Juan Luis
Gallardo
La Prensa, 23.10.2020
Si una falsedad se
repite muchas veces, seguramente terminará por transformarse en una verdad
fuera de discusión.
Algo de eso
ocurrió respecto a los muertos en la Guerra Civil Española, comenzada en 1936.
La gente, interrogada al respecto, responderá sin vacilar que el número de
muertos fue un millón. Cuando, en realidad, los muertos fueron 500.000.
¿A qué obedece
esta reiterada confusión? Responde a lo siguiente: el escritor José María
Gironella escribió una formidable saga sobre la Guerra Civil, compuesta por las
siguientes novelas, todas ellas excelentes: Los Cipreses creen en Dios, Un
Millón de Muertos y Ha Estallado la Paz. La saga tuvo un gran éxito y la cifra
citada en el título de la segunda de ellas se transformó en una verdad fuera de
discusión. Olvidando los lectores que el autor, en la introducción a la misma,
había aclarado que, si bien en la contienda habían muerto 500.000 personas, él
se refería a un millón de muertos por entender que todo español que hubiera
matado a otro español también había muerto de algún modo.
Es muy curiosa la
instalación en el público de estos tópicos que producen reacciones por actos
reflejos. No en vano dijo François-Marie Arouet, más conocido por Voltaire:
``Calumnia, calumnia, que algo quedará''.
Claro que el error
respecto a la cantidad de muertos en la Guerra Civil Española no es una
calumnia sino apenas un dato equivocado. Y, si menciono lo dicho por Voltaire,
obedece tan sólo al propósito de señalar hasta qué punto puede transformarse en
verdad aceptada una afirmación errónea.
UN CASO LOCAL
Algo parecido
sucede con el número de desaparecidos a raíz de los enfrentamientos que
tuvieron lugar en nuestro país durante la década de los 70. Pues el público dá
por cierto que fueron 30.000. Peor aún, por ley inspirada por la entonces
gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, se transformó
en delito poner en duda esa cifra. Falsa de toda falsedad.
¿Falsa? Sí, falsa.
Tan falsa como que su autor, el ex montonero Luis Labraña, confesó que la cifra
había sido inventada por él y que el número de 30.000 obedeció a que esa es la
cantidad establecida por los organismos internacionales para calificar un caso
como genocidio.
¿Por qué la
gobernadora Vidal, con su carita de buena chica, acogió legalmente esa calumnia,
sabiendo que era mentirosa? Lo ignoro, pregúntenle a ella.
No me voy a meter
yo a estimar la cifra de desaparecidos en los llamados años de plomo. No me voy
a meter porque nada sé al respecto y no soy un macaneador. Sólo he de apuntar
que, según la Conadep (a quien nadie puede sospechar como adicta a los
represores), ese número anduvo por los 9.000. Y, según un minucioso informe de
José D'ngelo, obrante en su libro Mentirás Tus Muertos, la cantidad fue incluso
mucho menor.
El caso es gravísimo,
tanto se trate de 30.000 como de 9.000 o 2.000. Pero convengamos que no es
indiferente que sean 30.000 o 2.000 los desaparecidos.
*****
Otro antecedente:
No hay comentarios:
Publicar un comentario