ACUERDO PESQUERO
CON LA UNIÓN EUROPEA
César Lerena, 21-10-20
Días pasados
participé como oyente, en el Seminario Anual del CARI y escuché azorado la
disertación leída del Director del Comité
sobre la Cuestión Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur del CARI
Embajador (J) Santos Goñi quién, entre otras cosas, se refirió a que «dentro de
las políticas que debiera llevar adelante la Argentina es la de reeditar el
Acuerdo de Pesca de 1994 con la entonces Comunidad Económica Pesquera, que duró
5 años y, no fue renovado por intereses diversos, aunque, merece ser mirado
nuevamente y tal vez incorporado a nuestras relaciones con la Unión Europea con
relación a la pesca…», mensaje, en el que destacó la presencia entre el
auditorio del Director del Comité de Asuntos Europeos del CARI, Embajador (J)
Alberto Luis Davérède.
Llama mucho la
atención su opinión, propuesta y mención -con el mayor de los respetos- no solo
por el evidente desconocimiento de Goñi de los efectos negativos “del Acuerdo
sobre las Relaciones en Materia de Pesca Marítima con la Comunidad Económica
Europea” (Ley 24.315, sancionada el 20 de abril de 1994, inicialado en Buenos
Aires el 30 de noviembre de 1992), (en adelante Acuerdo CEE, sino porque -dijo-
hacerlo en “consenso en el Comité”, lo cual, es más preocupante aún y, también
por los antecedentes del mencionado Davérède, respecto a su intervención como
Subsecretario de Política Exterior de la Cancillería y, en su carácter de
Consejero Legal de la Cancillería y Jefe de Delegación de «La Conferencia de
las Naciones Unidas sobre las Poblaciones de Peces cuyos territorios se
encuentran dentro y fuera de las Zonas Económicas Exclusivas (poblaciones de
peces transzonales) y las poblaciones de peces altamente migratorias», que
culminarían en 1995 con el llamado Acuerdo de Nueva York (en adelante Acuerdo
NY) en el que se promovería la creación de las lamentables OROP pues violan la
Disposición Transitoria Primera de la Constitución y, permitirían avanzar a los
Estados sobre los recursos de los Estados ribereños; y también -un hallazgo de
los que investigamos- que la delegación que encabezaba Davérède, también era
miembro Eduardo Pucci -entonces Asesor de la Secretaría de AGyP- hoy, uno de
los principales promotores de OPRAS, una supuesta ONG conservacionista que
promueve las OROP con Cámaras Extranjeras y Cámaras Nacionales integradas
mayoritariamente con empresarios extranjeros.
Una Estrategia
británica y de otros países desarrollados que “no se cocina” en un día y es,
implacablemente aplicada por mandatorios, que bajo supuestos argumentos
conservacionistas arman estructuras internacionales de apoderamiento de
espacios y recursos. Las OROP y las AMP (Área Marinas Protegidas) son un
ejemplo, que podría abordar con amplitud (Lerena, César “El desacuerdo pesquero
de Nueva York. El control del Estado ribereño de la pesca en la Alta Mar”
(10/1/2019); “La cesión de la pesca argentina a los Estados desarrollados. El
Acuerdo de Nueva York”, 12/10/2020) pero escapa a este escrito.
El Acuerdo CEE
también dejó gravísimas implicancias económicas, biológicas, laborales,
comerciales y relativas a la soberanía nacional respecto a Malvinas, cuya
sociedad con intereses españoles es absolutamente manifiesta y, de inquebrantable
mutua conveniencia. Pero, lo más llamativo, de la sugerencia de este destacado
miembro del CARI, es que no hubiera merecido ni una sola observación del
auditorio del Seminario ni del propio Secretario de Estado de Malvinas,
Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería el Lic. Daniel Filmus, quien
manifestó «coincidir en general con todo lo aquí planteado en materia de
políticas pesqueras…». No comparto tampoco sus dichos de que la pesca en la
alta mar no es ilegal. Ya he fundado en anteriores artículos, en el sentido de
que el hecho que según la CONVEMAR la pesca sea libre, no sea ilegal en la
mayoría de los casos. Lo es en las condiciones actuales en que se realiza, al
igual de la que se practica en el área de Malvinas. De la definición de Pesca INDNR
es claro que ambas son ilegales.
Nadie parece
entenderse; ni nadie entendió la importancia de la pesca en los Acuerdos de
Madrid; tampoco cuando se firmó el Acuerdo CEE; alguien, se dio cuenta en el
artículo 2º de la Ley 24.543 que ratificó la CONVEMAR y volvieron a regalarla
en el Acuerdo NY. Y, hoy vuelve a estar en el centro de la escena: la pesca es
central en la discusión final del Brexit y, ya en 2012 un funcionario de
británico de menor jerarquía, el director ilegal de Pesca en Malvinas John Barton
manifestó que «sin las licencias de pesca no hubiéramos sobrevivido en
Malvinas» (Penguin News, 14 de marzo de 2012), es decir, consideró vital para
el sostén británico en Malvinas desde el fin de la guerra de 1982.
Concluyo respecto
algunos otros comentarios antes de entrar en el tema de fondo del Acuerdo CEE.
La Argentina tiene mayor capacidad científica y técnica que el Reino Unido de
Gran Bretaña e Irlanda del Norte (en adelante el R.U.) en el Atlántico Sur; es
más, dentro de las políticas erróneas de la Cancillería Argentina en 1990 está
el Acuerdo sobre Cooperación en la Conservación de los Recursos Pesqueros de
Investigación Pesquera Conjunta con el R.U., como consecuencia del cual el
INIDEP y sus calificados científicos aportaron -con períodos de suspensión que
sufrió este acuerdo- todos los recursos humanos y materiales del conocimiento
biológico sobre las especies migratorias argentinas. Una información sustancial
y sensible biológicamente, para el sostén principal en la economía de Malvinas
y la consolidación del R.U. en las Islas. La motivación para que se
suspendieran por primera vez en 2005 fue el otorgamiento de licencias
británicas por 25 años, la mayoría de ellas, a empresas españolas. Lo que
demuestra una vocación depredadora del R.U. -porque los Rendimientos Máximos
Sostenibles deben establecerse anualmente- y, una clara sociedad
española-británica.
Entrando de lleno
en el Acuerdo CEE, debo decir, que fue nefasto respecto a la relación con
Malvinas y, en sus efectos sobre nuestra soberanía en el Atlántico Sur y,
absolutamente negativos en materia biológica, ambiental, económica, social y
comercial en el mar y la Pesca.
La soberanía no
solo es política, económica y territorial, también lo es alimentaria,
ambiental, social y comercial y, prueba de ello, es que en las tratativas
previas al Acuerdo de Madrid I cuando el Representante Especial para “la
Normalización de las Relaciones Bilaterales con el R.U.”, el reconocido
embajador Lucio García del Solar minimizó ante su interlocutor la cuestión
pesquera, cometiendo uno de los más graves errores de la diplomacia argentina
relativos a la pesca, ratificado -como dije- con las declaraciones del
británico Barton.
Los efectos
negativos del Acuerdo sobre Malvinas.
Recordemos, en
primer lugar, que el Acuerdo CEE se firmó en 1994 y que, el mismo año, el R.U.
declaró una pretendida Zona Marítima (FOCZ) -en adelante una Zona Económica
Exclusiva, que después se perfeccionaría
con la presentación de la plataforma- de 200 millas alrededor de
Malvinas y que, el Acuerdo CEE fue 100% con los españoles ya que tenían sus
barcos parados en Europa, por éstos estaban siendo retirados de la U.E. y,
NUNCA, pescaron en la FICZ británica (conocida vulgarmente como de protección)
de Malvinas durante el Acuerdo CEE y ninguna de las especies fundamentales
(Anexo II, K, 1: Merluza hubbsi y Calamar: Al norte del paralelo 47º S. Además
de ello el gobierno nacional estableció una veda a la captura del calamar por
parte de los buques argentinos para garantizar a los isleños la llegada a
Malvinas de este vital recurso sostén de la economía en Malvinas, inclusive, se
asignó a los buques de las sociedades mixtas españolas-argentinas la captura de
una subpoblación de esta especie que no migra al Archipiélago. Al mismo tiempo
que el R.U. estableció un área “GAP” al noroeste de las Islas, dentro de la ZEE
Argentina por fuera de la ilegal alrededor de Malvinas, de unos 1.400 Km2, para
proteger sus importantes capturas de calamar. Está claro, que NUNCA el Acuerdo
CEE lesionó ningún interés del R.U. y por el contrario dio el pretexto
necesario para consolidar sus inconsistentes pretensiones de considerarse
Estado ribereño, ajustándose a la normativa de la CONVEMAR y a un acuerdo
ruinoso como el de la CEE basado en supuestos aportes de transferencia
tecnológica y de una flota congeladora. La Argentina tenía plena capacidad y,
se instaló un modelo pesquero que hasta nuestros días beneficia a los intereses
de España. En 1994 la Argentina tenía su actividad pesquera absolutamente
desarrollada, destinada mayoritariamente a la exportación y con acceso a los
mercados más exigentes del mundo (EEUU, UE, Japón y otros países asiáticos,
Brasil, etc.), mercados que no tenía las carnes rojas (por ej. EEUU) y que
hasta hace dos años, exportaba 300 millones de dólares por año más de que esas
carnes y el pescado fue el primer alimento en la Argentina que exportó (y
exporta) certificado con el sistema de autocontrol más importante del mundo:
los planes HACCP. Nada podían en 1994 los pescadores españoles enseñar a los
pescadores argentinos, ni abrirles los mercados que ya tenían abiertos; quienes
además disponen de los recursos pesqueros: Los españoles son deficitarios e
importan de Argentina 398 millones de dólares año (2019).
Se repitió el
modelo de los Acuerdos Marcos con la URSS y Bulgaria, que tampoco sus buques
pescaron en el área de Malvinas durante los Acuerdos Marco promovidos por
Caputo. Otro fracaso de la diplomacia argentina, donde se pretendió ejercer
soberanía a través de los acuerdos con la URSS en Malvinas.
Si ya el Acuerdo
CEE fue negativo en 1994, hoy sería absolutamente peor, porque desde hace años
está constituida una sociedad española británica para la pesca en el Atlántico
Sur y, especialmente en Malvinas. Los primeros licenciatarios en el Archipiélago
en 2019 y, desde hace años, son los buques de bandera española-británica (105
buques), taiwaneses (73), coreanos del sur (30) y otros (4) y las extracciones
en el área de Malvinas se destinan en un 95% al Puerto de Vigo (España).
Los españoles
(mayoritariamente gallegos) refieren a “su caladero” cuando hablan de Malvinas.
Han constituido joint Ventures españolas-británicas y son los motores para la
construcción de un puerto de 400 metros en Puerto Argentino desde donde esperan
realizar sus operaciones; cuya licitación, ya ha sido adjudicada a una empresa
inglesa y, en estos momentos, se está iniciando su replanteo y construcción.
Este puerto en central en el desarrollo de Malvinas, ya que va a servir de
apoyo a toda la operatoria pesquera de los buques en Malvinas, pero también en
el GAP y la Alta Mar. Ya los británicos finalizaron otro Puerto en Georgias del
Sur con capacidad para operar buques militares, oceanográficos y pesqueros, a
pesar de que la pesca en esas aguas está sujeta al Sistema Multilateral de la
Comisión de Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos
(CCRVMA/CCAMLR), y al propio tiempo, en incompatibilidad con la Zona de Paz y
Cooperación del Atlántico Sur.
Conforme el Brexit
sea duro -con aranceles para la importación en la U.E. de productos originados
en Malvinas- las materias primas entrarán a la U.E. con Bandera Española para
evitarlo. Si es blando -sin aranceles- continuarán como hasta hoy ingresando a
Europa con bandera española o británica indistintamente. Si los españoles
avanzan en el armado logístico y el proceso de industrialización de las
materias primas en Malvinas será virtualmente irreversible la consolidación en
Malvinas de las empresas españolas y, del R.U. En esta posición de crecimiento
sostenido ya construyeron un puerto en Georgias del Sur y mediante la banalidad
de la “cooperación argentina” de proveerles vuelos a Chile y San Pablo, podrán
incluso, en especial en San Pablo (30 millones de consumidores AB1) colocar
todos productos y tener una puerta al mundo; hacer cambio de tripulación;
logística, etc. Los que promovieron el Pacto Foradori-Duncan -una exigencia
británica de continuidad de los Acuerdos de Madrid- dejaron clara su vocación
de “colaborar en el crecimiento y el desarrollo sustentable de las Islas
Malvinas” (un texto claramente británico) y de colaborar -ambos países, pero,
el R.U. como ocupante ilegal de Malvinas, como si se tratara de un Estado
ribereño más- en las Organizaciones Regionales de Ordenamiento Pesquero (OROP),
herramientas diseñadas por los Estados de Bandera para administrar el
Ecosistema del Atlántico Sur, entre otros, que abriría las puertas al R.U. en
una abierta violación a la cláusula transitoria primera de la Constitución
Nacional. La misma letra el mismo objetivo.
A raíz del Brexit,
donde la pesca nuevamente ocupa un lugar central de las negociaciones (para el
2050 las proteínas de la pesca ocuparán un 25% en el consumo, en medio de
restricción a las áreas pesqueras por razones ambientalistas), el R.U. pretende
recuperar para su explotación las aguas británicas donde hoy pescan 88 buques
españoles de gran porte (los británicos son exportadores e importadores de la
U.E. en forma equilibrada). Los franceses ya han acordado pagarles cuotas a los
británicos. ¿Dónde se supone que irán a pescar esos buques españoles? A Distancia: al área de Malvinas y en la alta
mar del Atlántico Sur. Nunca dejarían Malvinas donde tienen mayor seguridad
jurídica y, además, la necesidad de acordar la pesca con licencias británicas
en Malvinas y en el Atlántico Nordeste. Jamás cambiarían ello, por obtener
permisos dentro de la ZEE Argentina indisputada, donde, además, no hay recursos
excedentes y tendrían toda la oposición -sin quiebres como ocurrió en 1994- del
sector empresario (nacional e incluso de las empresas españolas radicadas en
Argentina), gremial y científico. Y, ahora, a todo ello, le agregamos la falta
de flotas y aeronaves de control. Aun así, si alguien, si un director del
Comité de Malvinas y otro de Asuntos Europeos del CARI refieren a que “el
Acuerdo es un modelo que seguir” y, convencen a la Cancillería de ello, por
supuesto (¡!) que los españoles tratarían de conseguir cuotas en la ZEE
Argentina, ahora, claro, ello sería, no abandonando NUNCA su Asociación
Estratégica en Malvinas. ¡Bonito negocio soberano, económico y biológico
haríamos! Una prueba acabada de ello, son los recientes contratos privados de
una ignota ONG conservacionista (¿?) OPRAS, conformada mayoritariamente por
expresas pesqueras extranjeras radicadas en la Argentina que firmó un
entendimiento con la Cámara española CEPESCA y otras, entre ellas una chilena
(¿?) donde los españoles pretenden acordar con Argentina, manteniendo las
licencias otorgadas por los británicos en Malvinas (contratos a disposición).
Por otra parte, el
compromiso argentino con las Naciones Unidas se asienta en su Plan Estratégico
para la Diversidad Biológica 2011-2020. La U.E. pretende transformar en Áreas
Marinas Protegidas entre un 20% al 30% de sus aguas comunitarias: ¿Dónde se
supone que van a ir a pescar los buques españoles? Pues bien, el 83% de los
buques de arrastre lo harán fuera del área comunitaria y muchos de ellos
pescarán subsidiados a distancia, en el área de Malvinas y en la Alta Mar. En
este aspecto concluyo, que los españoles nunca dejarían Malvinas por más que
Argentina les ofreciese acordar pescar en la ZEE Argentina indisputada e
incluso, acordar la captura de los recursos migratorios argentinos en la alta
mar, cuestión esta última, que la Argentina no tiene posibilidad alguna de
lograr, sino otorga concesiones de captura en la ZEE Argentina indisputada, que
como dije, es algo inviable: no hay especies excedentarias y, por el contrario,
el ecosistema está desequilibrado y nunca el INIDEP ni el sector pesquero
aceptarían superar la Captura Máxima Sostenible. Esta táctica (el Acuerdo CEE),
hoy no puede formar parte de ninguna estrategia. Sería inadmisible respecto a
nuestros intereses soberanos, biológicos, ambientales y sociales.
Las especies
excedentarias en la ZEE Argentina, los buques españoles y la industria nacional
Cuando se firmó el
Acuerdo CEE, la Argentina no había determinado la existencia de especies
excedentarias (cuestión que exigía el Acuerdo, porque dividía las cuotas en
excedentarias y no excedentarias), por lo tanto, al formar sociedades mixtas
españolas-argentinas, debió incorporar los buques españoles y dar desguazar un
buque nacional de similar capacidad de captura (Y así los exigía el Acuerdo
CEE). En algunos casos ocurrió; en otros se agregó más esfuerzo al incorporar
buques congeladores con mayor capacidad de pesca que los fresqueros
reemplazados y, lo peor, también hubo reemplazos no efectivos y ambos buques
siguieron pescando (Auditorías de la UBA y AGN).
El Acuerdo CEE
produjo la mayor depredación de la historia pesquera que obligó a dictar en el
Congreso de la Nación La Emergencia Nacional Pesquera que limitó las capturas
de merluza (la principal especie exportadora argentina en esa época) y, con
ello, el derrumbe industrial y la más importante caída laboral que dio lugar a
que, por primera vez, el Estado Provincial debió subsidiar el pago de salarios
a las empresas para sostener el empleo, en una actividad que nunca había
recibido aportes de este tipo.
El ingreso de
buques congeladores que se instaló con el Acuerdo CEE produjo la reducción del
empleo industrial en tierra, de tal forma, que hace ya casi 30 años que la
Argentina le obsequia nuestra mano de obra a la Unión Europea y, esto se hace
con materias primas de origen argentino que deben competir en inferioridad de
condiciones en el mercado internacional con productos originarios de la ZEE
Argentina y/o migratorios originarios de esta Zona capturados ilegalmente
(INDNR) por los españoles.
Contrariamente a
lo referido por Goñi, el Acuerdo no se denunció por “intereses determinados”.
Se dejó sin efecto, después de varios intentos, cuando estos acuerdos
cumplieron el tiempo temporario establecido; fueron muy beneficiosos para los
españoles porque la CEE les pago a éstos el 100% de los créditos bancarios de
sus barcos y les efectuó aportes económicos y, con éstos, se asociaron a
empresarios argentinos en condiciones muy favorables (recibiendo aportes
económicos); destrozaron los recursos pesqueros (recién se está recuperando la
merluza y en 2020 según Pescare.com.ar «descargándose 181.380 toneladas, hubo
una merma interanual del 21,2%») y, algunos, se quedaron con las empresas
nacionales.
Quebraron las más
importantes empresas nacionales de la época, como producto de una pésima
política económica y acuerdos de este tipo. A raíz de las consecuencias que
produjo el Acuerdo CEE y otras, el principal responsable político del sector
pesquero reconoció el desacierto de su implementación.
Muy poco dejo este
Acuerdo a la Argentina, algunos barcos, comenzó la desnacionalización del
sector y ni siquiera permitió un acceso libre de aranceles a la U.E. a los
productos argentinos con alto valor agregado. Exportamos commodities con escaso
valor, regalando nuestra mano de obra.
Como en el siglo
XIX cuando los españoles nos traían aceite de oliva español; aguardientes de
Holanda; vinos de Francia y españoles de La Rioja; elementos de labranza;
además de telas varias: angaripolas, bayetas y bayetillas, calzones, chaquetas
bastas, faldas, camisas de trabajo; lienzos de lino, algodón, coletas, paños
finos y ordinarios, sedas e hilados; marquetas de velas, sebos y ceras;
municiones y cartuchos diversos; habanos cubanos y perfumes de lavanda traídos
de Europa y, nosotros les entregábamos tasajos, charques, grasas y cueros
vacunos; todos baratos producidos con los esclavos traídos desde África. Hoy
son importamos buques fabricados en Vigo y nosotros enviamos pescados sin valor
agregado.
Y nadie tome como
algo personal los cuestionamientos institucionales que planteo para la
República.
Reeditar el
Acuerdo CEE (hoy UE) sería profundizar la internacionalización del Atlántico
Sur, afianzar aún más la posición británica en los Archipiélagos australes y la
Antártida y la entrega lisa y llana de la administración de los recursos vivos
marinos. El suicidio colectivo de la actividad pesquera Argentina, sus
empresas, sus trabajadores y sus ciudades portuarias del litoral marítimo.
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