de lograr la quinta política de Estado: coalición
exportadora
Juan Manuel Lozita
El desarrollo
político y económico de las naciones se logra cuando los pueblos y las
dirigencias poseen consensos básicos sobre temáticas o áreas de políticas
públicas que creen convenientes sostener en el tiempo en pos de preservar los
intereses nacionales y la mejora de la calidad de vida de los habitantes de un
territorio. Nos referimos a las tan mencionadas, pero poco aplicadas políticas
de Estado, que son constructos políticos coherentes y consistentes en el tiempo,
gobierne quien gobierne.
Brevemente podemos
decir que desde la formación del Estado argentino desde fines del siglo XIX y
entrado el siglo XX, surge la primera
gran política de Estado con respecto a Malvinas e islas del Atlántico Sur.
La misma se consolida con la victoria diplomática argentina en el seno de las
Naciones Unidas con la resolución 2065 de 1965, en donde se afirma que existe
una disputa bilateral de soberanía entre la República Argentina y el Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Malvinas es el eje estratégico desde
donde pivotea la política exterior argentina. Lo vemos reflejado en la decisión
trascendente de la Convención de
las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar en el año 2016, en donde se
confirma la extensión geográfica de nuestros derechos de soberanía sobre los
recursos del lecho y subsuelo en más de 1.782.000 km2 de plataforma continental
argentina más allá de las 200 millas marinas, que se suman a los
aproximadamente 4.799.000 km2 comprendidos entre las líneas de base y las 200
millas marinas.
Contemporánea
a esa política de estado, tenemos la presencia ininterrumpida de la República
Argentina desde 1904 hasta la fecha, en la Antártida Argentina. Emerge así, la segunda política de Estado que desde la
segunda presidencia del Grl. Julio Argentino Roca a la fecha todos los
gobiernos civiles y militares, partidos políticos justicialistas, radicales,
etc., no solo han conservado, sino que han incrementado nuestra presencia con
13 bases militares y científicas, de las cuales 6 son permanentes y 7
temporales. Esa temprana política de Estado, nos permite ser miembros firmantes
del Tratado Antártico de 1961 y ser sede del mismo a nivel mundial.
La tercera política de Estado ha sido la
nuclear. La Argentina de Perón en el año 1950 creó la Comisión Nacional de
Energía Atómica (CNEA) y con un desarrollo pujante entre las décadas del 50,
60, 70 y 80, eclipsado parcialmente en los 90, pero con un fuerte impulso con
el Plan Nuclear Argentino de 2005, ha ratificado lo iniciado hace 50 años y
lleva a la Argentina a tener la supremacía en el manejo de esta industria madre
en toda Iberoamérica, con un efecto derrame singular en industrias conexas como
la espacial y de defensa entre otras. Hitos de esta política de Estado es la
exportación de reactores nucleares para investigación
científica por medio de haces de neutrones y para la producción de
radioisótopos para usos en medicina, agronomía e industria a Egipto, Perú, Argelia, Australia y
Países Bajos; y mantiene negociaciones de exportar próximamente a Sudáfrica,
Arabia Saudita, Brasil, India y Estados Unidos.
Mantener de
manera inalterada el orden constitucional por 37 años y que un gobierno no
peronista haya logrado finalizar su mandato en el 2019, es sin lugar a dudas la
cuarta política de Estado. Los
argentinos hemos aprendido la lección: deseamos un umbral mínimo de pluralismo
político que respete los disensos en el marco de un régimen democrático de baja
intensidad pero que posee elecciones libres, frecuentes e imparciales. Seguramente
en términos de calidad institucional y del funcionamiento hacia adentro de las
instituciones políticas y las relaciones entre ellos hay mucha tela por cortar,
sin embargo, podemos decir que hasta ahora el sistema político argentino genera
los actores e instituciones necesarias para vivir en un orden constitucional
deseable.
Ahora
entremos a la quinta política de Estado
que es condición necesaria y suficiente para terminar con un ciclo de 70 años
de crisis fiscales, devaluaciones, procesos inflacionarios de nunca acabar,
emisión monetaria espuria, economía bimonetaria y restricciones externas. Es el
famoso y estudiado stop and go, o en español “pare y siga”. Esta dinámica
perversa y odiosa, que nos llevó de tener una distribución del ingreso ideal en
1973 (gobernaba la fórmula Perón-Perón), en donde la diferencia entre el decil
más rico y el decil más pobre era tan solo de 7,6%, a una situación en que esa
distancia se amplió a 20 veces por lo tanto el decil más rico en la Argentina
posee el 31,9 de la riqueza del país y el decil más pobre el 1,6%.
Para superar la
mencionada crisis sistémica, debemos dar un gran salto hacia adelante y lograr
la quinta política de Estado que se la puede denominar como: coalición
exportadora. Se sabe que la Argentina al poseer un mercado interno pequeño, no
ofrece escala ni las condiciones necesarias para un crecimiento sostenible que
permita un verdadero desarrollo económico. El desarrollo económico se traduce
en generación de empleo dignos, infraestructura productiva y social y calidad
de vida para los habitantes de un país. Para sostener ese desarrollo es necesario
divisas y Argentina no logra producir ni comercializar, en un mundo sediento de
los principales bienes transables y no transables que la globalización
necesita.
La dirigencia
argentina aún no percibe o no quiere entender que la salida a la encerrona del
“pare y siga” de hace 70 años se logra con exportaciones. Parafraseando a
Alberdi, que a fines del siglo XIX indicaba a los dirigentes de esa época que
“Gobernar es poblar”, hoy debemos decirles a nuestros dirigentes de este siglo
XXI que “Gobernar es exportar”. Hoy la Argentina debería estar exportando
bienes y servicios por 100.000 millones de dólares anuales, que según los
expertos, conllevaría a unas importaciones de 80.000 millones de dólares
anuales con un superávit comercial de no menos de 20.000 millones de dólares
anuales que respaldarían sin mayores sobresaltos nuestra moneda nacional y
permitirían contar con una fortaleza en las finanzas públicas para implementar
las políticas públicas deseadas y necesarias para multiplicar la riqueza y generar
un círculo virtuoso en la economía nacional.
En
definitiva, no le estamos pidiendo mucho a la dirigencia política, económica y
sindical actual. Simplemente que dejen de lado sus intereses sectoriales y
personales mezquinos, sus negociados y de sobredimensionar al elefantiásico
Estado argentino. Se torna imperioso pasar de un Estado pesado, insidioso e
intervencionista a un Estado inteligente, ágil, colaborativo, fijador de reglas
claras y duraderas y por sobre todo un Estado abierto a alianzas estratégicas
con los verdaderos motores del desarrollo económico: los emprendedores y
empresarios argentinos de capitales nacionales que, con ingenio, perseverancia
y lucidez reconocida en todo el mundo, logran año a año sortear la única
normalidad conocida por todos: las crisis permanentes. Para todos ellos y para
el pueblo en general: Sr. Estado le pedimos que los deje producir y exportar
para que la Argentina siga siendo un país viable.
Juan Manuel Lozita
Politólogo. Profesor en Universidad Siglo 21
Presidente de la Fundación 20 de Noviembre
Miembro del Instituto de Estudios Estratégicos -
Córdoba
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