinas que monopolizarán y
establecerán el valor de las pequeñas y medianas empresas nacionales para luego
exportarlas desde empresas chinas a China sin arancel alguno, al contrario de
lo que ocurre con los productos uruguayos y argentinos. Será progresivo y
sostenido y, los pequeños y medianos empresarios locales no podrán competir con
los bajos precios chinos y serán irremediablemente absorbidos por éstos para
que junto a sus capturas ilegales ingresen como de origen chino en sus puertos
de destino.
Durante 2019 las
exportaciones desde Argentina a China de los filetes de merluza se pagaron
1.500 U$S/tonelada, a Uruguay U$S 3.805 U$S; el calamar U$S 2.345, a España U$S
3397; la corvina U$S 1.526, a Estados Unidos U$S 2.331; la merluza negra U$S
14.800, a Rusia U$S 25.098; la pescadilla U$S 1.143, a Italia U$S 2.753; la
anchoita salada U$S 2.700, a Brasil U$S 6.422; el mero U$S 1.600, a Alemania
U$S 10.500. Son pruebas irrefutables del bajo valor agregado chino, a lo que se
agrega el ingreso sin aranceles a la República Popular China, el trabajo
esclavo y la pesca ilegal subvencionada.
Yo pronostico el
trabajo devaluado a fasón para las empresas uruguayas y la concentración y la
fijación del precio por parte de las chinas. Como en la Argentina, donde el
sector pesquero nacional en 1970, cincuenta años después, está manos de chinas,
americanas, españolas, etc. que exportan commodities y, les regalamos a sus
transformadoras en destino el empleo nacional.
Fuera de ello,
¿cómo se supone que afectará el trabajo esclavo, el desprecio por el cuidado
ambiental y los hábitos culturales chinos en nuestros trabajadores; en el medio
marino; en el Río de la Plata y fluvial y en las costumbres rioplatenses? Los
chinos «operan sin ningún control ambiental, laboral ni sanitario, utilizando
mano de obra esclava, depredando el ecosistema marino y contaminando» nos
refiere desde hace años el experto en pesca ilegal Milko Schvartzman.
No dejemos embaucarnos
con las luces de la ciudad, el tránsito fácil de recibir inversiones chinas que
no se destinan al desarrollo cierto de las nacionales, sino a satisfacer sus
necesidades, no son más que espejitos de colores, ¿porqué no habrían de serlos?
si nuestros países en lugar de fortalecer sus potencialidades se transforman en
grandes supermercados de exposición de productos extranjeros en vez de promover
nuestro productos nacionales, destinándolos al consumo de la región y la
exportación al mundo. Los salarios de nuestros empleados públicos y privados,
argentinos y uruguayos, se van en la adquisición de bienes y servicios
extranjeros en lugar generar desarrollo regional y, con este mejorar, la
calidad de vida de los rioplatenses.
Obviamente, que
este modelo requiere decisión y una vocación unívoca de ambos presidentes Luis
Lacalle Pou y Alberto Fernández para avanzar sin fisuras hacia un destino
común. Nada mucho cuesta poco, orientales y argentinos. Marcos Mundstock
(1942/2020) en la película “el cuento de la comadreja” al aplicar su estrategia
en el juego del billar le dice a su contendiente: «¿sabe cuál es su problema?
Que a usted le gustan los tiros fáciles y ¡nada bueno es fácil! En este juego
para ganar hay que mirar al rival, pensar como el rival, sentir como el rival
¡no es nada fácil! Cuando parece que todos los caminos están cerrados, ¡siempre
se encuentra una manera!».
En la «Convención
Preliminar de Paz» el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y
el Reino del Brasil acordaron en 1828 terminar con la disputa por la Banda
Oriental; al tiempo que establecieron por quince años, asegurar la libre
navegación para ambas naciones; sin embargo, no se fijó el mar territorial y,
ello generó diferencias, a punto de provocar algún conflicto armado. 145 años
después (¡!) la firma del Tratado del Río de la Plata, en Montevideo en 1973,
ratificado en Argentina por Ley 20.645 y, en Uruguay por Ley 14.145, dando fin
a los graves desentendimientos entre dos países, original y, culturalmente
hermanos.
Ese Tratado que
fue el resultado de una política de Estado iniciada en 1910 por Roque Sanz
Peña, quien luego sería presidente
argentino, continuada en 1964 por el Canciller Miguel Angel Zavala Ortiz y
firmada en 1973 por los Cancilleres uruguayo Juan Carlos Blanco y argentino
Alberto Vignes, pretendió, ir mucho más allá de una cuestión de límites, peces
y ambiente, sino «sentar las bases de una más amplia cooperación entre los dos
Países y estrechar los arraigados vínculos de tradicional amistad y hondo
afecto que unía a sus Pueblos» y, como refirió el Presidente Juan Domingo Perón
el 19 de noviembre de 1973: «Este será el instrumento más eficaz en la defensa
de intereses comunes a los dos pueblos, una acción ejemplar en el orden
internacional. Suscribir el protocolo de la fraternidad uruguaya y argentina
-decía Sáenz Peña- no es crear una política distinta de la que nos viene
impuesta por nuestra tradición; es consagrar para siempre, la fraternidad
uruguaya y argentina. Un mismo cielo cubre nuestras aguas, su azul se refleja
en el y en nuestras banderas. Aceptemos ese simbólico abrazo de la naturaleza
como un signo de fraternidad que nos convoca a la paz, al trabajo en común, a
la prosperidad y a la felicidad de nuestros dos pueblos»
A casi cincuenta
años, de ese trascendente acto de alianza estratégica y cooperación, los
resultados de uno de los más importantes tratados de integración suramericana
son verdaderamente escasos, limitándose, a una discutida administración del Río
y la Zona Común. El delimitar las jurisdicciones de los países en el río y los
alcances de las actividades, no debiera operar como una suerte de muro
separador, sino por el contrario, consolidar una gran puerta de acceso y de
unión indisoluble de vecinos fraternos, con una historia y cultura común y, con
la necesidad, de actuar en forma sinérgica en las cuestiones económicas y
geopolíticas, de cara al mundo, de ocupación del Atlántico Sudoccidental, de
tránsito al Pacífico y vínculo antártico.
No se efectuaron
mutuas resignaciones y se estableció una Zona Común de Pesca en la ZEE.
uruguaya y en la aún más extensa y rica ZEE Argentina para entregar a terceros
países nuestros recursos sino para «asentar las bases de la más amplia
cooperación entre los dos países» en su explotación, el transporte, la
tecnología, el desarrollo portuario y general; en el que ambas Naciones pueden
y deben complementarse, no olvidando que el Tratado refiere a la «prohibición
de acciones contaminantes, a la protección del medio marino y a la conservación
de las especies» (art. 47-52, 54-56, 66, 73-76, 78, 80-82) y, en el concepto
más amplio de estas acciones, se encuentra la prohibición de la explotación
irracional y sin control; la depredación; el descarte de especies; la captura
de juveniles, etc. todas prácticas que son realizadas por los buques ilegales
chinos y, que, siendo perpetradas dentro o no de la Z.E.E. atentan contra el
ecosistema y a ambos países.
En esa lucha de
intereses del siglo XIX, dejamos de lado un territorio indivisible y a sus
habitantes, genéticamente y, culturalmente unidos. Más aún, perdimos de vista,
lo que ya el Virreinato conocía perfectamente: la posición estratégica de los
puertos de Montevideo y Buenos Aires en cada extremo del Plata, y su operación
asociada con relación al control del Río de la Plata, el Atlántico sur y, al
mar austral de las Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, para controlar la
Antártida y el acceso al Pacífico. ¿Por qué desde el año 1494 Portugal y luego
los brasileños tenían interés en quedarse con la Banda Oriental?, sino era, por
su posición estratégica sobre el Atlántico Sur, el Río de la Plata y el acceso
a los ríos Uruguay y Paraná, permitiéndole, una libre navegación en la cuenca
superior, y, ¿por qué España creó en 1776 el Apostadero Naval de Montevideo, su
más importante autoridad naval en el Río de la Plata y el Atlántico Sur hasta
el Cabo de Hornos?, sino era con el objeto de controlar el acceso al Pacífico,
el estrecho de Magallanes y el paso de Drake y, ¿por qué en San Ildefonso, se
dispone la presencia permanente de dos fragatas en el Río de la Plata, una en
las islas Malvinas y, otra en Montevideo? Dos Estados marítimos que han perdido
de vista sus potencialidades.
Es notable que
durante la etapa fundacional de los siglos XVIII y XIX, se pudo entender más
claramente la importancia del Río de la Plata, la cuenca del Paraná-Uruguay, el
Atlántico Sur y su integración geopolítica, que, todos estos años transcurridos
desde la gestación del Tratado. ¿Qué están haciendo Uruguay y Argentina en
pleno siglo XXI, con un MERCOSUR deprimido, tratando de dar manotones de
ahogado convocando a la injerencia de terceros países (a modo de Caballo de
Troya) para que nos resuelvan nuestros problemas inconclusos y recidivantes?
En ese Río de la
Plata, de 30.212 Km2 de superficie y 290 km de longitud, por el que ingresan el
95% de las importaciones argentinas y uruguayas y egresa el 80% de sus
exportaciones, ya habían entendido los portugueses en el siglo XV y, luego los
ingleses, los brasileños y rioplatenses, que la Banda Oriental y la Cuenca del
Plata eran estratégicamente fundamentales por su proyección al Atlántico Sur y
su acceso a la hidrovía. Ahora, países independientes, sería bueno esperar una
asociación estratégica, generosa y amplia, que potencie los intereses
binacionales, derivados de esta esta extraordinaria «puerta de entrada y salida
al mundo».
Se avanzó en esta
integración, cuando se creó en 1960 en Montevideo la Asociación Latinoamericana
de Libre Comercio (ALALC), luego ALADI; con el Tratado de Límites del Río
Uruguay aprobado por ley 15.868 durante la gestión de Frondizi en 1961; con el
Estatuto del Río Uruguay de 1976 ratificatorio y complementario del Tratado; y,
en 1964 cuando se firmó el Convenio entre YPF y la ANCAP del Uruguay y, también,
cuando ambos países acordaron el monitoreo conjunto del río Uruguay con motivo
de la instalación de pasteras.
Esta relación se
ratificó cuando por la Res. del UNASUR dada en Asunción el 17 de marzo de 2012
todos los Cancilleres de Sudamérica rechazaron la explotación por parte del
Reino Unido de los recursos naturales del Atlántico Sur y decidieron prohibir
el ingreso a los puertos de buques con bandera ilegal de Malvinas. Es decir,
compromisos, que hacen inaceptable el uso de los puertos uruguayos a los buques
extranjeros que pescan ilegalmente recursos argentinos y uruguayos en el
Atlántico Sudoccidental y, también, la irresponsabilidad (¿o corrupción?) de
funcionarios argentinos que toleran la carga directa o indirecta de combustible
a buques tanques y otros insumos que sostendrían a las embarcaciones
depredadoras.
Nos une un interés
común que debiéramos potenciar con un protocolo adicional al MERCOSUR que dé
nacimiento a un Mercado Común Pesquero y otros proyectos entre ambos países,
que nos permita explotar inteligentemente más de un millón de toneladas
pesqueras del Atlántico Sur que en la actualidad depredan chinos, españoles,
coreanos, taiwanes y británicos.
En ningún caso
debiéramos avanzar en proyectos sin el consenso necesario ya que lo que es malo
para los uruguayos debiera ser malo para los argentinos y viceversa y, no
debiéramos olvidar que Montevideo y Buenos Aires han servido de refugio a los
emigrados políticos desde la época de la colonia y la independencia, hasta los
tiempos de los gobiernos militares.
Yo también quiero
tener mi ciudadanía uruguaya, pero, para hermanarme un poco más a los
Orientales educados, con esa bonhomía e inteligencia que los hace singular, no
para huir del fracaso de las políticas argentinas y, encontrar del otro lado
del charco, el mismo sentimiento de entrega nacional.
¿Dónde está la
cooperación argentino-uruguayo que debió potenciar el desarrollo de nuestros
países en lugar de abrir las puertas a una nueva colonización que destruya las
empresas locales, el empleo y nuestra cultura creativa?
Es hora de los
funcionarios de ambos gobiernos: los Cancilleres Felipe Solá (Ar) y Francisco
Bustillo (Uy), los embajadores Alberto Juan B. Iribarne (Ar) y Carlos Fernando
Enciso Christiansen (Uy), de los Ministros de Agricultura, Ganadería y Pesca
Luis Basterra (Ar) y Carlos Uriarte (Uy); los delegados de la Comisión
Administradora del Río de la Plata (CARP) embajador Diego Tettamanti (Ar) y
Alem García (Uy); los Presidentes de las delegaciones de la Comisión Técnica
Mixta del Frente Marítimo (CTMFM) Embajadora Mariana Inés Llorente (Ar) y CN
Julio Suárez Bonorino (Uy); las autoridades de la hidrovía Paraguay-Paraná
Ministro Mariano Vergara (Ar) y Juan José Olaizola (Uy); las autoridades de la
Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) José E. Lauritto (Ar) y Mario D.
Ayala Barros (Uy) y los Ministros y Secretarios temáticos de industria,
producción, pesca, puertos, transporte, energía, comunicaciones, turismo, etc.
con la aprobación de ambos Congresos, revitalicen y redireccionar este
importantísimo Tratado de Cooperación, que significó grandes esfuerzos para su
concreción a ambas Naciones, en busca de potenciar el desarrollo equilibrado de
ambos pueblos, integración económica, social y ambiental.
Ya sea “bo” o
“che”, todas estas cuestiones deberían estar “pronto” o “hechas”.
Uruguay-Argentina o Argentina-Uruguay debieron ser un único y gran país, pero
no siéndolo, es necesario que trabajemos para consolidar el espíritu de la
Federación que quiso Artigas, sabiendo que, como dijera San Martín, «para los
hombres de coraje se han hecho las empresas». Un modelo para Sudamérica y el
mundo. El lenguaje y la comunión debiera servirnos para reencontrarnos y
caminar juntos hacia un destino mejor. Tomémonos un buen mate oriental o
argentino y encaminémonos hacia un proyecto rioplatense creador, teniendo en
cuenta aquellos versos del Martín Fierro «si los hermanos se pelean nos devoran
los de afuera».
Señor presidente
de la República Oriental del Uruguay Dr. Luis Lacalle Pou y de la República
Argentina Dr. Alberto Fernández en sus manos está el destino de esta patria
grande.
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