martes, 27 de octubre de 2020

LA NECESIDAD

 


de lograr la quinta política de Estado: coalición exportadora

 

Juan Manuel Lozita

 

El desarrollo político y económico de las naciones se logra cuando los pueblos y las dirigencias poseen consensos básicos sobre temáticas o áreas de políticas públicas que creen convenientes sostener en el tiempo en pos de preservar los intereses nacionales y la mejora de la calidad de vida de los habitantes de un territorio. Nos referimos a las tan mencionadas, pero poco aplicadas políticas de Estado, que son constructos políticos coherentes y consistentes en el tiempo, gobierne quien gobierne.

 

Brevemente podemos decir que desde la formación del Estado argentino desde fines del siglo XIX y entrado el siglo XX, surge la primera gran política de Estado con respecto a Malvinas e islas del Atlántico Sur. La misma se consolida con la victoria diplomática argentina en el seno de las Naciones Unidas con la resolución 2065 de 1965, en donde se afirma que existe una disputa bilateral de soberanía entre la República Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Malvinas es el eje estratégico desde donde pivotea la política exterior argentina. Lo vemos reflejado en la decisión trascendente de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar en el año 2016, en donde se confirma la extensión geográfica de nuestros derechos de soberanía sobre los recursos del lecho y subsuelo en más de 1.782.000 km2 de plataforma continental argentina más allá de las 200 millas marinas, que se suman a los aproximadamente 4.799.000 km2 comprendidos entre las líneas de base y las 200 millas marinas.

 

Contemporánea a esa política de estado, tenemos la presencia ininterrumpida de la República Argentina desde 1904 hasta la fecha, en la Antártida Argentina. Emerge así, la segunda política de Estado que desde la segunda presidencia del Grl. Julio Argentino Roca a la fecha todos los gobiernos civiles y militares, partidos políticos justicialistas, radicales, etc., no solo han conservado, sino que han incrementado nuestra presencia con 13 bases militares y científicas, de las cuales 6 son permanentes y 7 temporales. Esa temprana política de Estado, nos permite ser miembros firmantes del Tratado Antártico de 1961 y ser sede del mismo a nivel mundial.

 

La tercera política de Estado ha sido la nuclear. La Argentina de Perón en el año 1950 creó la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y con un desarrollo pujante entre las décadas del 50, 60, 70 y 80, eclipsado parcialmente en los 90, pero con un fuerte impulso con el Plan Nuclear Argentino de 2005, ha ratificado lo iniciado hace 50 años y lleva a la Argentina a tener la supremacía en el manejo de esta industria madre en toda Iberoamérica, con un efecto derrame singular en industrias conexas como la espacial y de defensa entre otras. Hitos de esta política de Estado es la exportación de reactores nucleares para investigación científica por medio de haces de neutrones y para la producción de radioisótopos para usos en medicina, agronomía e industria a Egipto, Perú, Argelia, Australia y Países Bajos; y mantiene negociaciones de exportar próximamente a Sudáfrica, Arabia Saudita, Brasil, India y Estados Unidos.

 

Mantener de manera inalterada el orden constitucional por 37 años y que un gobierno no peronista haya logrado finalizar su mandato en el 2019, es sin lugar a dudas la cuarta política de Estado. Los argentinos hemos aprendido la lección: deseamos un umbral mínimo de pluralismo político que respete los disensos en el marco de un régimen democrático de baja intensidad pero que posee elecciones libres, frecuentes e imparciales. Seguramente en términos de calidad institucional y del funcionamiento hacia adentro de las instituciones políticas y las relaciones entre ellos hay mucha tela por cortar, sin embargo, podemos decir que hasta ahora el sistema político argentino genera los actores e instituciones necesarias para vivir en un orden constitucional deseable.

 

Ahora entremos a la quinta política de Estado que es condición necesaria y suficiente para terminar con un ciclo de 70 años de crisis fiscales, devaluaciones, procesos inflacionarios de nunca acabar, emisión monetaria espuria, economía bimonetaria y restricciones externas. Es el famoso y estudiado stop and go, o en español “pare y siga”. Esta dinámica perversa y odiosa, que nos llevó de tener una distribución del ingreso ideal en 1973 (gobernaba la fórmula Perón-Perón), en donde la diferencia entre el decil más rico y el decil más pobre era tan solo de 7,6%, a una situación en que esa distancia se amplió a 20 veces por lo tanto el decil más rico en la Argentina posee el 31,9 de la riqueza del país y el decil más pobre el 1,6%.

 

Para superar la mencionada crisis sistémica, debemos dar un gran salto hacia adelante y lograr la quinta política de Estado que se la puede denominar como: coalición exportadora. Se sabe que la Argentina al poseer un mercado interno pequeño, no ofrece escala ni las condiciones necesarias para un crecimiento sostenible que permita un verdadero desarrollo económico. El desarrollo económico se traduce en generación de empleo dignos, infraestructura productiva y social y calidad de vida para los habitantes de un país. Para sostener ese desarrollo es necesario divisas y Argentina no logra producir ni comercializar, en un mundo sediento de los principales bienes transables y no transables que la globalización necesita.

 

La dirigencia argentina aún no percibe o no quiere entender que la salida a la encerrona del “pare y siga” de hace 70 años se logra con exportaciones. Parafraseando a Alberdi, que a fines del siglo XIX indicaba a los dirigentes de esa época que “Gobernar es poblar”, hoy debemos decirles a nuestros dirigentes de este siglo XXI que “Gobernar es exportar”. Hoy la Argentina debería estar exportando bienes y servicios por 100.000 millones de dólares anuales, que según los expertos, conllevaría a unas importaciones de 80.000 millones de dólares anuales con un superávit comercial de no menos de 20.000 millones de dólares anuales que respaldarían sin mayores sobresaltos nuestra moneda nacional y permitirían contar con una fortaleza en las finanzas públicas para implementar las políticas públicas deseadas y necesarias para multiplicar la riqueza y generar un círculo virtuoso en la economía nacional.

 

En definitiva, no le estamos pidiendo mucho a la dirigencia política, económica y sindical actual. Simplemente que dejen de lado sus intereses sectoriales y personales mezquinos, sus negociados y de sobredimensionar al elefantiásico Estado argentino. Se torna imperioso pasar de un Estado pesado, insidioso e intervencionista a un Estado inteligente, ágil, colaborativo, fijador de reglas claras y duraderas y por sobre todo un Estado abierto a alianzas estratégicas con los verdaderos motores del desarrollo económico: los emprendedores y empresarios argentinos de capitales nacionales que, con ingenio, perseverancia y lucidez reconocida en todo el mundo, logran año a año sortear la única normalidad conocida por todos: las crisis permanentes. Para todos ellos y para el pueblo en general: Sr. Estado le pedimos que los deje producir y exportar para que la Argentina siga siendo un país viable.

 

 

Juan Manuel Lozita

Politólogo. Profesor en Universidad Siglo 21

Presidente de la Fundación 20 de Noviembre

Miembro del Instituto de Estudios Estratégicos - Córdoba

 

 

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