Las 10 ventajas
que tiene la Argentina en el mundo de hoy
Por Julio Lagos
Infobae, 6 de
Octubre de 2020
Una agencia de
publicidad internacional fue convocada por un ente privado, un Centro de
Estudios Multidisciplinarios, que le encargó un proyecto muy ambicioso:
promover a la Argentina.
La oferta es
tentadora. Y el desafío, muy grande.
Rápidamente se
aprobó el presupuesto y desde las oficinas centrales comenzó a planificarse la
tarea.
Al día siguiente,
en la primera videoconferencia de trabajo, se reveló el objetivo principal de
marketing: lograr un impacto inmediato y producir un anuncio de repercusión
global:
-Nos piden algo
que sea noticia en todo el planeta…
Como siempre, el
primer paso fue conocer el producto.
De eso se encargó
la oficina regional en Buenos Aires, que describió un panorama desolador: la
pobreza bate récords, el coronavirus no se puede controlar, el dólar trepa, se
multiplican los incendios y un alto porcentaje de los ciudadanos querría irse
de la Argentina.
¿Qué podría
ofrecer un país con tan penosa realidad?
Una regla básica
de la comunicación publicitaria es el posicionamiento estratégico.
No alcanza con
saber cómo es el propio producto, también se debe conocer a la competencia.
Los datos
concretos empezaron a llegar en un informe del sector de planning.
Allí se podía leer
que Argentina es uno de los 194 países que reconoce Naciones Unidas. Una
cantidad que varía según la fuente. Por ejemplo, para la FIFA la cifra llega a
211. Y para el código de las normas ISO, hay 250 naciones.
Al mismo tiempo,
fue señalado que la población actualizada del mundo en 2020 es de 7.700
millones de habitantes.
Hubo una sorpresa
cuando se informó que la población de Argentina es de 45.000.000 de personas:
-Pensamos que eran
más, en un país tan extenso…
Los creativos
trabajarán al final. Antes de presentar el pitch con su idea, necesitan tener
otras estadísticas.
Por eso analizan
el nuevo informe de la UNHCR (United Nations High Commissioner of Refugees, en
español ACNUR), una dependencia de las Naciones Unidas.
El documento dice
que aproximadamente 80 millones de personas tuvieron que abandonar su país, su
casa y su familia “como resultado de persecución, conflicto, violencia,
violaciones a los derechos humanos o eventos que alteraron gravemente
gravemente el orden público”. Y casi un 40 por ciento de ese total son niños y
adolescentes: “unos 34 millones de ese total son niños y niñas menores de 18
años”
El dossier de la
ACNUR -que en la Argentina está representada por el costarricense Juan Carlos
Murillo González- certifica que millones de personas, casi el doble de la
población de Argentina, ha tenido que escapar de sus países, por estos motivos:
* El estallido del
conflicto de Siria a principios de la década y que continúa hoy en día
* La crisis de
desplazamiento que siguió a la independencia de Sudán del Sur
* El conflicto en
Ucrania • la llegada de refugiados y migrantes a Europa por mar
* El flujo masivo
de refugiados rohingya de Myanmar a Bangladesh
* La reciente
salida de venezolanos hacia América Latina y el Caribe
* La crisis en la
región del Sahel, en África, donde los conflictos y el clima ponen en peligro a
muchas comunidades
* Nuevos
enfrentamientos y preocupaciones sobre seguridad en Afganistán, Iraq, Libia y
Somalia
* El conflicto en
la República Centroafricana
* El
desplazamiento interno en Etiopía y nuevos brotes de lucha y violencia en la
República Democrática del Congo
* La gran crisis
humanitaria y de desplazamiento en Yemen.
El CEO de la
agencia, que había negociado un fee excelente con el cliente, cerró la
videoconferencia con lo que pareció una advertencia:
-Nos falta
bastante. No alcanza con mostrar las penurias del mundo. Hay que ofrecer
argumentos que ilusionen.
Al día siguiente,
en cuanto se armó el mosaico de imágenes de la reunión por zoom, los creativos
tomaron la iniciativa:
-Tenemos la idea.
Hay diez verdades, diez ventajas que Argentina puede ofrecer.
Las 10 ventajas de
la Argentina
1- Espacio
territorial. Una gran superficie, con poca población.
2- Agua. Mar, ríos
y acuíferos.
3- Alimentos.
Carnes, frutas y hortalizas.
4- Aire puro.
Atmósfera limpia.
5- Clima. Variedad
total. Cálido, templado y polar.
6- Llanuras.
Enormes extensiones fértiles.
7- Paz. Ausencia
de guerras y conflictos raciales, religiosos o idiomáticos.
8- Naturaleza.
Bajísimo riesgo de huracanes, tsunamis, ciclones y terremotos.
9- Energía. Todos
los recursos, renovables y no renovables.
10- Movilidad
social. Sin castas ni categorías hereditarias.
La exposición no
resultó tan exitosa como suponían los creativos. Se escucharon objeciones. Un
ejecutivo de cuentas llegó a decir:
-Disculpen, pero
eso es simplemente enunciativo… No digo que no sea cierto, pero no veo cómo se
pueda articular. Y lo que nos han pedido es algo que haga impacto, un anuncio
global.
Fue el CEO quien
encontró la solución:
-Tenemos las
estadísticas, hemos visto cuáles son las diez ventajas. Podríamos cruzar los
datos…
Y entonces lanzó
una propuesta atrevida:
-¡Que Argentina le
ofrezca al mundo un espacio para los refugiados! A las Naciones Unidas, al
Vaticano. A toda la comunidad internacional. Que se establezca un sistema
solidario organizado. Ese enorme territorio despoblado y lleno de ventajas
podría ser el amparo para la población sufriente de los campamentos y para los
que prefieren correr el riesgo de ahogarse en el Mediterráneo con tal de huir
de sus países. Ese será el motivo central de nuestra campaña.
¿Qué pasaría si
Argentina aceptara ese plan?
El interrogante
tiene dos frentes. Uno, qué diría el mundo. El otro, cuál sería la reacción de
los argentinos.
Podemos imaginar
que el mundo reaccionaría primero con sorpresa. En ese sentido, el objetivo de
provocar un impacto estaría logrado. Y los países centrales, que no saben cómo
solucionar el gravísimo problema de los refugiados -recordemos, casi 80
millones de personas- luego respirarían aliviados. Allá, en Sudamérica, habría
lugar para una gran cantidad de estos nómades sin patria.
Las corporaciones,
los bancos, los grandes poderes, encontrarían en el eterno y díscolo deudor un
inesperado partner. Seguramente eso ayudaría a recomponer una relación siempre
áspera. Hasta podría traducirse en una contemplación financiera.
Y la clásica resistencia
a la supuesta arrogancia argentina sería suplantada por la afectuosa gratitud
internacional ante semejante prueba de solidaridad.
Por ese lado, el
mensaje sería un éxito.
El problema mayor
-en cambio- podría plantearse en la propia Argentina, pese a que un incremento
de la población generaría un mayor mercado interno, tanto de consumo como de
producción, favoreciendo el desarrollo.
Pero no sería
extraño que se alzaran voces en contra del proyecto, descalificándolo y hasta
ridiculizándolo:
-Lo único que
faltaba. Con todos los problemas que tenemos, encima vamos a traer gente de
afuera.
Otros argumentos,
un poco más sofisticados, hablarían de la identidad nacional:
-Tratan de
destruir nuestra esencia, nuestra personalidad. Atentan contra nuestras
costumbres, para que terminemos siendo un híbrido.
La referencia
despectiva merece una aclaración: en la biología, la hibridez genera
resistencia y fuerza. Está muy lejos de ser un defecto.
Pero es inevitable
que la posibilidad de incorporar “gente de afuera” provoque una tempestad de
argumentos en contra, en defensa de algunos símbolos nacionales.
Que en realidad
tienen origen diverso y un largo recorrido en el que se han ido enriqueciendo
con distintos aportes culturales.
La alpargata, por
ejemplo, que nació con el nombre de espardenya en Cataluña. O el chamamé, que
tiene tantas influencias de las polkas centroeuropeas. Ni hablar de la
empanada, que apareció en España en 1520, durante las invasiones árabes y hoy
está de moda en New York gracias a varios emprendedores argentinos.
O la guitarra, tan
criolla y tan universal, cuyo origen se remonta al año 1.000 antes de Cristo,
en el norte de Turquía.
Los objetos, las
comidas, la indumentaria, el lenguaje, todo va y viene, se adapta y se renueva.
Ya que mencionamos
a Turquía: hoy es el país que más refugiados ha recibido en el mundo. Lleva
admitidas 3.600.000 personas sin casa y sin país, que al escapar perdieron su
historia, sus familias y sus raíces.
Casi como nuestros
abuelos, que vinieron a la Argentina dejando atrás las guerras y la miseria. Y
que como tantos galeses, tanos, gallegos y polacos rehicieron su vida en la
Argentina.
Como hoy lo hacen
los peruanos, los bolivianos, los venezolanos, los colombianos y los chinos que
eligieron nuestro país para empezar otra vez.
Estoy escuchando a
quien dice:
-¡Pero nuestros
abuelos trabajaban, no como estos que vienen a atenderse en nuestros
hospitales!
Son argumentos
expresados con buena fe, sin dudas.
Pero que pasan por
alto algunos datos.
Por ejemplo, el
azote que significó para aquellos inmigrantes la Ley de Residencia, dictada en
1902, que permitía la expulsión de los extranjeros. Y que recién fue derogada
por el presidente Arturo Frondizi el 1 de julio de 1958. Durante 56 años fue
una amenaza permanente y dio lugar a expresiones como “gallego pata sucia”,
“turco tramposo”, “tano bruto” o “ruso de mierda” que ofendieron a esos mismos
abuelos a los que hoy honramos con amor y gratitud.
Por supuesto, la
historia de la agencia de publicidad y del pedido de una campaña global es un
invento de este cronista.
Pero esas diez
ventajas son reales. Y marcan la favorable diferencia de nuestro país con el
resto del mundo.
Algo de eso habrá
visto en nosotros un madrileño que se llamaba José Ortega y Gasset, que nos amó
mucho y que nos visitó hace años. Dijo de nosotros que éramos “pujantes,
curiosos, perspicaces y corteses”. Y también elogió nuestro “optimismo
aspirante”.
Aunque preocupado
por nuestra demora en concretar tantas posibilidades nos pidió “¡argentinos a
las cosas, a las cosas!”.
Será cuestión de
no perder más tiempo, antes de que alguien -invocando humanitarias razones
ecuménicas- convierta esta fantasía en una imposición.
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