miércoles, 7 de octubre de 2020

EL HARTAZGO DE CENTRALIA

 

 


PRUDENCIO BUSTOS ARGAÑARÁS*

La Voz del Interior,  07 de octubre de 2020

 

El periodista Adrián Simioni llama “Centralia” a una franja que atraviesa el centro del país de oeste a este, desde la cordillera de los Andes hasta el Uruguay, conformada por las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y parte de la de Buenos Aires. Y aclara que es “la que transfiere recursos fiscales y financieros desde hace ya décadas a las alianzas populistas que, con distintos nombres, se cocinan entre el conurbano y las provincias pobres y falsamente pobres del norte y del sur”.

 

“El país central, rico y pujante”, en palabras del presidente Alberto Fernández, cuya misión es, según él, sostener a “la Argentina periférica”, es a la vez la región en la que el populismo recoge menos votos. Hartos de ser “el jamón del sándwich”, entre los habitantes de Centralia se advierte un clima de hastío y rebelión contra el centralismo que los asfixia, y comienzan a escucharse voces que hablan de separarse del país.

 

La primera manifestación pública de este sentimiento partió del exgobernador de Mendoza y actual diputado nacional, Alfredo Cornejo, quien en junio pasado, tras acusar al Gobierno nacional de impedir la ejecución del proyecto hidroeléctrico Portezuelo del Viento, manifestó que su provincia “tiene todo para vivir como un país independiente”. “La verdad que no me gusta separarnos de la Nación –aclaró–, pero ellos están obligando a Mendoza a autoafirmarse en sus propios valores e identidades”.

 

De allí en más, el Mendoexit se viralizó como un hashtag y poco después se convirtió en un movimiento que propicia abiertamente la independencia de la provincia cuyana y planea constituirse en un partido político para participar en las elecciones legislativas de 2021, en las que los sondeos le atribuyen un respetable caudal de votos.

 

Tres meses más tarde, los diarios La Nación, de Buenos Aires, y El Sol, de Mendoza, publicaron una encuesta realizada por la consultora Reale Dallatorre en Córdoba, en Mendoza y en Santa Fe, cuyos resultados revelan la existencia en esas tres provincias “centralianas” de “un contundente malestar en torno de cómo opera el sistema federal en Argentina”, a la vez que un alto grado de disconformidad por la discriminación que sufren por parte del Gobierno nacional.

 

Quienes lo ven de esa manera van de un 54% entre los santafesinos hasta un 66% de los mendocinos, pasando por un 65% de los cordobeses.

 

Cuando se les pregunta si creen que podrían vivir con sus propios recursos, separados del país, los cordobeses responden que sí en un 44%; los mendocinos, en un 42%, y los santafesinos, en un 39,70%. Y a la pregunta “¿le gustaría separarse y dejar de depender de los recursos nacionales?”, responde que sí el 40% de los cordobeses, el 35% de los mendocinos y el 33% de los santafesinos.

 

No hay que exprimirse el cerebro para advertir en estos guarismos la existencia de un proceso en gestación que, más temprano que tarde, conducirá al país a una encrucijada en la que deberá encarar el replanteo de un federalismo en serio, que ponga punto final a la apropiación de los recursos de las provincias por parte de la Nación y a su utilización para financiar el boato y la suntuosidad de la ciudad más rica y el sostén clientelar de su entorno inmediato. En caso de no hacerlo, corre el riesgo de enfrentarse a un proceso de secesión que lo partirá literalmente por el medio.

 

Como estoy a favor de la primera opción, creo conveniente avanzar en aquel proyecto, para lo cual me permito proponer dos acciones inmediatas.

 

 

La primera, restablecer el mecanismo fiscal de la Constitución de 1853, devolviendo a las provincias la facultad de recaudar los impuestos y, en todo caso, coparticipar a la Nación si fuere menester ayudarla a financiar sus gastos. Y auxiliar también a las provincias más pobres, pero controlando celosamente que los recursos que reciban se destinen a promover su desarrollo y no terminen en los bolsillos de un señor feudal.

 

Sorprende que partidos políticos que se declaran “federales” y levantan estatuas a próceres que lucharon a favor de dicha causa no hayan tan siquiera presentado un proyecto en tal sentido, sabiendo que, sin el manejo de los recursos tributarios por parte de las provincias, el federalismo es una ficción. Y que los gobernadores terminen mendigando sumisos las migajas del banquete nacional que sus provincias financian.

 

La segunda acción es el traslado de la capital federal, condición indispensable para lograr el crecimiento equilibrado del país. Al mencionar esto, es imposible no recordar que, en una grotesca demostración del desprecio de los argentinos por la ley, desde hace 33 años la capital legal de la Nación es una, Viedma-Carmen de Patagones, mientras la real sigue siendo Buenos Aires. La mudanza podría aprovecharse para separar físicamente los tres poderes del Estado a efectos de favorecer su independencia. Como propuesta por debatir, propongo que el Poder Ejecutivo se instale en una ciudad situada en el centro del territorio, de mediano tamaño, como podría ser Alta Gracia; el Poder Legislativo en Santa Fe, con la posibilidad de llevar una de las cámaras a Paraná, y la Corte Suprema de Justicia en Mendoza o Tucumán.

 

 

Estimo que estos cambios deben operarse cuanto antes, sin esperar a que se profundice la crisis que desde hace varios años padecemos y que las circunstancias nos obliguen a tomar decisiones de emergencia. Reproduzco a favor de ello el consejo de Adrián Simioni: “Los separatistas que se toman con más o con menos humor la idea de un Brexit criollo deberían tomársela más en serio si en verdad les interesa. Y perfilar una agenda que reemplace la hegemonía política que nos ha llevado a la pobreza. A este país no hay que partirlo en dos: hay que darlo vuelta, que es muy distinto”.

 

*Escritor e historiador

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